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sábado, 1 de diciembre de 2018

Alfredo Bravo, un político de los que ya no quedan… @dealgunamanera...

Biografía sobre el socialista Alfredo Bravo, un político de los que ya no quedan…

¿Porteño o entrerriano? Alfredo Bravo gustaba decir que había nacido en Concepción del Uruguay, localidad a la que su padre había sido trasladado por trabajo; pero al mismo tiempo era un porteño de ley, asiduo visitante de la noche y la cultura de Buenos Aires.

El periodista y escritor Jaime Rosemberg presentó su libro "Alfredo Bravo, un maestro socialista", en el que recorre la vida del referente del PS que falleció en 2003. Entre sus mayores logros políticos, Bravo participó de la fundación de CTERA y de la reunificación del Partido Socialista. 

Alfredo Bravo


© Publicado el sábado 16/06/2018 por el portal periodístico El Ciudadano Web de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Evocar al dirigente socialista Alfredo Bravo es hablar de una persona de convicciones, austera y consecuente en pensamiento y acción, como ya no quedan. Se lo suele recordar como un cascarrabias o un testarudo pero a pesar de las diferencias que lo separarán de sus pares, recurría permanentemente al diálogo político en la búsqueda de consensos. Ejemplo de ello fueron la fundación de CTERA y la reunificación del Partido Socialista, tal vez sus mayores logros de su vida política. 


A 15 años de su muerte, el periodista Jaime Rosemberg publicó Alfredo Bravo, un maestro socialista, un trabajo detallado sobre la vida del maestro de grado, gremialista y referente político socialista que falleció de un ataque al corazón el 26 de mayo de 2003, apenas un día después de que Néstor Kirchner asumiera la presidencia.

Crédito de fotografía: Facebook

“Quienes dicen que era un testarudo, un cascarrabias, obvian esa otra faceta de él, que a pesar de las diferencias le gustaba lograr consensos por el diálogo político. La unificación de la CTERA y del socialismo son sus dos grandes logros políticos y gremiales. El gremialismo docente estaba muy dividido, los que como él venían de sindicatos socialistas decían que el docente no tiene que hacer paro, el docente es un apóstol, alguien que se tiene que brindar a sus alumnos. Los peronistas decían todo lo contrario: huelga, el educador es un trabajador como cualquier otro. Confluir en esas dos corrientes fue muy difícil y Bravo fue uno de los articuladores”, indicó el escritor.

A Bravo le tocó comenzar su militancia, con Juan B. Justo y Alfredo Palacios como referencias ineludibles, durante la irrupción del peronismo, un fenómeno que el socialismo nunca terminó de asimilar. “Hace el servicio militar cuando Perón desarrolla su mayor poder y él es de los jóvenes del partido que empieza a plantearle a los viejos líderes como Américo Ghioldi, que algo hay que hacer porque el socialismo, que había nacido como partido obrero, se había quedado sin las masas, sin su principal objetivo que era atender las necesidades de los trabajadores, de los proletarios y de los inmigrantes”, explicó Rosemberg a El Ciudadano.

Bravo era maestro de grado, y se involucró en el gremialismo, a través de CAMyP, con una visión muy particular: “Él era muy sarmientino. Entendía que quien es docente es porque tiene esa vocación de enseñar, de ofrendar, de dar y que no debería estar mezclado con el interés político”.

Tuvo una comprometida acción por los derechos humanos, participando de la APDH, lo que le valió ser “chupado” por la dictadura, estar 13 días desaparecido y recién después ser blanqueado y encarcelado en La Plata. 

“Al otro día que lo chupan, (Jorge Rafael) Videla se encuentra con (el entonces presidente norteamericano Jimmy Carter, quien le plantea por el paradero de dos personas, de Jacobo Timerman y de Alfredo Bravo. Luego de eso lo blanquean. Pero le cuesta 13 días donde sufrió lo peor de las torturas que le dejarían secuelas para el resto de su vida”, explicó Rosemberg.

Luego de muchos meses detenido, la dictadura le otorgó una libertad vigilada y en enero de 1979, antes de que finalizara el gobierno de facto, volvió a la actividad gremial y a la APDH.

