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jueves, 29 de julio de 2021

A 45 años del El Plan Cóndor... @dealgunamaneraok...

 El Plan Cóndor…


Hace 45 años, nuestro país vivió una violencia ideológica y mesiánica que se inició con un terrorismo que no se detuvo ni siquiera en democracia, y que desató una represión del Estado que aún hoy estremece.

© Escrito por Martín Balza (*) el jueves 29/07/2021 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.  

Lo obrado por la última dictadura cívico-militar, y dentro de ella el denominado Plan Cóndor, es un signo patológico y una desvalorización moral: una verdadera transnacional del terror, integrada por las dictaduras de nuestro país (Jorge Rafael Videla), de Bolivia (Hugo Banzer Suárez), de Brasil (Ernesto Geisel), de Chile (Augusto Pinochet), de Paraguay (Alfredo Stroessner) y de Uruguay (Aparicio Méndez Manfredini) y, en menor medida, con contactos con las fuerzas armadas de Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.  

Argentina era la sede del Plan Cóndor, según archivos desclasificados por Estados Unidos

Por el lado argentino, entre los vinculados al Cóndor figuran, entre otros, los ex generales Videla, Díaz Bessone, Suárez Mason, Menéndez, Riveros, Galtieri y Harguindeguy. Ellos no obviaron incorporar a varios delincuentes comunes como Aníbal Gordon y sus secuaces. 

El plan había sido concebido como tal por el presidente chileno, general Augusto Pinochet Ugarte, en 1975, e instrumentado por el general Manuel Contreras, jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional de Chile (DINA). 

Consistió en un programa regional de inteligencia y coordinación de los servicios de inteligencia nacionales, con conocimiento y anuencia de los Estados Unidos. Algunas reuniones y operaciones de la intriga se realizaron cuando en la Argentina todavía persistía un gobierno constitucional, el presidido por María E. Martínez de Perón. 

El Plan era clandestino y compatibilizó, con diversos matices, un terrorismo de Estado a nivel regional, principalmente en el Cono Sur, con el propósito de eliminar todo atisbo izquierdista y contribuir a la derrota del comunismo internacional. 

No obstante, en la práctica no era otra cosa que la eliminación de opositores a las dictaduras militares, explotando la profunda animadversión de estas hacia todo vestigio marxista-leninista, una versión criolla del principio nazi “del enemigo único”. 

La plena vigencia de la Guerra Fría contribuyó a ello. La concientización ideológica se materializó a través de los cursos dictados en la Escuela de las Américas y desde 1958 la “doctrina francesa” de represión contrainsurgente aplicada en Indochina y Argelia también influía en algunos sectores del Ejército.  

Se elaboró y ejecutó una planificación de asesinatos de opositores ideológicos. Entre ellos en Buenos Aires, en 1974, el del general del ejército de Chile Carlos Prats y su esposa; el del ex presidente de Bolivia Juan José Torres; en 1976, el del senador Zelmar Michelini y del diputado Héctor Gutiérrez Ruíz, ambos uruguayos; el del paraguayo Federico Tatter, secuestrado y desaparecido.  

En Washington, en 1976, asesinaron al ex canciller chileno Orlando Letelier y a su secretaria Ronni Moffitt. En 1980, la Argentina colaboró con el sangriento golpe de Estado ligado al narcotráfico del general Luis García Meza en Bolivia, que evitó que Hernán Siles Suazo asumiera como presidente, pese a haber ganado las elecciones. 

Otros testimonios son por demás relevantes. En julio de 1976 fue secuestrado en Buenos Aires el periodista uruguayo Enrique Rodríguez Larreta, quien posteriormente declaró: 

“Nos detenían argentinos y nos interrogaban uruguayos. Nos colgaban, nos daban descargas eléctricas y ponían sal gruesa en el piso para que pasara la corriente” (La Nación online, Bs As 9 Feb 2005). 

El periodista paraguayo Martín Almada, secuestrado el mismo año, fue torturado y forzado al exilio, posteriormente descubrió en Lambaré importantes archivos que aseguran que solo el Cóndor causó miles de víctimas entre muertos, desaparecidos y detenidos

 


Por el lado argentino, entre los vinculados al Plan Cóndor figuran, entre otros, los exgenerales Videla, Díaz Bessone, Suárez Mason, Menéndez, Riveros, Galtieri y Harguindeguy.

