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domingo, 19 de abril de 2020

La mira en Macri. Del infierno a la luz… @dealgunamanera…

Del infierno a la luz...

Vacunate, Ginés González García. Dibujo: Pablo Temes

La propuesta por la deuda es una oportunidad para superar la grieta. Depende de la oposición.

©Escrito por Nelson Castro el sábado 18/04/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.



A medida que los días y las semanas pasan, la dimensión de esta tragedia que conmueve a la humanidad aumenta. Es la expansión imparable del SARS-CoV-2, el nombre técnico que se le ha comenzado a dar al Covid-19, que va generando esta actitud desesperada de los líderes del mundo y también de la ciencia.

Para los jefes de Estado, la pandemia viene significando una estrepitosa cachetada que ha dejado expuesta su ignorancia y su desprecio hacia el universo de la ciencia y del conocimiento. Son muy pocos los que han escapado de eso. Uno de ellos es Barack Obama, que supo escuchar a los especialistas que alertaron hace unos años acerca de la posibilidad de una epidemia generalizada causada por este virus y del peligro que representaba. La otra ha sido Angela Merkel. El resto han exhibido un menoscabo hacia todas esas advertencias que los ha llevado a ignorar las medidas de prevención que, tomadas a tempo, hubieran evitado las muchas muertes que hasta aquí se han lamentado.

Ante esto, queda preguntarse si la lección será aprendida, sobre todo porque la posibilidad de que se repita es uno de los interrogantes del presente y del futuro.

El desafío también abarca a la ciencia. La proliferación de la abundante información que se viene generando semana tras semana sobre el virus y la enfermedad deja expuesta una única certeza: la incertidumbre. Por ello, se multiplican tratamientos –en verdad, son intentos terapéuticos– de resultados poco claros.

Algunos de ellos dan pie a polémicas intensas, como, por ejemplo, la que ocurre en Francia entre el destacado infectólogo Didier Raoult y la mayoría de sus colegas también reconocidos. Raoult insiste en que la hidroxicloroquina está dando resultados muy buenos que curan a enfermos graves, mientras que muchos de sus colegas expresan lo contrario. De hecho, un estudio aparecido en la última semana en la prestigiosísima revista médica The New England Journal of Medicine fue lapidario en cuanto a los resultados negativos que mostró acerca de este tratamiento.

A esto se agregan las discusiones referidas al origen de la pandemia, hecho que da pie a la discusión, a la incógnita y a la fábula. Discusión, incógnita y fábula que pervivirán por un largo tiempo.

 ¿Y por casa cómo andamos? Hasta aquí, la situación en Argentina está bajo control, que no es lo mismo que decir que está dominada. La inquietud de las últimas horas se ha trasladado a los integrantes del equipo de salud. Los casos de médicos y enfermeros afectados por el coronavirus en diferentes hospitales y centros médicos representan un alerta que, además, deja expuesto el problema de la falta de cuidados.

Esa falta de cuidados tiene que ver con la escasez de los materiales necesarios para que el personal de salud trabaje con todos los elementos que exigen los protocolos.

Este es un problema severo que existe no solo en Argentina. Para citar un ejemplo, está lo que viene sucediendo en Nueva York, donde la escasez de los insumos de protección –camisolines, barbijos especiales, botas, antiparras y guantes– ha derivado en gran cantidad de médicos y enfermeros contagiados de la afección.

Esta circunstancia pone de manifiesto otra realidad: la escasez de testeos. En medio de la discusión entre algunos de los especialistas que asesoran al Gobierno sobre la conveniencia o no de hacer más testeos, hay coincidencia en que el personal de salud debe ser testeado. Esto está faltando.

Por si fuera poco, estalló la polémica con los mayores de 70 años. La idea de Horacio Rodríguez Larreta –que apoyó Alberto Fernández– de restringirles el derecho a transitar es, lisa y llanamente, mala. Además de ser a todas luces inconstitucional, genera perjuicios y ningún beneficio. Una cosa es mantener el aislamiento social preventivo para ese grupo etario, y otra, muy distinta, el tener que pedir permiso para salir a la vereda.

El otro interrogante es el conurbano bonaerense. Nadie sabe qué puede pasar allí con la llegada del invierno.

Por los caminos de la política. La semana tuvo un denominador común: la convivencia entre el oficialismo y la oposición. Ello se vio tanto en la reunión del Presidente con los gobernadores del jueves como en el encuentro vía teleconferencia que el viernes mantuvo Alberto Fernández con los líderes parlamentarios de la oposición.

El interrogante a futuro es si esto seguirá así o no. Las crisis son instancias que producen cambios y generan oportunidades. Los cambios que trae aparejados esta pandemia tienen que ver con los hábitos y las conductas sociales. Asistiremos por meses o años a formas diferentes de relacionarnos. Eso va desde el saludo hasta cómo viajar en transporte público.

