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jueves, 27 de junio de 2019

¿Eres resiliente?... @dealgunamanera...

¿Eres resiliente?

Hay personas que son capaces de resistir situaciones extremas y salir fortalecidas de ellas. Fotografía: Diario La Vanguardia.

Aunque parezca una paradoja, bastantes personas tienen la capacidad de salir fortalecidas tras pasar por una experiencia traumática.

© Escrito por Josep Fita el jueves 22/11/2012 y publicado por el Diario La Vanguardia de la Ciudad de Barcelona, España.    

Eric AbidalMaria de Villota, el científico Stephen Hawking o el malogrado actor Christopher Reeve (entre otros muchos) cuentan con un denominador común si prestamos un mínimo de atención. Todos ellos hicieron, en un momento dado de sus respectivas vidas, del sufrimiento, virtud. En su día, la fatalidad les golpeó sin miramientos (un cáncer de hígado, la pérdida de un ojo o quedarse postrado en una silla de ruedas para el resto de sus días), pero lejos de hundirse, paradójicamente todos ellos salieron fortalecidos del trauma vivido.

Este fenómeno responde al nombre de resiliencia. Según la definición de la Real Academia española, se trata de “la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas”. 

Hay bastante consenso entre los investigadores a la hora de identificar a la estadounidense Emmy Werner como la pionera en efectuar un estudio, a mediados del siglo XX, sobre resiliencia. Werner heredó el concepto del psicoanalista británico John Bowlby, quien a su vez lo tomó prestado de la Física. De este ámbito es de donde procede, originariamente, el término.

La Física lo define como la capacidad que tienen algunos metales para doblarse y luego volver a su posición original cuando se deja de ejercer presión sobre ellos. En psicología, “se usa la metáfora de los juncos” para explicar el concepto, relata a LaVanguardia.com el profesor de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, Gonzalo Hervás. “Cuando el caudal aumenta considerablemente, los juncos de los ríos se doblan, sin romperse y sin quebrarse, y luego vuelven a su posición original cuando las aguas recuperan su aspecto habitual”, añade.

¿Es posible ser resiliente, o es algo genético? 

Son muchas, o bastantes para ser exactos, las personas que tienen, entre sus aptitudes, la de ser resilientes. Aunque puede tener algo que decir, la genética no determina de manera unívoca que un individuo cuente o no con esta, dijéramos, habilidad. Y es que se puede aprender a ser resiliente, aunque no todo el mundo puede hacerlo. “Uno puede pensar que el porcentaje de respuestas resilientes es minoritaria. Pero en realidad es bastante más alta de lo que esperaríamos, entre un 30 y un 50%. Es algo frecuente ser resiliente, y mucha gente se sorprende a sí misma cuando lo descubre”, esgrime Gonzalo Hervás.

El problema radica en que para saber si uno cuenta, o no, con esta capacidad es necesario pasar por una experiencia extrema. “Esa es la prueba de fuego y es lo que hace que uno lo confirme”, asegura el profesor de la Complutense. De hecho, “la persona (y esto enlaza con otro concepto psicológico que se llama crecimiento tras la adversidad) descubre esas capacidades nuevas que desconocía y se siente mucho más seguro para enfrentarse a otras experiencias. Uno redescubre cuáles son sus determinados valores, y esto conduce a un cambio vital, de filosofía de vida”, agrega. 

Para muestra, un botón. “Ahora veo más que antes lo que es importante en la vida”, dijo la piloto de Fórmula 1, Maria de Villota, días después de perder el ojo derecho a causa de un accidente con su monoplaza.

Identificada como una patología 

En el siglo pasado, a las personas resilientes, por desconocimiento, se les había llegado a tachar de enfermizas. “Antes, cuando no había ni siquiera términos, y por supuesto menos aún teorías sobre aspectos positivos relacionados con las fortalezas humanas, se interpretaban estas realidades con las teorías que habían. Y sólo había teorías para lo negativo”, recuerda Hervás.