 

En el año 2000, el exgobernador de Río de Janeiro, Leonel Brizola, denunció que los ex presidentes Joao Goulart y Juscelino Kubitschek, fueron asesinados en el marco del Cóndor, simulándose un ataque cardíaco y un accidente respectivamente” (Clarín; 6 mayo 2000). El general brasileño Agnaldo del Nero Augusto reconoció la participación de su país: Nosotros no matábamos. Deteníamos y entregábamos (…) Brasil se limitó a colaborar con informaciones, a entregar agentes extranjeros y vigilar subversivos" (Página 12 online; Bs As, 31 diciembre 2007).

 

El Cóndor tuvo un capítulo centroamericano denominado Operación Charly. Se desarrolló principalmente entre 1980 y 1982. Consistió en exportar métodos de inteligencia, contrainteligencia y técnicas tales como secuestros, desapariciones forzadas y torturas a El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Honduras. En este último país, aún recuerdan que allí se estableció su central operativa.

 

Su objetivo era adiestrar a los “contras”, apelativo dado a los ex secuaces del dictador nicaragüense Anastasio Somoza, refugiado en Honduras luego del triunfo electoral del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en 1979, conducido por Daniel Ortega. El nombre de ese partido refiere a Augusto C. Sandino, patriota nicaragüense que dirigió entre 1927 y 1933 la resistencia contra el ejército de ocupación de los EEUU y fue asesinado en 1934.

 

Revelan cómo la CIA logró espiar a Argentina y otros países del Plan Condor en los 70

 

El artífice de esta aventura fue Galtieri. El área de Inteligencia de Ejército, como en el Plan Cóndor, fue la más involucrada. Estaba conducida por los generales Alberto Valín y Carlos A. Martínez, y los coroneles Jorge Muzzio y Mario Davicco; el responsable operativo era el coronel José Riveiro. No serían ajenos a Charly el brigadier Carlos W. Pastor, canciller y cuñado de Videla, y el embajador argentino en Honduras Arturo Ossorio Arana.

 

La asistencia costó a la argentina 25 millones de dólares. El plan era aparentemente simple: rodear a los sandinistas y encausarlos hasta Honduras para proceder a su aniquilación. Contó con la colaboración, entre otros, de los generales estadounidenses Alexander Haig y Vernon Walters. El fracaso de la operación es conocido y se consumó durante la presidencia de Ronald Reagan. Esa actitud servil fue totalmente inconducente, como lo demostró el comportamiento de los EEUU en la Guerra de Malvinas.

 

Yamir, el preso rapero que critica el Plan Cóndor desde una celda de máxima seguridad

 

No es fácil adquirir una dimensión cabal de todo lo expresado. La dictadura cívico-militar de los ´70 se inmiscuyó en episodios que hoy nos avergüenzan.

 

Evidenciaron una impunidad y un cesarismo castrense por ejercer un poder omnímodo, arbitrario y criminal. Pero en la Argentina ello está definitivamente superado desde el advenimiento de la democracia. Nada de lo ocurrido desde entonces puede ser comparado con aquel triste capítulo de nuestra historia. 


* Martín Balza. Ex Jefe del Ejército Argentino, veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica. 

      




sábado, 21 de enero de 2017

Asunción de Donald Trump... La era de la pospromesa… @dealgunamanera...

La era de la pospromesa…

Saludo. Trump, su vice y sus esposas, tras jurar en el Capitolio.

La asunción de Donald Trump está generando un amplio impacto en Estados Unidos en relación con dos cosas.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 21/01/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La asunción de Donald Trump está generando un amplio impacto en Estados Unidos en relación con dos cosas. Primero, en la confirmación de una división profunda de la sociedad norteamericana, una división que se ha ahondado a partir de la elección y que efectivamente en sus comportamientos el presidente no se ha cuidado en solucionar o mitigar, y éste es un punto importante para que tengamos en cuenta como punto de partida. Hoy en día, una expectativa en Washington importante en relación con el discurso de Donald Trump está conectada a este tema de la división de la sociedad. Trump había prometido en su discurso, o en alguna de sus declaraciones previas a estos días, hablar de la unidad, y sin embargo esto no estuvo presente. Es importante tener en cuenta lo que sucedió el día de la asunción del nuevo presidente de los Estados Unidos.

Por un lado, el nuevo presidente no hizo ninguna referencia a la unidad de una sociedad partida.

Se dio un hecho inédito en la vida política de este país, que estuvo marcado por la ausencia de una gran cantidad de electores demócratas. Este boicot se dio principalmente en los representantes, es decir, en diputados. Esto marca una actitud que va a estar presente, una actitud de compulsión política que va a estar presente a lo largo de toda la administración Trump.