Del mismo modo, para Argentina, esta crisis representa la oportunidad de superar la grieta. Esto no es una novedad sino un desafío. El tema de la deuda puede ser uno de los rubros que constituya una de esas oportunidades.

Más allá de los aspectos técnicos de la propuesta que les hizo el gobierno argentino a los acreedores privados, será interesante observar cómo se amalgama esto con la oposición. Eso fue algo que no ocurrió en 2015 con el tema de los fondos buitre.

La consecuencia es recordada por todos: al país le fue mal.





lunes, 1 de julio de 2019

¿Cuándo fue que se jodió el socialismo?... @dealgunamanera...

¿Cuándo fue que se jodió el socialismo?... 



Cómo si los socialistas fuéramos Zavalita y el proceso electoral de 2019 la Avenida Tacna, flota en el aire la pregunta que Mario Vargas Llosa plantea en “Conversación en la Catedral”, pero reformulada a nuestra realidad: ¿Cuándo fue que se jodió el socialismo argentino?

© Escrito por Federico Treguer, del Partido Socialista de CABA, el sábado 13/06/2019 y publicado en la Página Oficial del Partido Socialista en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

¿Por qué el progresismo (de aquí en más, sinónimo de socialismo y socialdemocracia) terminó desgranado, vencido por la realidad y diseminado en frentes políticos que lo subordinaron a líderes conservadores o, cuanto menos, de otras extracciones políticas?

¿Cuándo fue que la identidad política que legó legisladores como Alfredo Palacios, militantes como Alicia Moreau y estadistas como Raúl Alfonsín (entendido como líder socialdemócrata) dejó de representar efectivamente a una parte de la ciudadanía? ¿Qué hizo que no se pudiera sostener a nivel nacional una alternativa, siendo que el contexto regional favorecía y daba ejemplos exitosos de acuerdos, tanto en versiones más centristas (la Concertación en Chile) como izquierdistas (el Frente Amplio en Uruguay), e incluso provinciales (el FPCyS de Santa Fe)?

Para dar respuestas, poco sentido tendría hacer una genealogía electoral, o volver sobre el Frepaso o el FAP, o autoflagelarse con ucronías que no son ni serán. La verdad es la realidad y, eminentemente, ésta nos dice que la izquierda democrática argentina no tendrá en 2019 un candidato natural y propio, por primera vez desde que se implementó la Ley Saénz Peña en 1916. Roto, el progresismo argentino concurrirá a las urnas habiendo explotado y con sus restos penando en listas diferentes, sin una brújula ni un destino claro.

Entonces, no solamente los progresistas tenemos que dilucidar cuándo fue que nos jodimos, sino también preguntarnos cómo hacemos para volver a construir un espacio de centroizquierda en el país.

Es un debate que merece (nos merecemos) tiempo y forma. Sin embargo, en el fragor de la batalla, me permito imaginar algunas pautas urgentes que se jodieron y que es necesario poner sobre la mesa para trabajar.

Algunos ejes olvidados que explican el pantano, pero que también nos sirven de línea de flotación, con la esperanza de rehacer un espacio que, sin lugar a dudas, es sano en la democracia argentina.

I-  Nacional y federal: la estrategia 23+1
Ante todo el contexto condiciona y Argentina es un país federal. En ese sentido, sería poco sensato creer que todo el territorio está cruzado por la misma experiencia y el mismo clivaje. Aún al interior de las provincias existen grandes diferencias entre metrópolis y periferias, que hacen muy difícil tener una directiva integral en materia de programas políticos.

En los últimos años, al seno del progresismo no se ha saldado esta discusión. Una de las cosas que más daño han hecho es la imposibilidad de coordinar estrategias nacionales capaces de replicarse a lo largo y a lo ancho de Argentina. La hipótesis es simple: no hay forma de consolidar un espacio progresista si este no está dispuesto a acordar de base estrategias en todos lados.

En 2005, el gobernador de Vermont, Howard Dean, asumió como autoridad máxima del Partido Demócrata en los Estados Unidos. Desde ese lugar, Dean aplicó lo que se conoció como “estrategia de los 50 estados”.

La premisa de Dean era que los demócratas se habían resignado a perder con el Partido Republicano en muchas partes del país, y que eso había resultado en quitarle recursos a esos estados. Eso habría resultado en la configuración de fortalezas republicanas al seno de esos lugares.

Para Dean, era necesario cambiar de manera rotunda esta visión y destinar recursos (económicos, pero sobre todo capital humano) a todas partes. El Partido Demócrata entonces comenzó a fortalecer sus posiciones con un fuerte liderazgo centralizado, que si bien respetaba las realidades territoriales, no dejaba de ser un movimiento nacional con vocación de poder y convicciones claras.

El resultado inmediato fue la victoria en 2008 de Barack Obama con más del 10% (39/365) de sus votos electorales provenientes de Virginia, Indiana y Carolina del Norte, tres estados que no votaban un presidente demócrata desde 1964 (los dos primeros) y 1976 (el último).