Con el regreso de la democracia, tuvo un cargo en el gobierno de su amigo Raúl Alfonsín, situación que lo incomodó hasta que se fue de la gestión: “Estaba en el medio entre el gobierno, que lo quería como un ex titular de la CTERA para darse chapa y sus compañeros del gremialismo que le decían que los tenía que ayudar a aumentar los salarios, a conseguir beneficios. Él hizo equilibrio durante varios años hasta que se le empezó a complicar, anunció un aumento y su superior Adolfo Stubrin lo desautoriza. Bravo le ofrece la renuncia a Alfonsín varias veces. Hasta que sobreviene el tema de (la aprobación de las leyes de) Punto Final y Obediencia Debida que lo deciden a irse”.

Los 90 lo encuentran en el rol de diputado nacional, oponiéndose al neoliberalismo de Menem e intentando armar coaliciones políticas como el FREPASO, donde luego de que se sumara la UCR y la Alianza llegara al poder, fue perdiendo peso de decisión.

Su trabajo legislativo, sin embargo, fue de avanzada, sobre temas que lograron aprobarse mucho tiempo después o algunos incluso ni siquiera eso. “Planteó la nulidad de Obediencia Debida y Punto Final, la despenalización del aborto, también más derechos para transexuales y travestis. Siempre legisló en un mismo sentido.

(Fernando) De la Rúa le caía muy mal pero se lo bancó porque era la alianza que habían conformado. Después, con la reforma laboral, la primera ley con la que no estuvo de acuerdo, se fue (de la Alianza)”, describió Rosemberg.

Luego llegó el estallido de 2001 y el reclamo de “que se vayan todos”, que Bravo no consideraba que se aplicara a él: “Estaba muy enojado. A él lo paraban por la calle pero no lo puteaban. Sentía que estaba aparte de la clase política, que él no se había llevado plata, ni era responsable de la implosión. De hecho él pierde sus ahorros en el 2001, tampoco usó su influencia como diputado para sacar la plata. Un político de los que ya no existen”.

En 2003, luego de pelearse con Elisa Carrió, emprendió junto a Rubén Giustiniani una campaña presidencial que encontró resistencia dentro del propio socialismo y que no le fue bien en las urnas. Sus últimos días, lo encontraron muy decepcionado con la política. 

“Fue un político austero, honesto, simple, demasiado calentón para lo que es el estándar de la política, donde a veces hay que demostrar un poco más de muñeca, tal vez podría haber llegado a más lejos. Pero el carácter y las convicciones eran más fuertes que el qué dirán o el consejo de un asesor”, relató Rosemberg.

“Con el correr del tiempo las pequeñas diferencias quedan de lado y queda el ejemplo de la persona. Los gremialistas peronistas dicen que estuvieron juntos en todas las luchas, los socialistas lo consideran un ejemplo. Qué mejor que sacar lo positivo y dejar las peleas propias de la condición humana y realzar el ejemplo de rectitud, de honestidad, de coherencia. Fue un político de los que casi no quedan y que estaría bueno recrear porque no está bueno que la política la hagan los consultores de opinión”, finalizó. 

El mito del lugar de nacimiento 

¿Porteño o entrerriano? Alfredo Bravo gustaba decir que había nacido en Concepción del Uruguay, localidad a la que su padre había sido trasladado por trabajo; pero al mismo tiempo era un porteño de ley, asiduo visitante de la noche y la cultura de Buenos Aires.

“El mito tiene que ver, un poco en broma y un poco en serio, con una picardía de don Alfredo que él decía que había nacido en Concepción del Uruguay el 30 de abril de 1925. En el registro civil de allá no encontré nada y en su libreta de enrolamiento era nacido en la ciudad de Buenos Aires. Mi tesis es que nació allá pero lo anotaron en la ciudad de Buenos Aires. Haya nacido donde haya nacido era un porteño de cabo a rabo”, explicó Rosemberg. 
Presos por Pelotudos

Luego de ser “blanqueado” como preso por la dictadura, Bravo pasó varios meses detenido en la Unidad 9 de La Plata, donde conoció a Adolfo Pérez Esquivel y a varios de los que luego serían sus colaboradores en el Congreso. “Conoce a un jujeño, Jorge Ríos, que fue su compañero de habitación. Que cuando Bravo llegó al penal, le explicó: «En este módulo están los montoneros, en este otro los del ERP, y en este otro estamos los PPP, los Presos Por Pelotudos que somos nosotros». Trataban de ponerle humor dentro de esa situación espantosa que vivieron”, contó el escritor.


domingo, 20 de marzo de 2016

La visita de Barack Obama y la Escuela de Mecánica de la Armada... @dealgunamanera...

