domingo, 5 de febrero de 2017

Tóxico asedio de lenguaraces… @dealgunamanera...

Tóxico asedio de lenguaraces…


No habíamos terminado de reponernos de los exabruptos de Juan José Gómez Centurión -su insólita negación del plan sistemático de la dictadura para desaparecer personas-, cuando el ex juez de la Corte Suprema de Justicia Raúl Zaffaroni arremetió, durante dos días consecutivos, con que habría "ahorcado" al fiscal Alberto Nisman en represalia por lo que él considera una pésima denuncia contra Cristina Kirchner por su alocado acuerdo con Irán.

© Escrito por Pablo Sirvén el domingo 05/02/2017 y publicado por el Diario La Nación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El primero es un alto funcionario del actual gobierno que discute sucesivas sentencias judiciales, desafía el más básico sentido común e ironiza respecto del siempre discutido número de desaparecidos; el segundo, que actualmente es miembro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, carece de la más elemental sensibilidad para darse cuenta de que tampoco está nada bueno juguetear con sorna en torno a otra muerte violenta aún no aclarada y de oscurísimas proyecciones sobre el gobierno que Zaffaroni defiende tan incondicionalmente.

Indigna que gente adulta, con altas responsabilidades institucionales a nivel nacional e internacional, se lance al ruedo con provocaciones absurdas y gratuitas. Inquieta estar en manos de individuos que deciden cuestiones trascendentales, y que pierden el equilibrio con tanta facilidad, sólo por la vanidad de trascender con vergonzosas incorrecciones.

La incontinencia de Gómez Centurión llegó justo cuando empezaba a amainar otra polémica, al volver el presidente Mauricio Macri sobre sus pasos y reponer la inamovilidad del feriado del 24 de marzo, que en una primera instancia el mandatario había dispuesto hacer móvil.

La agitación de aguas tan estancadas sirvió, al menos, para una incipiente ampliación de ese debate en la TV y en otros medios. Desde que los fundadores del kirchnerismo, en 2003, se abrazaron al tema como cruzados contra el terrorismo estatal, como jamás se habían interesado antes, las nuevas generaciones accedieron a un relato incompleto y sesgado. Aunque siempre será mucho peor un terrorismo desatado desde el Estado, detrás de esa excusa se escondió con premeditación el contexto de una feroz violencia política escalada en los años 70 por organizaciones armadas de izquierda que provocaron un sinnúmero de víctimas.

El énfasis sólo puesto en la represión y, peor todavía, su aviesa utilización para hacer política y "maquillar" pasados nada heroicos de la propia tropa -como el de Alicia Kirchner, funcionaria de la dictadura en Santa Cruz o el del mismísimo Zaffaroni, que juró como juez por el estatuto del Proceso de Reorganización Nacional y rechazó hábeas corpus en esos tiempos, sólo por mencionar dos casos- distorsionan hasta hoy la comprensión integral de la tragedia setentista. Con el argumento de no caer en la improcedente "teoría de los dos demonios", que intenta equiparar la violencia guerrillera con la represión castrense, se alimentaron odios indebidos y se manipularon procesos y detenciones que se extienden en el tiempo sin sentencia.

Pero nadie se hace cargo de los asesinados por las "formaciones especiales". Hasta en un reciente artículo en Clarín, Julio Bárbaro esquiva el bulto. "Los peronistas somos una historia -escribió-, los violentos fueron otra." Si Gómez Centurión es negacionista con la represión castrense, Bárbaro lo es con la grave responsabilidad que le cabe al peronismo por haber fogoneado la violencia, no sólo en dictadura, sino también en democracia, a izquierda (Montoneros, FAR, FAP) y derecha (Triple A, Comando de Organizaciones, tiroteos sindicales). Y sigue pendiente la autocrítica que el justicialismo debe a la sociedad por haber construido los monstruosos cimientos del terrorismo de Estado, entre 1974 y 1976, cuando estaba a cargo del poder.