Pero otro de los temas que claramente sorprendieron en su discurso fue el desprecio de la clase política. Esto genera un enorme análisis en cuanto a lo que pudiera significar para el futuro del gobierno de Trump en referencia a su gobernabilidad. Trump habló desde Washington, que abarca tanto a demócratas como a republicanos, es decir, al partido que él supuestamente representa, y habló de ese establishment en forma despreciativa y depreciativa. Dijo que se termina la era en la que en Washington se respiraba un aire de bienestar y de riqueza mientras que en el resto del país la gente vivía en la pobreza.

Eso va a cambiar, dijo Trump. “Y vamos a gobernar para la gente que nos votó”, señaló. Esto también es realmente novedoso en cuanto a lo que han sido los últimos discursos de los presidentes de los Estados Unidos, porque en general en ellos se han dirigido no a sus votantes sino a la ciudadanía. Esto es lo que no ocurrió en el discurso de Trump y realmente fue notable ver las caras de muchos de los legisladores que allí estaban, legisladores republicanos, es decir de su partido, que obviamente estaban igualmente abarcados por este mensaje crítico, despreciativo y depreciativo del establishment de Washington, que por supuesto es uno de los temas que han estado en la raíz del voto a favor de Trump.

Es decir, Trump desde este punto de vista se ha mostrado coherente. Ha dicho en principio: “No voy a dar un mensaje que contradiga ninguna de las cosas que mencioné en la campaña”. Desde ese punto de vista, cumplió. Lo que habrá que ver ahora es qué significa esto para la gobernabilidad de su administración.

Rebeldías. 

El otro tema que claramente impactó en esta asunción es la presencia de las protestas, algo que tampoco se había visto en décadas aquí. He estado en Estados Unidos en la asunción de cuatro presidentes y realmente es la primera vez que veo algo tan categórico, tan contundente, tan manifiesto, tan persistente y tan duro en cuanto a su crítica al nuevo presidente. Porque lo que aquí se ha manifestado no es una oposición al nuevo presidente, sino una actitud de resistencia a lo que representa Trump, y esto se va a ver reflejado en la marcha de las mujeres que se va a desarrollar hoy, sábado, no solamente en Washington sino en muchas ciudades importantes de los Estados Unidos.

La resistencia a Trump tiene un contenido muy fuerte y es una actitud de no aceptación del presidente como tal. Es un rechazo a lo que él significa; para los que están en la resistencia a Trump significa absolutamente algo opuesto a lo que es la forma de vida de los Estados Unidos. Por lo tanto, representa una amenaza a la libertad de expresión, a la diversidad de género, a la diversidad religiosa, a la diversidad racial y por supuesto a la historia de un Estados Unidos integrado con las distintas vertientes de poblaciones de pertenencia que hay a lo largo del país.

Obviamente, en el centro de esta problemática está la inmigración, y entre los inmigrantes el temor es realmente muy fuerte, no sólo entre los ilegales, también entre los legales, sobre todo los inmigrantes legales que provienen de Centroamérica, y allí hay, dentro de la comunidad mexicana, un enorme enojo y un enorme temor.

Por otro, en décadas no se habían visto las protestas que se registraron también ayer aquí en EE.UU.

Así que las primeras horas de Donald Trump han ahondado dos cosas: primero, la división del país, y segundo, la inquietud que su forma de entender su desarrollo y ejercicio del gobierno plantea de cara a lo que es primero la necesidad de encontrar soluciones a los problemas de los Estados Unidos, y segundo, obviamente, la satisfacción de las expectativas de la gente, que son muchas.

El mensaje de Trump tiene una mezcla de todo. Por momentos tiene partes de un mensaje de Ronald Reagan, por momentos tiene partes de lo que fueron algunos de los mensajes de Franklin Roosevelt.

Por lo tanto, en medio de tanta mezcla, la pregunta surge naturalmente: cómo hará Trump para cumplir con sus promesas, que están en la base de las ilusiones que tienen quienes lo votaron, que por supuesto están hartos de la transa que se vive en Washington y, obviamente, aspiran a una vida mejor que la que hoy tienen. 



miércoles, 4 de abril de 2012

La guerra que no tendrá lugar... De Alguna Manera...

La guerra que no tendrá lugar...


Cristina Fernández ha logrado reinstalar las Malvinas en la agenda latinoamericana.

