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miércoles, 19 de octubre de 2016

Estúpida y sensual xenophobia… @dealgunamanera...

Estúpida y sensual xenophobia…

Argentinos nacidos en Europa descansan de a quinientos por metro cuadrado en un palacio de arquitectura neorrenacentista previo a salir a trabajar la tierra de San Telmo.

Samuel nació en Caracas hace 28 años. Llegó a la Argentina por primera vez de vacaciones y se enamoró de Buenos Aires. Años después, harto de la situación de su país y viendo que estaba al borde de la pobreza teniendo un trabajo que en cualquier otro país le permitiría llevar una vida holgada, vendió lo último que le quedaba –su “carro”– que, por esas cosas de las diferentes cotizaciones del dólar, le alcanzó para pagarse dos pasajes. Llegó a Buenos Aires con su esposa de manera legal, por el aeropuerto de Ezeiza y con los papeles en la mano.

Tanto él como su esposa tienen dos títulos universitarios cada uno. Ella trabaja de mesera en un bar de Palermo por unos pocos pesos más la propina. Él atiende un kiosco de siete de la tarde a siete de la mañana del día siguiente. La semana pasada fui testigo del primer comentario despectivo que recibió cuando un señor muy bien vestido le recriminó que le quitara el trabajo a los argentinos. Como si algún argentino con dos títulos universitarios aceptara atender un kiosco doce horas por noche seis días a la semana. Como si hubieran echado a un ingeniero para darle el puesto.


La primera vez que me llamó la atención la inmigración fue a mediados de los años noventa, cuando a Buenos Aires empezaron a llegar oleadas de bolivianos. El motivo principal por el que les presté atención obedece al más sencillo principio del asombro: no cumplían con el parámetro de porteño medio. De rasgos aborígenes, vestidos con ropas de colores insoportablemente estridentes y las mujeres con sombreros. No hubieran pasado desapercibidos ni con niebla.

Hoy, en tiempos en los que muchos se preocupan humanitariamente por el conflicto sirio o porque nadie llora por los muertos del huracán de Haití –que con la guita que recibe después de cada desastre ya debería tener la infraestructura de Dubai– nos hacemos bien los boludos con la inmigración silenciosa del hambre venezolano. Rostros europeizados en su mayoría, salvo que se pongan a hablar, ni nos enteramos de que no son de acá. Pero si alguno se pone a charlar con ellos –y no para pedirles que se vuelvan a su país– puede encontrarse con una realidad tristísima: el éxodo de gente que vende lo poco que le queda para poder irse del país al que aman. No es un detalle menor, ya que esos que pueden irse son los afortunados.


Natalín usa un ambo verde en la guardia de una clínica privada céntrica. Sí, es médica. Charlando con ella uno puede sacarse todos los prejuicios de encima –si hay algo que nunca sobra en ningún país son médicos– y anoticiarse que no vino al país para estudiar, sólamente, sino que vino a cumplir con los años de residencia que necesita para poder ejercer la medicina en su país, Colombia. Le pagan en blanco, tributa ganancias, paga el 21% de IVA en cada compra, usa el transporte público, alquila. En Colombia tendría que pagar para ejercer la medicina hasta sumar los años necesarios en un sistema perverso. Aquí trabaja.


Lo de la xenofobia argentina debería ser un tema para tratar en terapia. A veces solapada por la culpa, otras oculta tras la corrección política, otras tantas a flor de piel cuando necesitamos culpar a alguien por lo que otro nos sacó, el desprecio selectivo a quien no es de acá, es un asunto que se cuela alguna vez en todas las familias. En todas. Entre mis ocho bisabuelos sumo tres nacionalidades distintas y ninguna es inca o querandí. Ni siquiera tengo una gota de sangre española como para reclamar derechos naturales y coloniales. Y a excepción del puñado de 100 apellidos patricios y los pocos aborígenes no mestizados que quedan en el territorio, el resto de los argentinos llegó o nació de los que llegaron tiempo después. Mucho tiempo después.