Por otro lado, a largo plazo la estrategia de Dean se corporizó también con la irrupción de nuevos cuadros jóvenes al seno del Partido, también en lugares otrora irreductiblemente republicanos, como Beto O’Rourke en Texas o Stacey Abrams en Georgia.

La enseñanza que nos deja esta experiencia es que la construcción de un movimiento progresista capaz de articular distintas realidades nacionales no es una tarea imposible, e incluso es una tarea imperiosa.

Encerrarse en pequeños reductos solamente profundiza la fragilidad del progresismo. Desentenderse de lo que se hace en nombre del progresismo en donde el progresismo no ha hecho pie es un error que sale caro si queremos apuntar a una construcción duradera y con vocación de poder.

El desarrollo de una estrategia nacional y federal, una suerte de “estrategia de 23 provincias y una ciudad autónoma”, es una pieza clave para poder desarrollarnos como espacio político con peso en la realidad. Lograr un equilibrio superador y una coherencia práctica en las alianzas y políticas que se llevan a cabo debe ser una prioridad en la reconstrucción de nuestro espacio.

II- Las demandas del siglo XXI: Las olas verdes y otras más
En un contexto global donde la exageración es masiva, la moderación es revolucionaria. El siglo XXI dista mucho de la máxima que Francis Fukuyama exclamó en el auge neoliberal de los 90’. El fin de la historia y de las ideologías quedó sepultado bajo los escombros de las Torres Gemelas y los fantasmas del pasado volvieron a resurgir con otros nombres y apellidos.

Frente a esta realidad que nos presentan estas dos primeras décadas del nuevo milenio, el progresismo se encuentra aún falto de cintura para dilucidar cuáles son las nuevas demandas que exigen las sociedades y las amenazas que se ciernen sobre ellas. 

¿Por qué es importante descubrirlas?

Porque la vocación de poder solamente se construye dando respuestas efectivas a problemas reales. Es por ello que el progresismo debe reconciliarse con su pertenencia histórica y adaptarla a la realidad actual. 

A modo simple de enumeración, y sin la pretensión de profundizar en cada punto más que con una breve descripción, me parece necesario puntualizar algunos ejes (y sus amenazas) sobre los cuales el progresismo debería comenzar a trabajar de manera consciente y seria.

1. Feminismo:
La irrupción del movimiento de mujeres es la mayor desde el regreso de la democracia en 1983. La experiencia por la legalización del aborto en el país, sumada a las movilizaciones #NiUnaMenos dan a cuenta de una organización de base que pronto barrerá de manera transversal con viejas prácticas. El progresismo no puede quedar inmerso en estas prácticas y deberá asumir sus responsabilidades históricas con las mujeres, poniéndolas al frente de la lucha por sus derechos y comprometiéndose a desterrar todo resabio de machismo.

2. Ambientalismo:
Los movimientos verdes vienen creciendo a pasos agigantados en la agenda global, especialmente en las nuevas generaciones. Ejemplos como el Green New Deal en Estados Unidos o el crecimiento electoral de Die Grünen en Alemania son una muestra de esto. El progresismo no puede quedar divorciado de la pelea por el medio ambiente y por el cambio del paradigma entre desarrollo tecnológico y recursos naturales.

3. El futuro del trabajo y la ética de la ciencia:
Los avances científicos y tecnológicos afectan de manera profunda la forma en la que conocemos al trabajo. Muchas tareas pronto desaparecerán como actividad remunerada y el riesgo de excluir a las no capacitadas crece a medida que pasa el tiempo. Si el progresismo no se ocupa de pensar políticas públicas capaces de articular las demandas de estas personas al borde del camino y las de una industria científico-tecnológica que resulta clave para mejorar sustancialmente la calidad de vida, esa bandera quedará huérfana y el capital, otra vez, se llevará todo puesto.

4. El nuevo capitalismo:
Como bien lo señala Thomas Piketty en su libro El Capital en el Siglo XXI, la desigualdad está en aumento y no parece tener un límite a la vista. Cada vez son menos los que más tienen y nuestro país no es la excepción. Es por eso que los progresistas debemos tener un programa de acción que sea capaz de atacar este tema en todas sus dimensiones. La bandera de la igualdad ha sido un faro histórico y debe seguir siéndolo.

5. La democracia social
Retomando la frase con la que comencé esta sección, el siglo XXI sorprendió con un debate que parecía saldado, y es que el desarrollo sustentable es posible en el marco de una democracia plena, en donde los derechos civiles sean respetados, y principalmente, todos seamos iguales ante la ley. Sin embargo, la aparición de movimientos iliberales en todas partes del mundo, incluso en democracias consolidadas como Brasil, Estados Unidos, Israel o Europa oriental, han echado por tierra la fe que el gran grueso de la población tenía por este paradigma. Es por eso que el progresismo debe reencontrarse con la democracia, aun sabiendo que es un sistema falible, y defenderla como el único sistema capaz de mejorar de manera estructural y duradera la calidad de vida de las personas.

