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martes, 21 de marzo de 2023

Voten a Otro… @dealgunamaneraok...

 Voten a Otro… 


Ellos. Alfonsín constituyó la Conadep que el peronismo se negó a integrar, Luder no era líder. CEDOC


“Si me das a elegir”, canto a viva voz con Rosalía la letra de Los Chunguitos. Mi versión electoral del tema termina así: “Si me das a elegir/ entre tú y mis ideas/ que yo sin ellas/ soy un hombre perdido, ay, amor/ me quedo conmigo”. Suena a desafinado desprecio, pero no. El “ay, amor” revela el dolor que causa negar, por ahora, el favor de un voto. No soy más que un ciudadano, es todo lo que tengo.

© Escrito por el Carlos Ares, Periodista, el  jueves 23/02/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

Se agradece la foto, la sonrisa, las caminatas, los besos a los niños, los autógrafos, las selfies, las palmadas, los abrazos, la fe, la confianza, la promesa de que ahora sí, que esta vez sí. Conmueve el esfuerzo, el tiempo que dedican a ensayar las respuestas para todo. Da ternura verlos lanzarse a las calles de barrios, de pueblos, como niños a los que les abren las rejas del patio a la hora del recreo. Gracias por eso.  

Que sería de la democracia si nadie se ofreciera a participar del sistema dentro de las reglas del juego. Quedaríamos a merced del que impusiera su voluntad por la razón de una fuerza capaz de producir terror, o codicia. Personajes oscuros, millonarios, siempre amenazantes, rodeados de grupos de apriete, o de lobby, que, desde sus empresas, o sus gremios, son capaces de ubicar siervos leales, bien pagados, en puestos claves: ministros, jueces, hasta presidentes si fuera necesario.


Treinta temporadas de la misma serie, con los mismos actores. Gana el 
peronísmo, los sindicatos que controlan el Estado riegan la planta permanente. Los empresarios cómplices negocian. Moyano recoge la basura que desparrama. Las organizaciones defensoras de los derechos humanos olvidan quién fue Gerardo Martínez, el secretario general de la Uocra. Baradel no hace paros, Biró no habla, la CGT apoya. Nadie deja de robar, como pedía Barrionuevo. El episodio donde los giles que ganan la elección se creen que tienen el poder, también lo vi. Termina mal.  

Un líder es aquél que hace lo que no se espera de él. Apunté para mí esa impresión a comienzos de los años ochenta, durante la campaña electoral de Felipe González a la presidencia del gobierno español. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se definía como “un partido de clase, de masas, marxista y democrático”. Sevillano, abogado, a los 32 años Felipe fue elegido secretario general en 1974, durante un Congreso realizado en Francia.  

Muerto Franco, el rival político era la Unión de Centro Democrático (UCeDe), de Adolfo Suárez. En 1979, Felipe propone al Congreso abandonar el marxismo. La mayoría de los mil delegados vota en contra, Felipe renuncia. Sus declaradas intenciones de convertir al PSOE en un partido moderno, democrático, interclasista, europeísta, que inclusive debía debatir el ingreso de España a la OTAN, le dio un reconocimiento general. La renuncia al cargo aumentó su popularidad en las encuestas. 


Cuatro meses más tarde, en un Congreso extraordinario, Felipe habla como un delegado más: “No he sido un junco que mueve el viento en la dirección que sopla” (…) Insiste con su propuesta: “No se puede tomar a Marx como un todo absoluto, no se puede, compañeros. Hay que hacerlo críticamente, hay que ser socialistas antes que marxistas. Es aclamado, de pie, y elegido nuevamente secretario general con el 86% de los votos. ¿A qué viene ahora este recuerdo? 

De regreso, seguí la campaña a las elecciones de 1983. El candidato Italo Luder estaba de acuerdo con la posición del peronismo: aprobar la amnistía que se habían dictado los comandantes de la dictadura. Alfonsín, contra el temor de una parte del radicalismo, constituyó la Conadep que el peronismo se negó a integrar, promovió el Juicio que finalmente se hizo. Argentina, 1985. Luder no era un líder, Alfonsín sí.        