Uno de mis abuelos nació en un conventillo. Está claro que el poder adquisitivo de su padre no podría costear los tributos al Estado que pudieran justificar el uso del pupitre en un establecimiento educativo. Pero tuvo educación primaria, secundaria y terciaria. Su hermana se recibió de abogada en la UBA. Mi otro abuelo no pudo terminar sus estudios, pero la realidad de un país en el que nadie le preguntaba la nacionalidad antes de darle un empleo lo hizo salir adelante y brindarle educación a sus hijos. Nota al margen: ninguno de mis abuelos se salvó del “tano de mierda”.

Ya sé, me van a venir con que la sociedad era distinta porque un europeo encajaba de lo más lindo en este paraíso de mansiones de la calle Alvear. Por eso terminaron todos viviendo en casas levantadas como pudieron en terrenos en Loma del Orto y laburando de albañiles, zapateros, verduleros y otros oficios propios de la nobleza europea y fueron tratados como aristócratas con títulos nobiliarios como Moishe tacaño, Gaita ignorante y Tano bruto.


Un cacho de cultura tributaria. La educación pública en Argentina se financia con presupuesto estatal, en su mayor parte con recursos de libre disponibilidad. Esto quiere decir que se lo banca con impuestos en general, que no hay un producto o tributo específico que diga “mantenimiento educativo”. En una época lo hubo: en 1999 el Estado creó el “impuesto docente” mediante el cual los que tenían auto pagaban un tributo destinado, básicamente, a borrar la carpa blanca de la plaza de los Dos Congresos.

Al no existir un tributo directo, cualquier boludo que compra un alfajor, un champú, un dentífrico o una botella de gaseosa, está dejando poco más de un quinto de su precio en Impuesto al Valor Agregado. Y no es poca cosa: nuestro 21% es el sexto IVA más caro del mundo, sólo superado por los países nórdicos y Uruguay, donde tienen 22 puntos de IVA, pero son tantos los productos exentos que en la canasta mensual tiene menor impacto que el argentino.

La presión impositiva en nuestro país es insoportable. Lo sabemos y lo padecemos. Muchos ponen el grito en el cielo y ratifican su postura al saber que el impuesto inmobiliario también forma parte de la recaudación y eso es algo que se puede utilizar para financiar la educación pública. Relax, estimado lector: el inmigrante no es de residir en una alcantarilla, y, por lo general, el que viene a estudiar es de alquilar. Como todos saben, aunque la ley diga lo contrario, los que alquilan se hacen cargo de pagar los impuestos inmobiliarios y municipales.

A ello hay que sumarle que para poder mantenerse en la Argentina requieren de alguna de estas dos opciones: o reciben remesas de sus padres, que no es otra cosa que dinero contante y sonante que ingresa al país para circular en el comercio y terminar en buena parte recaudado por el Estado en impuestos, o trabajan. Y si laburan y no pagan el impuesto a las ganancias es porque cobran miseria. Para redondear, los que están en blanco pagan aportes patronales para una jubilación que, si se vuelven a sus países una vez finalizados sus estudios, no cobrarán never in the puta life.

Del otro lado de la misma moneda nos encontramos con el debate que algunos quieren dar también amparados en la falta de sentido común: el caso de los que provienen de familias pudientes y van a la universidad pública. Son los que el viernes a la noche estacionan el cero kilómetro en las inmediaciones de la facultad y faltan alguna que otra vez porque se fueron a pasar el fin de semana a Long Beach. Suponer que no se merecen la educación pública es, nuevamente, no entender que, si son los que más tienen, son los que más gastan y, por ende, los que más aportan al tesoro. ¿Por qué impedirles que utilicen una universidad que también financian?

Lo que sí es cierto es que muchos de los que ingresan a la universidad pública provienen de una educación primaria y secundaria privada. Estadísticamente, los que provienen de la educación pública son los menos y esto habla de distintas necesidades: el desastre del nivel educativo y la necesidad de salir a laburar full time picaban en punta hasta hace unos años. Hoy comparten el trono con las ganas de no hacer un choto.