Obama también tiene derecho a visitar la ex-ESMA…


El representante de HIJOS, Carlos Pisoni, y miembros de organismos de derechos humanos afirman que si Obama visita la ex ESMA será “una provocación”. 

© Escrito por Sergio Bufano, escritor y periodista, el jueves 10/03/2016 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La pregunta que surge es: ¿por qué el presidente, miembro del Partido Demócrata de los Estados Unidos, no puede recorrer un centro clandestino de detención? La respuesta se deduce fácilmente: “porque ese país fue cómplice de la dictadura”. Hay un alto grado de ignorancia de la historia sobre lo ocurrido durante los setenta. Mejor dicho, por razones más dogmáticas que reales, sólo debe recordarse aquello que legitima una versión estática, congelada de esa historia. Doy por cierto que si fuera Fidel Castro quien llegara el país, Pisoni y todos los organismos estarían de acuerdo en que el líder cubano visitara ese sitio emblemático de tortura y desaparición.

¿Por qué uno sí y el otro no?

Veamos: entre 1977 y 1981 fue Estados Unidos el país que insistió en Naciones Unidas, una y otra vez, para que el organismo internacional enviara una comisión que investigara la existencia de campos de exterminio. El presidente en ese entonces era Jimmy Carter, perteneciente al mismo partido que Obama. No lo logró, porque Cuba y la Unión Soviética se opusieron tenazmente a que se investigara a la dictadura de Videla. Un dato más, en todos los discursos que pronunció Fidel durante esos años, jamás hizo alusión a los crímenes que se estaban cometiendo en Argentina. 

Como no lo lograba en Naciones Unidas, EE.UU. recurrió a la OEA, organismo en el que Cuba no tenía representación. La moción se aprobó, una delegación visitó Argentina y recibió miles de denuncias de familiares de desaparecidos. Esas denuncias recorrieron los medios de todo el mundo, provocando la indignación de las naciones del planeta. Mientras Cuba permanecía en silencio.

En esos años David Viñas y Gustavo Roca viajaron a La Habana en representación de Argentina. Lo hicieron desde el exilio. Viñas denunció, de regreso a México, qué había pasado. Como en todas las reuniones internacionales, ya había sido elaborado un documento para que firmaran las delegaciones. Al leerlo, Viñas y Roca se sorprendieron porque se denunciaba a las dictaduras de Chile, Paraguay, Brasil, Bolivia, etc. Pero Argentina no figuraba. Creyeron que era un error, alguien había tipeado mal el texto. Y reclamaron. La respuesta de Armando Jara, Ministro de Cultura, fue que para Cuba el régimen de Rafael Videla no era una dictadura, sino un “gobierno autoritario”.

En la confitería La Paz, de Corrientes y Rodríguez Peña, donde David concurría diariamente a leer diarios y borronear un cuaderno, quien esto escribe escuchó por segunda vez su relato: “insistimos en que debía incluirse la dictadura de Videla y encontramos una férrea oposición. Entonces decidimos que la delegación argentina se retiraba. La advertencia surtió efecto, porque hubiera sido un escándalo internacional. Fue Gustavo Roca el que escribió el texto que finalmente se incorporó al documento oficial”. 

A pesar de lo ocurrido, Fidel Castro nunca pidió perdón y fue agasajado por dirigentes de organismos de derechos humanos. ¿Lo perdonamos? Está bien, lo perdonamos, pero no edifiquemos historias entumecidas que dibujan un pasado ficticio. Obama también tiene derecho a visitar la ex ESMA. 


sábado, 12 de marzo de 2016

Un pañuelo sucio… @dealgunamanera...

Un pañuelo sucio…

La titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini. Fotografía: dyn

Hebe de Bonafini, un emblema que ha vaciado de significado el pañuelo blanco.