Sólo el presidente Raúl Alfonsín, corriendo grandes riesgos institucionales como los que debió soportar, y que lo obligaron a revisar el plan original de su cruzada justiciera, dispuso el juicio a las juntas y luego dictó órdenes de captura para los cabecillas de la guerrilla peronista, y también del ERP, e incluso para José López Rega, autor intelectual de la abominable Triple A. Su sucesor, Carlos Menem, deshizo todo de un plumazo con los indultos, y los Kirchner se dedicaron sólo al capítulo de la represión, más con sed de venganza que con ánimo verdaderamente reparatorio, que reactivaron divisiones en la opinión pública que habían empezado a quedar atrás.

Una pena que Macri al reponer la inamovilidad del feriado del 24 de marzo no haya dispuesto consagrar uno nuevo: el del 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos y del triunfo de la democracia sobre la dictadura. No costaba absolutamente nada ya que este año caerá en domingo. Ojalá que lo haga en algún momento y que el año que viene se anime a dar definitivamente de baja el absurdo feriado del 24 de marzo. Será un momento más que oportuno ya que caerá en sábado y quienes quieran seguir atando el Día de la Memoria al de la asunción de Videla podrán manifestarse sin ocasionar grandes trastornos ciudadanos (tampoco en 2019, ya que caerá en domingo).


sábado, 4 de febrero de 2017

Premio Goya a la película El Ciudadano Ilustre… @dealgunamanera…

“El ciudadano ilustre” gana el Goya a la mejor película iberoamericana…. 


Es el tercer Goya consecutivo para la cinematografía argentina tras los logrados por “Relatos salvajes”, de Damián Szifrón, y “El clan” de Pablo Trapero.

© Publicado el sábado 04/02/2017 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La argentina “El ciudadano ilustre”, dirigida por Gastón Duprat y Mariano Cohn, y protagonizada por Oscar Martínez, ganó hoy el Goya a mejor película iberoamericana de la 31 edición de estos premios al imponerse a “Desde allá” (Venezuela), “Las elegidas” (México) y “Anna” (Colombia).

Es el tercer Goya consecutivo para la cinematografía argentina tras los logrados por “Relatos salvajes”, de Damián Szifrón, y “El clan” de Pablo Trapero.

La película, que cuenta el regreso de Daniel Mantovani, Premio Nobel de Literatura, a su pueblo natal tras más de 30 años de ausencia, se presentó por primera vez en la sección oficial de la 73.ª edición del Festival de Venecia, donde Martínez ganó la Copa Volpi al mejor actor.

Además, ganó el premio de la audiencia del Festival de Tesalónica (Grecia), el de mejor cinta internacional en el de Haifa (Israel), el de la Espiga de Plata y el premio al mejor guión en la Seminci de Valladolid.

Fue seleccionada para representar a Argentina en la categoría de Mejor película de habla no inglesa de la 89.ª edición de los Premios Oscar.


miércoles, 1 de febrero de 2017

Los Panamá Papers de Franco y Mauricio... @dealgunamanera...

Por qué investigan a Mauricio y Franco Macri por los Panamá Papers…

Maurico y Franco Macri.

El fiscal Federico Delgado quiere saber si hubo “maniobras de lavado de dinero” en dos empresas offshore, Fleg Trading y Kagemusha.

© Publicado el miércoles 01/02/2017 por la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El fiscal federal Federico Delgado pidió hoy que se ahonde la investigación al presidente de la Nación, Mauricio Macri, y a su padre, Franco Macri, para determinar si fueron parte de operaciones de lavado de dinero. Macri fue imputado por el fiscal por presunta omisión maliciosa en su declaración jurada de dos sociedades en las que era director, Fleg Trading, en Bahamas, y Kagemusha, en Panamá.

En abril pasado, Franco Macri se presentó ante la justicia civil en abril pasado en un intento por deslindar a su hijo. Además lo hizo ante Casanello, el juez federal que también investiga el escándalo de Panamá Papers, revitalizado después de que el 21 de septiembre aparecieran los Bahamas Leaks.

El propio presidente había pedido en la justicia civil que su padre aclarara la propiedad de Fleg. Allí el octogenario empresario presentó un documento que indica que en octubre de 1998, siete meses después de constituir la empresa offshore, él y sus hijos Mauricio y Mariano, en su calidad de directores, nombraron a otras personas en su reemplazo. También presentó sus declaraciones juradas de impuestos entre 1998 y 2005, en las que reconoce como propias 1.950 de las 5.000 acciones de Fleg, con un valor de un dólar cada una, y en la que agrega que Mauricio y Mariano tuvieron 1.525 cada uno al constituirse la compañía pero ya no a partir del 31 de diciembre de 1998. El presidente sostiene que carecía de la obligación de mencionar esta sociedad en sus declaraciones juradas como jefe de Gobierno porteño (2007-2015) porque no era su accionista.

