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miércoles, 20 de junio de 2018

Verás que todo es mentira… @dealgunamanera...

Verás que todo es mentira…

Presidentes del BCRA: Sturzenegger y Caputo. Fotografía: CEDOC/ PERFIL

Las hipótesis a priori deben ser susceptibles de verificación en la realidad, por lo menos tendencialmente. Tantos pronósticos incumplidos ponen en duda la credibilidad de todos los economistas del Gobierno.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 16/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

“Con los 50 mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional, el dólar baja”. No bajó. Como tampoco florecieron los brotes verdes, ni llegó ningún segundo semestre, ni tampoco los precios en pesos de diciembre de 2015 asumían el precio del dólar blue antes de la salida del cepo. ¿Solo Sturzenegger es quien perdió credibilidad? Tantos pronósticos incumplidos ponen en duda la credibilidad de todos los economistas del Gobierno.

Milton Friedman, en The Methodology of Positive Economics, escribió: “Los supuestos de una teoría deben juzgarse en función de su idoneidad para suministrar predicciones suficientemente ajustadas”. No hay ciencia sin algún tipo de posibilidad predictiva. Las hipótesis a priori se deben confirmar en el testeo posterior, ser susceptibles de verificación en la realidad, por lo menos tendencialmente.

Obtener resultados predichos, esencia del apriorismo, es el fin del conocimiento. En una columna de la semana pasada, escrita con el mismo clima de escepticismo que hoy, poniendo en duda que muchos economistas argentinos cumplieran con ese estándar, recibí a pocas horas de ser publicada dos reclamos de dos economistas celosos de su profesión que por su extremadamente opuesta adscripción ideológica pintan la singularidad del Gobierno.

Un pronóstico tras otro se revela equivocado en un clima generalizado de escepticismo.

Ambos coincidían en que hubo injusticia en la generalización porque ellos habían pronosticado en diciembre lo que viene sucediendo, no como la calificadora de riesgo Fitch, que suelta de cuerpo esta semana bajó de un día para el otro (no escalonadamente) su pronóstico de crecimiento del producto bruto argentino en 2018 a la mitad de lo que había previsto en diciembre.

Con razón, Carlos Melconian me recordó la cantidad de advertencias públicas que hizo sobre cómo se subestimaba la herencia, se erraba en el diagnóstico y se cometía mala praxis. Desde la perspectiva opuesta, Axel Kicillof, a quien no conozco, en su argumentación me envió su discurso de diciembre pasado, cuando se aprobó el Presupuesto y, otro anterior donde dice expresamente: “Esto termina en el Fondo Monetario Internacional”.


Que Kicillof, que tiene aversión a Macri, y Melconian, que tiene justificados motivos para sentirse maltratado por el Gobierno, fueran de los pocos notables, junto a alguna otra excepción, que advirtieran en diciembre un futuro económico tan distinto al que preveía el Presupuesto aprobado en el Congreso no quita la importancia de que la mayoría de los pronosticadores no lo haya advertido. Ni las consultoras de economistas argentinos, ni las calificadoras de riesgo como Ficht, ni tampoco el Fondo Monetario Internacional, previeron una megadevaluación.

Una respuesta posible es porque los pronósticos siempre están guiados por intenciones, conscientes o inconscientes, lícitas o ilícitas. El Gobierno y los legisladores de Cambiemos impulsaron un Presupuesto optimista (dólar a 19 pesos en diciembre de 2018 e inflación anual entre 10% y 12%) porque deseaban que así fuera, y con su deseo quisieron contagiar las expectativas de la sociedad para que contribuyera a la realización del pronóstico: la vieja idea de que el oráculo cumple una función performativa, no adivina qué va a pasar sino que dice lo que tiene que pasar. El mismo argumento se podría utilizar para los pronósticos de Kicillof y, de forma muy diferente, de Melconian: que con su sola formulación contribuyeron a que sucediera lo que pronosticaron.