Obviamente, estos cinco puntos, que se entremezclan y se potencian, son mucho más que esa breve descripción y no son los únicos. La idea es entender que una visión integral de los problemas, las demandas y las amenazas es realmente importante si queremos construir un espacio político claro y con peso. No sirven las soluciones mágicas ni las parciales, sino que se trata de repensar el programa del movimiento progresista argentino para el siglo XXI, así como en los albores del siglo XX el Partido Socialista desarrolló sus Programas Máximo y Mínimo que sirvieron de hoja de ruta para la práctica política.

III- La trampa de Sarmiento:
Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte. Cuando Domingo Sarmiento escribió su obra máxima, pensaba en Facundo Quiroga como ese ejemplo de la barbarie, decretando para siempre en las clases dominantes la existencia de un mal mayor, emisario del atraso y causante de la miseria.

Enfundados en una tradición liberal, el socialismo criollo y el progresismo posterior se paró en una incómoda posición respecto a esos movimientos que lograron, mejor que el propio progresismo, representar irrupciones potentes en la realidad argentina.

Sea Hipólito Yrigoyen, Juan Perón o Cristina Fernández, el progresismo nunca ha podido construir una oposición a esos proyectos heterogéneos sin caer en la trampa magistral de Sarmiento, la trampa de la distancia insalvable, Civilización o Barbarie, nosotros o ellos.

Los procesos políticos mencionados no fueron, de ninguna manera, procesos progresistas en su propuesta y práctica. A pesar de ello, no se les puede negar su legado inclusivo y de ampliación de derechos. La deuda histórica del progresismo en este campo es clara, y peor aún, repetitiva.

El gran desafío de la izquierda democrática es poder superar la trampa sarmientina. Se trata de ser capaces de no quedar atrapados en polos totalizantes, inmovilizados por un tironeo entre élites. La construcción de un polo progresista en Argentina debe necesariamente abrevar de las distintas identidades políticas que han poblado la nación, como así de la sociedad civil y los movimientos de derechos humanos.

Superar la trampa sarmientina implica el reconocimiento y la reconciliación con un pasado que debe servir de recordatorio pero no de lastre. El progresismo no puede volver a caer en ese pantano que divide la sociedad en dos mitades irreconciliables y solamente le ha traído miseria a Argentina.

La centroizquierda que debemos construir debe aspirar a posicionarse como alternativa independiente de cualquier tipo de remake futuro de la película que viene proyectándose desde 1820 en todos los cines de las Provincias Unidas.

IV- La pertenencia: tenemos símbolos y modelos
El progresismo tiene una ventaja fundamental, y es que tiene a dónde mirar. Desde políticas públicas hasta ideas comunicativas, existen sobrados ejemplos en Argentina y alrededor del mundo para ejemplificar. El progresismo debe nuevamente revalorizar estas experiencias y estos símbolos si quiere cohesionar a sus adherentes.
No estamos diciendo nada nuevo si decimos que todo movimiento político necesita construir su propia historia, su relato. El progresismo argentino, en los últimos años, ha escondido a veces esa pertenencia histórica global, o peor aún, directamente ignorado.

No se trata solamente de Alfredo Palacios, Alicia Moreau o Raúl Alfonsín, mencionados previamente, sino también de modelos teóricos y prácticos existentes y exitosos alrededor del mundo. Un progresista debe reconocerse en las múltiples luchas que se han desarrollado alrededor del mundo, en América Latina y en nuestro país.

De la nada, nada viene, y por esa razón el progresismo debe volver a abrazar sin complejos su historia y su presente.

A modo de punteo, retomo algunos ejemplos claros que sirven de guía para repensar esta identidad progresista.

1. Santa Fe:
Los gobiernos encabezados por el Partido Socialista en Rosario y Santa Fe han sido modelo en salud pública, acceso libre a la cultura y educación.

Tenemos experiencia de gestión en una de las provincias más importantes del país, una que tiene ciudades importantes y un sector agrícola extremadamente preponderante. Sabemos qué significa gobernar y gestionar. Se han llevado a cabo importantísimos programas de inclusión que deberían ser estudiados y defendidos por todo militante progresista.

2. Movimiento de derechos humanos en Argentina:
Alfredo Bravo y Alicia Moreau, entre otras importantes figuras, fueron miembros fundadores de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos en nuestro país. No podemos divorciar al progresismo de la defensa irrestricta de los derechos humanos y debemos recomponer esta relación con los movimientos de derechos humanos.

3. Modelos de Estado de Bienestar Nórdicos:
Fuera de todo cliché, las experiencias de las socialdemocracias de Europa del Norte están repletas de políticas públicas que todo progresista debería conocer. Entre los ejemplos, están la educación finlandesa, 100% estatal y prioritaria; la soberanía que construyó Noruega sobre sus recursos naturales y cómo se puso al servicio de la población las ganancias; y el sistema impositivo progresivo que utiliza Suecia, entre otras cosas.