El diputado y contador neuquino del Frente para la Victoria Darío Martínez, que viene impulsando la causa,  amplió en octubre su denuncia con el argumento de que “las pruebas que muestra” el padre de Macri “no lo eximen sino que por el contrario lo comprometen”. Por un lado, el diputado se pregunta: “¿Si Francisco (nombre legal de Franco) Macri tiene el 39% de las acciones (de Fleg), quién tiene el restante 61%?”. Y recuerda que esta sociedad de Bahamas, como es habitual en las offshore, tiene acciones al portador, sin necesidad de registrarlas ante las autoridades, como sucede en la Argentina y en los demás países que no son paraísos fiscales. Por otra parte, el diputado señala que Mauricio Macri era director de Fleg cuando en septiembre de 1998 se cometió lo que él presume una maniobra de lavado de dinero por 9,3 millones de dólares en Brasil. Esta operatoria también está siendo investigada por el fiscal Delgado.

Socma en Bahamas

Según información recabada por Martínez en registros públicos de Sâo Paulo, la sociedad Socma Americana le vendió el 21 de septiembre de 1998 a Fleg, que tenía un patrimonio inicial de 5.000 dólares, su parte en una empresa llamada Owners do Brasil por 9,3 millones de dólares. Nueve días después, Fleg y el otro accionista de Owners, otra empresa llamada Socma SA, redujeron el capital de la firma en común a 1,4 millón y retiraron 8,5 millones. El fiscal Delgado quiere saber si todo esto ha sido registrado por Socma en la Argentina y por eso ha pedido que auditen sus cuentas peritos de la Corte Suprema y además ha solicitado información a Brasil.

Los Bahamas Leaks revelaron la existencia de una nueva sociedad de Socma en Bahamas, viajeya.com, en la que no figuran ni Franco ni Mauricio Macri. En el grupo afirman que la operatoria de la empresa en cuestión estaba declarada ante las autoridades tributarias de la Argentina. “Por ahora en los Bahamas Leaks no detectamos nada llamativo”, comentan en el despacho del diputado Martínez.

En la Casa Rosada insisten con que la culpa de los Panamá Papers “es de Franco”.



martes, 31 de enero de 2017

Ricardo Gil Lavedra: "Negar lo ocurrido causa estupor"… @dealgunamanera...

Gil Lavedra: "Negar lo ocurrido causa estupor"…

Lavedra señaló que los dichos de Gómez Centurión "no contribuyen a unir a los argentinos".

El ex integrante del tribunal del Juicio a las Juntas dijo que las expresiones del titular de la Aduana le causaron dolor, porque fueron realizadas por "un funcionario de un gobierno democrático".

© Publicado el lunes 30/01/2017 por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El referente del radicalismo y ex integrante del tribunal del Juicio a las Juntas Ricardo Gil Lavedra aseguró que le causaron "dolor" las declaraciones del titular de la Aduana y ex carapintada, Juan José Gómez Centurión, sobre la última dictadura cívico-militar, porque "a esta altura de la democracia es algo que ya no puede ser negado".

"Me provoca dolor porque viene de un funcionario de un gobierno democrático", agregó el abogado cercano a la alianza de gobierno.  

"Cuando se habla de negacionismo, cuando se alude a tratar de negar la realidad para evadir algo que resulta incómodo o doloroso, para tratar de no enfrentarlo. A esta altura de la Argentina negar lo ocurrido causa estupor, no es opinable", afirmó Gil Lavedra tras la afirmación de Gómez Centurión sobre que la cúpula militar de la dictadura no tuvo un plan sistemático de extermino sino que se trató de "un modelo caótico de dirigir una guerra".   