Un candidato honesto debe dejar en claro los términos del contrato antes de la elección. No alcanza con el “qué”, hay que explicar el “cómo” para que no haya equívocos después, cuando la mayoría de la sociedad tenga que bancar las medidas anunciadas. De otro modo, no hay gobierno que pueda contra los que retienen el poder desde siempre. Al terminar el discurso, se tendría que oír la frase de cierre del líder, aunque no la diga: “Esto es lo que hay que hacer, si no quieren, voten a otro”.




   

sábado, 30 de noviembre de 2019

Macri, el empresario que no fue… @dealgunamanera...

Macri, el empresario que no fue…

Unión Industrial: Despedida del Presidente. Fotografía: Juan Obregón.

El jueves a la tarde, cuando estaba por concluir la reunión anual más triste de la historia de la Unión Industrial desde que comenzó con su conferencia hace 25 años, los empresarios hacían sus comentarios en el coffee-break previo a la última exposición de Felipe González que inmediatamente daría paso al discurso de clausura de Macri.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 30/11/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Mientras algunos mencionaban que en estos cuatro años –algo que no sucedió ni en la crisis de 2002– hubo una caída de alimentos del 19% en términos absolutos y 23% per cápita porque todos los años siempre creció mínimamente el 1%, que es lo que crece la población, otros agregaban que la leche cayó el 30% acumulado en el mismo período hasta que a alguien se le escapó “es el peor presidente de la historia reciente”, lo que generó un silencio incómodo.

Ser rechazado por sus pares debe ser para Macri en su final el castigo más doloroso

Otro grupo decía: “Seguro que Macri vendrá con su discurso triunfalista diciendo que deja la economía mejor que antes y lista para crecer; por respeto a la investidura presidencial aplaudiremos, que es lo que corresponde, aunque estemos en desacuerdo”, al tiempo que otro empresario comentaba que “en los cuatro años de Macri se perdieron casi 200 mil empleos industriales, la misma cantidad de puestos de trabajo destruidos que en los cuatro años de la crisis 1998-2001 que derivó en el default de 2002.

El mejor termómetro del enojo de los empresarios con Macri es el que mide el patrimonio de las empresas, y casi todas perdieron la mitad de su valor en estos cuatro años. Pero el daño no acabaría allí: “Lo peor –dijo otro– es que la sociedad cree que Macri gobernó para los empresarios y por mucho tiempo quedaremos estigmatizados como corresponsables de este fracaso económico”.

Cuando yo preparaba con Felipe González los temas sobre los que le preguntaría al moderar la exposición que él iba a hacer, me dijo: “Hubo una moda de empresarios convertidos en jefes de Gobierno como Berlusconi, a quien conocí muy bien antes de que ganara las elecciones en Italia y luego cuando compartimos una temporada al frente de nuestros gobiernos. Los empresarios vienen a decirle a la sociedad: ‘Yo no soy como los políticos, no necesito enriquecerme porque ya soy rico’, lo que no se confirma en la realidad porque muchos ricos quieren ser más ricos. Y le agregan a su discurso: ‘Quiero trasladar mi éxito en lo privado a lo público para beneficiar a todos’, pero luego fracasan porque lo público es de otra naturaleza: confunden a su gabinete o consejo de ministros con una reunión de directorio con sus ejecutivos, y al Congreso o a la Asamblea Nacional con una reunión de accionistas donde ellos tienen la mayoría”.

Pero en el caso del fracaso de Macri quizás se agregue otra problemática. Berlusconi, Trump o Piñera en Chile son empresarios que produjeron ellos mismos su fortuna mientras que Macri la heredó. En cierta medida es un empresario que no fue. No pasó a la política después de haber realizado una prominente carrera empresarial sino por no poder consumarla, lo que quizás explique psicológicamente el maltrato que sintieron muchos empresarios y más aún los que fueron contemporáneos de su padre, aunque sea por pocos años.

En Estados Unidos, Michael Bloomberg anunció su precandidatura presidencial por el Partido Demócrata para competir con Trump en las elecciones del año próximo presentándose a sí mismo como “creador de empleo, líder, solucionador de problemas”. Bloomberg es veinte veces más rico que Trump y su influencia trasciende al dinero por ser dueño de uno de los medios globales de noticias económicas. Bloomberg dijo: “Me presento a presidente para derrotar a Trump y reconstruir América. No podemos permitirnos cuatro años más de las acciones imprudentes y poco éticas del mandatario. Representa una amenaza existencial para nuestro país y nuestros valores. Si gana otro mandato, puede que nunca nos recuperemos de los daños”.