4. Experiencias rupturistas en la tradición progresista:
Así como el siglo XXI consigo nuevos formatos a la derecha, también produjo importantes novedades en el campo izquierdista occidental. Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez en Estados Unidos, Sadiq Khan y Jeremy Corbyn en el laborismo británico, la reconversión y la llegada al poder del socialismo en la península ibérica son algunos hitos progresistas en el mundo que dan cuenta de la posibilidad de construcciones atractivas al seno del progresismo.

5. Uruguay y Chile:
Como dije en la introducción, nuestros países vecinos también han sabido construir bloques de poder progresistas exitosos y coherentes. Las experiencias del Frente Amplio en Uruguay, que cumplirá 15 años al mando, o la Concertación (hoy Nueva Mayoría) en Chile con los gobiernos liderados por Ricardo Lagos y Michelle Bachelet en dos oportunidades son construcciones de las que se pueden aprender muchas cosas.

Todas estas experiencias, y muchas más que quedan injustamente fuera del punteo nos dicen que existe de donde aferrarse. Se trata de dar el debate y tomar lo que sirve para poder poner sobre la mesa qué tipo de progresismo queremos en Argentina y cómo construirlo.
La falta de identidad y simbología (¿Cuántos socialistas conocen la letra de La Internacional?) ha vaciado de contenido y de épica al progresismo. Recuperar el orgullo progresista es otra de las tareas que debemos emprender en este camino.

V- Conclusión
El socialismo se jodió en Argentina. Se jodió cuando no desarrolló una estrategia nacional coherente de La Quiaca a Ushuaia, se jodió cuando no supo desarrollar propuestas para responder las nuevas demandas, se jodió cuando se dejó arrastrar por la trampa sarmientina y se jodió cuando se olvidó de su pertenencia histórica y abdicó de sus símbolos.

Este documento no tiene otro fin que el de ser un disparador para reconstruir el espacio socialista democrático y popular en Argentina. Un espacio plural con vocación de poder, pero con convicciones férreas. No tiene pretensiones iluministas ni vanguardistas. Su única pretensión es servir a un fin mayor, que es el de la articulación y la organización de un progresismo pujante que tenga el lugar que nunca llegó a consolidar en la sociedad argentina.

Vivimos en un país que fue sistemáticamente rapiñado por su clase dirigente. Un país con una desigualdad que quema y duele, que ha perdido oportunidades y que se ha enfrascado en encendidas y vanas discusiones que han quitado el foco de la gente que necesita respuestas para sus problemas cotidianos. Un país con una pobreza estructural y una decadencia que se ha sostenido por décadas. 

Creo que el progresismo tiene y puede crecer por el bien de la Argentina.

El esfuerzo vale la pena y la militancia tiene su razón de ser, a pesar de un contexto difícil y de una realidad que asfixia. Nadie dice que esto es fácil, ni que será placentero. Ocupará tiempo, debates, cafés y voluntad. Serán tiempos de intemperie y llano, de recomposición y reconstrucción.

Si abrí este documento con Vargas Llosa, bien puedo cerrarlo con Gabriel García Márquez. En 2013, el gran prosista latinoamericano escribió en una carta una definición que bien podría caberle al socialismo en su totalidad. Así, ser socialista es saber que una persona “sólo tiene derecho a mirar a otra hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse”.

Es tiempo de mirarnos y ayudar a levantarnos.





domingo, 8 de abril de 2018

Eduardo Galeano. "Las venas abiertas de América Latina"… @dealgunamanera...

No volvería a leer ‘Las venas abiertas de América Latina"… 

Eduardo Galeano, en la Bienal del Libro de Brasilia. Fotografía

El escritor uruguayo opinaba que ni el fallecido Hugo Chávez ni Barack Obama "entenderían el texto" de la obra.



© Escrito por Marina Rossi el 05/05/2014 en São Paulo, Brasil y publicado por el Diario El País de la ciudad de Madrid, España.

Desde su publicación en 1971, Las Venas Abiertas de América Latina, del escritor uruguayo Eduardo Galeano, se transformó en un clásico de la izquierda latinoamericana.

En la obra, el autor analiza la historia del continente: la explotación económica y la dominación política a la que ha sido sometido, desde la colonización europea hasta los años setenta, época de su publicación. Esto, en el contexto de la Guerra Fría (1945-1991), y cuando se ponía en marcha la era de las dictaduras militares en América Latina.

El libro de Galeano era tan identificado con las ideologías revolucionarias y de izquierda que fue proscrito de Argentina, Chile, Brasil y Uruguay mientras estos países permanecieron bajo el yugo dictatorial. Galeano estuvo preso en su país tras el golpe de 1973 y después, obligado a exiliarse: primero en Argentina y después en España.