En el caso de los estudios de economistas locales, la explicación puede ser esta: venden sus pronósticos a las empresas cuyos CEO les piden que por favor sean optimistas con sus proyecciones para que los accionistas no reduzcan las inversiones y no tener menos presupuesto para todo, incluso para seguir contratando los informes de los economistas.

En el caso de las calificadoras de riesgo puede deberse a que no cuentan con más recursos de análisis que el periodismo especializado, incluso algunas surgieron de editoriales de publicaciones económicas, y siguen en sus vaticinios lo que dice la mayoría, sin pensamiento propio.

Finalmente, respecto del Fondo Monetario Internacional, salvo que se trate de un país en beligerancia con las principales potencias que integran su directorio, sus informes tienen en cuenta el ámbito político y entonces tratan de no generar la profecía autocumplida.

 En un contexto donde hay crisis de representación, porque las instituciones políticas perdieron autoridad y legitimidad, el descrédito también afecta a la economía, que genera una sensación de vacío en los ciudadanos. A Macri se le reclama que tenga éxito en la economía o que se vaya en 2019, pero en cualquier caso la sociedad precisará volver a creer en los que saben de economía  y creer que ellos la guiarán hacia el progreso. Sin credibilidad no hay economía ni política que resistan.

Si lo que se dice que va a pasar reiteradamente no se cumple, la pregunta a formularse es: ¿“es la economía, estúpido”, como se le dijo a George Bush padre cuando competía contra Clinton por la presidencia de los Estados Unidos y perdió, o “es la política, estúpido”? Puesto en otros términos, ¿el problema era Sturzenegger o en su momento Prat-Gay y hasta el mismo Melconian promoviendo autocrítica desde dentro del Gobierno, o el problema es que el propio Presidente perdió credibilidad?

La pérdida de credibilidad no es solo de Sturzenegger sino del equipo del Gobierno

Otra forma de escaparle al tema de fondo es criticar la comunicación, el clásico “matar al mensajero”. El error de usar para el día a día del Gobierno las mismas técnicas con las que Jaime Duran Barba hace ganar las elecciones no es una explicación válida. No es lo mismo que el Gobierno recién asumido no haya explicado por cadena nacional la pesada herencia recibida que más tarde haya anunciado que lloverían dólares, que en el segundo semestre se despegaría o que ya habían aparecido los “brotes verdes”. Esto no habla de comunicación sino de una percepción distorsionada de la realidad, probablemente potenciada por los economistas argentinos y extranjeros que le pronosticaron a Macri un futuro mejor para poder venderle deuda y servicios de consultoría. En síntesis, no es ni la economía ni la política, “estúpidos”; es el deseo.



(Fuente www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com

lunes, 7 de mayo de 2018

Temblor Político – Financiero… @dealgunamanera…

Es la política (y no es estúpido)

Dujovne-Caputo. Sería riesgoso dejar en manos de economistas el destino económico del país. Dibujo: Pablo Temes.

Si una Nación se manejara como una empresa todo sería más sencillo. Lo que se gasta nunca podría ser más de lo que ingresa, no al menos por mucho tiempo.

© Escrito por Gustavo González el domingo 06/05/2018 y publicado por el Diario Perfíl de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La célebre “the economy, stupid” fue una jugada perfecta que el Duran Barba de Clinton (James Carville) le propuso para vencer a Bush padre. El republicano venía con una alta imagen positiva producto de su política exterior y parecía invencible si el demócrata no conseguía correr de allí el foco de la opinión pública. Lo logró con aquella frase contundente e instalando la dicotomía entre “el cambio vs. lo viejo”, otra de las patas estratégicas de la campaña de Carville.

Los estadounidenses lo interpretaron como la promesa de mejorar sus condiciones económicas cotidianas, más allá de los grandes relatos políticos, y le dieron su voto.

Para los economistas, la frase remite a que, detrás de todo, se esconde el interés, la lógica y la necesidad económica. Entienden, con razón, que la economía es la estructura de una sociedad sobre la que se montan luego superestructuras legales, jurídicas y hasta culturales y religiosas.