© Escrito por Pablo Cohen el sábado 12/03/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La lucha de quienes alumbran sus sociedades enarbolando principios humanistas, inextinguibles y fraternos ha sido más reconocida cuando de aquella luz se ha desprendido el coraje que siempre supone decir las cosas correctas en el momento incorrecto. Es fácil erigirse, como lo ha hecho el peronismo, en víctima de los crímenes de la última dictadura; más difícil es aceptar que éstos comenzaron durante la presidencia de María Estela Martínez de Perón y que la tarea de un presidente democrático no consistía en amnistiar a los militares sino en juzgarlos de acuerdo a las reglas del Estado de derecho.

El Estado de derecho es, precisamente, uno de los elementos del contrato social que ha descubierto el kirchnerismo en estos escasos meses de gobierno macrista: ahora que es oposición ha terminado por comprender que una cosa es la legitimidad de origen y otra la de ejercicio.

No se podría entender de otra forma que, con alevosa ansiedad, tantos silenciosos cómplices del lavado de dinero, de la ludopatía y del hacinamiento ferroviario hayan proclamado que la actual Argentina es una dictadura.

En esa línea de pensamiento, un emblema que ha vaciado de significado el pañuelo blanco ha sido Hebe de Bonafini. Ha dicho Bonafini: “El 23 y 24 de marzo, como una cachetada a la Historia, a nuestros hijos y a nosotras, las Madres, llega Barack Obama al país, invitado por otro enemigo de las Madres: Mauricio Macri”. “Me puse a pensar”, agregó Bonafini, “a qué país representa Obama, y me saltó a la cabeza el Plan Cóndor”. Y remató: “Ese hombre tiene las manos manchadas de sangre y acá no lo queremos”.

Es curioso que Bonafini confunda a un presidente negro, demócrata y keynesiano con Richard Nixon, que evoque el Plan Cóndor, pero no la campaña de Jimmy Carter contra las dictaduras latinoamericanas y que se espante por el horroroso entrenamiento que de los estadounidenses recibieron tantos represores sin ahondar en uno al menos igual de cruel, que es el que Francia proveyó a los militares argentinos fascinados por la violencia desplegada contra Argelia. Aparentemente, Hollande y la tradición xenófoba, jacobina y pronazi del pueblo galo no forman parte del odio de la candorosa entrevistadora de César Milani.

La ley de sangre, que rige en Francia contra la mucho más integradora ley de suelo, que sobrevive en los Estados Unidos, tampoco es digna de ese análisis, a pesar de que a nadie puede escapar la reciente visita a la nación de Hollande, un socialista moderado que, como el uruguayo Tabaré Vázquez, simpatiza con Macri.

La señora Bonafini habla hoy de los desaparecidos como de “30 mil revolucionarios” y, así como condena la represión de Macri en episodios menores, no tiene tiempo para recordar que, en plena crisis del gobierno de CFK con el campo, opinó: “La Presidenta tiene mucha democracia y mucha tolerancia, porque otro gobierno los hubiera desalojado a palos y a gases como merecían”.

Tampoco recuerda, las épocas en las que acusaba a Bergoglio de “golpista”, festejaba las muertes de civiles en las Torres Gemelas, pedía desalojar de la Casa Rosada a un vicepresidente electo, llamaba “bolitas hijos de puta” a un grupo de ciudadanos que asistían a la Plaza de Mayo, se solidarizaba con las FARC o insultaba a quienes habían osado participar de la despedida que se le realizó al ex presidente Alfonsín.

En El conocimiento inútil, Jean François Revel escribió una frase que parece de 2016 y no de 1988: “La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”.Bonafini no la escribió, pero nadie la puede acusar de no haber sido profética.



domingo, 21 de octubre de 2012

Reportaje a Rodolfo Terragno... De Alguna Manera...


"Seré candidato para luchar por el consenso"...
 

Régimen. "Me parece que el gobierno de Venezuela es muy anticuado. Un régimen de dictadores populistas de la década del 50', legitimados en elecciones. No eran democráticos en ejercicio".

A horas de anunciar que se postulará como senador por la Ciudad de Buenos Aires en 2013, Rodolfo Terragno dice que la gente no cree en las soluciones de los políticos, y que Hugo Chávez es un gobernante al que no quisiera tener en la Argentina.