Cuarenta años después, Galeano confiesa que no leería nuevamente su libro más exitoso. “No sería capaz de leerlo de nuevo. Caería desmayado”. Así lo dijo durante una visita a Brasil el mes pasado, donde participó en la Segunda Bienal del Libro en Brasilia, realizada entre el 11 y el 21 de abril pasados. “Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico no aguantaría. Sería ingresado al hospital”, dijo el autor, de 73 años, en una rueda de prensa recogida por Agencia Brasil y el blog Socialista Morena.

No me arrepiento de haberlo escrito, pero es una etapa que, para mí, está superada.

El episodio demuestra que Galeano asumió un tono más mesurado para analizar el maniqueísmo político de otrora. “En todo el mundo, experiencias de partidos políticos de izquierda en el poder a veces fueron correctas, a veces no, y en muchas ocasiones fueron demolidas porque estaban correctas, lo que dio margen a golpes de Estado, dictaduras militares y periodos prolongados de terror, con sacrificios y crímenes horrorosos cometidos en nombre de la paz social y del progreso”, dijo el escritor. “En otras ocasiones, la izquierda ha cometido errores muy graves”, añadió.

Las Venas Abiertas de América Latina se publicó cuando Galeano tenía 31 años y, según el propio escritor, en aquella época él no tenía la formación suficiente para rematar aquella tarea. “[Las Venas Abiertas] intentó ser una obra de economía política, solo que yo no tenía la formación necesaria”, valora. “No me arrepiento de haberlo escrito, pero es una etapa que, para mí, está superada”.

En 2009, durante la Quinta Cumbre de las Américas, el expresidente de Venezuela, Hugo Chávez, le regaló un ejemplar de Galeano al presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. En esa ocasión, la obra saltó de la posición 60.280 de la lista de los títulos más vendidos de la web Amazon.es a la décima posición en solo un día.

El escritor fue cuestionado sobre el episodio. Respondió: “Ni Obama y ni Chávez entenderían el texto […]. Él [Chávez] se lo entregó a Obama con la mejor intención del mundo, pero le regaló a Obama un libro en un idioma que él no conoce. Entonces, fue un gesto generoso, pero un poco cruel”.





domingo, 21 de enero de 2018

Un año de poder. El dilema de Trump… @dealgunamanera...

Un año de poder. El dilema de Trump… 

Empleado del Mes. Donald Trump. Dibujo: Pablo Temes.

Celebra en medio de contradicciones brutales. Lo que dicen las encuestas y sus mamarrachos políticos.

© Escrito por Nelson Castro, desde la Ciudad de New York, el domingo 21/01/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Es un fin de semana intenso en los Estados Unidos. Se  cumple un año de la asunción presidencial de Donald Trump y en Nueva York y Washington la fecha marca también el recuerdo de la marcha de las mujeres que, con su multitudinaria dimensión, exteriorizó no solo el nivel de rechazo que genera el presidente de los Estados Unidos entre sus compatriotas, sino también la profundidad de la división por la que hoy en día atraviesa la sociedad americana. Quienes marcharon entonces contra Trump marcharon otra vez ayer.  Mientras tanto, para neutralizar esto, el presidente organizó una fiesta para celebrar el aniversario.  

El devenir de los hechos en este primer año de gestión es abundante en episodios que a lo largo de la historia caracterizaron el manejo del poder en las así llamadas repúblicas bananeras. Decir esto no es original. Lo novedoso es que esto esté ocurriendo en los Estados Unidos. La presidencia de Trump ha puesto en jaque los valores del sistema democrático de este país. Paradójicamente, todo sucede en medio de un repunte claro y objetivo de la economía norteamericana.

Ese repunte, que ya se venía produciendo durante los últimos años de la administración de Barack Obama, se vio revitalizado por algunas de las medidas implementadas por Trump. Entre ellas está la reducción del impuesto a las ganancias para las empresas, que pasó del 35% al 21%. Esto les permitió recuperar competitividad e hizo que muchas de ellas que habían reducido su nivel de inversiones en el país las redireccionaran hacia aquí.

Otra de las medidas que generó esta reactivación tiene que ver con la eliminación de regulaciones orientadas a la protección del medio ambiente. Las encuestas del viernes, que mostraron un muy bajo nivel de aprobación del gobierno de Trump –solo el 39%–, señalaban en paralelo un alto nivel de aprobación de la gestión económica, aun cuando reconocía que las medidas adoptadas por Barack Obama eran la base de la reactivación de la economía. 

Día a día. La crónica de la semana que pasó exhibe con claridad el permanente estado de desorden que se vive dentro de la Casa Blanca y las consecuentes mentiras y contradicciones del presidente.

Veamos:

El lunes 15 se conmemoró la figura de Martin Luther King Jr. Ese es un día feriado y, como forma de subrayar el peso de la conmemoración, es habitual que las figuras públicas, comenzando por el presidente, se involucren en algún acto de servicio comunitario. El mismísimo Trump había mencionado esto –“es un día dedicado a gestos solidarios”, dijo–, por lo que se esperaba que, en cumplimiento de la tradición que honraron sus predecesores, participara de alguna taraea comunitaria. Sin embargo, nada de eso ocurrió. El presidente se pasó todo el día jugando al golf en su espectacular casa de Mar-a-Lago.