Sí, es cierto que muchos avivados se aprovechan de las bondades de Argentina, pero no por nuestra legislación generosa que proviene de nuestra Constitución Nacional, sino por la falta de controles en la aplicación de la normativa. El ejemplo de los tours de salud que provienen de países limítrofes para atenderse en hospitales públicos con turnos que les sacan desde agencias de turismo, o los simpaticones que llegan al país, se toman un terrenito, y luego exigen que se los den o, en el mejor de los casos, se los vendan, que lo quieren pagar, como si estuviéramos en un universo paralelo en el que una propiedad se puede pagar en 550 mil cuotas de veinte pesos. Ni que hablar de los que cruzan el Pilcomayo, cobran el plan, votan y se vuelven a Paraguay. Solo un tuerto emocional puede cruzarse con un laburante o un estudiante extranjero y recriminarle la toma de terrenos o las chantadas clientelistas norteñas.

Ahora que está de moda revolearnos estadísticas por la cabeza, también hay que agregar que el 5,7% de todos los presos que tienen el sistema penitenciario argentino es extranjero. Como suena bajito, digámoslo al revés: el 94,3% de los presos de Argentina son argentinos. 94 personas y dos brazos de cada cien. Nueve personas y un torso de cada diez. O sea: en el único rubro en el que existen estadísticas reales para afirmar si nos sacan lugares de privilegio, es en el penitenciario. Y no, ahí les ganamos por paliza y nadie nos quita una celda para dársela a un foráneo.

Puedo entender otro tipo de soluciones que se podrían aplicar para paliar nuestra necesidad de culpar a otros por nuestros problemas, como arancelar la universidad para quien viene de afuera, o enviar el resumen de gastos hospitalarios a las respectivas embajadas de cada ciudadano del mundo, pero nuestra Constitución Nacional lo impide. Lo que sí es remarcable es que, todos aquellos que dicen que no se puede comparar esta inmigración que viene a utilizar nuestras universidades con las de nuestros abuelos, tienen razón: a nuestros abuelos el Estado les dio alojamiento, abrigo y comida, les buscó trabajo y les facilitó los trámites con ese temita del idioma. Ah, además les permitió usar la salud y la educación pública.

Nunca terminaré de entender esa cosa de recordar las raíces europeas de nuestros abuelos –que, si tan aceptados eran en sus países de origen, no tendrían que haberlo abandonado contándose las costillas del hambre–, mencionar nuestro pasaporte italiano/europeo en alguna que otra charla, y ratificarnos ultra nacionalistas para delirar a Brasil en un partido de fútbol o cada vez que aparece un tipo que habla con acento de telenovela y cuyo único pecado cometido es el de haber llegado después que nosotros.

Y todos nos hacemos los boludos con los destrozos de nuestros manifestantes vernáculos, de los robos, estafas y homicidios de nuestros compatrióticos compatriotas. Y mejor ni hablar de los problemas que generaron, generan y generarán nuestros políticos bien argentinos, en nombre de la Patria, ésa que nos ponemos al hombro cada cuatro años, siempre y cuando a la selección le vaya bien, o cuando vemos a una persona que habla el castellano con un acento extraño, sea venezolano, colombiano o correntino. Parte de nuestra idiosincrasia: si no se le entiende nada, lo vemos con otros ojos, aunque sea un mafioso ucraniano. Sólo por dar un ejemplo, desde 2013 ingresaron 25 mil ciudadanos italianos a la Argentina para probar suerte.

A diferencia de nuestros abuelos, vienen instruidos, con título y experiencia. Si no fueran físicamente idénticos al porteño promedio, serían el terror del nacionalista.

Supongo que está inexplicablemente en nuestra cultura. Vienen a quitarnos los trabajos que rechazamos, las camas de los hospitales que no usamos y los pupitres de las universidades de las que egresan sólo el 14% de quienes se inscribieron. Nadie saca cuentas de cuánto le cuesta al Estado cada estudiante crónico, ni mucho menos se hacen eco de la última encuesta universitaria de la UBA en la que el 84% de los alumnos se manifestaron a favor de un examen de ingreso.