Eso es cierto, solo que los que mueven las teclas de la economía son los dedos de la política. Esa misma ductilidad que usaron Clinton y Carville para llegar a la presidencia de la primera potencia mundial. La economía es la estructura, pero la política es la que determina qué estructura se elige.

La economía. Esta semana la Argentina terminó conmovida por lo que más la suele conmover: la disparada del dólar. Se la asocia de inmediato a tres problemas serios:

1) Corrida financiera.
2) Inflación.
3) Recesión.

Como si le faltara alguna dosis de dramatismo a un dólar de 23,30; el jueves pasado se cerraba con Carrió transmitiendo en vivo desde la Casa Rosada para “llevarle tranquilidad” a los argentinos.

En el Gobierno sostienen que ninguno de esos tres fantasmas existe. Creen que sobre hechos reales, otros debatibles y muchos falsos, la oposición y cierto establishment “juegan con fuego”.

Explican en privado lo mismo que en público: hay un reacomodamiento de la divisa tras la suba de tasas en los Estados Unidos y cambios de cartera en el mercado local, y que el Central tiene el poder de fuego para controlarlo: “Corrida es otra cosa y, más allá de la incertidumbre que se genera, el mercado financiero está tranquilo”.

El problema incuestionable es el de la inflación y el temor a que el nuevo aumento del dólar vaya a los precios. Algo que, pese a lo que digan los funcionarios, va a suceder. Y no solo por la porción de productos total o parcialmente importados que se consumen aquí y que ahora habrá que pagar más al convertirlos en pesos. O por los bienes dolarizados, como las propiedades y el combustible. También por las empresas extranjeras cuyas casas centrales seguirán pidiendo los mismos resultados en dólares que tenían previsto, más allá de la cotización en pesos de la divisa.

En cualquier caso, será inevitable que el incremento del dólar se traslade, en mayor o menor porcentaje, a los precios.

Abril rondaría 2,5% de inflación y, con el nuevo dólar, mayo difícilmente baje del 2%.

Las mismas cifras que los Kirchner escondían y subestimaban, son un grave problema para un Presidente que llegó prometiendo que no solo bajaría la inflación sino que hacerlo sería fácil. No es fácil, pero sí imprescindible para cualquier gobierno que pretenda ordenar cuentas y darle previsibilidad a la sociedad.

El otro desafío que Macri se autoimpuso es el de terminar con el déficit fiscal. El viernes Dujovne y Caputo celebraron que este año incluso se superará la meta prevista, bajándolo del 3,2 al 2,7% del PBI.

Es el resultado de un ajuste en la administración pública y de la quita de subsidios. Y la reducción de subsidios es el origen del incremento de las tarifas de luz (560% en promedio), agua (416%) y gas (290%) aplicado desde la asunción de Macri. Solo en este primer semestre, las subas en el transporte le agregarán un 62% a los boletos de tren y otro 67% a los de colectivo y subte. 

Estos aumentos achican el déficit, pero retroalimentan mes a mes el proceso inflacionario y dejan en manos del Banco Central la difícil responsabilidad de, aun así, frenar la espiral. Lo intenta, acotando la flotación libre del dólar y sin mucha suerte. Debió vender US$ 7.500 millones de reservas en dos meses y llevar las tasas al 40%, con el consiguiente enfriamiento de la economía. El primer trimestre terminó con una caída del consumo del 1% con respecto al mismo trimestre de 2017, que ya había sido frío.

El déficit y la inflación son dos problemas que los gobiernos deben afrontar. La diferencia es que el primero afecta a casi todos los países y el segundo a casi ninguno.

De 186 estados, hay 147 que están en rojo con sus cuentas fiscales. Casi el 80% del total. De ellos, algo más de un tercio está igual o peor que la Argentina.