El martes recrudeció la historia del encuentro sexual de Trump con la actriz porno Stormy Daniels, a la que conoció en 2006, durante un torneo de golf que se jugó en Nevada, al mismo tiempo que su esposa Melania se recuperaba del parto de su hijo Barron.

El miércoles el tema fue la salud del presidente y la controversia acerca de la interpretación de los resultados de su último chequeo médico. Mientras el médico de la Casa Blanca anunciaba que el estado de salud del jefe de Estado era excelente, destacados cardiólogos salieron a criticarlo diciendo que, en virtud de los valores de colesterol del presidente y de su peso, eso no era así.

Pero lo más interesante del asunto es que, en muchos medios se habló de que Trump había falseado su altura para no ser catalogado de obeso. Y el jueves recrudeció el tema de las expresiones del presidente, quien, durante un encuentro con legisladores de ambos partidos, al hablar del espinoso asunto de los inmigrantes, se refirió a Haití y El Salvador como sheetholes (agujeros de mierda).

Memoria. Hace veinte años, el entonces presidente Bill Clinton estuvo a punto de ser destituido por su aventura amorosa con la becaria de la Casa Blanca, Mónica Lewinsky. La acusación principal no fue la infidelidad de Clinton, sino que, al haber negado el affaire, había mentido.

“Cuando la persona que se desempeña como presidente miente, no puede continuar en su cargo”, llegó a decir el fiscal especial nombrado para el caso, Kenneth Starr, quien batalló fuertemente para llevar a Clinton al juicio político (impeachment). Si ese criterio se aplicara hoy en día, Trump debería haber sido destituido hace meses a partir ya del russiagate, el escándalo vinculado a la participación de Rusia en el proceso electoral de 2017.  Algo de todo esto es lo que refleja el libro de Michael Wolf –algunos de cuyos párrafos explosivos adelantó PERFIL el fin de semana pasado– Fier and Fury –Fuego y furia–, que está haciendo furor.

Indiferencia. 

Nada de esto preocupa a quienes son férreos seguidores del presidente. Para ellos, como para Trump, esas verdades son mentiras. Solo les interesa la parte económica, que, como ya se dijo arriba,  indiscutiblemente ha mejorado.

Un párrafo especial merece la relación de Trump con la prensa. Aquí las cosas muestran un deterioro del respeto que siempre se tuvo en los Estados Unidos a la libertad de prensa, verdadero valor de este país.

Trump ha tomado una actitud peligrosa consistente en descalificar a todo aquel que lo critique. La situación  remeda –y mucho– a lo que se vivió en la Argentina durante el kirchnerato. No significa esto que no haya habido errores por parte de los medios críticos del presidente. Lo que hace Trump a diario no es criticar a sus críticos, algo absolutamente legítimo. Sino que los descalifica. He ahí como muestra la entrega de los premios Fake News (Noticias Falsas) al New York Times, el Washington Post, CNN , CBS, NBC, que son los medios que dan cuenta de las mentiras, las contradicciones, el maltrato y la intolerancia del presidente, y del ambiente de desorden que se vive en la Casa Blanca.

Una carta del muy respetable senador republicano John McCain no solo ha sido muy crítica de esta actitud de Trump, sino que lo ha alertado de las implicancias negativas y peligrosas que esto puede traer para el ejercicio libre de la prensa en muchas partes del mundo.  

“Nos volvemos mejores, más fuertes y más efectivos como sociedad teniendo un público informado e interesado que presiona a sus políticos para representar mejor no solo sus intereses, sino también nuestros valores”.

El párrafo resume de modo impecable el dilema que plantea la presidencia de Donald Trump, dilema que divide a la sociedad estadounidense y al mundo.



sábado, 25 de noviembre de 2017

Fidel no ha muerto. O eso parece… @dealgunamanera...

Fidel no ha muerto. O eso parece…

Un niño sostiene un retrato de Fidel Castro a un año de la muerte del Coronel. Fotografía: Alejandro Ernesto. EFE/Atlas

Cuba celebra el aniversario luctuoso del comandante en medio de un contraataque al mercado pese a la carestía generalizada. 

© Escrito por Pablo de Llano el Sábado 25/11/2017 y publicado por el Diario El País de la Ciudad de Madrid, España.

Fidel Alejandro Castro Ruz murió hace un año, el viernes 25 de noviembre de 2016. Han pasado 365 días y Cuba celebra su aniversario luctuoso en una nueva fase de depresión social y económica. Actos oficiales honran su memoria y simpatizantes han enviado a La Habana desde Buenos Aires una enorme réplica de metal de la gorra del Comandante de 30 kilos de peso. La muerte del padre de la Revolución no ha revolucionado nada.