Pero en definitiva, son detalles. Después de todo, con nuestra plata hacemos lo que queremos, qué carajos.

Martedì. “Patriotismo es tu convencimiento de que este país es superior a otros sólo porque tú naciste en él”. 

© Escrito por Lucca el martes 18/10/2016 y Publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.



martes, 3 de marzo de 2015

Más mujeres consumen porno por Internet... De Alguna Manera...

Nuevo porno: se inspira en el sexo real y más mujeres lo miran…

Más mujeres consumen porno por Internet. (Juan José Traverso)

Tendencia. Los hombres superdotados y las rubias voluptuosas ya fueron. Ahora las películas se miran por Web, muestran cuerpos normales y situaciones eróticas que puede vivir cualquiera.

Estás en los ‘90, fuiste al videoclub, estás mirando una película porno a escondidas y lo que ves es algo que no se parece en nada a tu vida sexual: hombres aceitados, hiperdotados y con erecciones majestuosas y rubias con siliconas enormes, depilación absoluta y uñas postizas. Ahora estás en 2015, estás viendo un video porno en Internet y te das cuenta de que aquel porno tradicional cambió: ves mujeres sin cirugías y hombres con penes estándar, ves cuerpos reales y ves, sobre todo, a mujeres que no sólo dan sino que también piden lo que les excita y tienen orgasmos en cámara. De todo eso se trata, en definitiva, el nuevo porno mundial.

“El rol de la mujer en el porno tradicional era de objeto: una muñeca siliconada que tenía la función de satisfacer. La mujer era un recipiente del placer del hombre: ésto es, el hombre eyaculaba encima de ella pero el orgasmo de la mujer no existía. Lo que empezó a pasar es que muchas mujeres que querían ver porno no se sentían representadas ni con ésto ni, por ejemplo, con los planos médicos”, explica Gino Gingolani, docente de la UBA e investigador de las nuevas representaciones digitales en la pornografía. Los planos médicos, se entiende, son los también llamados “ginecológicos”.

Así, hace unos años, la cineasta sueca Erika Lust recogió esa incomodidad, creó lo que llamó “Porno para mujeres” y se convirtió en gurú del cambio. Tanto que acaba de dar una charla TED en Viena bajo ese lema: #ChangePorn” (cambiar el porno). “En mis películas, tanto hombre como mujer son protagonistas, interactúan naturalmente, experimentando y divirtiéndose. Se trata de gente real en situaciones reales”, contó a Clarín.

Pero al principio este tipo de porno “rosa” fue cuestionado. “Es que eso de que las mujeres quieren que las acaricien y les cuenten un cuento antes de tener sexo no dejaba de ser otro estereotipo. Se pasaba de la puta a la novia”, dice Gingolani. Y lo que pasa con “Las 50 sombras de Grey” es un ejemplo: un porno light, donde el hombre ni siquiera se desnuda. 

Pero lo de Lust evolucionó y en su trilogía “Confessions”, filmó las fantasías eróticas  reales que la gente le fue enviando. Hay, por ejemplo, una chica en un taller literario que escribe sobre un surfista saliendo del mar y concreta su fantasía teniendo sexo con él en la terraza de un hotel. Hay una pareja teniendo sexo al aire libre –ella abrazada a un árbol–, hay dos en el cine que no pueden más y terminan teniendo sexo en la butaca. 

Es que, como el sexo en la vida real, el nuevo porno incluye cuerpos reales y situaciones posibles: tetas con alguna estría, penes que arrancan tímidos, depilaciones normales, sexo con preservativo. Para ver sus películas hay que pagar unos $50 y descargarlas de su web.