Con la inflación, el ranking es distinto. Hay solo seis países con más inflación que el nuestro: Venezuela, Sudán del Sur, Congo, Siria, Libia y Sudán. Naciones cruzadas por miserias y guerras internas.

La política. 

La definición de que la política es el arte de lo posible, indica como contrapartida que el arte de alcanzar objetivos imposibles no se llama política. Puede ser magia u otra ciencia social, pero política no es.

El objetivo de Cambiemos de ordenar la economía es meritorio. La cuestión es cómo hacerlo. ¿Será posible reducir el déficit con shock de incrementos en tarifas y servicios, bajar la inflación a pesar de eso y aplicando tasas del 40% y lograr, con todo, que ni la economía ni la sociedad se enfríen?  

Si una Nación se manejara como una empresa todo sería más sencillo.

Lo que se gasta nunca podría ser más de lo que ingresa, no al menos por mucho tiempo. No habría más empleados que los necesarios ni obligación de donar dinero para que el vecino viva mejor. Manejar un Estado es tan distinto que, por ejemplo, para salir de las crisis recurrentes del capitalismo (y solo para eso) Keynes recomendaba profundizar el endeudamiento y la impresión de billetes. Imagínense si un CEO tuviera esa posibilidad.

Sería un error decir que Macri no entiende de política, por algo llegó donde llegó, pero su especialidad es la administración privada, la elaboración de estrategias electorales y la voluntad para estar preparado cuando la historia lo necesitó.

Los economistas tienen que saber sumar, restar y alguna otra operación compleja. Pero los políticos son los filósofos de la economía, los que estudian las causas y efectos de esas sumas y restas.

Que Macri sea un ingeniero no significa que no pueda desarrollar una mayor sensibilidad para entender que en la conducción de un país no hay física sin metafísica ni matemática sin cierta épica. Y que no habrá eficiencia económica sin eficiencia política.

Un poeta español, Antonio Machado, decía que en política solo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire, no quien pretende que sople el aire donde pone la vela. Macri ganó porque supo representar a una mayoría social que soplaba en esa dirección. Su desafío ahora es tener la sensibilidad suficiente para hacer de la política el arte de obtener los resultados económicos que pretende a través de un camino posible y en los tiempos posibles.

No es algo que puedan resolver sus múltiples ministros de Economía. Es algo que solo pueden resolver los políticos.



domingo, 21 de enero de 2018

Un año de poder. El dilema de Trump… @dealgunamanera...

Un año de poder. El dilema de Trump… 

Empleado del Mes. Donald Trump. Dibujo: Pablo Temes.

Celebra en medio de contradicciones brutales. Lo que dicen las encuestas y sus mamarrachos políticos.

© Escrito por Nelson Castro, desde la Ciudad de New York, el domingo 21/01/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Es un fin de semana intenso en los Estados Unidos. Se  cumple un año de la asunción presidencial de Donald Trump y en Nueva York y Washington la fecha marca también el recuerdo de la marcha de las mujeres que, con su multitudinaria dimensión, exteriorizó no solo el nivel de rechazo que genera el presidente de los Estados Unidos entre sus compatriotas, sino también la profundidad de la división por la que hoy en día atraviesa la sociedad americana. Quienes marcharon entonces contra Trump marcharon otra vez ayer.  Mientras tanto, para neutralizar esto, el presidente organizó una fiesta para celebrar el aniversario.  

El devenir de los hechos en este primer año de gestión es abundante en episodios que a lo largo de la historia caracterizaron el manejo del poder en las así llamadas repúblicas bananeras. Decir esto no es original. Lo novedoso es que esto esté ocurriendo en los Estados Unidos. La presidencia de Trump ha puesto en jaque los valores del sistema democrático de este país. Paradójicamente, todo sucede en medio de un repunte claro y objetivo de la economía norteamericana.

