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martes, 6 de septiembre de 2022

Tristeza. A los 91 años murió Magdalena Ruiz Guiñazú, una leyenda del periodismo argentino… @dealgunamaneraok...

 A los 91 años murió Magdalena Ruiz Guiñazú, una leyenda del periodismo argentino…


Miembro de la Academia Nacional de Periodismo, defensora de la prensa libre y sinónimo de compromiso con los derechos humanos, la periodista argentina, que comenzó desde abajo y descolló en todos los formatos de su oficio, fue un referente entre sus pares y una de las mujeres más influyentes y capacitadas del país.

© Escrito por Mónica Martín el martes 06/09/2022 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de las/os Argentinas/os.

Magdalena Ruiz Guiñazú 
falleció a los 91 años, pero siempre será para sus pares, los oyentes, los lectores y los telespectadores que siguieron su extensa y nutrida carrera periodística, “la” periodista argentina.

Aunque ya fuera una profesional consagrada, Magdalena nunca se retiró a disfrutar de los incontables logros de su carrera, y le encantaba seguir siendo un emblema del periodismo “de trinchera” que se animaba a todos los gobiernos y formatos informativos.  

Konex en mano, dos potencias se saludan: Magdalena Ruiz Guiñazú fue una asidua visitante de Almorzando con Mirta Legrand. 

Hija de María Celina Ortiz Basualdo y de un diplomático, Enrique Guiñazú, una infancia políglota sobre algodones, con viajes, buenos colegios y visión de mundo, no le impidió a Magdalena Ruiz Guiñazú elegir una vocación dura y exigente que la obligaba a empezar desde abajo, como cualquiera que busca hacerse su lugar por méritos propios. 

Aunque quisiera ser humilde, siempre se destacó: Magdalena Ruiz Guiñazú fue de las pocas periodistas que, en vivo, podía saltar de una entrevista en italiano a otra en francés o inglés. Magdalena analizaba una obra de teatro, soltaba su lectura política, opinaba sobre el FMI, hablaba de ciencia y, a la vez, compartía en voz alta su amplia experiencia cultural recorriendo el mundo. 

Magdalena Ruíz Guiñazú en la comitiva que acompañó al Papa Juan Pablo II. 


Magdalena Ruiz Guiñazú fue tanto movilera de Cacho Fontana en Radio Rivadavia como miembro de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), el organismo que presidió el escritor Ernesto Sábato, en 1984 para recibir denuncias sobre violaciones de derechos humanos y desaparición de personas durante la dictadura militar de los años 1976 a 1983. 


Con 33 nominaciones a los Premios Martín Fierro (14 de ellos ganados) y elegida por voto popular la “Mujer del Año 1983”, nadie le podría negar que siempre fue una periodista de carácter –y más de una vez sus entrevistas en vivo lo dejaron en claro-.

Magdalena, a secas, como todos la conocían, no sólo era miembro de la Academia Nacional de Periodismo sino que había sido galardonada respectivamente por el Senado de la Nación (2013) y la Cámara de Diputados (2014). 

 


Magdalena Ruíz Guiñazú durante un móvil con el Padre Mujica.


Magdalena Ruíz Guiñazú durante Liza Minelli.

 


Marcelo Zlotogwiazda, Ernesto Tenembaum y Magdalena Ruíz Guiñazú.

 


Magdalena Ruíz Guiñazú, junto a Jorge Lanata.

Por su defensa de los derechos humanos y la libertad de prensa, Magdalena fue premiada en Francia con la Legión de Honor 1994; también condecorada con la Orden de Mérito en Francia, Italia y Polonia. Como si no bastara, mereció el Gran Premio a la Trayectoria de Vida otorgado por International Women's Media Foundation.


Distinción de Honor de la Universidad de Harvard y el Centro David Rockefeller de Estudios Latinoamericanos (1987), Gran Premio a la Trayectoria de Vida  (IWMF's Lifetime Achievement Award, 2003), Gran Premio SIP a la Libertad de Prensa» por su «Excelencia periodística 2013, Tres Premios Konex (1991, 1997 y 2007), dos Santa Clara de Asís, un San Gabriel y varios Premios Prensario y Broadcasting… mencionar a todos sería casi imposible. Ella misma hubiera dicho: "¡no quiero olvidarme de nadie!”.... Pero cuesta no perder el hilo, si apenas se cuenta con el 10% de su memoria prodigiosa.
 