Lo cierto es que esa tendencia mundial ya se ve en nuestro país. “Hay tres cosas que se están dando –cuentan desde Poringa, un sitio donde se puede ver porno y compartir videos caseros, y que ya tiene 11 millones de usuarios–. Por un lado, ahora hay un porno más dirigido a las mujeres: el female friendly, donde se prioriza el orgasmo de la mujer. También un ‘porno romántico’, más erótico, con más narrativa. Y otra tendencia es el Pov (point of view), donde las parejas se filman y muestra la escena desde la mirada de uno de ellos”.

Lo que sigue en la era de cambios es el llamado “Postporno”, una forma de rebelión contra los estereotipos sexuales: un porno en el que se incluyen cuerpos que no estaban siendo representados, como de mujeres “chatas”, hombres muy flacos o lesbianas menos femeninas. 

Además, “frente al imaginario de lo que es el porno tradicional, el postporno incluye más lo afectivo y los vínculos y no sólo la genitalidad. Sin embargo, creo que levantar la bandera política acogota el placer”, opina César Jones, director de culto de cine porno nacional. El, a su manera, está explorando un camino: en “Visiones de un erotómano” (también se compra por Internet) “hay una mezcla entre el relato típico de Youporn (la potencia de la desnudez, lo breve) mezclada con personajes con cierto espesor psicológico y una trama cultivada”.

Dicho todo ésto, tenemos ya todos –los solos, los acompañados– material para un domingo diferente.

© Publicado el domingo 01/03/2015 por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 7 de junio de 2014

Hombres de auto: Augusto Mónaco… De Alguna Manera...



Hombres de auto: Augusto Mónaco…

Augusto Mónaco

Hijo de inmigrantes nacido en la Argentina, fue un experto en ingeniería que llegó a desarrollar un auto para correr en la Fórmula 1.

Hijo de inmigrantes, célebres personajes italianos (su padre Ottavio fue uno de los protagonistas de la unidad de Italia, y su madre Nicolina Leanza era la hija de un conocido oficial napoleónico que intervino en el motín de 1848 en Nápoles), Augusto nació en Buenos Aires el 15 de marzo de 1903 y se caracterizó, desde pequeño, por su afición a la mecánica.

Estudió en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y se recibió de ingeniero mecánico en 1924. Dos años después viajó a Torino, Italia, y se radicó definitivamente allí, aunque nunca dejó de reconocer que todos los conocimientos fundamentales que había acumulado provinieron de sus estudios en la Facultad de Ingeniería de la UBA.

De carácter libre e independiente, no quiso trabajar como profesional de la Fiat, que enseguida le ofreció empleo en su centro de ingeniería, pero aceptó el apoyo económico que el senador Agnelli, dueño con sus familiares de la gran empresa automovilística, le ofreció para sus audaces proyectos. Así, en 1927 diseñó y construyó el Monaco-Baudo de un cilindro de 500 cm3 de cilindrada y con válvulas laterales, y, en 1932, el famoso “Chichibio”, el Monaco-Nardi, un automóvil de tracción delantera con motor JAP de un cilindro, un litro y 65 CV, bólido que triunfó en muchas carreras de montaña.

Su proyecto más atrevido, que fracasó, fue su Monaco-Trossi de Fórmula 1 de 1935, impulsado por un motor aeronáutico radial, también llamado en estrella, de 16 cilindros enfriados por aire, cuatro litros y 250 CV, sobrealimentado mediante dos compresores Zoller y carburadores Zenith. Acusaba un peso de 710 kilos.

Monaco-Trossi de Fórmula 1 de 1935

Agnelli confió en un principio en la idea y en la construcción del bólido pero, después de los decepcionantes ensayos en la pista de Fiat en Lingotto, rápidamente la desechó, y le retiró a Monaco el apoyo financiero. Esto no desanimó a un hombre como Augusto, dado que rápidamente se puso en contacto con un acaudalado amigo, el conde Carlo Felice Trossi, que también era piloto y aficionado a la mecánica, quien puso a disposición de Monaco las amplias instalaciones de su castillo de Gaglianico, en el Piamonte, además del aporte económico para la aventura, que consistía en hacer participar al monoplaza en el Gran Premio de Monza de 1935, donde efectivamente fue inscripto. 