En consecuencia, al final se acababa identificando un rasgo positivo como algo patológico: que si estaban reprimiendo, que si estaban encapsulando la vivencia traumática y no la estaban expresando… cuando, en realidad, eran personas resilientes al 100% que estaban sumergidas en un proceso totalmente sano. 

Cabe remarcar que una persona puede tener experiencias de dolor sin que, necesariamente, tenga que vivirlas en el plano más social. “En paralelo, incluso, puede mantener una actitud bastante positiva, sin perder la capacidad de disfrutar”, esgrime Hervás. 

La fe, ¿generadora de personas resilientes? 

Se ha observado que la espiritualidad y la religiosidad pueden ayudar a algunas personas a ser más resilientes. Y lo pueden hacer por la vía de dar sentido a determinadas experiencias adversas y, también, por el apoyo social que pueden recibir las personas que pasan por un trauma vital (al contar con un entorno que puede favorecer la expresión de las emociones).

“Pero es muy importante la flexibilidad”, recuerda Hervás. “Las creencias demasiado rígidas, sean de tipo religioso o de otro, están asociadas a una peor recuperación tras la adversidad”, añade.

Sacar partido a la adversidad 

Al final, todo se reduce a intentar sacar la parte positiva de una situación extrema vivida, algo nada fácil. Y es que hay que ser consciente de que la adversidad está presente en nuestras vidas y antes o después vamos a encontrarnos (en mayor o menor medida) con ella. “Hay que intentar aprovechar las oportunidades que te pueda dar la adversidad. En frío, todo el mundo preferiría obviarla, pero una vez estás sumergido en una situación difícil hay que intentar, en la medida de lo posible, tratar de sacar algo bueno de ella”, remata Hervás.


sábado, 9 de mayo de 2015

Viejismo 1... @dealgunamanera...

Viejismo 1...


En muchos aspectos, Fayt puede pensar hoy con 97 años mejor que él mismo a los 80, a los 70 o a los 60.

Hace poco más de un año le escuché decir a Fayt –cuando tenía 96 años– que el cuerpo del ser humano no estaba hecho para vivir tanto: la metáfora del jinete joven montando un caballo envejecido. Fue en su despacho de Tribunales cuando, junto con los demás miembros de  la Academia Nacional de Periodismo, fuimos a entregarle la Pluma de Honor. Al despedirnos, me abrazó con tanta emoción que el contacto con sus brazos frágiles y a la vez cargados de deseo dejó en mi cuerpo un recuerdo que sigue resonándome a modo de mensaje. No pude dejar de pensar en las paradojas de cuerpos jóvenes con mentes destruidas por algún deterioro, y cuerpos consumidos por el natural paso del tiempo o por alguna enfermedad, como el caso de Stephen Hawking, con mentes vivaces.

Fayt eligió a Lorenzetti como el portador emblemático de su legado.

Obviamente, la inteligencia fluida que permite adaptarse a situaciones nuevas de forma flexible sufre declive con los años. Pero la inteligencia cristalizada que depende del nivel de desarrollo que alcanzó esa persona a través del aprendizaje, mejora. En muchos aspectos, Fayt puede pensar hoy con 97 años mejor que él mismo a los 80, a los 70 o a los 60, porque el deterioro intelectual no es una evolución inexorable del paso de los años.

Pero así no piensa la mayoría de los argentinos, sociedad afectada por uno de los índices de viejismo más altos del mundo. El viejismo es el mismo prejuicio discriminatorio que se produce por cuestiones de raza, religión o hacia otros grupos sociales estigmatizados, pero con los viejos.