Regresando apenas de Boston, donde es parte de la Academia de Artes y Ciencias, el doctor Rodolfo Terragno (ex senador, ex diputado, ex ministro de la Nación por la UCR) ocupa un sitial como, en 1870, lo hicieran Washington o Jefferson cuando ya entonces la idea dominante era vincular las artes con la ciencia. Más tarde, Darwin o Einstein la enriquecieron con su presencia y sus aportes mientras que los argentinos Bernardo Houssay (Premio Nobel) o Federico Leloir (también Nobel) hicieron allí, de por vida, una profesión de talento e inteligencia.

—En Public Affaires somos 18 –explica Terragno– y, guardando las distancias –sonríe–, uno de ellos es, por ejemplo, Nelson Mandela. Pero, sobre todo, la Academia es un ámbito para aprender. Para escuchar.

—Y en ese cenáculo, por ejemplo, ¿qué decían de estos últimos tramos de la campaña presidencial norteamericana?
—No mucho. Pero lo que sacudió a todos fue el inesperado fiasco de Obama en el primer debate con Romney. Al día siguiente, uno de los comentarios fue: ¿quién es ese tipo que se hizo pasar por Obama? Es cierto. Estaba irreconocible. Quedaron relativamente parejos y la discusión se centró particularmente en pronosticar si la tendencia se revertiría o no en los próximos debates. Muchos coincidían en que Romney no dijo la verdad y que se muestra como un hombre bastante variable pero lo cierto es que Obama no reaccionaba. Estaba contra las cuerdas.

—Un cambio absoluto con lo que vimos en el segundo debate de esta semana, en el que Obama se alzó con las encuestas y se mostró fuerte como siempre… Con su amplia experiencia política, Terragno, cómo ve las elecciones norteamericanas?
—Las veo como comicios que van a dejar al futuro gobierno norteamericano sin mayoría en el Congreso. Hay que pensar en una elección muy pareja. Por supuesto que Obama ha sufrido un lógico desgaste y lo mismo que le ocurrió en el primer debate puede ocurrirle en el ejercicio del poder. Una estrella rutilante puede irse apagando. Pero, sin embargo, tiene un talento personal y una energía que le permitirán recuperarse. Un gobierno de Romney, en cambio, me parecería peligroso porque no sólo es un hombre variable (se lo ha encontrado hablando mal del 47% de la población) sino que tiene ideas reaccionarias que cambia cuando lo cree conveniente. Entonces, diría que es una incógnita. No es previsible y lo probable es que, si gana, haga un gobierno que se apoye en concepciones de derecha que no me parece que sean las que requieren los Estados Unidos.

—Y usted, Terragno, que fue (durante su exilio en Venezuela) asesor del presidente Carlos Andrés Pérez, ¿cómo evaluó el triunfo de Chávez?
—Yo estaba todavía en Boston en el momento de las elecciones y me pareció revivir cosas muy ingratas como el golpe contra Carlos Andrés Pérez…Para mí, Chávez fue siempre un hombre odioso e incluso me he abstenido de abrir juicio sobre él porque reconozco que mi juicio podía ser sesgado. Sin embargo, hoy en día, haciendo abstracción de los antecedentes y de mis sentimientos, creo que es un gobernante que no quisiera tener en la Argentina.

—¿Usted calificaría al gobierno de Venezuela como una democracia autoritaria?
—Creo que no se le puede poner un rótulo. Me parece que es un régimen muy anticuado. Un régimen de dictadores populistas de la década del 50 que poseían estas características. Eran dictadores legitimados en elecciones. Por lo tanto, eran de origen democrático pero, en el ejercicio del poder, no aplicaban los beneficios de la democracia. La diferencia que yo encuentro es que se podría criticar cualquier cosa de esos gobernantes de otra época. Podría decir también que, por ejemplo, Perón no hizo un ejercicio democrático del poder. Y hay muchos elementos que corroboran esto. Pero, al menos, Perón desarrolló la industria liviana del país; creó un proletariado; confirió identidad política al asalariado.

