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sábado, 19 de marzo de 2016

Los 100 días… @dealgunamanera

  Los 100 días…


El PRO no se preparó para ganar y el Frente para la Victoria ni se imaginaba que iba a perder. El resultado es malo para el país. Aunque las encuestas verdaderas ya permitían vislumbrar el resultado, las dos fuerzas estaban instaladas en su rol de oficialismo y oposición. Sus estrategias y políticas se estructuraban en esos roles. Los que estaban en la Rosada presuponían que su plan de gobierno se podía trasladar en forma automática en el remoto caso de que pasaran a la oposición. Desde la oposición, el PRO pensaba lo mismo pero al revés. Pero no es tan fácil en ambos casos.

© Escrito por Luis Bruschtein el sábado 19/03/2016 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Parece un chiste la forma en que ahora los macristas defienden lo que antes bombardearon, como el secreto del acuerdo con Chevron, o ver las visitas a regañadientes de Macri a la ex ESMA o las críticas sin convicción al sector empresario por los aumentos en los precios. Ninguno tenía plan B y los problemas se van resolviendo sobre la marcha. Un resultado de esta situación de improvisación inevitable fue la negociación apresurada con los fondos buitre y sus malos resultados. Y la oposición quedó presa de las situaciones de hecho que va creando el oficialismo. No hay agenda opositora más allá de lo que dejan entrever los forcejeos y reacomodos de una interna donde los melones no terminan de acomodarse.

Es el momento de mayor fuerza del macrismo y el de mayor debilidad para el FpV. 49 a 51 fue el resultado, pero en la realidad esa proporción no duró ni un día. El triunfo fortalece y la derrota debilita, aunque la diferencia haya sido mínima. Así es la ley. Una parte importante de ese 49 por ciento que votó a Daniel Scioli, tras la derrota abrió una expectativa a favor del nuevo gobierno. Pese a la escasa diferencia del resultado electoral, a la semana el gobierno de Macri llegaba hasta casi el 70 por ciento de imagen positiva. Inmediatamente empezó a descender.

Al cumplirse los primeros cien días de gobierno –se toman como un simbólico período de gracia por experiencia histórica–, esa proporción es más o menos la misma que la del resultado electoral, pero con una carga diferente. Cada vez menos los problemas se identifican con la administración anterior, como sucedía en el resultado electoral y cada vez más comienzan a estructurarse con Macri como responsable. El horizonte no es bueno para el macrismo que perdió en estos cien días casi todo el plus que le había concedido el triunfo electoral.

Para la oposición, el balance tampoco ha sido positivo porque en estos cien días no ha podido encontrar un eje que la ordene en su nuevo lugar y quedó entrampada en la aceptación o el rechazo de lo que genera el gobierno. Para la característica volcánica del peronismo, esta podría considerarse una transición en calma hacia la oposición. Después de una derrota ha podido preservar el debate en su interior sin volcarlo al escenario general. Pero permanece en un clima de desconfianza, pases de factura y detonación de viejas inquinas al que se suma la necesidad de gobernar para los que tienen una gestión a su cargo, ya sean gobernadores o intendentes. En esta situación de desconcierto mutuo sale favorecido el macrismo, que encuentra en el gobierno más herramientas para la acción, desde la famosa caja con la que aprieta a los gobernadores, hasta la capacidad de una mayor iniciativa política.


El proceso que culminó en el acuerdo con los fondos buitre puso de manifiesto que el macrismo había tomado como prioridad este tema, pero sin diseñar una estrategia de negociación. El planteo se reducía a cerrar el diferendo. No a negociar. Los representantes argentinos simplemente aceptaron pagar lo que estipulaba el fallo del juez Thomas Griesa. Pero lo hicieron con tal impericia que no pudieron reaccionar cuando los buitres les corrieron el arco como habían hecho en las negociaciones anteriores. Fue una actitud ideologizada porque este gobierno tiende a pensar como lo hacen los ejecutivos de las financieras cuando negocian con los Estados, (son despreciativos y desconfiados de los funcionarios, no de los buitres) no piensan como debería hacerlo un Estado cuando negocia con estos fondos.