No ha habido cambio alguno. Al contrario: ha habido un estancamiento y, en algunos casos, una regresión", afirma Carmelo Mesa-Lago, catedrático de Economía de la Universidad de Pittsburgh. Juzga que la dirigencia cubana "entró en pánico" en marzo de 2016, tras la visita en que Obama se ganó el cariño de la gente y ensalzó a los microempresarios "como agentes de cambio económico pacífico", a lo que Fidel Castro respondió en su último escrito público "que su estrategia [de EE UU] seguía siendo la misma, pero más sutil: desestabilizar el régimen empoderando al sector privado". El líder histórico habló y el reformismo de mercado de Raúl Castro se paró.

"En abril en el VII Congreso del Partido Comunista se endurecieron el plan central, la oposición a la concentración de la riqueza y la regulación del sector no estatal, y en agosto se suspendieron las licencias a actividades claves de los cuentapropistas [pequeños empresarios, en el argot cubano] como restaurantes o alquiler de vivienda", detalla Mesa-Lago. Michael J. Bustamante, profesor de Historia de América Latina en la Universidad Internacional de Florida, apunta a la misma reorientación y dice: "Tal vez sea una pequeña muestra de que algunas ideas y preferencias de Fidel Castro sigan vivas 12 meses después de su fallecimiento".

Desde la muerte del hombre que determinó la historia de Cuba desde 1959, se ha vivido un año "en el que no ha pasado nada trascendente ni el área económica ni política, con la excepción del paso hace dos meses del huracán Irma", apunta Omar Pérez Villanueva, exdirector del Centro de Estudios de la Economía Cubana. "La economía no sale de la recesión en que se encuentra, y los principales problemas estructurales están intactos en el tiempo. Hay planes a largo plazo, hasta el 2030, y claridad en lo que se aspira, pero la población no ve una mejoría en su nivel de vida".

La llegada de Trump a la presidencia de EE UU con su política de restricciones a las relaciones con Cuba, pactada con el cubanoamericano Marco Rubio, ha contribuido también a la creación de un escenario de esencias fidelistas. Lucha diplomática, malas palabras, líos de espías. Washington responsabilizando a La Habana de no evitar un supuesto "ataque sónico" a su personal en la isla y el lado cubano acusando al vecino de inventar cuentos de "ciencia ficción". 

La tensión rampante –que triangula a nivel regional con la cronificación del colapso de Venezuela, socio de Cuba– hace incluso que se especule con que Raúl Castro aplace su retiro de la presidencia, previsto para febrero. Un artículo del Miami Herald planteaba esta semana la posibilidad de que los retos coyunturales lleven al general Castro, de 86 años, a mantenerse un tiempo más al frente del Gobierno, aunque subrayaba que lo más plausible sigue siendo que pase el relevo al vicepresidente Miguel Díaz-Canel, de 57, con reputación de moderado pero más acerado últimamente.

El periodista exiliado Juan Juan Almeida, hijo del fallecido comandante Juan Almeida, apuesta por que el general cumpla y se jubile. "A veces parece que Miami necesita tanto al castrismo que si pudiera resucitaría a Fidel Castro".

El historiador Pedro Campos Santos, de 68 años y residente en Cuba, ve "un país cada vez más dividido y con la gerontocracia cada vez más aislada. La represión de la oposición y la disidencia es masiva y violenta, especialmente contra el periodismo independiente. Una característica del último año es la represión de la disidencia oficialista y de la socialista-democrática, que habían respetado en los últimos tiempos. Este es un signo del deterioro ideológico del sistema, incapaz de dialogar siquiera con la disidencia surgida en su seno. El castrismo se va debilitando y la ausencia de su líder, ícono y caudillo, parece ser el principio del fin del sistema". 

La proximidad o lejanía de un cambio de régimen sigue siendo la gran incógnita. Es más, a diferencia de lo que se daba casi por sentado durante la luna de miel del deshielo, hoy es incierto si dentro del propio aparato vaya a darse a corto plazo un giro liberalizador promercado dentro del sistema socialista de partido único. "Es demasiado pretencioso vaticinar a corto plazo una continuidad que se salga de los carriles", opina Javier Ortiz, periodista cubano de 28 años, también residente en la isla.

En paralelo a los designios del poder, la sociedad se centra en capear otro temporal económico –"la crisis más severa" en Cuba desde la caída de la URSS, según Mesa-Lago– y con objetivos tan limitados como encontrar huevos, tarea que se ha vuelto más ardua de lo habitual desde el huracán. Y el fin de la política pies secos, pies mojados que favorecía la emigración a EE UU contribuye al decaimiento del ánimo.

"Como país no vamos a ninguna parte, no hay planes que nos impulsen a levantarnos y a seguir", dice la escritora Wendy Guerra, con base en La Habana. "Los proyectos son individuales, muy cercanos al sálvese quien pueda del capitalismo, pero sin soluciones económicas. Hoy la isla es un país sin cabeza. Los jóvenes están en fuga. No hay utopía ni objetivo por el que luchar. La banda sonora de Fidel Castro ha desaparecido. Este es el año de la nada ideológica".