Magdalena Ruiz Guiñazú, primus inter pares.

Magdalena Ruiz Guiñazú fue un emblema del periodismo argentino. 


Aunque mencionar todos sus lauros dejaría al cronista sin aliento, los premios están y seguirán siendo el testimonio vivo de su éxito y repercusión. El problema serán sus seguidores radiales de siempre... porque a ellos sí los espera una sensación de orfandad. Hablo de esos -entre los que me incluyo- a los que hizo madrugar durante tantos años en Radio Continental, Belgrano y Mitre, para escuchar su clásico veredicto meteorológico antes de hacerlos correr al placard para elegir “traje de oso o de libélula”, para enfrentar bien pertrechados la sensación térmica nacional de las 6 am. 

O mejor aún, seguiremos esperando los compases de “Singing in the rain” para ponerle al mal tiempo buena cara o, en realidad -ya lo sabíamos- su dosis de nostalgia en su estudiada pausa antes de volver al micrófono y poner cada cosa en su lugar. 

Magdalena tempranísimo, Dos en la noticia, La vuelta con Magdalena, Magdalena entrevistas fueron algunos de sus ciclos memorables. Desde hace unos años era la estrella radial de los sábados en Radio Mitre, con Magdalena y la noticia deseada, ciclo que lideraba -que aún continúa en el aire- acompañada por Miguel y Nicolás Wiñazki. 

Magdalena Ruiz Guiñazú fue distinguida como ciudadana ilustre de Buenos Aires 

Magdalena cronista

Tenía 19 años cuando atravesó la puerta más estrecha del periodismo de base, la de cronista; es decir, la del periodista combatiente. Y fue en serio, porque un matrimonio ni cinco hijos le impidieron volver definitivamente al frente, en 1972, tras algunas lógicas intermitencias mientras reacomodaba su vocación y una familia numerosa. 


Magdalena Ruiz Guiñazú protagonizó una vasta carrera. Sólo en Premios Martín Fierro, recibió 33 nominaciones.
 

 
Magdalena Ruíz Guiñazú con su Premio Perfil.  

Multipremiada en Argentina, Estados Unidos, Francia, Polonia... 

Cuando se mira para atrás, es difícil dejar de pensar cuánto disfrutó de lo que hacía: “trabajar con Cacho Fontana fue una experiencia fascinante. No solamente porque en su programa de Radio Rivadavia había inaugurado la era de los móviles con los que cubríamos la información muy rápidamente, sino que nuestra llegada era precedida por el aviso de una sirena que atronaba el vecindario y suscitaba el interés de miles de oyentes”, recordó al aire, cuando el eterno Cacho Fontana la tuvo como invitada de lujo en su regreso a Radio Nacional, en julio de 2019, para celebrar el 82º aniversario de la emisora. 

“Primero en llegar y último en irse, Cacho tenía el don de adelantarse a los acontecimientos. Por ejemplo, cuando trajo al país "la máquina de mirar" que era una video-cassetera que reemplazó las antiguas y enormes cámaras que los operadores transportaban a hombro, y cuyas imágenes debían pasar por el laboratorio a través de una película. La "máquina de mirar", en cambio, trabajaba con casetes que podían ir directamente al aire”, prosiguió Magdalena Ruiz Guiñazú mientras Fontana, asentía con la cabeza. 

Ambos compartieron otro hito de la televisión argentina, Video Show, el ciclo que inauguró la 1º transmisión de la tevé en color en el país, en 1978. 

Su carrera lo reunió varias veces con Cacho Fontana. 

“Cuando el papa Juan Pablo II cruzó la Cortina de Hierro para visitar su Polonia natal, Cacho me llamó varios meses antes y con mucha tranquilidad me dio las siguientes instrucciones: "Mirá, el Papa va a Polonia que está bajo las autoridades soviéticas y va a ser un viaje histórico. Tenés que estar allí", recordó Magdalena con memoria inquebrantable.