Pero ocurrió un desastre: debido a la muy desfavorable distribución de las masas, 75 por ciento adelante y 25 por ciento atrás, el automóvil con tracción delantera y motor radial era casi imposible de pilotear dada su gran inestabilidad. Por ello y porque el motor recalentaba mucho hasta llegar a fundir a las bujías, el monoplaza no participó en la carrera. No obstante, este auto se destacó por su esmerada construcción de orientación aeronáutica, no sólo en la planta motriz sino también en el chasis y la carrocería, gracias a la colaboración del ingeniero Giulio Aymini. Por aquel entonces se decía que era un avión sin alas. Era verdad.

Después de esta decepción, Monaco siguió investigando y trabajando en diversos campos de la ingeniería, y se trasladó a Livorno, estableciendo una fábrica para la construcción de componentes hidráulicos de precisión. Hasta llegó a elaborar un diamante sintético que fue patentado en Suiza.

Monaco falleció en Italia el 4 de noviembre de 1997 a los 94 años, y la viuda del conde Trossi, la condesa Lisetta, donó el excepcional monoplaza al Museo del Automóvil Carlo Biscaretti di Ruffia de Torino, donde forma parte de la colección permanente de la institución.

© Escrito por Pablo Jorge Gualtieri en el mes de 05/2014 y publicado en el Nº 427 la Revista Parabrisas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 15 de febrero de 2014

Hallan un mecanismo clave en la lucha contra el cáncer... De Alguna Manera...


Avance argentino: Hallan un mecanismo clave en la lucha contra el cáncer...

Presentación. Gabriel Rabinovich, líder del equipo de científicos argentinos, explicó ayer las implicancias del hallazgo. “Deseamos que nuestro trabajo sea útil para todos”, dijo, María Eugenia Cerutti.

Científicos del Conicet y la UBA detectaron por qué algunos tumores son resistentes a terapias convencionales. Y ya están desarrollando un nuevo tratamiento. La investigación se publicó en EE.UU.

A veces, el cáncer opera como esos ladrones que son atrapados, pero que vuelven más tarde a encontrar un camino para escapar. Esta vez, científicos de Argentina, liderados por Gabriel Rabinovich, descubrieron uno de esos mecanismos que los tumores usan para evadir un tipo de tratamiento convencional, y ya están desarrollando una terapia para que no se vuelvan a liberar. El trabajo es tan importante que fue publicado ayer por la prestigiosa revista Cell.

“Creo que la ciencia debe aglutinar. No distingue ideologías. Es para el bienestar de todos. Deseamos que nuestro trabajo realizado en la Argentina sea útil para todos. Porque hay un gran problema con los pacientes que tienen tumores que resisten a los tratamientos, y nuestro trabajo intenta aportar una explicación y una posible herramienta como terapia potencial para hacer que los tumores respondan y el cáncer pueda controlarse”, dijo Rabinovich, en diálogo con Clarín, después de una conferencia de prensa que brindó ayer en el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME), con la presencia del Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, y el presidente del Conicet, Roberto Salvarezza.

El hallazgo y el desarrollo de la terapia potencial fueron llevados a cabo con fondos de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, el Conicet, la Universidad de Buenos Aires, la Fundación Sales, y las familias Ferioli y Ostry. Con los subsidios, los científicos diseñaron experimentos que les permitieron descubrir un mecanismo de escape de los tumores y desarrollar el anticuerpo monoclonal, cuya patente está en trámite.
Cuando un tumor se desarrolla, necesita de nutrientes y oxígeno para crecer. Y se inicia un proceso de proliferación de las células cercanas –llamadas endoteliales–, que forman los vasos sanguíneos e irrigan al tumor en expansión. Ese proceso ocurre gracias a que se libera una proteína –conocida como factor de crecimiento endotelial vascular– que manda la señal para que se puedan construir los vasos sanguíneos que favorecen al tumor.
Desde hace diez años, están disponibles terapias antiangiogénicas que actúan sobre ese proceso: son anticuerpos monoclonales que sirven para bloquear la producción de vasos sanguíneos en pacientes con cáncer. Pero esas terapias no son eficaces en todos los pacientes porque los tumores escapan.