Por ideologizar de esta manera fueron incautos y nunca pensaron que esos fondos iban a aumentar sus reclamos y condiciones cuando vieran flaqueza del otro lado. Y la impericia fue mostrarse dispuestos y urgidos, vulnerables. Se la dejaron picando. Fue una mala negociación porque no pensaban negociar y fueron forzados a hacerlo sin tiempo porque estaban apurados por cerrar. Con este acuerdo se les paga más, incluso, de lo que ellos esperaban, y queda abierta la posibilidad de que esos mismos fondos pleiteen contra el país en base a los bonos ya reestructurados que ellos también poseen.

La razón del apuro fue la urgencia por reendeudarse. Ya se tomaron cinco mil millones de deuda y ahora se tomarán otros doce mil millones más. Esa enorme cifra es nada más que para pagar deuda. Ni un solo peso para reactivar a una economía que tras las medidas del gobierno se lanzó en picada al abismo de la recesión. En forma inminente tendrá que tomar más deuda. Los gobernadores han demostrado que respaldarán cualquier acuerdo que les permita endeudarse rápidamente para zafar del cepo que les pone el gobierno de Macri con la canilla del financiamiento.

Aunque el FpV no ve con buenos ojos esta decisión, los gobernadores de esta filiación asumen la posibilidad de endeudarse y la devolución del 15 por ciento de la coparticipación, como una vía que los independiza del gobierno central. En el caso de los gobernadores están entre la espada y la espada: pierden en lo inmediato si se oponen y pierden también si respaldan el acuerdo con los buitres.

Desde el kirchnerismo se pensó que el pago a los buitres establecería una línea divisoria, pero la realidad es más compleja y plantea sus urgencias. Por el otro lado, lo real es que el endeudamiento indiscriminado termina siendo un gol en contra. Con todas las restricciones que tenían en los mercados financieros, los gobiernos kirchneristas sumaron ahorro propio y alguna deuda, pero con organismos internacionales, y realizaron la mayor cantidad de obra pública de los últimos cincuenta años. Ese megaplan de obra pública se hizo con muy poca deuda.

Es paradójico, pero al macrismo le ha ido mejor en la política que en la economía: a pesar de ser minoría en el Congreso, consigue respaldo para medidas económicas que después no funcionan como esperaban. Pasaron los tres meses de gobierno y no han llegado las inversiones masivas del exterior, sacaron las retenciones y los productores rurales igual especularon para rendir sus dólares, devaluaron y los formadores de precios llevaron los precios a las nubes.

De la inesperada hiperactividad macrista de estos cien días no hubo una sola medida que favoreciera a los sectores de menor poder adquisitivo. La imagen de “gobierno de los ricos” –sin sentido peyorativo sino puramente descriptivo– empieza a circular en la sociedad como una síntesis que define al macrismo.

Al peronismo y al kirchnerismo les está resultando difícil encontrar el eje que los estructure en la oposición, aunque no hubo dispersión ni grandes divisiones. La salida de los 14 diputados del Bloque Justicialista resultó finalmente una sangría mínima que sirvió más para favorecer al macrismo que para debilitar al FpV. Hasta ahora predominaron el desconcierto y las recriminaciones o la búsqueda de chivos expiatorios de la derrota. Algunos intendentes aprovechan sus litigios territoriales para apuntarle a un Martín Sabbatella también hiperactivo. Otros apuntan a La Cámpora, que a su vez atraviesa una situación interna de inquietud.