Se asocia la vejez a decrepitud y enfermedad, o a cansancio y lentitud intelectual, sin comprender que esa sinonimia de vejez no es una cuestión de edad, sino de conducta: sólo obturando sus deseos alguien se vuelve pasado. Y se confunde juventud con novedad, problema clásico del posmodernismo, que, en su borramiento de las delimitaciones de los períodos de la vida, predispone a los niños a madurar antes de tiempo y a los adultos mayores a tatuarse imitando a los adolescentes y/o a ser padres cuando tendrían que esperar un poco para ser abuelos. Es una homogeneización etaria que omite cuánto tiene para aportar cada etapa de la vida al conjunto de la sociedad.

Aun en países más longevos que Argentina es difícil encontrar un miembro de la Corte Suprema o su equivalente de la edad de Fayt. En la de Estados Unidos, sobre los 112 miembros que la integraron en toda su historia, sólo dos alcanzaron los 90 años (Oliver Wendell Holmes y John Paul Stevens) y renunciaron al llegar a esa edad. Creo que Fayt, si viviera en un país normal, ya habría tomado la decisión de renunciar, pero hay en su acto de resistencia un mensaje que nos está enviando a toda la sociedad para que reflexionemos sobre nuestra tendencia a barrer siempre con todo lo anterior y sobre nuestra predisposición reiterada a valorar lo nuevo como mejor.

Hay en la actitud de Fayt una rebeldía al discurso gerontológico que discrimina a los viejos. Como si fuera una militancia de género, de un sí mismo joven que pueda habitar un cuerpo viejo, interpelando los prejuicios de los demás sobre la edad. De los que no la ven asociada a la experiencia sino a lo senil, sin comprender que la vejez, como la juventud, es una categoría sociocultural que viene cambiando con los siglos.

Fayt se subleva a la clasificación “clase pasiva” y con su actividad se rebela más aún al kirchnerismo: se va a ir el día que él quiera, precisamente cuando su renuncia no le sea funcional al kirchnerismo. Se equivoca el Gobierno en su representación de la vejez porque atacando a Fayt predispone negativamente a casi todo el Poder Judicial y a un porcentaje importante de los votantes argentinos que se sienten discriminados por el mismo viejismo.

Fayt pone sobre la agenda el lugar de cuarta edad en nuestra sociedad, muchas veces tratada sólo como objeto de cuidado y no como sujeto. No pocos ancianos sin la vitalidad ni los recursos intelectuales de Fayt tienen en pequeñas rebeldías la única forma de hacerse reconocer. Goethe decía que “volverse viejo es volverse invisible para la sociedad”. Y Fayt, con su actitud, visibiliza a todos.

La vejez es una atrofia de futuro y no se puede hablar de proyectos cuando no hay futuro. 

Pero Fayt tiene un proyecto: no dejar que el kirchnerismo arrase con la Corte Suprema, y tiene en Lorenzetti la posibilidad de transmitir en otro más joven su historia y su memoria.

Freud, en su texto El porvenir de una ilusión, colocaba dentro de la pulsión de vida la pulsión de transmisión, de elegir quién será el portador emblemático del legado. El deseo humano de reproducir su propia réplica no puede reducirse al campo biológico de los hijos genéticos. La entrega a un discípulo de símbolos identificatorios pone al ser humano a salvo de la ansiedad por la intrascendencia generacional y la amenaza de olvido.

El mensaje de Fayt no se dirige sólo a La Cámpora, también en el PRO son viejistas.

“La Justicia está conducida por una persona de muy buen nivel intelectual, sólida formación académica y con una trayectoria profesional exitosa”, dijo hace un tiempo Fayt sobre Lorenzetti. Y remató: “Hasta podría ser un excelente presidente de la Nación”.

Como sujeto histórico, Fayt sabe que quienes lo sucederán serán los encargados  de distribuir el lugar que ocuparán las tradiciones en el espacio intersubjetivo, y a ellos se dirige.

El mensaje de Fayt contra el viejismo no tiene como destinatario político sólo al kirchnerismo y a La Cámpora, también el macrismo es especialmente viejista. Sobre ese tema continuamos en la contratapa de mañana.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 09/05/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.