Entre los argumentos de quienes apoyan a Bloomberg está que Trump quebró varias empresas y no fue tan exitoso como parece. Tema con algún paralelo con el presidente argentino, ya que el grupo Socma comenzó su ocaso cuando Mauricio Macri todavía era parte de su conducción y se fue reduciendo considerablemente hasta dejar de pagar el canon por la privatización del Correo Argentino en septiembre de 2001. En defensa de Macri hay que decir que la Argentina, por la cantidad de crisis económicas acumuladas durante las últimas décadas, no cuenta con una cantidad de empresarios verdaderamente exitosos como Bloomberg o Piñera.

Y Felipe González, ya frente al público en la conferencia de la Unión Industrial, dijo: “Con política monetaria sola no se puede bajar la inflación, aunque lo digan los libros. Lo que se consigue es encarecer tanto el crédito y endurecer tanto las condiciones del crédito que no se acaba con la inflación y sí se acaba con el aparato productivo”. El tan citado Pacto de la Moncloa se realizó en España cuando aún faltaban más de veinte años para la sustitución de su moneda, la peseta, por el euro, y tenían una inflación anual del 27%. Como parte del pacto se autolimitaron sindicatos, empresarios y gobierno a reducir año a año el porcentaje de aumentos de salarios y precios desindexando la economía sobre la inflación del año anterior.

Argentina no tuvo empresarios con éxito verdadero dedicados a la política

Al terminar la conferencia, dos vicepresidentes de la Unión Industrial hicieron declaraciones: José Urtubey dijo que a Macri se lo aplaudió al terminar su discurso “solo por respeto”, y Guillermo Moretti fue aún más terminante: “Yo tengo un gran respeto por la investidura presidencial, pero me retiré antes de que hable porque también tengo respeto por mí mismo”.

Fue la triste despedida de Macri en la Unión Industrial, el presidente empresario que terminó siendo peor valorado por su propio grupo de pertenencia.







jueves, 20 de septiembre de 2018

El socialismo actual… @dealgunamanera...

El socialismo actual…


En vísperas de las elecciones locales del 2015, y para salir del maligno estereotipo que tenemos del régimen ‘socialista’ de nuestros vecinos latinoamericanos y de las guerrillas, es necesario reconsiderar la concepción que tenemos del socialismo actual.

© Escrito por Andrés Quintero Olmos el jueves 08/01/2015 publicado por el Diario El Heraldo de la Ciudad de Bogotá, Colombia.

Hoy en día, el socialismo occidental es la contraposición directa al régimen político despótico. En efecto, el uso de la palabra socialismo conlleva mayores retos y responsabilidades hacia la democracia y los derechos humanos. En palabras del expresidente español Felipe González,“el socialismo puede ser definido en grandes líneas como la profundización del concepto de la democracia”.

En su origen, el socialismo era un tipo de organización social fundada sobre la propiedad colectiva de los medios de producción en contraposición al capitalismo. Sin embargo, hoy en las democracias de los países desarrollados ya no hablamos en la práctica política de socialismo marxista, leninista o marxista-leninista. El debate entre socialismo y capitalismo caducó.

Desde la caída del muro de Berlín, los conflictos sociales o geopolíticos ya no se basan sobre fundamentos ideológico-políticos entre el lado anticapitalista y el lado anticomunista. Hoy, los conflictos políticos, como lo dijo cabalmente el autor Samuel Phillips Huntington, son “choques de civilizaciones”, es decir, conflictos socio-culturales, éticos o religiosos entre los pueblos que nada tienen que ver con la aceptación o no del capitalismo. De ahí el anacronismo de las Farc.

Desde la Convención de Frankfort de 1951 de la Internacional Socialista, se debe interpretar de manera contemporánea al socialismo. Por un lado, como una organización social-demócrata que instaura una organización social en donde los ciudadanos e individuos deben tener peso en las decisiones colectivas. Y, por otro lado, que los valores democráticos rijan en todos los niveles de la sociedad para que esta esté organizada sin relaciones de dominación ni sumisión, sin diferencia de clases y sin prejuicios o discriminaciones.