Consultado sobre la responsabilidad políticas de los dichos de Gómez Centurión y los pedidos de renuncia que surgieron desde los organismos de derechos humanos, el ex camarista federal indicó que "está bien la divergencia de opiniones", pero consideró que  "no se puede tener posiciones divergentes" respecto de lo ocurrido durante el proceso militar y las palabras del titular de la Aduana no pueden "tocar ningún núcleo de valor y principios básicos compartidos" hacia el interior del Ejecutivo.  

"No son declaraciones que ayuden o contribuyan a unir a los argentinos, que era uno de los objetivos básicos del gobierno", apuntó.



lunes, 30 de enero de 2017

Abuso en el Distrito Fashion de Palermo... @dealgunamenera...

“Vení, putita”: un intento de abuso en el pasillo de Juan B. Justo, en primera persona…


Un domingo por la tarde, en pleno Palermo, y un tenebroso episodio a metros de un shopping a cielo abierto. El crudo relato de una víctima.

© Escrito por Manuela Fernández Mendy el lunes 30/01/2017 y publicado por Big Bang News de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El 
paso a nivel de Soler tiene, tal vez, uno de los murales más lindos que vi en Buenos Aires. 
“Es tiempo de brillar”, reza la frase, adornada con venecitas de colores, que supe retratar y elegir hace casi un año como foto de portada de Facebook. Es uno de los accesos al nuevo “distrito fashion” de Palermo, el “Bronx”, para los adiestrados agentes inmobiliarios de la zona. Un shopping que alberga las marcas más exclusivas, el moderno polo científico y su nueva plaza aledaña, a la que suelo llevar con frecuencia a mi sobrina de tres años: el combo que acompañó la “lavada de cara” del viejo corredor ferroviario abandonado de Juan B. Justo.

Todos los días, cuando vuelvo de la redacción, cruzo el colorido paso a nivel de Soler, a veces custodiado por un efectivo de seguridad privada que cuida el estacionamiento emplazado en paralelo a las vías del tren, otras desolado.

Aunque mi cabeza esté inmersa en un océano de dilemas existenciales, o simplemente perdida en alguna canción que tarareo mientras camino,todos los días miro de reojo y con cierta complicidad ese mural. Mi mural.

Un “liviano” episodio de inseguridad, en el que un hombre me corrió a las cinco y media de la mañana por tres cuadras al grito de “sos mía”, me había obligado hace un año a abandonar mi habitual caminata matutina y reemplazarla por un fugaz viaje en taxi, de sólo seis cuadras y por el que pago la no tan módica suma de $40 diarios. Entro a trabajar a las seis de la mañana, horario en el que durante gran parte del año la penumbra invade las callecitas de adoquines. 

“Mejor prevenir, que curar”, suelo excusarme ante los tacheros, en cuyos rostros se puede ver con claridad la decepción de haber aceptado un viaje tan corto. El negocio, claro, son las salidas de los boliches que ofrecen, además, personajes mucho más pintorescos que quien escribe estas palabras.

Ayer a la tarde apagué la computadora. La misma en la que estoy escribiendo ahora. Me despedí de mis compañeros y, a diferencia de mi habitual saludo dominical en el que suelo maldecir con ironía a algún personaje impuesto por la agenda mediática, les dije: “Me voy a vivir”. Esas frasecitas que, parafraseando una respuesta que Julio Cortázar le dio al gran Osvaldo Soriano, terminan convirtiéndose en “proféticas”. “Después, retrospectivamente, te das cuenta de lo que contenían”.

Salí de la redacción, ubicada en el corazón de Palermo, y me fui a vivir. Encendí un cigarrillo en la vereda, acomodé mi cartera y emprendí la misma ruta de todos los días. El destino: el mural, mi mural. Hacía calor, había bandas tocando en la plaza del Polo. Minutos antes, mi mejor amiga me había mandado un mensaje diciéndome que estaba con su hija disfrutando del espectáculo. Pero no llegué a entrar. Un tirón, una navaja y un “vení, putita”, me lo impidieron.

Desaparecí de la faz de la tierra. Estaba a diez metros del lugar en el que decenas de personas participaban de un festival al aire libre. Sólo otros cinco me separaban de una de las avenidas más transitadas de la ciudad.

Pero ese domingo, a las siete y diez de la tarde, desaparecí de un tirón de la faz de la tierra. Un hombre me tomó con abrupta violencia de un brazo, el otro me levantó de la cintura y llevó su mano a mi boca. Todavía siento impregnado el olor a óxido que emanaba. Fueron dos precisos movimientos que me sacaron de mi mural y me acorralaron en “el pasillo de Juan B. Justo”.