El 2 de abril de 1982 el ejército argentino ocupó las Malvinas, en poder de Gran Bretaña desde 1833, desencadenando una guerra de 74 días, en la que murieron 649 soldados propios y 255 británicos. El pacifismo más piadoso califica cualquier guerra de absurda e injustificada, lo que es francamente discutible, pero sí de plena aplicación al desatino de una dictadura militar criminal, impotente, y analfabeta, encabezada por un general, Leopoldo Galtieri, al que los sicofantes llamaban el Patton del Plata por un vago parecido con el militar norteamericano de la II Guerra.

 Los uniformados argentinos pensaron que la mejor forma de regresar a los cuarteles o aún prolongar su mandato era hacerlo con la gloria de haber recobrado el archipiélago del Atlántico Sur, que les excusara de responder por los miles de desaparecidos de la guerra sucia. A los pocos días del desembarco en la Gran Malvina, un coronel de la RAF declaraba a la televisión británica que si se “imponía la sangre italiana”, los argentinos “evacuarían el archipiélago, pero si prevalecía la española, habría guerra”.

Sea cual fuere la que prevaleciera fue un crimen de lesa humanidad enviar a unos soldaditos de reemplazo contra un ejército de profesionales. El resto de América Latina, menos Chile, cuyo general Pinochet se cobró en material de guerra británico el apoyo a Londres, y Colombia, que jugó a la neutralidad, respaldó aunque con lo justo de entusiasmo a Buenos Aires.

La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Jeane Kirkpatrick, anticomunista, católica, y de origen celta, por ese orden, prefería a los golpistas, pero el presidente Ronald Reagan le dio a la señora Thatcher lo que la primera ministra pedía: la base de Ascensión, a medio camino entre Londres y Port Stanley, sin cuyos bastimentos la guerra habría sido difícil de sostener. 

La hija del tendero de provincias, temerosa de que el enemigo se escabullera entablando conversaciones interminables, una vez dueña de las islas, ordenó que se torpedeara al crucero pesado General Belgrano, fuera de las aguas territoriales de Malvinas, donde murieron más de la mitad de los argentinos en combate. Europa, que no entendía muy bien esa guerra distinta y distante, dio apoyo de oficio a los anglosajones, con la salvedad de España —por Gibraltar e Hispanoamérica— e Italia —por sus emigrantes—, países cuyas opiniones públicas no se resolvían a condenar la insensatez de Galtieri, el mismo que mientras los británicos reconquistaban la isla principal, pedía entre vapores alcohólicos que se aerotransportara unas tropas que no existían para socorrer al general Benjamín Menéndez, jefe del cuerpo expedicionario. 

El militar argentino era un cabecita negra, y de quien se dice que Fidel Castro preguntó esperanzado “si era de los que combatían”. En el bando derrotado se publicaron locuras como que los gurkhas habían asesinado a 300 prisioneros argentinos, lo que jamás habría consentido la oficialidad de Su Majestad y menos aún de un país que hasta unos días antes del conflicto era tan famosamente pro-británico. Y en el bando vencedor se supo que Thatcher estaba indignada por la escrupulosa equidistancia con que la BBC informaba de la guerra.

El enfrentamiento hoy solo puede ser político: el respaldo, en esta ocasión irrestricto de América Latina, desplegado con una condena del colonialismo británico, que se redoblará en la próxima cumbre de las Américas en Cartagena, así como algún cierre de puertos latinoamericanos a barcos de guerra y en ciertos casos, mercantes, que icen la Union Jack; y económico: la viuda Kirchner pretende impedir que Gran Bretaña comience a extraer, probablemente a partir de 2016, el petróleo en aguas de la zona, con reservas evaluadas en unos 12.000 millones de barriles. 

Pero ya ha logrado su primer objetivo: reinstalar las Malvinas en la agenda latinoamericana, de forma que Londres no pueda maniobrar sin darse de bruces con el problema. Y tampoco los apoyos internacionales de 1982 están a la orden. El Washington de Obama ya ha declarado su neutralidad y Europa tratará de mirar para otro lado, repitiendo el consabido mantra de la negociación entre las partes.

Nadie ignora que las Malvinas —como Gibraltar— jamás dejarán de ser británicas sin el consentimiento de sus 3.000 habitantes. Y solo un trato económico mejor que el que reciben de Londres podría disipar el recuerdo de una guerra tan cruel como innecesaria, que un aire porteño epitafió quejumbrosamente: “Con Malvinas o sin Malvinas / grito tu nombre por las esquinas / mientras que los generales / se dan al tango por los portales”.

© Escrito por Miguel Ángel Bastenier y publicado en el Diario El País de Madrid el martes 3 de Abril de 2012.