Algunas corrientes político-ideológicas en el mundo han logrado traducir estos preceptos en realidad. Los movimientos políticos de la socialdemocracia española, sueca, francesa, danesa, belga, alemana, canadiense, entre otros, han logrado implantar, con mayores o menores niveles de éxito, las vicisitudes modernas del socialismo en realidades tangibles para sus pueblos.

De este modo, el socialismo no puede seguir siendo interpretado como el antagonismo del capitalismo, sino más bien como su vertiente moderada; el socialismo de nuestros tiempos pretende corregir los aspectos injustos y las externalidades negativas del capitalismo salvaje. Por consiguiente, quienes contraponen capitalismo y socialismo, o no conocen el primero o no saben los verdaderos objetivos del segundo.

Por ende, y sin ahondar sobre los aspectos positivos o negativos del verdadero socialismo, tenemos que responsabilizarnos a la hora de utilizar el término para no caer en la tentación de acoplar su significado con los modelos autoritarios de Venezuela, Cuba o de las guerrillas colombianas.



domingo, 19 de marzo de 2017

¿Tiene que ir presa Cristina para que haya inversión?... @dealgunamanera...

¿Tiene que ir presa Cristina para que haya inversión?

¿Tiene que ir presa Cristina para que haya inversión? Foto: Página 12

La ex presidenta envió carta documento a Felipe González intimándolo a desmentir que le hubiera dicho a Macri durante su visita a España que las inversiones no llegarán a Argentina hasta que Cristina Kirchner vaya presa, versión publicada por Clarín el viernes.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 19/03/2017 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La ex presidenta envió carta documento a Felipe González intimándolo a desmentir que le hubiera dicho a Macri durante su visita a España que las inversiones no llegarán a  Argentina hasta que Cristina Kirchner vaya presa, versión publicada por Clarín el viernes. El ex jefe de Estado español se desdijo el mismo día, pero la cuestión de fondo no es si fue verdad que Felipe González se lo dijo a Macri, sino si es verdad que las inversiones no vendrán hasta que Cristina Kirchner vaya presa, idea que se instaló en el debate y cobró vida propia aunque González la haya desmentido.

Esa idea asume que habría inversiones que están esperando para venir, lo que por sí solo sería útil a Macri, independientemente de que no se tratara de que la ex presidenta fuera literalmente presa sino que perdiera las elecciones de octubre y simbólicamente quedara “presa en el pasado”.

Es funcional al Gobierno porque candidato es aquel a quien se le cree una promesa, y para las elecciones de octubre Macri precisa sostener su gran promesa electoral de 2015, centrada en que habrá crecimiento económico de la mano de las inversiones que no venían por culpa del gobierno anterior. Primero sostuvo  que, tras la salida del cepo y el acuerdo con los holdouts, comenzaría la lluvia de dólares, luego en el segundo semestre, luego... luego.

Creer ahora que no llegaron las inversiones porque la vigencia de Cristina aún no se eclipsó definitivamente es un potente eslogan electoral para octubre pero es una simplificación. Es verosímil que aquellas inversiones que tienen un repago de largo plazo, y cuya actividad está regulada por decisiones del gobierno de turno, se sentirían más seguras si pudieran confirmar que no hay un regreso del mismo tipo de populismo a corto plazo. Pero extender eso a todas las inversiones futuras o atribuir la incumplida llegada de inversiones a esa causa, ilusionándose con un boom de inversiones en noviembre si Cambiemos ganara las elecciones, puede ser un error similar al de esperarlas tras el acuerdo con los holdouts.

Quedados en los 90. En los años 90, Menem deslegitimaba a quienes se le oponían desde dentro del peronismo diciendo que se habían quedado en el 45, por el primer peronismo. Un embajador de Francia, impresionado por la importancia que en nuestra universidad pública tenían desde Foulcault hasta Lacan, dijo que Argentina se había quedado en la Francia de los 70, la de mayo de 1968. Y se puede hacer un paralelismo económico diciendo que Néstor Kirchner se quedó en los años 70 y Macri en los 90. Que se cristalizaron en el paradigma en el que cada uno se formó. 