Sentí la navaja rozar mis costillas e instalarse con comodidad en mi cintura. El de gorrita, el mismo que me había deslizado al oído ese repulsivo “putita”, sostenía la punzante amenaza contra mi cuerpo, mientras procuraba taparme la boca con firmeza –otra vez, el olor a óxido- y respirarme al oído.


El otro, con la perversión impregnada en sus apagados ojos, me miraba de arriba abajo. “Mamita”, se regodeó, mientras comenzó a masturbarse. Se mas-tur-bó: no pienso utilizar un sinónimo suave. Comenzó a deslizar su mano con velocidad sobre su miembro y le pidió a su colega que me sacara las calzas. “Rápido boludo, rápido que acabo”.

Nunca me sentí más sola, ni vulnerada en mi vida. Mi cuerpo temblaba, mis manos no me respondían y mis piernas comenzaban a aflojarse. Estaba en tranceSólo podía pensar en una persona, en lo que necesitaba a esa persona en ese momento. Un escape “feliz” al horror que estaba viviendo.

“Se me cae, se me cae”, gritaba el otro, lastimándome con la navaja para que me quedara quieta. Y fue ese filo, el mismo con el que pretendía dominarme y someterme, el que me activó.

Mordí su oxidada mano con el odio condensado de 28 años de abusos de género. Mordí sus dedos, que ahora impregnaban de sabor a óxido mi boca, como si les estuviera devolviendo gentilezas a todos los hombres que, a su manera, me habían sodomizado o sometido. Jefes, ex parejas, compañeros de trabajo, de colegio, de facultad, profesores. Los mordí a todos. Vi sus rostros en mi cabeza y clavé con fuerza toda mi dentadura.

“Puta de mierda”, dijo y me soltó con violencia al piso. Empecé a arrastrarme por el corredor de tierra, repleto de preservativos y chapitas de cerveza que me lastimaban las rodillas. El otro, todavía con el miembro al aire, atinó a agarrarme de una pierna y lo logró. Pero grité. Grité fuerte. Su mano, la misma con la que minutos antes se había masturbado, no logró llegar a mi boca. Grité tan fuerte que todavía siento ardor en mi garganta.

Estaba a media cuadra de la salida del pasillo. A media cuadra del mural que todas las tardes me invitaba a “brillar”. Escuchaba la música de fondo. Pasó el tren. Seguía arrastrándome y gritando. Ahora eran dos los que, reincorporados, volvían por su presa. Pero hubo un valiente. Hubo un hombre que se metió en el pasaje y los amedrentó con su sola presencia. Y los compadritos, los machos cabríos que se creían invencibles frente a la “debilidad física” de una mujer, corrieron como ratas. Los cagones, salvajes e hijos de puta se escaparon por el pasillo y se refugiaron en el asentamiento ubicado a pocos metros. El mismo al que nadie se anima a entrar, ni la policía que, alertada por los cientos de denuncias que los vecinos presentan a diario, elige mirar para otro lado.

No sé el nombre de la persona que me rescató. Espero que estas líneas le acerquen mi profundo agradecimiento. Tampoco recuerdo bien cómo llegué a mi casa. Sé que me bañé durante casi dos horas para sacarme el olor a óxido que, sentía, se había impregnado en cada centímetro de mi piel. No hice la denuncia. De nada sirve. La complicidad de la comisaría de la zona con las “banditas del pasillo” es conocida en el barrio.

Pero elegí dar batalla desde mi lugar. Elegí convertir mi pluma, o en este caso mi teclado, en un misil. Para que todos recordemos que esos cobardes no sólo son producto de las políticas de Estado que excluyen año a año a miles de personas y a las que como sociedad tenemos la obligación de darles una respuesta, sino que también son hijos, hermanos y nietos. Alguien los crió. Con alguien brindan en Año Nuevo. 