Pero todas estas expresiones se asemejan más a los reacomodos lógicos en las nuevas relaciones de fuerza que a divisiones internas. Por esa característica el debate interno es pobre y no surgen de allí lineamientos que los ordenen. Kirchneristas y no kirchneristas están condenados a convivir si quieren generar una alternativa de poder en una situación económica muy deprimida que a mediano plazo se los va a reclamar. En vez de líneas divisorias tienen que encontrar un encuadre de reglas de juego y circulación de las decisiones para esa convivencia y recoger los nuevos reclamos de la sociedad para construir desde allí el rol de oposición política.



domingo, 24 de agosto de 2014

El Relato genial y las incongruencias K…De Alguna Manera...


El Relato genial y las Incongruencias K…

Thomas Grieta. Foto: Pablo Temes

Kicillof se ha transformado en un gran generador de los dislates oficiales. Para desacreditarnos, los buitres nos van a decir negros”, fue la frase que utilizó Axel Kicillof para atacar, una vez más, el fallo favorable a los fondos buitre del juez Thomas Griesa. De haber sido algún dirigente de la oposición quien hubiese pronunciado esa frase, ya habría sido acusado por todo el kirchnerismo de xenófobo y, seguramente, el Inadi lo habría ya amenazado con iniciarle alguna demanda judicial. Así de simple es el doble estándar que existe en el mundo K.

Lo que se vive dentro del Gobierno en relación con Kicillof inquieta y desespera a más de uno de sus funcionarios. El ministro de Economía, Ajuste, Inflación, Devaluación e Improvisación no se detiene ante nada. Los efectos deletéreos de su gestión, tampoco. Cuando asumió su cargo, el 20 de noviembre de 2013, el dólar oficial cotizaba a 6,12 y el blue, a 9,18 pesos. El viernes, el oficial cerró a 8,40 y el blue, a 13,50. Para el Indek, a noviembre pasado la inflación llegaba a 10,8%, en tanto que la inflación Congreso era del 28,3%. En lo que va del año, las cifras de inflación del Indek están en el 16,7% mientras que las del Congreso alcanzan el 39,4%. Lo preocupante es que, tanto la Presidenta como su ministro predilecto consideran que esos números son el reflejo de un éxito. ¡Increíble!

El proyecto de ley para cambiar la sede de pago a los bonistas que tienen acreencias con la Argentina ha terminado por confirmar el cambio definitivo de rumbo en esta tortuosa disputa con los fondos buitre. Recuérdese que, cuando se conoció la resolución de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos por la cual se dejó firme el fallo del juez Griesa a favor de los holdouts, Kicillof expresó su idea de mudar la sede de pago de Nueva York a Buenos Aires. A esta primera reacción le siguió otra diferente en la que la Presidenta expresó que el Gobierno cumpliría con el fallo. Allí fue cuando comenzó la negociación con el mediador Dan Pollack, que culminó en un fiasco en la calurosa tarde del miércoles 30 de julio pasado en Manhattan. Entonces, Kicillof en su conferencia de prensa en el Consulado argentino señaló que nuestro país desconocería el fallo del juez, ofreciéndoles a los fondos buitre las mismas condiciones de pago que al resto de los bonistas.

La decisión adoptada por el Gobierno y comunicada por la Dra. Cristina Fernández de Kirchner a través de la cadena nacional, la noche del miércoles, ha representado una desobediencia del veredicto de Griesa y, como tal, ha sido un paso hacia la nada, que tendrá dos resultados concretos: el primero, que el problema no se solucionará; el segundo, que el gobierno que viene recibirá una pesada herencia que lo complicará.

Una de las consecuencias de la falta de resolución del problema habrá de ser una mayor escasez de dólares, circunstancia que de por sí ya padece la Argentina. Por ende, la actividad económica se deteriorará aún más. Si al día de hoy las importaciones están complicadas, lo estarán mucho más en el tiempo por venir. El financiamiento externo que el Gobierno buscaba con los acuerdos logrados con Repsol y con el Club de París está hoy bloqueado. Para paliar este déficit se pondrá a trabajar a la máquina de imprimir billetes, por lo cual, la inflación no tendrá freno. La historia de la Argentina abunda en la repetición de situaciones como ésta, que Kicillof, un apasionado por la divulgación de la materia Historia de la Economía, parece no haber aprendido. Así de sofisticada, pues, es su gestión.