Que Néstor Kirchner creyó que la economía argentina de 2003-2008 crecía por sus políticas estatistas, cuando era por el aumento de los precios de las materias primas, por eso países como Perú, con economías anti-Estado y pro mercado, crecieron igual o más durante esos años. Y cuando los precios de las materias primas se estancaron y redujeron, su heredera, Cristina, no tuvo ninguna idea más que profundizar en la misma línea, sin descubrir que el país cavaba en un hoyo, y arengando con el discurso de “liberación o dependencia” sin haberse adaptado a la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría.

La misma ceguera paradigmática podría tener Macri si creyera que la fuerza imparable del libre comercio y la globalización alcanzarían para propulsar la economía argentina si se liberaran las fuerzas de las ataduras con que las habían amarrado los Kirchner. Sin comprender que en aquel mundo de los 90 tras la caída del Muro de Berlín, cuando Europa se hacía una sola y surgía el euro, la palabra “globalización” era sinónimo de progreso y crecimiento mientras que ya en la segunda década del siglo XXI se la percibe como una amenaza de pérdida de empleo en los países de medianos salarios hacia arriba, y pérdida de empresas e industrias. En 2015, cuando Macri preparó su plan de gobierno, todavía el Brexit y Trump no habían emergido, aunque su germen ya se estuviera gestando.

La misma falsa ilusión reside en creer que el conflicto social de las últimas semanas es el resultado de una puja por quiénes se aferran a las ventajas que les dio la inflación pidiendo más salario o más subsidio a un Estado que genera un déficit que sólo puede pagar con emisión monetaria. En Brasil, la inflación es del 6% y hay conflictos sindicales, puja distributiva y recesión sin que haya inflación. Lo mismo podría decirse de España, donde el conflicto social y la recesión son crónicos a pesar de la inexistente inflación.

Todo ello no minimiza la importancia de la inversión para que la economía argentina retome su crecimiento, ni dejar de reconocer que el modelo kirchnerista la inviabilizó; o que la reducción de la inflación no es imprescindible para que la Argentina vuelva a crecer sostenidamente. 

Pero ponderar su importancia relativa es fundamental para que el Gobierno no vuelva a sobreestimar sus fortalezas, como hizo al comienzo de su gestión, cuando creyó que el solo fin del gobierno kirchnerista atraería las inversiones de todo el mundo y en las oportunidades que el comercio mundial les daría a los productores argentinos, junto a que el populismo había pasado definitivamente de moda.

Dicen que en privado Macri está enojado y de muy mal humor, atemorizando a sus colaboradores. Debería estar enojado con él mismo. No por haber errado en el diagnóstico sino en la potencia que tenía la medicina que pensaba utilizar para la cura y la velocidad con la cual se restablecería la salud de aquello que venía a reparar. Aunque nadie que no se sobreestime podría ser presidente.




sábado, 15 de octubre de 2016

Riqueza... Fin de la tercera vía… @dealgunamanera...

Fin de la tercera vía…


El agotamiento de las socialdemocracias europeas a mano de experiencias popular-nacionales radicales, muchas de derecha conservadora, se corresponde con la polarización que hoy se observa en las elecciones en EE.UU. y el avance de la derecha conservadora en América Latina. 

© Escrito por Artemio López el sábado 15/10/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


La crisis del PSOE, el partido que orientó la transición española tras la dictadura franquista, el agotamiento del Partido Socialista francés, la agonía de la hoy moderada Syriza, la emergencia del “extremista” Jeremy Corbin y los resultados del Brexit, el declinar de la socialdemocracia alemana tiene su contrapartida.  


Por debajo de todas estas novedades está el agotamiento definitivo de las experiencias de centro “moderado” que irrumpieron con fuerza durante los años ochenta y permanecieron exitosas hasta mediados de primera década de este siglo.

El colapso de la tercera vía resulta entonces un movimiento general expresado globalmente a nivel electoral, correlacionado con la expansión de la desregulación típica de la actual fase financiera y su crisis a mediados de la década pasada con la fortísima concentración del ingreso que supuso y sobre la que el informe reciente de Oxfam es contundente: la desigualdad extrema en el mundo está alcanzando cotas insoportables. Actualmente, el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante de las personas del planeta. 


