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jueves, 20 de agosto de 2020

Ranking de las peores economías globales. La Argentina ocupa el segundo lugar… @dealgunamanera…

Argentina escolta a Venezuela en el "Indice de Miseria" global…

La pobreza sigue creciendo en la Argentina. Fotografía: Cedoc

La desastrosa economía chavista mantuvo el liderazgo 2020 con amplitud, mientras nuestro país dejó atrás a Sudáfrica, Turquía y Colombia. Tailandia, Singapur y Japón, en la otra punta de la escala.

© Publicado el miércoles 20/08/2020 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.


Desde hace unos años la agencia Bloomberg publica su "Misery Index", proyectando el ranking de las peores economías globales, y en la edición 2020 la Argentina ocupa el segundo lugar, luego de la devastada Venezuela, cuyos índices de inflación y pobreza alcanzan niveles astronómicos.

La proyección se basa en la recopilación de las estadísticas oficiales que difunden casi todos los países del mundo, reflejando datos de la actividad económica que tienen que ver con inflación y tasa de desempleo, entre otros factores que aportan al "índice de miseria" que se apunta.

Así en el ranking 2020 Venezuela vuelve a aparecer en el primer lugar con amplitud, mientras nuestro país mantuvo el segundo escalón de ese podio, repitiendo la ubicación que tenía en el Misery Index 2019. En los puestos siguientes se encuentran Sudáfrica, Turquía y Colombia, mientras que también resultó preocupante la ubicación de la economía estadounidense, que pagando el alto costo de los efectos de la pandemia por coronavirus cayó 25 lugares, pasando desde la ubicación 50 a la 25 en las 60 economías compulsadas. Bloomberg destaca en su análisis que solo países con Islandia, Israel y Panamá se acercaron a ese nivel de derrumbe en la clasificación de este 2020.


El "Misery Index" de Bllomberg se basa en estadísticas oficiales de los países encuestados, y estima desde hace unos años el desarrollo económico, poniendo inflación y desempleo en el primer plano de las evaluaciones. Es allí donde los niveles de inflación de Venezuela se llevan largamente el primer lugar, mientras que los niveles de inflación de la Argentina, que la mayoría de las consultoras calculan entre el 40 y 50 por ciento también para este año, la sitúan también con holgura en el segundo lugar.


En el estudio de este año, la agencia Bloomberg admite que el impacto de la pandemia a nivel global ha sido grave, al punto de considerar que prácticamente todas las economías consultadas para el índice se han visto seriamente afectadas, presentando mayores índices de desempleo, como ocurre en los Estados Unidos y que ha motivado su retroceso, y fuertes caídas en la actividad industrial a cada lado del planeta.






jueves, 30 de abril de 2020

The New York Times. El coronavirus ataca las cárceles y cientos de miles de presos son liberados… @dealgunamanera…

El coronavirus ataca las cárceles y cientos de miles de presos son liberados…

Fotografía: Reuters/Jason Redmond

Las cárceles de todo el mundo se han convertido en potentes zonas de transmisión del coronavirus, lo que ha obligado a que algunos gobiernos tengan que liberar a cientos de miles de presos en una loca lucha por frenar la propagación del contagio tras las rejas.

© Escrito por Ernesto Londoño, Manuela Andreoni y Letícia Casado el 28/04/2020 y publicado por el Diario Digital Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

La pandemia también desencadenó rebeliones de prisioneros, puesto que los presos enojados han hecho que se preste atención a los problemas crónicos de los sistemas correccionales en muchos países, incluidos el hacinamiento, la suciedad y el acceso limitado a la atención médica.

En Brasil, que tiene uno de los sistemas penitenciarios más grandes y sobrecargados, los reclusos han grabado videos tras las rejas en los que amenazan con matar a los guardias a menos que el gobierno actúe rápidamente para mejorar sus condiciones.

En Colombia, los prisioneros preocupados por contraer el coronavirus organizaron un motín que dejó un saldo de 23 fallecidos. El viernes, los reclusos de un centro penitenciario en Buenos Aires, Argentina, se enojaron por la falta de protección contra el virus y durante nueve horas se amotinaron realizando acciones como subirse al techo de las instalaciones, quemar colchones y exhibir una pancarta que decía: “Nos negamos a morir en la cárcel”.