Ese repunte, que ya se venía produciendo durante los últimos años de la administración de Barack Obama, se vio revitalizado por algunas de las medidas implementadas por Trump. Entre ellas está la reducción del impuesto a las ganancias para las empresas, que pasó del 35% al 21%. Esto les permitió recuperar competitividad e hizo que muchas de ellas que habían reducido su nivel de inversiones en el país las redireccionaran hacia aquí.

Otra de las medidas que generó esta reactivación tiene que ver con la eliminación de regulaciones orientadas a la protección del medio ambiente. Las encuestas del viernes, que mostraron un muy bajo nivel de aprobación del gobierno de Trump –solo el 39%–, señalaban en paralelo un alto nivel de aprobación de la gestión económica, aun cuando reconocía que las medidas adoptadas por Barack Obama eran la base de la reactivación de la economía. 

Día a día. La crónica de la semana que pasó exhibe con claridad el permanente estado de desorden que se vive dentro de la Casa Blanca y las consecuentes mentiras y contradicciones del presidente.

Veamos:

El lunes 15 se conmemoró la figura de Martin Luther King Jr. Ese es un día feriado y, como forma de subrayar el peso de la conmemoración, es habitual que las figuras públicas, comenzando por el presidente, se involucren en algún acto de servicio comunitario. El mismísimo Trump había mencionado esto –“es un día dedicado a gestos solidarios”, dijo–, por lo que se esperaba que, en cumplimiento de la tradición que honraron sus predecesores, participara de alguna taraea comunitaria. Sin embargo, nada de eso ocurrió. El presidente se pasó todo el día jugando al golf en su espectacular casa de Mar-a-Lago.

El martes recrudeció la historia del encuentro sexual de Trump con la actriz porno Stormy Daniels, a la que conoció en 2006, durante un torneo de golf que se jugó en Nevada, al mismo tiempo que su esposa Melania se recuperaba del parto de su hijo Barron.

El miércoles el tema fue la salud del presidente y la controversia acerca de la interpretación de los resultados de su último chequeo médico. Mientras el médico de la Casa Blanca anunciaba que el estado de salud del jefe de Estado era excelente, destacados cardiólogos salieron a criticarlo diciendo que, en virtud de los valores de colesterol del presidente y de su peso, eso no era así.

Pero lo más interesante del asunto es que, en muchos medios se habló de que Trump había falseado su altura para no ser catalogado de obeso. Y el jueves recrudeció el tema de las expresiones del presidente, quien, durante un encuentro con legisladores de ambos partidos, al hablar del espinoso asunto de los inmigrantes, se refirió a Haití y El Salvador como sheetholes (agujeros de mierda).

Memoria. Hace veinte años, el entonces presidente Bill Clinton estuvo a punto de ser destituido por su aventura amorosa con la becaria de la Casa Blanca, Mónica Lewinsky. La acusación principal no fue la infidelidad de Clinton, sino que, al haber negado el affaire, había mentido.

“Cuando la persona que se desempeña como presidente miente, no puede continuar en su cargo”, llegó a decir el fiscal especial nombrado para el caso, Kenneth Starr, quien batalló fuertemente para llevar a Clinton al juicio político (impeachment). Si ese criterio se aplicara hoy en día, Trump debería haber sido destituido hace meses a partir ya del russiagate, el escándalo vinculado a la participación de Rusia en el proceso electoral de 2017.  Algo de todo esto es lo que refleja el libro de Michael Wolf –algunos de cuyos párrafos explosivos adelantó PERFIL el fin de semana pasado– Fier and Fury –Fuego y furia–, que está haciendo furor.

Indiferencia. 

Nada de esto preocupa a quienes son férreos seguidores del presidente. Para ellos, como para Trump, esas verdades son mentiras. Solo les interesa la parte económica, que, como ya se dijo arriba,  indiscutiblemente ha mejorado.

Un párrafo especial merece la relación de Trump con la prensa. Aquí las cosas muestran un deterioro del respeto que siempre se tuvo en los Estados Unidos a la libertad de prensa, verdadero valor de este país.