El equipo de Rabinovich estuvo formado por Diego Croci, Juan Cerliani, Tomás Dalotto-Moreno, Santiago Méndez-Huergo, Ivan Mascanfroni, Sebastián Dergan-Dylon, Marta Toscano, Julio Caramelo (de la Fundación Instituto Leloir), Juan García Vallejo, y Mariana Salatino. Contaron con la colaboración de los argentinos Enrique Mesri, en la Universidad de Miami, y Carlos Bais, de la empresa Genentech. Pudieron identificar un mecanismo que hace que los tumores sigan creciendo a pesar de que los pacientes reciban el tratamiento. “El mecanismo sería útil a diferentes tipos de cánceres”, comentó Rabinovich.

“Descubrimos que los tumores que son sensibles a la terapia antiangiogénica convencional tienen un escudo dentro de las células endoteliales que impiden que la proteína galectina-1 actúe. Entonces, cuando se aplica la terapia antiangiogénica convencional, el tumor se reduce. En cambio –aclaró el investigador, que fue ganador de un premio Konex de Platino el año pasado–, en los tumores resistentes a la terapia, el escudo no está presente y esto posibilita que la galectina-1 induzca la formación de vasos sanguíneos porque puede unirse al receptor de las células endoteliales. Así, el cáncer continúa desarrollándose o reaparece en los pacientes tiempo después”.

El hallazgo se realizó a partir de experimentos con tumores de pulmón, linfoma de células T y cáncer de páncreas, que empezaron en 2006. Y tiene implicancias no sólo para la comprensión de los diferentes tipos de cáncer sino para otras enfermedades en las que ocurre una producción anómala de vasos sanguíneos, como la degeneración macular asociada a la edad, y la retinopatía diabética.

El ministro Barañao afirmó ayer que el descubrimiento del equipo de Rabinovich es “un aporte excepcional al conocimiento universal hecho desde este Instituto (el IBYME), que debe ser la única esquina de América latina en la que trabajaron dos Premio Nobel, Bernardo Houssay y Federico Leloir, marcando históricamente el rumbo de la ciencia argentina”. Destacó que Rabinovich fue formado por la educación pública (en la Universidad Nacional de Córdoba), que es altruista con sus colegas y que ejemplifica que “se puede hacer ciencia básica inspirada en el uso porque impacta económica y socialmente en toda la comunidad”. El científico tiene 141 trabajos publicados y 8 patentes.

© Escrito por Valeria Román el Viernes 14/02/2014 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


miércoles, 8 de agosto de 2012

Dilemas siniestros... De Alguna Manera...

La política tiene algunos dilemas siniestros...


No se trata de resistir ciertas reformas porque “no van a ir tan lejos como uno soñaría en sus mejores sueños”, sino porque ellas prometen retrocesos “de pesadilla” respecto de la situación original. Basta sólo observar lo que pasó con el Consejo de la Magistratura o la ley de Partidos Políticos.

Existen dilemas de diferente tipo. Por ejemplo: dilemas éticos , que nos llevan a escoger entre dos imperativos morales (como el de optar entre salvar una vida u otra); dilemas de cooperación (como el que se estudia con el llamado dilema del prisionero); dilemas como el que se ilustra con la idea del “tómalo o déjalo” (conocido como el “dilema de Hobson”); dilemas extorsivos del tipo “la bolsa o la vida”; o dilemas como el “zugzwang”, al que se hace referencia en el ajedrez (y que describe una situación en la que estamos obligados a incurrir en daños, cuando preferiríamos directamente no hacer movida ninguna).

Aquí quisiera hablar de un dilema diferente de los citados, muy propio de esta etapa política, y que tiene su comienzo en cambios que se consideran necesarios, indispensables . Por caso, la reforma de la Ley de Partidos Políticos; la reforma del Consejo de la Magistratura; la reforma de la Ley de Medios y aun, según entiendo, la reforma constitucional, podrían ayudarnos a ilustrar el dilema que me interesa.