A medida que el virus fue sumiendo prácticamente a todos los países en una crisis el mes pasado, los expertos de la ONU en materia de detención, la Organización Mundial de la Salud y activistas de derechos humanos han instado a los gobiernos a que se apresuren a reducir sus poblaciones de prisioneros.

En muchos países los centros de detención están atestados, y en algunos casos lo están de manera peligrosa” dijo Michelle Bachelet, alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, en un comunicado. Agregó que las consecuencias de descuidarlos “podrían ser catastróficas”.

Al menos 125 países tienen poblaciones de prisioneros que superan las capacidades de sus sistemas correccionales, incluidos 20 que tienen más del doble de los reclusos que pueden albergar, según el Informe Mundial sobre Prisiones, una base de datos del Instituto de Investigación de Política Criminal de la Universidad de Londres.

La facilidad de propagación del virus tras las rejas se evidenció en febrero, cuando al menos 555 reclusos en China se infectaron en instalaciones en las provincias de Hubei, Shandong y Zhejiang.

En respuesta, el gobierno despidió a varios guardias por no haber evitado el brote, prohibió las visitas a la prisión y exigió que los guardias de varias instalaciones permanecieran en sus puestos durante semanas.

Cinco prisiones de Hunan designaron un edificio dentro de sus instalaciones para aislar a los prisioneros y guardias infectados. Los reclusos en una prisión de Shandong fueron trasladados a hoteles para ponerlos en cuarentena luego de que un guardia regresó de Wuhan, donde se reportó por primera vez el coronavirus, e infectó a otros guardias y reclusos.

Conforme el virus se extendía rápidamente a través de las fronteras en las siguientes semanas, los funcionarios de muchos países suspendieron las visitas a las cárceles, pero lucharon por imponer medidas de distanciamiento social en las instalaciones sobrepobladas.

Irán, que ha sido uno de los países más afectados, a mediados de marzo liberó temporalmente a unos 85.000 detenidos, incluidos algunos presos políticos. Pero los defensores de los derechos humanos también han criticado a Irán por lo que definen como una dura represión de los reclusos que han protestado por el riesgo de infección.

Bachelet dijo el miércoles que Irán quizás haya acelerado las ejecuciones de los prisioneros sentenciados a muerte que se unieron a algunas de esas protestas.

Este mes, el Parlamento de Turquía aprobó una ley que autoriza la liberación temporal de 45.000 prisioneros. Indonesia ha liberado a unos 30.000.

Miles de prisioneros, incluidos algunos migrantes, también han sido liberados en Estados Unidos.

En Brasil, las autoridades reportaron cuatro muertes, 104 casos confirmados de coronavirus y 145 sospechosos entre los prisioneros hasta el domingo. Las autoridades del país dicen que han liberado a unos 30.000 prisioneros. Pero esa cifra no es significativamente más alta que la tasa de liberación típica, según los expertos.

Los investigadores sostienen que el alcance del problema en Brasil no está claro porque solo 682 de los más de 773.000 prisioneros del país han sido examinados.

Drauzio Varella, un médico que estudia la situación de los centros penitenciarios y que ha escrito libros sobre las necesidades de atención médica de los prisioneros en Brasil, dijo que un número desproporcionado sufre condiciones graves como diabetes, obesidad e hipertensión.

“Las cárceles en Brasil a menudo tienen el doble o el triple de la capacidad para la que fueron construidas, e incluso hay personas que duermen en el piso”, dijo. “Una persona con tos puede infectar a todas las demás”.

Para evitar la transmisión del virus, los funcionarios brasileños suspendieron las visitas de familiares y abogados y buscaron intensificar las medidas de higiene en las prisiones federales y estatales.

Aunque los jueces brasileños han aprobado miles de peticiones de libertad anticipada, altos funcionarios del Ministerio de Justicia argumentan que sería un error liberar a los prisioneros en masa porque eso crearía riesgos para la seguridad pública.

Los defensores de los presos dicen que es más arriesgado que los reclusos permanezcan en las cárceles.

La Pastoral Carcelaria Nacional, una organización cristiana que apoya a los prisioneros y sus familias, dijo que a muchos familiares de los encarcelados se les ha prohibido proporcionarles alimentos y artículos de higiene.