Trump ha tomado una actitud peligrosa consistente en descalificar a todo aquel que lo critique. La situación  remeda –y mucho– a lo que se vivió en la Argentina durante el kirchnerato. No significa esto que no haya habido errores por parte de los medios críticos del presidente. Lo que hace Trump a diario no es criticar a sus críticos, algo absolutamente legítimo. Sino que los descalifica. He ahí como muestra la entrega de los premios Fake News (Noticias Falsas) al New York Times, el Washington Post, CNN , CBS, NBC, que son los medios que dan cuenta de las mentiras, las contradicciones, el maltrato y la intolerancia del presidente, y del ambiente de desorden que se vive en la Casa Blanca.

Una carta del muy respetable senador republicano John McCain no solo ha sido muy crítica de esta actitud de Trump, sino que lo ha alertado de las implicancias negativas y peligrosas que esto puede traer para el ejercicio libre de la prensa en muchas partes del mundo.  

“Nos volvemos mejores, más fuertes y más efectivos como sociedad teniendo un público informado e interesado que presiona a sus políticos para representar mejor no solo sus intereses, sino también nuestros valores”.

El párrafo resume de modo impecable el dilema que plantea la presidencia de Donald Trump, dilema que divide a la sociedad estadounidense y al mundo.



domingo, 20 de noviembre de 2016

Luces Amarillas... @dealgunamanera...

Luces amarillas…

Don´t be stupid... Bill Clinton. Dibujo: Pablo Temes.

La economía no repunta y la marcha al Congreso sólo lo hizo más evidente.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 20/11/2016 y publicado por el  Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

"Es la economía, estúpido”, fue el eslogan usado como leitmotiv por Bill Clinton no sólo durante la campaña electoral sino también durante sus dos exitosas presidencias. Ese mismo eslogan tiene hoy una vigencia absoluta en nuestro país, y es el gran desafío que debe enfrentar la administración de Mauricio Macri. La realidad muestra que la economía no logra despegar, hecho que ya preocupa tanto a oficialistas como a opositores de todo el arco político. Los economistas –y no sólo los más críticos del rumbo actual– aseguran que, con algo de fortuna, podría tratarse de una cuestión de tiempo, pero resaltan que cuando hay personas de por medio “el tiempo también es un bien escaso”.

Un ex presidente del Banco Central insiste en que la palabra complicada sigue siendo “inversión”, no porque no vaya a haberlas sino por la lentitud que convierte el presente en un lapso agobiante. La consecuencia inevitable de esta circunstancia es el endeudamiento que, si bien hoy en día es a tasas de interés más bajas que en el último período kirchnerista (hoy se toma deuda al 6% o 7% y antes al 10%), igualmente repercute negativamente por el costo fiscal que debe soportar todo el andamiaje económico del país. Una de las opciones orientadas a “surfear la ola” es pensar en el estímulo financiero a aquellos sectores que no requieren gran demanda de energía, que es hoy el otro problema. Estos sectores son el campo y la obra pública.

Macri, en su calidad de ingeniero, es experto en obra pública; además le gusta, y a eso apunta”, sostiene un economista que lo conoce bien de su época de empresario. “Si a esto le sumamos el impulso del agro, se podrá retomar la senda del crecimiento sostenido, pero no antes de mediados del año entrante. En volumen, la cosecha 2016-2017 será un 20% mayor; habrá que ver a qué precio sale”, reflexiona la misma fuente. En esa línea, y “prendiéndole una vela a algún santo”, el año que viene se recuperarán los 120 mil empleos privados formales que se perdieron este año, el problema es que se deberían crear unos 200 mil puestos más por el crecimiento vegetativo de la población; esto es ni más ni menos que la nueva gente que llega a edad de entrar al mercado laboral, y esa creación de empleo es más difícil.

En este contexto hay que ubicar los dos hechos políticos más relevantes que ocurrieron en la semana: la sorpresiva media sanción por parte del Senado del proyecto de emergencia económica y social y el acto organizado por los movimientos sociales con el apoyo de la CGT frente al Congreso.