—Puso en funcionamiento el Estatuto del Docente y el Estatuto del Peón.
—Por eso mismo. Hubo allí una obra, y lo que queda en definitiva es la obra. Lo demás sólo afecta a la coyuntura pero no trasciende. Y podríamos decir que Pérez Jiménez dejó, en Venezuela, toda una enorme infraestructura. Eso no lo exime de la crítica por un ejercicio autoritario del poder pero, al menos, algo queda. Yo creo, en cambio, que de Chávez no va a quedar nada. Si analizamos su obra, ni siquiera encontramos una redistribución del ingreso. De haberla, por lo menos podríamos decir que hay un ejercicio populista… Volviendo a Perón, por ejemplo, Perón terminó su segundo mandato (mejor dicho la revolución de 1955 se lo quitó) con la distribución del ingreso más equitativa que había conocido el país. No es, repito, el caso de Chávez. De modo que yo no veo en él ninguna trascendencia positiva. Ahora bien, lo que sé, porque conozco Venezuela, es que hay toda una enorme clase social que vive en condiciones de pobreza y que nunca se sintió representada por los partidos políticos tradicionales (aun cuando tenía que votarlos). Esos partidos no eran, en general, arquetipos representativos de una clase media urbana y más o menos ilustrada que no aparecía como tratando de reivindicar los derechos de esos sectores más marginales. Entonces, aunque Chávez efectivamente no haya hecho nada, yo he visto a mucha gente que lo considera como “uno de nosotros”. O como a alguien que, aun no siendo de “nosotros”, “nos representa”. Quiero decir que, en política, importan tanto las razones subjetivas como las objetivas. Y tanto los intereses subjetivos como los intereses objetivos. Fíjese que Chávez tiene esa relación de modo que a mí no me parecía probable que Capriles ganara las elecciones. Pienso también que Venezuela (en cualquiera de los dos casos) habría estado en condiciones difíciles. No pueden hacerse pronósticos médicos pero creo que hay elementos como para pensar que, por lo menos, no está garantizado que Chávez pueda terminar su mandato. Por otra parte, es el típico gobernante que no deja crecer la hierba y su desaparición crearía una confrontación dentro de las fuerzas armadas y dentro del aparato político del chavismo.

—¿Por qué dentro de las fuerzas armadas de Venezuela?
—Porque él, en definitiva, también es un exponente de las fuerzas armadas. No sólo porque es militar y surgió inicialmente de un golpe militar (también tuvo que contrarrestar uno contra él mismo), sino que se ha ido cuidando de eliminar sospechosos de la cúpula castrense logrando así tener un ejército disciplinado. Pero, reitero, la desaparición de Chávez podría provocar grietas y, como le decía, no hay nada en marcha como para continuarlo. A la vez, un triunfo de Capriles hubiera sido muy, muy revulsivo en cierto sentido. No sé, por ejemplo, cómo hubiera asegurado Capriles la gobernabilidad. En primer término, porque las fuerzas armadas venezolanas están “ahí” aun cuando eso no significa necesariamente que vayan a dar un golpe de Estado. Mire, un gobierno que no controle a las fuerzas armadas sufre una debilidad importante. Luego, en ese caso, el chavismo hubiera quedado en la oposición y Capriles representa a un mosaico que se une cuando hay que votar contra Chávez pero cuando, después, hay que gobernar… ¡eso es otra cosa! Aquí la heterogeneidad tiene un papel importante. De modo que soy bastante pesimista acerca del futuro inmediato de Venezuela. Tampoco veo que Capriles tuviera una idea del tipo “hay que impulsar a Venezuela”. Pero es un país que quiero mucho y querría que, de una u otra manera, las cosas salieran bien.

—¡Qué interesante también su historia personal, Terragno… recordamos que por su revista “Cuestionario” usted tuvo que exiliarse en Venezuela durante la dictadura.
—Eramos contemporáneos con Galeano, y cuando nos encontramos en el exilio él me dijo textualmente: “Nosotros estamos aquí porque no confundimos cobardía con estupidez”. A pesar de que su revista Crisis y la mía eran diferentes, trabajamos mucho juntos.