"¡Pero, Cacho! -argumenté preocupada-, ¡hay 2.500 periodistas en lista de espera para participar en ese viaje!". Cacho no se inmutó: "Mirá -explicó-, como faltan varios meses, vos ahora te vas a Roma, trabás relación con la Oficina de Prensa de El Vaticano y les insistís hasta que nos consigan dos lugares, para vos y el camarógrafo, en el avión papal. Van varios aviones con gente de prensa, pero vos tenés que estar en el que viaja Juan Pablo II", hilvanó puntillosamente Magdalena, que no sólo logró la nota sino también acompañó al Papa en el regreso a su país natal, una cobertura que le valió una distinción al Mérito en Polonia.

De todos modos, no siempre fue fácil. Cuando trabajaba con Juan Antonio Carrizo, en canal 7, el secretario de Prensa de la presidenta Isabel Perón la despidió por considerarla “prescindible”, amparándose en una flamante y curiosa Ley de Prescindibilidad. 


Sus días arrancaban antes que el canto del gallo.

A pesar de los traspiés, siempre regresó y, con los años, Magdalena fue la primera periodista que abrió el micrófono para las Madres de Plaza de Mayo, según el propio reconocimiento de Hebe de Bonafini, a quien no dudó en llevar a Tribunales cuando dijo que había hecho una entrevista condescendiente al dictador Jorge Rafael Videla en 1977.


Para defender el nombre de Ernesto Sábato, Magdalena se enfrentó a Eduardo Duhalde, cuando era secretario de Derechos Humanos de la Nación, en el gobierno de Néstor Kirchner. El dirigente había dicho que el informe de CONADEP “sostenía la teoría de los dos demonios”.

"Que no se entienda como un rasgo de soberbia, pero casi he incorporado las amenazas como parte de la vida. Desde hace muchos años que las recibo y la sigo recibiendo. La última, por ejemplo, fue el 28 de diciembre último. Ese día llegué al aeropuerto de Punta del Este y de allí a mi casa. A los pocos minutos sonó el teléfono, y una voz anónima me dijo: "Sabemos que estás allí. Te vamos a reventar a vos y a tus hijos", contó en una entrevista a La Nación, en marzo de 1997.

Magdalena Ruiz Guiñazú, distinguida con la Mención de Honor "Senador Raúl Alfonsín"

Magdalena actriz

Referente contra la pena de muerte y defensora histórica del derecho a la vida, hay otra Magdalena que también vale la pena conocer: ¡la actriz!

Se asomó por primera vez al cine en Esperando al Mesías (Daniel Burman, 2000) y probó con el documental apareciendo en Aventura National Geographic (2002), Nosotras que todavía estamos vivas (Daniele Cini, 2009), y  Ernesto Sábato, mi padre (Mario Sábato, 2009).
 


Su transparencia en materia de derechos humanos la llevó a integrar la CONADEP.

Junto a Ernesto Sábato, presidente de CONADEP. 

Año 2014: Magdalena Ruiz Guiñazú, Joaquín Morales Solá, Jorge Fontevecchia, Miguel Wiñazki, Alicia de Arteaga, Hermenegildo Sábat, Lauro Laíño, Gregorio Badeni, y Alberto Munin entregan la Pluma de Honor al Dr. Carlos Fayt, integrante de la Corte Suprema de Justicia.

En 2001 apareció en la película Antigua vida mía. Y en 2007 puso su voz para el personaje de la reina leona Oriana en El Arca (2007). 

Magdalena escritora


Quienes quieran conocer el costado literario de Magdalena Ruiz Guiñazú pueden echar mano a sus novelas Huésped de verano y La casa de los secretos o sumergirse en los relatos de Desconciertos Historias de hombres, mujeres y jazmines, entre otras de sus varias publicaciones. 

 


Entrevistando al cirujano plástico José Juri.


Con la periodista y ensayista Beatriz Sarlo.
 