El poder y los privilegios se están utilizando para manipular el sistema económico y así ampliar la brecha, dejando sin esperanza a cientos de millones de personas pobres. El entramado mundial de paraísos fiscales permite que una minoría privilegiada oculte en ellos 7,6 billones de dólares. Para combatir con éxito la pobreza, es ineludible hacer frente a la crisis de desigualdad.

Agoniza así, de la mano de la megaconcentración del ingreso y urbi et orbi la “amplia avenida del medio”, sostenida en su momento en las figuras ya emblemáticas de Bill Clinton en los EE.UU., Tony Blair en el Reino Unido, Gerhard Schröder en Alemania, Felipe González en España, François Mitterrand en Francia, Raúl Ricardo Alfonsín en la Argentina, Fernando Henrique Cardoso en Brasil.

Néstor Kirchner vio antes que ninguno la creciente polarización de la opinión pública tras su certera lectura de la crisis del año 2001 en el país –anticipatoria de otras crisis planetarias– y desplegó con gran precisión conceptual, política y electoral una experiencia popular democrática continuada por Cristina Kirchner, que nunca sucumbió  –en 12 años de gestión y cinco desafíos electorales resueltos exitosamente– a la estrategia de moderación extrema. 

En este sentido la campaña del FpV del año 2015 –y su candidato–, resultaron en su diseño un retroceso conceptual a momentos de moderación extrema prekirchnerista.

Fue en la estrecha ventana temporal constituida entre la primera y segunda ronda electoral –recién entonces– cuando conceptualmente la campaña y el candidato, asumieron la polarización de la opinión pública como un dato estructural tras la megacrisis del neoliberalismo del año 2001 reconducida por 12 años de gestión del populismo kirchnerista. Demasiado tarde para lágrimas.

En síntesis, nuestro país no parece ser la excepción y no hay espacio tampoco para “la tercera vía”. Comienzan a observarse con creciente nitidez, ya pasada la borrachera electoral, dos liderazgos antagónicos, irreconciliables que expresan a su vez dos modelos polares de organización económica, social, política y cultural, que no dejan espacio a terceros. 

Los liderazgos de Mauricio Macri, emergente del recomienzo del neoliberalismo bajo el formato de populismo conservador de centroderecha y Cristina Kirchner, representante del modelo sustitutivo con inclusión bajo la forma de populismo progresista de centroizquierda.

Estas son las dos alternativas que seguramente signarán el comportamiento electoral de nuestro país en el corto y mediano plazo, ambas bien lejos de la tan venerable como anacrónica “tercera vía”, hoy depositada en casi todo Occidente en el desván de los trastos en desuso. 


domingo, 14 de octubre de 2012

Destituyentes… De Alguna Manera...


Destituyentes…


Es difícil optar entre la ignorancia más pedestre y la mala fe deliberada. Tal vez se trate de ambas cosas. Pero optar, a la hora de las hipótesis, entre definirlos como brutos o diagnosticar pura y tóxica malicia se torna un dilema espinoso. Vocero oficioso del oficialismo más rústico y a la vez embajador honorario de los ayatolás en la Argentina, Luis D’Elía se apresuró, tras la victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela, a sentenciar que no debería haber “ningún impedimento legal” para que Cristina Fernández pueda postularse nuevamente como candidata a presidenta.

Pese a que se describe como “docente”, D’Elía procede como un troglodita, pero su deducción es extraordinariamente didáctica. Enseña cómo piensa la tropa oficial: “Si uno pensara en términos abstractos, no tendría que haber ningún límite leguleyo (según la RAE, “persona que aplica el derecho sin rigor y desenfadadamente”) para la voluntad popular. Si un pueblo quiere elegir, en cualquier país del mundo, al candidato que fuere las veces que crea necesario, no tendría que haber ningún impedimento legal para la voluntad popular”.

¿Leguleyo? Para el ensamblaje conceptual del oficialismo, las leyes y las normas sólo deben ser acatadas en tanto y en cuanto discurran en la dirección de las necesidades del Gobierno. Por eso la machacona insistencia de “adecuar” la ley máxima de la república a las necesidades coyunturales que alega tener el Gobierno. Dice D’Elía, hombre de conocimientos módicos: “Hay mucha hipocresía en la Argentina. Hay comunicadores hegemónicos que ven bien la re-reelección en Alemania o España y la ven mal en América latina. No se entiende”. Lo que él “no entiende” tiene que ver con su oscura y profunda ignorancia. Ilustrarlo puede servir al lector.