—¿Y usted cómo llegó a Venezuela?
—Sonia, mi mujer, es hija de republicanos españoles que tuvieron que exiliarse cuando Franco ganó la Guerra Civil de España. Recalaron en Caracas. Allí quedó parte de la familia, y cuando nosotros tuvimos que salir de Argentina el primer destino fue justamente Venezuela. Fuimos a vivir a la casa de los padrinos de Sonia e inicialmente las cosas fueron difíciles, como le ocurre a cualquiera que tenga que marcharse imprevistamente de su país. Yo era abogado pero para poder ejercer en Venezuela no podía revalidar sin cursar la carrera completa. Tampoco era periodista puesto que también el periodismo era una carrera terciaria y estaba colegiado. De modo que tampoco podía hacer periodismo. Tuve que inventar entonces un diario y ser su director. Para director no hacía falta un carnet–acota, riéndose–. Se llamó El Diario de Caracas. Trabajé mucho como oferente: ofrecía cosas que no lograba vender nunca: libros, ventonita para uso petrolero, etc. Hasta que llegó el momento en el que me convocaron desde el gobierno venezolano y allí se inició una relación que fue muy fructífera con el área del Ministro de Información y Turismo y logramos armar y financiar un diario, lo cual era una empresa integral puesto que, desde la impresión hasta la distribución, era todo propio.

—¿Y cómo llegó a ser asesor del presidente Carlos Andrés Pérez?
—Esto ocurrió porque el ministro de Turismo había sido gobernador de Caracas hasta poco tiempo antes. Creamos, de la nada, el nuevo ministerio. Había que organizarlo todo. Un trabajo muy interesante ya que, en aquel momento, Carlos Andrés Pérez tenía una relación muy especial con el presidente Jimmy Carter y me tocaba prepararle todos los memorandos sobre desaparecidos para poder así transmitirle la información necesaria al presidente Carter. Era también una manera de sentir que uno estaba haciendo algo desde afuera del país.

—Volviendo al presente, doctor Terragno, son muchos los que señalan que el gobierno de Cristina Kirchner tiene una gran semejanza (en aumento) con el gobierno de Chávez. ¿Cómo analiza la relación entre los dos países? Más bien, entre los dos gobiernos.
—En muchos aspectos, como le decía, veo a Chávez como a un mero imitador del general Perón. Tiene que haber entonces ciertos elementos en común… El Perón antiguo (por así decirlo).

—Estamos hablando del coronel Perón…
—No. Hablamos del Perón de 1973, el hombre que vuelve descarnado. El hombre que convoca a todos los sectores a un gran proyecto nacional. Realmente era una prenda de paz. Y no era marketing político. Ese Perón, efectivamente, no sólo era un hombre poco respetuoso de las normas democráticas y de los principios institucionales sino que tenía esa convicción. Quizás era más lógica en la época de la posguerra que hoy en día. Hablamos de la idea de la estatización, por ejemplo. Pero hay una cosa que creo que no se comprende bien: cuando termina la Segunda Guerra Mundial, se pensaba que habría una tercera. La segunda contienda mundial había sido una guerra de ocupación y de apropiación de ciertos recursos básicos: las comunicaciones, la industria pesada… ¿Por qué se dice que la telefonía o la electricidad son estratégicas? Porque se les da un sentido militar. No era entonces una guerra con misiles sino una contienda de ocupación física. En aquel momento, entonces, la estatización tenía ese sentido. Y también por eso, estatizaban la derecha y la izquierda. Lo hacían tanto De Gaulle como Clement Attlee. Cuando en los 90 se ve que no es necesario que sea el Estado el que maneje todo esto porque no se lo considera estratégico en el sentido militar, como había ocurrido años antes, comienza el proceso de privatización. Recuerde que, en Europa, estatizar o privatizar no son decisiones ideológicas sino decisiones prácticas que tienen que ver con el momento. Y el momento del Perón estatizador se vincula con una situación mundial.

—En ese sentido, ¿cómo analizaría a la sociedad argentina?
—Yo creo que la sociedad argentina no tiene un perfil capitalista. Como sabemos, la ley básica del capitalismo es la oferta y la demanda. A mucha oferta, precios bajos, etc. Pero la idea de que el precio lo determinan la oferta y la demanda no es una idea generalizada entre nosotros. Más bien se piensa que el precio debería ser costo de producción más utilidad razonable. Entonces, se plantea el concepto de que es el Estado el que tiene que manejar la economía. Directa o indirectamente, aun cuando ya haya pasado la época de estatización de empresas, que prolongan los gobiernos actuales. Entonces, comparar a Chávez con la señora de Kirchner es quizás un poco arbitrario. Pero entender que hay elementos comunes en los procesos de los dos países es algo indudable.