Con Joaquín Morales Solá compartió el ciclo Dos en la Noticia (Canal 9).


Magdalena Ruíz Guiñazú al ser condecorada por el Senado de la Nación.
 


Siempre de frente, formó a varias periodistas de su entorno y a muchos consagrados les dio su primera gran oportunidad.
 

Para recordar algunos de sus trabajos periodísticos recientes, basta con buscar sus columnas en Diario Perfil y La Nación, en las que el sello de Magdalena Ruiz Guiñazú nunca dejó de marcar una diferencia de calidad. 



Una despedida para Ruiz Guiñazú por Eduardo Aliverti

Hola,

Me la paso puteando cuando se muere alguien conocido y se llena de esos obituarios en que sus autores no hablan de quien se murió, sino de sí mismos a través de la relación que tenían con el muerto.

Y resulta que hoy se murió Magdalena y no encuentro la manera de evitar cierta autorreferencia.

Mejor dicho: podría hacerlo, pero sería forzado. No me sentiría cómodo.

Además, creo que muy buena parte de ustedes, de la audiencia de Marca, sabe o conoce que prácticamente "empecé" con ella, en Continental, en el '78.

Yo locutaba el panorama informativo de 6 a 7, en cuya redacción intervenía a la madrugada con compañeros inolvidables que hicieron de aquel servicio noticioso uno de los mejores, y más valientes, de todos los tiempos radiofónicos.  

Magdalena conducía la primera mañana, de 7 a 10. El programa era Dos en la Noticia, con Silvio Huberman. 

Ella me escuchaba cuando iba para la radio y algún día en que debió viajar al exterior pidió que su reemplazo quedara a mi cargo, obvio que con el acuerdo de Silvio.

Fue una apuesta fuerte de su parte. Digamos que muy fuerte: yo tenía 22 años.  

Las cosas salieron bien. Y el "resto" de la historia es más o menos conocido.

A mí no me contó nadie que cuando las Madres iban al hall de Continental, como supo describirlo Hebe, Magdalena las recibía y empezó a difundir sus pedidos, sus gacetillas, su desesperación. Yo estaba con ella. 

Ella que había apoyado la dictadura, como la gran mayoría de la sociedad y como una antiperonista de raíz. De clase. De la clase que nunca digirió que terminara traicionándola cuando integró la Conadep.

Y me reservo algunos (muchos) episodios de cuando me bancó en apretadas que sufrí. Puso su Ruiz Guiñazú en mi defensa.

Me los reservo porque involucran a gente que ya no está. 

Con los tiempos de Néstor, Cristina, Macri, nuestras distancias políticas se hicieron insalvables. No volvimos a hablar. Creo que nos dolió a ambos, pero no había nada que hacer. 

La relación que teníamos no se merecía el cinismo.

Ahora que se murió, me sigue importando tres carajos que era una gorila. Eso es lo que se destaca en tantos foros y redes, a la par del anverso que la eleva al rango de demócrata imprescindible contra la tiranía de los K. 

Propongo que nos quedemos con la Magdalena que, cuando cambió, cambió para bien. 

Para lo demás no cambió nunca ese antiperonismo de raíz y de clase que jamás ocultó, exactamente al revés de los odiadores seriales que se las daban de progres. 

Abrazos.

Eduardo Aliverti (07/09/2022)




   

domingo, 23 de febrero de 2020

Impunidad: la peligrosa trampa que, por ahora, no logra eludir Alberto Fernández… @dealgunamanera...


Impunidad: la peligrosa trampa que, por ahora, no logra eludir Alberto Fernández

El presidente Alberto Fernández. Fotografía: Télam

El miércoles por la tarde ocurrió un hecho que no tuvo, ni por lejos, una repercusión acorde a su relevancia. Los abogados de la AFIP pidieron ocho años de prisión para Lázaro Báez, y condenas también para sus tres hijos, luego de acusarlos de lavar 60 millones de dólares provenientes de la adjudicación irregular de obra pública.