Los presos logran satisfacer la mayor parte de sus necesidades materiales con lo que les llevan sus familias, ya que la comida que se les da adentro es terrible y escasa”, dijo la hermana Petra Silvia Pfaller, coordinadora del grupo. “Incluso antes de la pandemia ya estaban pasando hambre”.

Vincent Ballon, el principal experto en temas de detención del Comité Internacional de la Cruz Roja, dijo que la crisis del coronavirus debería impulsar a los gobiernos de todo el mundo a reconsiderar las leyes y políticas que han generado prisiones sobrepobladas y mal administradas.

“Esperamos que sea una oportunidad para reconsiderar la privación de la libertad, especialmente acciones como la detención preventiva y la detención de inmigrantes”, dijo.

Mário Guerreiro, quien lidera el Consejo Nacional de Justicia, un grupo brasileño que monitorea y supervisa el sistema penitenciario del país, dijo que la pandemia había dejado en claro las deficiencias de ese sistema, que ha crecido exponencialmente en las últimas décadas sin una inversión proporcional para incrementar sus capacidades.

Brasil tiene la tercera población carcelaria más grande del mundo, detrás de Estados Unidos y China, según el Informe Mundial sobre Prisiones. El promedio de sobrecapacidad en las cárceles brasileñas es del 168 por ciento.

“Brasil tiene prisiones cuyas condiciones humanitarias equivalen a las de los campos de concentración”, dijo Guerreiro. “Es una crisis humanitaria”.

c.2020 The New York Times Company



domingo, 15 de noviembre de 2015

El Estado Islámico y la realidad... @dealgunamanera...

El Estado Islámico declaró una guerra global...

Contexto. Los ataques en París se inscriben en la misma lógica de extrema violencia que caracterizó las tres operaciones anteriores, destinadas a “sancionar” a los enemigos del EI, que en los últimos meses intensificaron su participación en la guerra contra los yihadistas en Siria. Ahora faltarían Irán, Estados Unidos y varios países europeos. Foto: AFP

Las cinco horas que duró el múltiple ataque en París permitieron comprender, entre otras cosas, que se amplió el perímetro de la confrontación con el terrorismo yihadista y que el mundo entró en una dimensión atroz de la política, con la cual será necesario convivir durante un largo tiempo.

Los horrendos atentados del viernes en París representan una escalada en la estrategia del movimiento yihadista Estado Islámico (EI) para extender el perímetro de la guerra al exterior de Oriente Medio y, en particular, a Estados Unidos y a las principales potencias europeas. Pero ese círculo del terror ciego también incluye otros países en lucha contra los grupos islamistas más radicales, como Rusia, el movimiento chiita Hezbollah y probablemente Irán.

Esa interpretación, formulada por expertos en cuestiones de terrorismo islamista y por los servicios de inteligencia franceses, confirma el sentido que tiene la serie de recientes atentados reivindicados por el grupo terrorista que dirige el autoproclamado califa Abu Bakr al-Baghdadi.

También surge de una proclama difundida en marzo pasado por el vocero oficial del EI, Abu Mohammad al-Adnani, anunciando que su movimiento proyectaba atacar París “antes de Roma y antes de Al-Andalous” (nombre de España durante la dominación árabe de 711 a 1492). En la misma declaración, prometía igualmente “hacer explotar la Casa Blanca, el Big Ben y la Torre Eiffel”, clara alusión a posibles ataques contra Washington, Londres y París.

En esa lista, curiosamente, no figura Alemania. Esa ausencia se explica, tal vez, por el hecho de que ese país tiene una participación extremadamente limitada en la lucha contra el EI, también conocido como Daesh o ISIS, por sus siglas en árabe o en inglés.

La extensión del perímetro de la guerra comenzó con el atentado perpetrado el 11 de octubre en Turquía, que provocó 97 muertos y 507 heridos durante una manifestación kurda por la paz en el centro de Ankara. El ataque, oficialmente reivindicado por Daesh, fue el más sangriento de la historia moderna del país. Desde el punto de vista político, constituyó una agresión contra el presidente Recep Tayyip Erdogan, que había mantenido una posición ambigua en el conflicto sirio hasta que pactó una revisión de su alianza con Estados Unidos. Erdogan aceptó facilitarles el uso de la base aérea de Incirlik y lanzar ataques contra el EI a cambio de tener manos libres para bombardear a los resistentes kurdos en la frontera sirio-iraquí.