—Volvamos al tema apasionante de las democracias autoritarias: “El que no piensa como yo es un enemigo” cuando, en realidad, es un adversario. ¿Usted no cree que los gobiernos de Argentina y Venezuela tienen muchos puntos de contacto en esta clase de conceptos?
—¿Si tienen comunes denominadores? Sí, claro. Por supuesto. Vuelvo a decirle que esto es una imitación. Reproduce el enfrentamiento entre peronistas y gorilas. Cosas que han dividido fuertemente a la sociedad argentina. Esto es aún más intenso hoy en Venezuela. Pero entre nosotros se está produciendo una peligrosa confrontación social. Intolerancia. Negación a comprender las razones del otro aunque uno no las comparta. En esto Venezuela ha ido más lejos que nosotros. El odio es muy fuerte y muy militante.

—¿Y la captación de la juventud a través del voto a los 16 años o de asociaciones como La Cámpora en las escuelas?
—Ese no es un monopolio de los gobiernos populistas, aun cuando lo llevan al paroxismo. Grupos de jóvenes siempre los ha habido, aunque de distintas características. La Juventud Peronista, la Coordinadora, con distintos métodos, han sido asociaciones de jóvenes. La Cámpora no me asusta aunque hay cosas que hay que analizar. Por ejemplo, el voto a los menores de edad. Incomprensiblemente, se habla de “voto joven”. Los jóvenes de 18 o de 19 años votan pero no hablamos de menores de edad. Creo que, cuando se reforman leyes que están en relación con la creación de poder, nunca pueden ser de vigencia inmediata. Las reformas de las que se sabe a quién benefician son jurídicamente muy débiles. La ley tiene que ser ciega para que sea realmente justa. Cuando tiene nombre y apellido o cuando se sabe que favorece a uno en contra de otro, es muy peligroso reformar el sistema institucional con ese criterio. En cuanto a la Constitución Nacional, yo no veo razones para reformarla y sí, en cambio, muchas razones para cumplirla. En realidad, lo que se está planteando el la re-eligibilidad del presidente o de quien lo sea. Y si esto se planteara hacia adelante, es decir, “creemos que conviene que el pueblo pueda reelegir y, a partir de 2019, tenga esa oportunidad”, bueno… ése es un argumento jurídico con el que se puede estar de acuerdo o no pero no se sabe a quién va a favorecer. Cuando se pretende que favorezca a quien detenta el poder esto es absolutamente criticable.

—Son temas de gran importancia y, diría también, casos de conciencia en determinadas oportunidades. ¿Es por eso que usted acaba de anunciar su postulación como senador cuando no lo esperábamos?
—Mire, yo he llegado a esta conclusión: la gente está angustiada por la inseguridad y la inflación y no cree que los políticos vayamos a darle solución. Ni espera nada del Congreso. Y entonces sale a la calle a protestar. Como salió en septiembre y como va a salir el 8.  Está muy bien pero la catarsis tampoco va a resolver esto ¿no? Y fue entonces cuando se me ocurrió lo siguiente: dentro de unos meses hay que elegir nuevos senadores y diputados y es necesario que los candidatos discutan mil cosas. Pero también que en esto tiren todos para el mismo lado y vayan sentando las bases de leyes que ayuden a contener justamente la inseguridad y la inflación. Usted se dará cuenta que si yo proponía eso en un artículo o en un libro no pasaba nada. Era sólo la opinión de un señor bien intencionado y nada más. Entonces decidí ser candidato para hablar con todos mis rivales. De todos los partidos. Y, ahí sí, luchar por el consenso. Ya sé que a algunos les parecerá ingenuo pero yo le propongo que hablemos dentro de unos meses. O cuando yo sea senador. ¿Qué le parece?

© Escrito por Magdalena Ruíz Guiñazú y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 20 de Octubre de 2012.