Ese reclamo, pronunciado por abogados del Estado, que ahora no comanda Mauricio Macri sino Alberto Fernández, es un inesperado reconocimiento al trabajo de Jorge Lanata porque evidencia que todo lo denunciado en aquel programa de Periodismo para Todos, en 2013, fue cierto. Luego de siete años de debate enardecido sobre si la denuncia se trataba de una mentira urdida por los enemigos del pueblo o de un trabajo periodístico riguroso, fueron los abogados de la AFIP de este gobierno quienes se inclinaron por la segunda opción.

© Escrito por Ernesto Tenembaum el domingo 23/02/2020 y publicado por el Diario Digital Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

La presentación de la AFIP ante la Justicia tiene una significación política tremenda, porque más allá de la distribución de responsabilidades que se puedan debatir en los tribunales, la relación entre Lázaro Báez y la familia Kirchner ha sido íntima y pública al mismo tiempo. Lázaro Báez fue, por ejemplo, el constructor de uno de los sitios más sagrados para esa familia: el mausoleo donde descansan los restos de Néstor Kirchner. En su primera visita al lugar, la vicepresidenta fue escoltada por el hombre que ahora aparece acusado de lavado de dinero por el abogado del gobierno que ella misma integra. No está Mauricio Macri en el poder. No hay relato conspirativo posible. Parece haber concluido una discusión que sacudió a la Argentina durante años.

El episodio podría ser un símbolo de salud republicana porque la llegada al poder del sector que lidera Cristina Kirchner no influyó para que la AFIP retirara la grave acusación. Sin embargo, nadie exhibirá ese gesto como un mérito porque pertenece a un territorio de extrema sensibilidad que amenaza con dañar severamente las relaciones internas de la coalición gobernante. Ese territorio es la revisión judicial de los delitos cometidos entre 2003 y 2015 y, particularmente, el destino personal de los dirigentes que aún permanecen detenidos. Con el correr de los días, ese tema se ha vuelto crucial y, si no es bien manejado, sus consecuencias pueden ser muy dañinas para el Gobierno que, lentamente, empieza a hacer pie por sus desempeños en otros ámbitos.

En los primeros dos meses de su Gobierno, Alberto Fernández debió convivir con una intensa campaña que le reclamaba que libere a los supuestos presos políticos. Una seguidilla de pronunciamientos lo obligaron a defender con énfasis, y cierto enojo, la idea de que su gobierno no tiene presos políticos. Es un debate que, decididamente, no le conviene al oficialismo. Lo muestra dividido, obliga a focalizar en los vericuetos de la relación entre los Fernández, coloca en el centro del debate a personajes muy controvertidos de la década anterior y a hechos realmente muy trágicos, como por ejemplo la tragedia de Once o el escándalo que involucró a un ex vicepresidente. Sin embargo, como si no tuviera demasiados desafíos, desde el frente interno le imponen a Fernández la agenda del lawfare. Cualquier político sagaz desearía salir rápidamente de esa encerrona.

Lázaro Báez y Julio De Vido. Fotografía: Juan Mabromata / AFP


El fin de semana pasado, luego de su gesto de autoridad, el Presidente parecía haberlo logrado: no hay presos políticos sino detenciones arbitrarias, y solo la Justicia puede decidir cuáles son. Punto. Sin embargo, el martes fue el propio Fernández quien difundió un video donde reclama que quienes son víctimas de detenciones arbitrarias “soporten” los procesos en libertad. Ese video incorpora calificaciones contra el gobierno anterior que contrastan con la convivencia que se negocia con sutileza en el Congreso y otros ámbitos.

Parecía que el Presidente intentaba calmar al sector interno que lo azuzó en las semanas previas y, tal vez, a su propia vicepresidenta. En el mismo momento, un senador por Jujuy pidió la intervención del poder judicial de esa provincia, el Presidente volvió a colocar el sistema de testigos protegidos bajo la órbita del Poder Ejecutivo y un grupo de senadores oficialistas presentó un proyecto para que no se pueda aplicar prisión preventiva a un acusado cuyo caso hubiera sido difundido por los medios. Elisa Carrió acusó a Cristina de querer dar un golpe contra la Justicia. La oposición denunció un intento de copamiento de la Justicia. Tal vez sea una exageración pero, como sucedió en otros tiempos, el kirchnerismo hace todo lo posible para que la denuncia sea verosímil.