Detrás de ese episodio se produjo la explosión de una bomba colocada en un Airbus A-321 de la empresa rusa Metrojet, que había despegado poco antes de la estación balnearia de Sharm el-Sheikh, en la península del Sinaí. El atentado perpetrado el 31 de octubre, que provocó 224 muertos, fue reivindicado por el grupo yihadista Wilayat Sina (Provincia del Sinaí), rama egipcia de Daesh, en represalia por la intervención rusa en Siria desde fines de septiembre.

El tercer ataque de gran envergadura ocurrió el jueves pasado en el barrio de Bourj al-Barajné, un feudo del movimiento chiita Hezbollah ubicado en el sur de Beirut. Dos kamikazes hicieron estallar sus cinturones con explosivos en una calle comercial, en lo que constituyó el atentado más sangriento perpetrado en el Líbano desde el final de la guerra civil, en 1990: 41 muertos y más de 200 heridos.

Los ataques de París se inscriben en la misma lógica de extrema violencia que caracterizaron las tres operaciones anteriores, destinadas a “sancionar” a los enemigos del EI que en los últimos meses intensificaron su participación en la guerra contra los yihadistas en Siria.

Si el EI continúa con ese método, faltarían ahora Irán, Estados Unidos y los países europeos descriptos por Al-Adnani en marzo último.

En cualquier caso, a la luz de los atentados de París, resulta evidente que en las últimas semanas el EI dio un verdadero salto cualitativo y cuantitativo en su acción. En lugar de los ataques punitivos puntuales contra objetivos simbólicos, como ocurrió en enero último en París con el semanario satírico Charlie Hebdo y el supermercado judío, ahora las operaciones tienen un carácter masivo e indiscriminado.

“Entramos en una nueva etapa del terrorismo. Ya no hay blancos privilegiados. Matan donde ven que hay vida”, analizó Christophe Caupenne, ex negociador del RAID (siglas francesas de Investigación, Asistencia, Intervención y Disuasión), cuerpo de élite de la Policía francesa.

Otra característica de esa escalada es que eligen “objetivos extremadamente vulnerables, en los que hay una gran presencia de público y que, por definición, son extremadamente difíciles de proteger”, indicó por su parte el profesor Mathieu Guidère, experto en geopolítica e historia del mundo árabe y musulmán. “El único objetivo que persiguen es causar miedo, miedo, miedo”, agregó. Conociendo ese modus operandi, las fuerzas de seguridad se preparan desde hace años para ese tipo de acciones.

El cambio de estrategia comenzó a operarse después de la toma de rehenes en el teatro de la Dubrovka de Moscú, en octubre de 2002, y en la escuela de Beslan (Rusia), organizada en septiembre de 2004. Ambos ataques, perpetrados por terroristas chechenos, tuvieron como pretexto emprender una larga negociación con las autoridades con el argumento de organizar la liberación de rehenes a cambio de los prisioneros de ese grupo separatista. Pero, en realidad, “el verdadero objetivo es lograr un fin propagandístico: ganar tiempo para que crezca el sentimiento de miedo en la población”, explica Frédérik Gallois, ex responsable del Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional (GIGN).

Por esa razón, cuando se trata de tomas masivas de rehenes –como el viernes en París–, los cuerpos de élite no se dejan arrastrar a un proceso de negociación porque saben que, in fine, los secuestradores quieren dilatar el desenlace y nunca liberarán la gente que tienen en su poder.

Fue esa experiencia la que indujo al RAID y al GIGN a desechar los contactos que intentó el comando que irrumpió a sangre y fuego en la sala de espectáculos Bataclan. En dos ocasiones, aparentemente, los terroristas intentaron tomar contacto con la policía para abrir discusiones. Pero, sabiendo que el comando había provocado numerosas víctimas y que seguía matando uno a uno a los rehenes, la única posibilidad de poner término a ese baño de sangre era intervenir en forma inmediata, explicaron Caupenne y Gallois.

Las cinco horas que duró el múltiple ataque de París permitieron –entre otras cosas– comprender que se amplió el perímetro de la confrontación con el terrorismo yihadista y que el mundo entró en una dimensión atroz de la política con la cual será necesario convivir durante un largo tiempo.

© Escrito por Christian Riavale el domingo 15/11/2015 desde la Ciudad de París y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.