Esta mañana volví a caminar la zona, elegí que el temor no me paralizara. Me compré el café de todos los días y vine a trabajar. Ninguno de mis compañeros sabe qué es lo que estoy escribiendo, salvo mi jefe. Elegí dar pelea y, por sobre todas las cosas, seguir brillando, porque no soy, ni pienso ser la puta de nadie.



domingo, 29 de enero de 2017

Osvaldo Soriano a veinte años... @dealgunamanera...

No habrá más penas ni olvido…

Imagen: Gonzalo Martínez

Hace exactamente veinte años, el 29 de enero de 1997, murió Osvaldo Soriano. En ese momento, ya era un escritor consagrado por el público, popular gracias a su labor periodística, en especial sus columnas y contratapas en Página/12, a sus libros que narraban las historias de inolvidables personajes perdedores con un suave tono de nostalgia y un delirante sentido del humor y a las versiones cinematográficas de algunas de sus novelas más conocidas como No habrá más penas ni olvido y Cuarteles de invierno. Discutido por parte de la crítica, entrampado en algunos debates de época como los conflictos entre literatura y mercado o la contraposición entre una narrativa más popular y otra volcada a la experimentación formal, hay que decir que la circulación de sus libros reeditados desde 2003 irían revelando la plena vigencia de Soriano entre los lectores de entonces y muchos nuevos que, año tras año, renuevan un acercamiento a sus novelas y crónicas. A veinte años de aquel 29 de enero, Radar rinde homenaje a esta vigencia y permanente renovación de Osvaldo Soriano y su literatura.


© Escrito por Ángel Berlanga y publicado el domingo 29/01/2017 por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Una de las principales distorsiones que a menudo se manifiestan en el ejercicio del poder –en todas sus formas– es la aplicación de lo que podríamos llamar la lógica de la ilógica. Una de las principales distorsiones que a menudo se manifiestan en el ejercicio del poder –en todas sus formas– es la aplicación de lo que podríamos llamar la lógica de la ilógica. Cuando ello sucede, se adoptan decisiones que generan tanto desconcierto y controversia que al final terminan siendo inaplicables o contraproducentes.


De la crítica a su obra literaria habrá quien se haga cargo, con mérito o no para la tarea”, escribió José María Pasquini Durán en el número de Radar que apareció cuatro días después de la muerte de Osvaldo Soriano. “No tengo dudas, sin embargo, de que sus historias serán leídas en el futuro por sucesivas generaciones con el mismo encanto con que las recibieron muchísimos lectores en los últimos veinte años –seguía Pasquini–. Aun sus críticos más severos tendrán que aceptar que hay un estilo Soriano, que ocurre cuando cualquiera puede leer sin la firma del autor y reconocerlo como suyo. Al mismo tiempo, esas historias son las mismas que podrían contar millones de personas. En esa identificación, en sus pasiones sencillas, populares, podría encontrarse alguna razón profunda para que tuviera no solo la fama literaria merecida, vendiera más libros que la mayoría de sus contemporáneos en el país, o cautivara a italianos, húngaros, españoles y quién sabe cuánta otra gente de geografías distantes. Soriano era popular como si hubiera sido cantante, actor o animador de televisión”.


Se cumplen veinte años hoy desde la muerte de Soriano y parece claro que subsisten, de diversos modos, las huellas de su presencia. Están en el ADN o el espíritu de este diario, por empezar, porque el tono que sin dudas le imprimió a Página/12 desde su fundación busca mantenerse en el sesgo contestatario a los grandes poderes, en la búsqueda de la igualdad y la justicia, en la defensa de los derechos humanos, en cierto talante romántico, en el desacartonamiento y el humor, en la vocación por develar y contar, en la reivindicación de la lectura y la escritura, en la mirada aguda y sentida del país y sus relaciones con el mundo. Y claro que se extrañan los textos que pudo haber escrito (tenía nomás 54 años cuando murió), la pasión y el entusiasmo que le ponía a sus descubrimientos, la fluidez con la que podía contar del liberalismo, de Dumas o de Rosas, de Belgrano o de Maradona, de Gostanián o de Tyson, de su padre real o imaginario, de Cortázar, Stalin o de sus visiones del peronismo a través del tiempo. Señalaba Pasquini en esa despedida que aquí como en Italia los diarios de mayor tirada le hicieron muy buenas ofertas para contratarlo y que prefirió seguir escribiendo en Il Manifesto y en Página. “Desconfiaba de los grandes medios porque creía que mientras mayores fueran los intereses que defendían, más grandes serían las posibilidades de que le pusieran algún límite a la libertad de sus opiniones”, escribe Pasquini.