El dilema en cuestión aparece cuando “la puerta de entrada” al cambio buscado está controlada por quienes amenazan con dejarnos (no con un bien inferior o no tan perfecto como el que buscamos, sino) con un resultado que rechazamos absolutamente . Podemos llamar a estos dilemas de “puerta de entrada”, dilemas siniestros.

Un ejemplo muy sencillo puede dar cuenta del dilema del caso. Un padre de pocos recursos quiere operar a su hijo, que padece problemas respiratorios muy molestos. En el pueblo en donde habitan hay sólo un hospital en condiciones de hacer la operación. El problema es que allí hay un buen médico, que podría operar y poner bien al niño, pero el hospital es administrado por personas reiteradamente acusadas de aprovecharse de sus pacientes, traficando con sus órganos. El dilema siniestro aparece ahí, del peor modo: el padre entiende que es necesario, indispensable, operar a su hijo, pero teme que si las cosas no salen bien, salgan imperdonablemente mal. ¿Qué debe hacer entonces? Operar al hijo, con la esperanza de que mejore su vida, o no hacerlo, temiendo un (bastante previsible) robo de órganos?

El caso anterior, me parece, ilustra un dilema que ha aparecido reiteradas veces en la política de estos años . Por ejemplo, muchos abogaron por la reforma del Consejo de la Magistratura con la convicción de que, tal como estaba organizado, el Consejo no funcionaba bien, lo cual no ayudaba a la independencia judicial. Lamentablemente, con la reforma hecha, el Consejo no sólo no ganó independencia, sino que se terminó de poner en crisis la ya frágil independencia de la que gozaba .

Otro ejemplo es el de la reforma a la Ley de Partidos Políticos. Parte de la izquierda quería la reforma para asegurar una escena política más igualitaria e inclusiva.

La reforma que finalmente se llevó a cabo no sólo no sirvió para organizar una política más igualitaria , como quería la izquierda, sino que se dirigió directamente a borrar a la izquierda del mapa político.

Es muy importante advertir cuál es, precisamente, la crítica que aquí se hace, para evitar el tipo de falacias en las que hoy está incurriendo el oficialismo y (lo que Bourdieu llamara) su “policía ideológica.” Las resistencias que pueden ponerse frente a ciertas iniciativas reformistas no se deben a que uno es “demasiado exigente” o “utópico”: se trata de que tales reformas amenazan con empeorar inaceptablemente la ya difícil situación de punto de partida.

De modo similar, no se trata de resistir ciertas reformas porque “no van a ir tan lejos como uno soñaría en sus mejores sueños”, sino porque ellas prometen retrocesos “de pesadilla” respecto de la situación original (como el padre que se encuentra con que el hospital que iba a curar a su hijo termina siendo responsable de robar los órganos del niño; o la izquierda que se encuentra con que la deseada reforma política llegó, pero sólo para proscribirla a ella).

El Gobierno todavía tiene en sus manos la posibilidad de recuperar la credibilidad y el apoyo que exigen las principales reformas por las que está interesado (incluyendo la reforma constitucional). Podría hacerlo, por ejemplo, pidiendo perdón y mostrando sincero arrepentimiento por las mentiras de las cifras de inflación, la desigualdad, la pobreza o el desempleo; asegurando a la Ley de Medios los controles en manos de la oposición que hoy impunemente impide que existan; siendo implacable con la corrupción estructural que hoy se ampara. De no hacerlo, para los críticos del Gobierno, la única opción razonable será la de aprender de la historia. Y lo que la reciente historia política sugiere es que, sin un (perfectamente posible) cambio radical de actitud, por parte del oficialismo, deben rechazarse todas las invitaciones sin garantías que curse el Gobierno.

© Escrito por Roberto Gargarella, profesor de Teoría Constitucional en las Universidades de Buenos Aires y Di Tella y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el miércoles 8 de Agosto de 2012.