Desde la refundación de la democracia española, en 1982, ese país ha tenido cuatro presidentes de gobierno. España es una democracia constitucional y parlamentaria. La jefatura del Estado la ejerce el rey, y la titularidad del Poder Ejecutivo recae en el candidato elegido por el partido ganador de las elecciones legislativas. Ese diputado debe serlo primero, para que el Congreso lo designe presidente.

El socialista Felipe González fue elegido por cuatro legislaturas sucesivas, y ejerció la presidencia de España entre el 2 de diciembre de 1982 y el 4 de mayo de 1996. Su primer período fue de cuatro años (1982-1986), el segundo de tres (1986-1989), y el tercero otra vez de tres (1989-1993), al igual que el último (1993-1996). El conservador José María Aznar fue electo presidente en dos ocasiones (1996-2000 y 2000-2004). El socialista José Luis Rodríguez Zapatero ocupó el cargo entre 2004 y 2008, y entre ese año y 2011. El 21 de diciembre de 2011 asumió la presidencia de España el conservador Mariano Rajoy. Antes de Rajoy, los tres anteriores ocuparon más de un mandato, no como de una re-reelección derivada de una reforma hecha a medida sino en cumplimiento de lo estipulado por la Constitución española promulgada en 1978.

Algo parecido sucede en Alemania. Dividida hasta 1989, la nación alemana adoptó un régimen de democracia parlamentaria. El canciller federal es el jefe de gobierno y es elegido por el Bundestag (la cámara de diputados), para lo cual debe primero ganar una banca. La jefatura del Estado recae en un presidente con funciones honorarias.

Alemania Occidental tuvo seis cancilleres federales entre 1949 y 1990: Konrad Adenauer entre 1949 y 1963, Ludwig Erhard entre 1963 y 1966, Kurt Georg Kiesinger entre 1966 y 1969, Willy Brandt entre 1969 y 1974, Helmut Schmidt entre 1974 y 1982, y Helmut Kohl entre 1982 y 1990. Tras la unificación de ambos estados (Occidental y Oriental), Alemania eligió tres jefes de gobierno: Helmut Kohl de 1990 a 1998, y Gerhard Schröder de 1998 a 2005, año desde el cual gobierna Angela Merkel. Al igual que lo que sucede en España, no hay en Alemania tal cosa como “re-reelección”: las leyes constitucionales son las que determinan que el poder político deriva y emana del pueblo y que el pueblo se organiza en legislaturas, que tienen el derecho de nombrar y destituir al jefe del Ejecutivo. Se entiende, ¿no? Son parlamentos destituyentes, una paradoja que la elementalidad nacional y popular no podría entender jamás.

La pretensión ridícula de querer naturalizar las transgresiones constitucionales criollas tratando de equiparar el consuetudinario hábito argentino de cambiar las normas todo el tiempo con el cuerpo de la praxis constitucional europea configura una mezcla perfecta de inescrupulosidad y analfabetismo. Los autores de estas tramoyas dialécticas circulan lubricadamente por el escenario doméstico, porque perpetran con frescura disparates que raramente son interpelados desde medios que habitualmente padecen una penuria que conspira contra la excelencia informativa.

El problema, empero, no es sólo uno de ignorancia y cinismo. Es también una cuestión de desesperación. La temática de la reforma constitucional auspiciada desde el oficialismo, artificial, estéril e inútil, sólo revela el vacío existencial del cristinismo. Como ya es evidente, ostensible y cada vez más acuciante, Cristina Fernández no tiene sucesores ni delfines. Que así sea es un mérito de ella y de nadie más. Por eso, tras las elecciones legislativas de 2013, la opción por saber quién viene luego de ella es de vida o muerte para el Gobierno. Sólo puede ser ella. Cuando D’Elía habla, además de verbalizar su pasmosa rusticidad muestra dónde aprieta el cinturón en el esqueleto presidencial. Es una vivencia dolorosa.

© Escrito por Pepe Eliaschev y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires  el domingo 14 de Octubre de 2012.