Se conocían desde comienzos de los ‘70, habían coincidido en varios medios y se habían prometido que el primero que muriera escribiría el texto post mortem del otro. Las contratapas de Soriano, sus distintas vertientes, son un clásico. ¡El festín que se habría hecho con el macrismo! Uno casi que puede escuchar al corresponsal del Créase o no describiéndole al editor que lo llama por teléfono lo de la grasa militante y las dos pizzas de Prat Gay, esto de “la creatividad política” de Elisa Carrió, la precisa delicadeza de Aranguren, la comprensión que implora Triaca para los empresarios que despiden, la pericia de Michetti en el manejo del Senado y en las operaciones de la Fundación Suma, nombre incluido, la efectividad rezadora del pastor Giménez Bergman para apagar incendios, las increíbles aventuras del ingeniero Panamá. Con el globo que está inflando la criatura ya se intuye, otra vez, el paisaje en descomposición de Una sombra ya pronto serás, ese fresco de los comienzos del menemismo que a la vez preanunciaba la hecatombe Alianza-De la Rúa.


Aunque muchos escritores y periodistas reivindican y siguen ponderando su narrativa, también subsisten algunos autores, intelectuales y críticos a quienes les caía y sigue cayendo mal su obra y/o él mismo: son elocuentes, al respecto, cada tanto, textos y declaraciones. Es elocuente, también, la invisibilización de su obra en análisis literarios de algunas épocas; pero no en todos, por supuesto, y es notable a la vez la cantidad y diversidad de ensayos y tesis sobre sus libros que brotan en distintos ámbitos universitarios del país y también en Francia, Chile, Canadá, España, Italia, Brasil, largo etcétera. Cuando Soriano murió, en 1997, toda su obra era manejada en el continente por la editorial Norma, que en ese momento empezó a ir para atrás y en consecuencia no fue eficaz en su circulación. 


En 2003, por iniciativa y edición de Juan Forn y en editorial Seix Barral, dirigida por Alberto Díaz, comenzaron a reeditarse todos sus libros. A propósito de lo elocuente o significativo, un dato: entre comienzos de 2004 y fines de 2016 la editorial vendió 412.200 libros de Soriano. La cuenta da 31.707 libros y algunas páginas decimales al año. Epa: qué sorpresa. Sus textos no están demasiado a la vista, expuestos, en las librerías; no hay campañas o agites publicitarios. Hay un fenómeno profundo ahí, que se sostiene en el tiempo. Sus historias leídas por sucesivas generaciones, como proyectaba Pasquini Durán.


Triste, solitario y final, No habrá más penas ni olvido y Cuarteles de invierno, sus tres primeros libros, son las novelas más requeridas (41.800, 45.600 y 41.500 ejemplares, respectivamente). Alberto Díaz, editor de Soriano desde 2003, se sorprendió con Arqueros, ilusionistas y goleadores, la recopilación de sus relatos futboleros, publicado en 2006: desde entonces la editorial vendió 65.900 volúmenes. Entre las recopilaciones que Soriano publicó en vida la más leída es Rebeldes, soñadores y fugitivos (36.400): el próximo diciembre se cumplen treinta años desde la aparición de este libro, publicado por Editora/12 el mismo año en que se fundó este diario. Anota Pasquini en aquel artículo que desde los primeros borradores hasta el final el diario “era parte de sus sueños”. Página fue el medio en el que se afincó luego de varios tumbos, porque el regreso desde el exilio tuvo sus claroscuros. Hacia el final de la dictadura empezó a publicar algunas columnas en Humor y los libros que había publicado inicialmente en Europa (Una sombra y Cuarteles, que aparecieron inicialmente en italiano, francés y polaco) de repente empezaron a ser, entre fines de 1982 y hasta 1984, los más vendidos en la Argentina.