En el fondo de todo esto, hay un problema al que Alberto Fernández no le puede encontrar solución, porque tal vez no la tenga, como ocurre con muchos problemas en la vida: la sabiduría consiste en convivir con ellos. En el sistema democrático, a un presidente se le concede el poder de gobernar, no el de impartir justicia. Fernández puede dar una opinión sobre tal cosa o tal otra, pero quienes juzgan a Cristina, por ejemplo, son otras personas: tienen sus tiempos, sus puntos de vista, su dignidad. Eventualmente, pueden ser sometidas a presiones, pero reaccionarán de manera imprevisible ante ellas. Entonces, una presión torpe puede ocasionar una derrota al Gobierno en lugar de resolver el conflicto. Esa limitación presidencial se podría resolver con un indulto en cadena. Pero el Presidente ya dijo que no está dispuesto. O con una ley de amnistía. Pero, ¿se sometería el oficialismo al escarnio que sería ese debate? ¿Cómo defenderían sus diputados la liberación de José López, por ejemplo? ¿Por qué ningún legislador se atreve a presentar una ley de amnistía por delitos de corrupción?

La vicepresidenta Cristina Kirchner. Fotografía: Agustín Marcarian / Reuters

Si no hay indulto ni amnistía, el tema queda en manos de los jueces. Pero resignarse a ello es muy delicado. Para Cristina lo es, porque varias causas la involucran personalmente, a ella y a sus dos hijos y porque cada pronunciamiento -la acusación contra Lázaro, por ejemplo- es un veredicto sobre su Gobierno, una versión de la historia distinta a la que ella pretendería imponer. Para muchos de sus seguidores también es delicado, porque cada día que pasa con Amado Boudou o Milagros Sala detenidos es una afrenta a lo que ellos quisieran que haga un gobierno peronista. Entender que no está en manos del Presidente su liberación es someterse a las leyes de la democracia. Pedir un indulto es empujar al Presidente a un conflicto social lacerante que durará meses. No hay salida visible.

En los últimos días, figuras importantes del Gobierno comenzaron a analizar la idea de sostener que una sentencia firme solo es aquella dictada por la Corte Suprema de Justicia y, por lo tanto, deberían estar libres los ex funcionarios que tienen condenas de tribunales inferiores: en este caso, serían todos ellos. Esa doctrina debería ser avalada, una vez más, por los tribunales. Hasta ahora, la jurisprudencia de la Corte sostiene que sentencia firme es la dictada por la Cámara de Casación. Por eso, los ex funcionarios más comprometidos son Amado Boudou, Luis D’Elía y los secretarios de transporte y empresarios juzgados por la tragedia de Once. Julio De Vido tiene condena de un tribunal oral y Milagro Sala de la Corte de su provincia. José López y Lázaro Báez solo están procesados. Ahora, suponiendo que esa idea se imponga: ¿de verdad cree alguien que eso no sería un escándalo con alto costo político?

En el Gobierno conviven dos agendas: una pertenece al pasado y otra al presente. En la agenda del presente, el Gobierno enfrenta desafíos gigantescos pero donde se avizoran algunos logros significativos: las primeras señales de desaceleración inflacionaria, el crecimiento del consumo en algunas áreas, la recomposición de relaciones con el mundo occidental, la instalación de una sensación de alivio porque el dólar se mantiene estable, la existencia de un clima político de convivencia. Pero el pasado no lo suelta: desde allí vuelven ideas de copamiento del poder judicial, de indultos, reformas constitucionales, personajes muy comprometidos con hechos de corrupción, heridas que no han cerrado y algunos gritos de guerra. El pasado es simbolizado, por ejemplo, por Julio De Vido y Amado Boudou. El presente, por Alberto Fernández. Cristina oscila con ambigüedad entre el uno y el otro.

El presente no es nada sencillo. Pero la irrupción del pasado lo puede tornar insoportable.