La intencionalidad política inmanente a la iniciativa propulsada por el Frente para la Victoria es evidente. Es paradójico que quienes gobernaron durante doce años aparezcan con una iniciativa de este tipo. El kirchnerismo es la raíz de un país con 12 millones de pobres, más allá de que el número se haya incrementado en lo que va de la actual administración. Impulsar este tipo de leyes, que tiene además un costo fiscal enorme, es un sinsentido, teniendo en cuenta que, en el presupuesto, 6 de cada 10 pesos están destinados a inversión social. Difícil que ese incremento sea soportado por las arcas públicas. Uno de los aspectos críticos del actual gobierno es el aumento del déficit fiscal. En el pensamiento de los sectores más duros del FpV anida la idea de generar expectativas de imposible cumplimiento con la intención de forzar el veto del Presidente y buscar posicionar a Cristina Fernández de Kirchner.

“Estamos en contra de leyes de este tipo porque no vamos al núcleo del problema, que es la falta de crecimiento económico. Llegamos a un año de gobierno y no hemos tomado ni una de las medidas que apunten a la reactivación de la economía. La ley de emergencia no es la solución, porque nadie toma un empleado si no tiene demanda, aunque se lo ofrezcan gratis”, afirma un notorio legislador del Frente Renovador. Otro –igualmente notorio– sostiene una postura distinta: “La ley de emergencia social no es una estrategia del FpV; también están Emilio Pérsico, del Movimiento Evita, que son cercanos a nosotros, y tomaron partido la CGT y la CTA. El FpV tiene muy poca cosa para anotarse en esto. Héctor Daer y Felipe Solá están inclinados a votarla. No es algo nuevo, viene surgiendo, y va a ir dejando de lado cierta dirigencia del kirchnerismo”. Como se ve , la situación dentro del FR es heterogénea. Por lo tanto, habrá allí debate interno, con cierta tendencia a apoyarla.

Protesta contundente.

El acto del viernes fue importante. La protesta social no necesita demasiadas explicaciones en cuanto a sus causas. Los 127 mil puestos de trabajo perdidos –como lo señala la cifra dada a conocer por el INDEC– es una contundente muestra de una crisis socioeconómica que se ha agravado en los primeros once meses del actual gobierno.

Los discursos y el escenario dejaron en claro algunas cosas significativas:
    • La falta de protagonismo del kirchnerismo.
    • La ausencia de dirigentes de la CTA entre los oradores.
    • Los “palos” al kirchnerismo.
    • La clara voluntad de la CGT de transformarse en la megaorganización que cobije a la estructuras sindicales (trabajadores formales) y a los movimientos (trabajadores informales y desocupados).  
Discursos que, sin ser incendiarios, le advirtieron al Gobierno que, si las cosas no mejoran, la conflictividad social irá en aumento y el paro general será inevitable. Por si hicieran falta más elementos para ilustrar las dificultades de la hora, están allí los índices de la actividad industrial, que exhiben caídas significativas en la mayoría de los rubros. En la reunión de empresarios nucleados en la Unión Industrial Argentina se habló de esta realidad con crudeza.  Se sabe que Macri ha comenzado a tomar debida nota de una verdad incontrastable: si esto no cambia, las elecciones del año que viene tendrán para el Gobierno un resultado cantado: la derrota.

Y eso representa un problema mayúsculo para su gestión y su proyecto. Por más foros económicos que se organicen, hasta que los emprendedores externos –de los que tanta necesidad tiene el país– no vean consolidado el alejamiento del populismo de las aguas de la política vernácula, nadie invertirá nada aquí. El corto plazo, pues, urge porque, como bien lo dijo John Maynard Keynes, “a largo plazo estaremos todos muertos”.

Producción periodística: Santiago Serra.

  

sábado, 15 de octubre de 2016

Riqueza... Fin de la tercera vía… @dealgunamanera...