Ya de regreso quiso reeditar de algún modo sus experiencias anteriores, la mítica de Primera Plana y/o la protagónica en el suplemento cultural de La Opinión y convenció a Andrés Cascioli para hacer el semanario El periodista, cuya redacción fue armada casi íntegramente por Soriano, pero a unos días del debut se pelearon  y quedó al margen hasta de Humor. Luego intentó reflotar Crisis, pero tras un par de números las diferencias con Vicente Zito Lema fueron cruciales. Formó parte de la cooperativa El Porteño, siguió publicando notas en medios europeos: recién con Página, en 1987, encontró su lugar. Escribe Pasquini Durán: “Con el mismo entusiasmo se alegraba frente a una nota bien escrita o una idea interesante o armaba broncas tremebundas por lo que podía afectar la salud del diario, que no dejó de imaginar con futuro, fuerte y hermoso, aun en los momentos en que otros bajaban los brazos”. Y también: “Ejerció el periodismo antes que la literatura pero nunca lo dejó porque era más que una forma de ganarse la vida, era una vocación profunda, cultivada con ternura, devoción y paciencia de orfebre”. 


Es bien interesante el estudio crítico que viene haciendo Rogelio Demarchi con la obra de Soriano. Entiendo que prepara un libro de ensayos que contendrá, imagino, las vertientes en las que está trabajando: las correspondencias e interrogaciones que entrevé en las novelas de Soriano respecto a las de Puig, por ejemplo, y cómo ha operado un sector de la crítica para canonizar a Puig y defenestrar a Soriano. O los grandes temas que desarrolla en cada una de sus novelas: la amistad en Triste, el peronismo en No habrá más penas, los milicos en Cuarteles, la revolución en A sus plantas rendido un león, la decadencia en Una sombra, la conspiración en El ojo de la patria, el origen en La hora sin sombra. O la construcción de un dispositivo mitográfico, plantea, a través del que lee en sus cuatro libros de recopilaciones “al Soriano-periodista y al Soriano-personaje como construcciones ficcionales del Soriano-autor”.


“Fueron los franceses los que, por larga experiencia, adoptaron la católica metáfora del purgatorio”, escribió Soriano en “Cartas”, un texto de 1992 en el que indaga sobre las que se le escriben a los escritores, y sus respuestas. “Según ellos –sigue Soriano–, escritor que muere, obra que desaparece, hasta que al cabo de un largo purgatorio, si de verdad lo merece, entra definitivamente en el paraíso. La regla tiene sus excepciones. Proust no pasó por el purgatorio pero sí Sthendal, Balzac, Flaubert y Maupassant. Entre nosotros Roberto Arlt estuvo tres décadas a fuego lento antes de ser un clásico. Macedonio Fernández sigue ardiendo y si no lo saca ese estupendo relato de Ricardo Piglia que es La ciudad ausente ya no lo saca nadie. Horacio Quiroga salió ya y cualquiera puede comprar sus libros en las nuevas ediciones de Losada. Eduardo Mallea, en cambio, anda penando por las mesas de saldos, que son una forma del infierno. Rodolfo Walsh tuvo que esperar quince años, pero ya está en el paraíso, reeditado por De la Flor. Ahora hay que esperar que Manuel Puig vuelva del paseo y reencuentre los maravillados lectores que tenía en los años setenta, cuando era el más best seller de todos y los críticos se burlaban de él. Ahora empiezan a burlarse de Cortázar y lo tironean para que vaya de una buena vez a purgar sus pecados, pero los lectores no lo dejan. Todavía hoy los libros que escribió inseguro y dudoso siguen figurando entre los más vendidos de la Editorial Sudamericana”.


Me gusta esa imagen: Arlt, Walsh, Quiroga, Cortázar, Puig, Tizón, Briante, Piglia, Laiseca, Rivera, Dal Masetto, Soriano, sus hipotéticas conversaciones en ese paraíso, o donde fuera. “En el fondo, mis libros plantean por infinitésima vez en la literatura argentina el problema de la identidad –decía Soriano–. El 90 por ciento de los escritores, sobre todo los contemporáneos, nos pasamos interrogándonos por la identidad. En el fondo, esto es lo que se pasa preguntando la gente en la calle, a veces de manera inconsciente: qué somos, por qué nos va como nos va, cómo se resuelve este berenjenal. Por eso mis personajes son contradictorios y se parecen tanto a los comunes mortales. Yo hago historias de tipos como todos. Retomo la literatura de personajes, que está algo olvidada”.