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domingo, 21 de abril de 2019

Trampa electoral… @dealgunamanera...

Trampa electoral…

Paquete de Medidas… CEDOC.

Los dos principales candidatos son sinónimos de fracaso. En tanto, un gobierno sin poder real.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 21/04/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La puesta en escena con la que el Gobierno comunicó las medidas económicas el miércoles pasado fue la representación de la frustración. La ausencia del Presidente no fue un detalle menor sino que representó la clara evidencia de la falta de convicción acerca de la efectividad de los anuncios. Nadie puede sorprenderse por esta actitud. Las medidas son producto de la presión ejercida por la Unión Cívica Radical –entre cuya dirigencia el nivel de crítica hacia la gestión del Gobierno viene creciendo–, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. Ninguna de estas iniciativas funcionó en el pasado. Tampoco funcionará en el largo plazo durante esta gestión, cuyo margen de maniobra se va achicando día tras día. Estamos frente a un parche orientado a una sola finalidad: ganar la elección.

Es verdad que, en las actuales circunstancias, al Gobierno no le quedaban muchas otras alternativas. Macri ha dilapidado gran parte de su capital político. Y esto impacta directamente en su credibilidad. Hoy no le cree la persona que se ha quedado sin trabajo, ni el CEO de la empresa de primera magnitud. Hoy no le cree el kirchnerista furioso, ni muchos de sus votantes. Hoy no le cree el pequeño empresario ni el gran inversor que confió en la capacidad de gestión del Gobierno. Lo que verdaderamente Macri debería hacer es algo totalmente distinto: un cambio de gabinete y una propuesta electoral diferente, porque en realidad toda esta desconfianza viene de la mano de que el candidato que está gobernando –que aspira a ser reelecto– es poco creíble desde el punto de vista de lo que fueron sus promesas. El Gobierno le ha fallado no solo a la ciudadanía, sino también a los mercados internacionales.

Cuando el año pasado el mundo le dio la espalda a la Argentina, le dio asimismo la espalda al Gobierno. La inserción en el mundo implica hacer lo que se dice y se promete. En abril de 2018, momento en que empezó a regir el impuesto a la renta financiera, el mundo dijo “basta, financiamos hasta acá; si no se arregla la economía argentina, se acaba el financiamiento”, eso es lo que hizo el mundo financiero, Wall Street y los fondos que tomaron deuda argentina.

Pato rengo. 

Este gobierno tiene hoy muy poco poder real: se va en seis meses. Y si fuera reelecto, tendrá también un poder acotado. Si las encuestas se cumplen, en su actual conformación está más de salida que de entrada. Por lo tanto, lo que pueda anunciar con cierta credibilidad es muy poco. Lo único que podría cambiar el humor de los mercados es que el Gobierno anuncie algo que sea el producto de un acuerdo mínimo con los otros candidatos presidenciales. Algo que dijera que los que quieren tomar el timón y los que lo tienen están de acuerdo en que hay que hacer algo con esta crisis. Esa concordancia política, económica y social se debería plasmar en un acuerdo mínimo de convivencia, hecho que en la Argentina sigue siendo una utopía.

Macri mueve, Cristina calla, por Javier Calvo

El mundo real tiene egos, intereses que llevan a que cada uno siga aferrado a que tanto el macrismo como la oposición tengan liderando las encuestas a los dos peores candidatos. Es una competencia entre malos conocidos: una, Cristina Fernández de Kirchner con una concepción chavista del poder; el otro, Macri, con una monumental falta de visión política.

La ausencia de un programa económico para 2020 es otra de las preocupaciones del mundo. Si no se dan reglas claras a futuro, el cúmulo de dudas sobre la economía argentina pervivirá. Si lo que sigue muestra a un país con mayor presión tributaria y que está en el top ten de los países que tienen mayores dificultades para emprender, es razonable conjeturar que a este presente malo le seguirá un futuro de incertidumbre.

La Argentina es un país que, en muchos sectores, tiene cartelización y posiciones oligopólicas, producto de la pequeña escala de su economía. Uno de los sectores que mejor ejemplifica esta circunstancia es el alimentario. Los sectores cartelizados buscan generar, aun a través de precios cuidados, situaciones ventajosas. El tema de la leche es grosero, con precios cuidados, la semana pasada estaba en $ 25,50 el precio de góndola y entran la semana que viene a este nuevo programa con $ 35, un 40% de aumento. Este es un ejemplo patético de que estas cosas no funcionan, porque aumentan previendo inflación.

El ingreso a precios cuidados hace que las empresas, que saben que les van a congelar los precios, los suban antes de ingresar. Esto, a su vez, genera un adelantamiento de la inflación. Por eso, el programa no luce muy efectivo a priori.

Mediciones. 

Cuando la inflación se torna de dos dígitos, empieza a generarse un cambio en los precios relativos. Esto significa que no hay relación entre los precios del pan lactal con el de la leche, o el de la carne con el de las verduras, porque se empieza a perder la percepción de cuál es el precio de mercado. Esto es fundamental para la ley de oferta y demanda, que en nuestro país no funciona, ni con los alimentos ni con el dólar. Argentina es procíclica, cuanto más sube el dólar, más lo consume la gente.