Fin de la tercera vía…


El agotamiento de las socialdemocracias europeas a mano de experiencias popular-nacionales radicales, muchas de derecha conservadora, se corresponde con la polarización que hoy se observa en las elecciones en EE.UU. y el avance de la derecha conservadora en América Latina. 

© Escrito por Artemio López el sábado 15/10/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


La crisis del PSOE, el partido que orientó la transición española tras la dictadura franquista, el agotamiento del Partido Socialista francés, la agonía de la hoy moderada Syriza, la emergencia del “extremista” Jeremy Corbin y los resultados del Brexit, el declinar de la socialdemocracia alemana tiene su contrapartida.  


Por debajo de todas estas novedades está el agotamiento definitivo de las experiencias de centro “moderado” que irrumpieron con fuerza durante los años ochenta y permanecieron exitosas hasta mediados de primera década de este siglo.

El colapso de la tercera vía resulta entonces un movimiento general expresado globalmente a nivel electoral, correlacionado con la expansión de la desregulación típica de la actual fase financiera y su crisis a mediados de la década pasada con la fortísima concentración del ingreso que supuso y sobre la que el informe reciente de Oxfam es contundente: la desigualdad extrema en el mundo está alcanzando cotas insoportables. Actualmente, el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante de las personas del planeta. 


El poder y los privilegios se están utilizando para manipular el sistema económico y así ampliar la brecha, dejando sin esperanza a cientos de millones de personas pobres. El entramado mundial de paraísos fiscales permite que una minoría privilegiada oculte en ellos 7,6 billones de dólares. Para combatir con éxito la pobreza, es ineludible hacer frente a la crisis de desigualdad.

Agoniza así, de la mano de la megaconcentración del ingreso y urbi et orbi la “amplia avenida del medio”, sostenida en su momento en las figuras ya emblemáticas de Bill Clinton en los EE.UU., Tony Blair en el Reino Unido, Gerhard Schröder en Alemania, Felipe González en España, François Mitterrand en Francia, Raúl Ricardo Alfonsín en la Argentina, Fernando Henrique Cardoso en Brasil.

Néstor Kirchner vio antes que ninguno la creciente polarización de la opinión pública tras su certera lectura de la crisis del año 2001 en el país –anticipatoria de otras crisis planetarias– y desplegó con gran precisión conceptual, política y electoral una experiencia popular democrática continuada por Cristina Kirchner, que nunca sucumbió  –en 12 años de gestión y cinco desafíos electorales resueltos exitosamente– a la estrategia de moderación extrema. 

En este sentido la campaña del FpV del año 2015 –y su candidato–, resultaron en su diseño un retroceso conceptual a momentos de moderación extrema prekirchnerista.

Fue en la estrecha ventana temporal constituida entre la primera y segunda ronda electoral –recién entonces– cuando conceptualmente la campaña y el candidato, asumieron la polarización de la opinión pública como un dato estructural tras la megacrisis del neoliberalismo del año 2001 reconducida por 12 años de gestión del populismo kirchnerista. Demasiado tarde para lágrimas.

En síntesis, nuestro país no parece ser la excepción y no hay espacio tampoco para “la tercera vía”. Comienzan a observarse con creciente nitidez, ya pasada la borrachera electoral, dos liderazgos antagónicos, irreconciliables que expresan a su vez dos modelos polares de organización económica, social, política y cultural, que no dejan espacio a terceros. 

Los liderazgos de Mauricio Macri, emergente del recomienzo del neoliberalismo bajo el formato de populismo conservador de centroderecha y Cristina Kirchner, representante del modelo sustitutivo con inclusión bajo la forma de populismo progresista de centroizquierda.

Estas son las dos alternativas que seguramente signarán el comportamiento electoral de nuestro país en el corto y mediano plazo, ambas bien lejos de la tan venerable como anacrónica “tercera vía”, hoy depositada en casi todo Occidente en el desván de los trastos en desuso.