Por otra parte, su enfrentamiento “a cara de perro” con el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, no se detiene. Los banqueros que asistieron a la reunión a la que los convocó Fábrega de urgencia en los días previos al 30 de julio pasado no paran de expresar su asombro por lo que vivieron aquel día. Estaban todos los participantes en el despacho de Fábrega, quien, cuando logró que los bancos acordaran desembolsar el dinero que hacía falta para pagarles a los holdouts sus acreencias, se levantó para llamar por teléfono a la Presidenta, quien dio su visto bueno para poner en práctica la operación, pidiendo que se arreglase su implementación con Kicillof. Esto no le gustó al ministro, quien, con su ascendiente, convenció a la “doctora” –así es como se refiere a la jefa de Estado– de dar marcha atrás con la iniciativa.

Según refiere una fuente, que es uno de los engranajes entre el Ministerio de Economía y la Secretaría de Comercio, el titular de esa repartición, Augusto Costa, se limita a llevar y traer información, y acatar las órdenes del ministro Kicillof. En realidad, todos en dicha Secretaría corren al ritmo del joven ministro sin apartarse una coma de sus deseos. “El problema es otra vez la escasez de dólares vinculada a los vencimientos de deuda y al pago de bonos –aclara–. En este caso  el problema es que restan pagar unos US$ 4 mil millones en importaciones que ya llegaron a la Argentina desde las diferentes casas matrices de las empresas y aún no se ha remitido el dinero para saldar el compromiso”.

“El plan que ha bajado de Economía –se sincera la fuente– contempla la cancelación de esa deuda con bonos. Es decir que las casas matrices de las compañías que tienen sede en Argentina no recibirían dólares, sino algún tipo de papel a cobrar en un plazo a determinar. Aún no se sabe de qué manera comunicarlo o, mejor dicho, cómo meter la tierra debajo de la alfombra”.

Un importador que pidió reserva de su nombre razonó: “¿Alguien cree que en el exterior, con el fantasma del default hecho realidad, van a tomar esto con seriedad? Aun cuando tengan que aceptar compulsivamente la oferta, el riesgo es que decidan cortar el envío de insumos y productos terminados a la Argentina. Es que nadie quiere hacer negocios con otra Venezuela”, cerró. Así pues, cabe preguntarse: ¿Cuál será la próxima genialidad de Kicillof que encandilará a la Presidenta?

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el Sábado 23/08/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


jueves, 7 de agosto de 2014

Riesgo Kicillof, detrás de los buitres… De Alguna Manera...


Riesgo Kicillof, detrás de los buitres…

Buscando precios, Axel Kicillof. Dibujo: Pablo Temes

El ministro apuesta a liderar la malvinización del conflicto con los holdouts. Deseos políticos.

Hay varias versiones sobre por qué no hubo acuerdo con los holdouts y caímos en default, y todas apuntan a Kicillof.

La primera explicación señala que él boicoteó el acuerdo entre privados, impulsado apenas disimuladamente por Fábrega y Capitanich, por la disputa de poder que mantiene con ellos. Cuando en la conferencia de prensa del miércoles 30 a la tarde, momento en que parecía que los banqueros de ADEBA iban a poner las garantías de pago que les venían exigiendo sin éxito los demandantes, el ministro de Economía sacó a relucir que la ley que en 2010 levantó el cerrojo en verdad lo había hecho a medias y el Estado no reconocería ni entonces ni nunca más de 35% del valor de los bonos que Brito y sus pares estaban comprometiéndose a pagar al 100%, éstos se mandaron a guardar y todo voló por los aires. Así, Kicillof habría logrado imponer su condición de única voz oficial en la materia y hombre fuerte del Gobierno.