Efecto económico del apocalipsis zombi, por Gustavo González

Esto impacta sobre los sectores de menores recursos, que han tenido una inflación del 64% en los últimos 12 meses y no han tenido ajustes salariales acordes con esto. Con esta inflación se ha producido un empeoramiento de los niveles de pobreza, subió un punto más.
Las encuestas que tiene el Gobierno contienen resultados cada vez peores para Macri. Cristina Fernández de Kirchner hoy gana. El cuco de CFK ha dejado de ser un amuleto electoral. Y esta novedad es devastadora para Cambiemos. “Si callara de aquí al día de la elección, las chances reales de la ex presidenta crecerían sin parar”, expresa un analista independiente.

La aparición de Roberto Lavagna sigue complicando al oficialismo. También complica a Sergio Massa y a Alternativa Federal. Massa ha quedado absolutamente desperfilado y con un complejo problema en sus bases. No son pocos los que le piden rehacer sus vínculos con CFK.

El país se debate entre dos alternativas principales: el kirchnerismo y el macrismo. Las dos alternativas son sinónimo de fracaso. Penoso presente de un país potencialmente rico que le da vigencia a una de las célebres frases de José Ortega y Gasset: “Acaso lo esencial de la Argentina es eso… ser promesa”.

Producción periodística Lucía Di Carlo.



lunes, 12 de septiembre de 2016

José Ortega y Gasset sabía de inflación… @dealgunamanera...

José Ortega y Gasset sabía de inflación…


Entre las frases sobre nuestro país dichas por o atribuidas al pensador español José Ortega y Gasset en una de sus visitas, hace casi un siglo, hay una premonitoria y contundente: “La Argentina es un país con un gran futuro. Y lo seguirá siendo”, habría dicho, y dejó a más de uno sin saber si tenía que agradecerle.

© Escrito por Carlos De Simone el domingo 11/09/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Cuando el diario Perfil en su actual versión llegaba por primera vez a los quioscos, hace 11 años, el gobierno de entonces, a cargo de Néstor Kirchner, disponía elevar la jubilación mínima a $ 390. Era una buena noticia para los jubilados, que con esa suma lograrían acceder apenas a la mitad de la canasta básica, que rondaba los $ 800. Desde entonces hasta hoy desaparecieron las AFJP y pasó todo lo que sabemos que pasó, hasta llegar a esta primavera de 2016. Aquel mismo jubilado que sigue cobrando el haber mínimo, como en 2005, hoy tiene la edición del undécimo aniversario de Perfil en sus manos y $ 5.600 mensuales de jubilación en sus bolsillos, con los que logra acceder apenas a la mitad de la canasta básica, calculada en unos $ 11.300.

No es necesario convocar a Paul Krugman para ver que tanto la canasta básica como la jubilación mínima se actualizaron en estos 11 años más de un 1.300%, y que la cifra no habla de otra cosa que de la inflación que supimos conseguir. El jubilado está en el mismo lugar, e igual de lejos de la góndola del súper.

La información de este septiembre también menciona que por estos días se conocerá el nuevo proyecto para la recuperación del Riachuelo, y reproduce declaraciones de los actuales directivos de la entidad creada para el saneamiento, en las que se asegura que hoy “está peor que hace un siglo”. Veinticinco años atrás, la dupla Menem-Alsogaray prometió que en mil días los porteños se tirarían a nadar en él, pero María Julia se reveló fiel a Heráclito: no sólo no nos bañaremos en ese mismo río, sino que ahora calculan que llevará cuarenta años limpiarlo.

Las referencias son apenas dos botones de muestra, tan arbitrarios como representativos. Se podría elegir otros ejemplos de distintas fechas para comparar, sean años o décadas, y seguramente aparecerían las clases con peligro de no comenzar por el conflicto salarial docente, los hospitales con carencia de insumos vitales, o reclamos por la inseguridad. Tampoco faltaría quien sume datos positivos que contrapesen en el otro plato de la balanza. En tren de comparar aniversarios, el país de hoy no es el mismo que el de septiembre de 1930, y no es poca cosa.

No se trata de abonar al pesimismo nacional en el afán de destacarse. No somos los peores del mundo ni estamos condenados al éxito, y el destino y la grandeza que –se dice– éste nos tiene reservada están por verse.

Está claro que no se avanza sólo mirando el espejo retrovisor (tampoco ignorándolo) y que el pasado no explica el futuro, pero aun sin echar mano del rigor de las estadísticas existe en el inconsciente colectivo la ligera certeza de que las coyunturas se repiten demasiado y que, con matices, vivimos en un país que es más o menos siempre el mismo.

Para que Ortega y Gasset deje de tener razón al menos en eso, no estaría mal en algún momento probar qué pasa si dejamos de señalar a la piedra como la culpable de nuestros reiterados tropiezos.