La segunda versión llama la atención sobre una inclinación ideológica y política más general del ministro, y su preferencia por una buena pelea antes que un mal acuerdo (categoría en la que ubica a casi cualquier arreglo posible). Hace tiempo que Kicillof se convenció, y luego convenció a Cristina, de que pagar la sentencia no sólo implicaba riesgo material, por la RUFO, sino sobre todo un gran riesgo simbólico, quedar humillados ante un tribunal extranjero y los peores personeros del capitalismo financiero, con la previsible consecuencia de perder apoyo tanto en el núcleo duro que reclama coherencia doctrinaria como de votantes del común que quieren un gobierno fuerte que dé seguridades.

Se convencieron también de que la recesión, aun en caso de cerrar el litigio y conseguir algo de financiamiento, seguiría al menos por el resto del año, así que mantener abierto el conflicto ofrecía la oportunidad de echar la culpa por la mala situación doméstica a los demandantes y a Griesa. Para Kicillof resultó conveniente entonces asumir una tesitura de máxima, inflexible, apostando a que, hubiera o no acuerdo, él resultara beneficiado: si los demandantes cedían y esperaban para cobrar él habría ganado la pulseada emulando, al menos a ojos de su jefa y de las bases, al Néstor de la reestructuración de 2005; si también aquéllos se mantenían en sus trece y había default, el ministro estaría llamado a liderar la politización y malvinización del conflicto.

Probablemente lo que sucedió fue una mezcla de ambas cosas, internismo y radicalización, y también puso su granito de arena un tercer factor, la torpeza e improvisación. Si en el Ejecutivo se hubiera valorado a tiempo y en serio la oferta de los bancos locales y extranjeros se habría podido evitar la chapuza de los últimos días. El optimismo con que el propio Kicillof salió del último encuentro con Pollack, su sorpresa cuando éste afirmó que las negociaciones habían fracasado y la todavía esperanzada alusión a un acuerdo entre privados con que cerró su conferencia de prensa, para una vez consumado el default dedicarse a denostar a Brito como si hubiera entorpecido un plan maestro del Gobierno, revelan que su promesa de “tener todo estudiado profundamente” quedó en eso. 

Volviendo al rol de Kicillof, su intervención debió ser decisiva también por otro factor, que tiene relación tanto con la interna oficial como con el proceso de radicalización y “salvación simbólica del modelo”, pero los supera con creces a ambos: la propia carrera política del ministro.

Seguramente Kicillof percibió en estos días el riesgo que estuvo corriendo su cabeza. Pero como buen aventurero que es, debió estar particularmente atento a las oportunidades que la situación ofrecía para proyectarse como líder hacia el futuro. Oportunidades cuyo aprovechamiento dependía no sólo, e incluso no necesariamente, de salvar el ethos oficial, sino de salvar en particular su protagonismo.

Todos los que conocen al ministro desde sus tiempos de líder estudiantil acuerdan en algo: que siempre ha sido leal a una sola cosa y una sola idea, él mismo y el rol providencial que cree le tiene reservado el destino. De allí que jamás se incorporara a ninguna estructura u organización (ni siquiera es miembro de La Cámpora) y siempre dedicara sus mayores esfuerzos a rodearse de un séquito de obnubilados acólitos.

De allí también que se resistiera siempre a pagar cualquier costo político, incluso para defender las políticas oficiales: su renuencia a avalar las cifras del Indec hasta el momento en que asumió como viceministro, a fines de 2011, más que como homenaje a la verdad científica o muestra de espíritu crítico dentro del campo oficial, vista desde hoy (después de comprobar cómo el “nuevo INDEC” a su cargo sigue mintiendo, y en algunos casos, como el de la pobreza, lo hace más que antes, y el monolitismo doctrinario se fortaleció en vez de suavizarse desde que él y su gente lograran reemplazar a Moreno y los boudouístas) puede considerarse un indicio elocuente de ese afán de autonomía y excepcionalidad.

Para un político con estos rasgos e inclinaciones, el estallido de la crisis con los holdouts, que puso el foco de atención de todo el mundo en él, junto a la decisión presidencial de mantener abierta la lista de posibles candidatos para 2015 y con ella la búsqueda de un sucesor a la medida para el proyecto oficial, mientras en el propio frente económico se le acumulaban problemas mucho más difíciles de hacer funcionar como trampolín a la gloria, actuó como un estímulo imposible de resistir para hacer progresar su carrera tomando altos riesgos. Kicillof los corrió y por ahora se puede decir que su juego le está dando frutos, aunque los costos para el país sean considerables y puedan terminar siendo incluso catastróficos.

En estos días varias organizaciones kirchneristas anunciaron, como para completar la semana de la desmesura, un homenaje a Boudou, según ellos para resarcirlo por la “condena mediática” que habría sufrido. Aun en su delirio, es seguro que los promotores del encuentro saben muy bien que el vicepresidente es irrecuperable como figura pública. Por eso varios aprovecharon para adelantar que su candidato preferido ya no es Urribarri, ni será tampoco Randazzo, porque quieren entronizar a Kicillof. 

La deriva que experimenta el proyecto oficial tal vez sea una buena ocasión, aunque por cierto tan costosa como penosa, para plantearse una pregunta difícil de responder, y que puede ser vital para nuestro aprendizaje político: ¿quién es más dañino: un oportunista, incluso un ladrón que dice cualquier cosa para justificarse, o un fanático que en serio se la cree y actúa en consecuencia?

© Escrito por Marcos Novaro el Domingo 03/08/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma e Buenos Aires.


viernes, 1 de agosto de 2014

Argentina en Default... De Alguna Manera...


Argentina en Default...


Finalmente, no hubo acuerdo con los fondos buitre: cuando parecía que un acuerdo era posible, fracasó este miércoles una reunión crucial celebrada en Nueva York y es un hecho que Argentina caiga en default, según advirtió el mediador Daniel Pollack.

Al cabo de seis horas de deliberaciones, el ministro de Economía, Axel Kicillof, no logró llegar a un punto en común con los fondos buitre, que reclaman cobrar títulos de la deuda nacional en mejores condiciones que aquellos bonistas que ingresaron a los canjes de 2005 y 2010. También cayó en saco roto una negociación impulsada por bancos argentinos.

Al término del encuentro en Nueva York, Kicillof brindó una rueda de prensa en el Consulado argentino en esa ciudad estadounidense, donde negó que Argentina vaya a entrar en default y cargó contra el magistrado Thomas Griesa por trabar el pago a los bonistas reestructurados: "Que el juez impida cobrar es un problema que carga sobre sus espaldas", sostuvo el funcionario.


También dijo que es posible que banqueros argentinos enrolados en ADEBA compren a los buitres los títulos en default, después de que se frustraran las negociaciones entre el Gobierno y los holdouts, ya que los fondos especulativos —según Kicillof— pretenden que el país incurra en un acto "ilegal" al pagarles más dinero que a los bonistas reestructurados.

De todos modos, según recuerda agencia Noticias Argentinas la gestión encarada en paralelo por bancos privados de la Argentina para tratar de llegar a un acuerdo con los fondos buitre también fracasó.

"No se pudo avanzar con el intento de comprar la deuda en manos de los fondos buitre", confió la fuente consultada. Así, la Argentina debería ahora afrontar una cesación de pagos al menos hasta fin de año, cuando vencerá la cláusula RUFO, y en enero podría haber una nueva negociación con los fondos especulativos, que compraron bonos en U$S 50 millones en 2008 y pretenden obtener 1.600 por ciento de ganancias, según indicó Kicillof en Nueva York.


© Publicado el Jueves 31/07/2014 por el Equipo de Economía de Tribuna de Periodistas y publicado por http://periodicotribuna.com.ar