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lunes, 28 de octubre de 2019

Bolivia. Décadas de Inestabilidad... @dealgunamanera...

Evo quiere quedarse veinte años en el poder…

Regalo. Los representantes de los pueblos originarios mandan un mensaje contundente: no aceptan otra cosa que no sea el triunfo del actual presidente. Los opositores acusan al mandatario de vulnerar las instituciones y querer perpetuarse en el poder. Fotografía: DPA

La historia boliviana muestra que no es la primera vez que en el país se vive una profunda división como la que enfrenta hoy en las calles a partidarios y opositores de Morales.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 27/10/2019 desde la ciudad de La Paz, Bolivia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Bolivia renació a la vida democrática en 1982, año en que abandona el poder la última junta militar. El primer presidente de esta vuelta a la institucionalidad fue Hernán Siles Suazo. Desde entonces atravesó momentos de inestabilidad política que forzaron renuncias de mandatarios en medio de una permanente crisis socioeconómica. Se llegó así al segundo gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, quien asumió en 2002. La conflictividad social que lo envuelve, dio pie a un estado de rebelión generalizada que fue llevada adelante por los pueblos originarios, los sindicatos, los pequeños comerciantes, los cocaleros, los campesinos y los mineros. 

Esa situación de ingobernabilidad precipitó en 2003 la renuncia de Sánchez de Losada, a quien sucedió su vicepresidente, Carlos Mesa, quien carecía de apoyo en el Congreso y no pudo poner freno al estado de desasosiego ciudadano dominante en aquellos años, por lo que en 2005 dimitió, siendo reemplazado por Eduardo Rodríguez Veltzé, quien asumió en forma interina y convocó a elecciones generales en la que se impuso Evo Morales. 

Morales. Fuertemente inspirado e influido por Fidel Castro y Hugo Chávez, Morales llevó adelante una gestión de tendencia socialista, nacionalista e indigenista. Estatizó las empresas de electricidad, petróleo y telecomunicaciones.

Como Chávez en Venezuela, promovió una reforma de la Constitución y en 2006 se instaló una Asamblea Constituyente que redactó un nuevo texto que se denominó Constitución Plurinacional, y que fue aprobada por 164 de los 255 congresales constituyentes.

En 2009, Morales fue reelecto con una abrumadora mayoría. En su segundo gobierno, la economía comenzó a crecer en forma sostenida, hecho impulsado por el precio de las materias primas, sumado a los programas de subsidios y de la obra pública.

En 2014, fue reelegido nuevamente para un tercer mandato. Obtuvo en esa elección el 61% de los votos. Su tercer mandato se caracterizó por una desaceleración de la economía –debida a la caída de los precios de las materias primas y de la disminución de los niveles de exportación de gas al Brasil y a la Argentina. Sin embargo, continuó con su plan de obras públicas y con el estímulo al consumo interno. Eso dio como resultado una economía que mantuvo su crecimiento y una singular estabilidad.

Los números muestran que, durante sus gobiernos, el índice de pobreza disminuyó y el proceso de inclusión de los distintos pueblos originarios mejoró significativamente.

Las principales críticas a su gestión tienen que ver con el deterioro institucional que se ha producido a lo largo de sus tres períodos en la presidencia. Evo Morales gobierna casi con la suma del poder público. La independencia de poderes –especialmente la del Poder Judicial– es en la Bolivia de hoy en día algo casi inexistente. A eso, hay que sumarle las muchas denuncias por actos de corrupción.

Referéndum. El 21 de febrero de 2016 se realizó en Bolivia un referendum para aprobar la modificación del artículo 168 de la Constitución a los fines de permitir una nueva reelección de Morales. El “No” ganó por el 51% de los votos. Sin embargo, en un fallo que bien podría haber pertenecido a alguno de los relatos de La Tía Julia y El Escribidor, de Mario Vargas Llosa, el Tribunal Constitucional Plurinacional, integrado por miembros que responden absolutamente a Evo, dictaminó que ese resultado vulneraba los derechos políticos del actual presidente a quien, por ende, habilitó para competir en una nueva elección, que fue la del domingo pasado y sobre cuya transparencia lo que abunda es la sospecha.

Y son esas sospechas de fraude el asunto sobre lo que gira la crisis política que afecta a todo el país.

Crisis. Desde hace una semana, Bolivia está convulsionada. A las diez de la noche del último domingo, el actual presidente le llevaba a su principal opositor, Carlos Mesa Gisbert, una ventaja inferior a los 8 puntos. Con ese resultado, se iba a una segunda vuelta a la que, Morales, le teme. La razón para ello es muy simple: la suma de los votos de la oposición unida lo supera por cinco puntos.

Hacía 20 años que no visitaba La Paz. Es jueves por la mañana y camino por las angostas y empinadas callejuelas que rodean la Plaza Murillo –la analogía de la Plaza de Mayo– con el recuerdo de la última entrevista que le hice a Evo –porque acá no se lo llama ni Morales ni presidente, sino Evo– antes de asumir su primer mandato. “detesto a los que quieren perpetuarse en el poder” me dijo. Avanzo a  paso lento y con sigilo. Los casi 4 mil metros de altura y la circunstancia obligan a eso. La lentitud es clave para combatir el mal de las alturas. El sigilo, para no ser víctima de las reacciones violentas que se ve en muchos casos contra los periodistas. Lo mismo me pasó hace quince días en Quito.

El signo más relevante de la compleja realidad política del país es la división, que se advierte a cada metro. En la plaza hablan los representantes de los pueblos originarios, que se plantan frente al Congreso y mandan un mensaje contundente: no aceptan otra cosa que no sea el triunfo del actual presidente. Francisco, uno de sus líderes, me lo dice sin rodeos: “de ninguna manera vamos a aceptar la segunda vuelta y si es necesario, defenderemos la victoria de Evo con todas nuestras fuerzas. Y si hace falta luchar, lo haremos”. A Evo lo apoyan los pueblos originarios, los mineros, los cocaleros y los campesinos, es decir, los más pobres.

El punto de encuentro de los que rechazan el resultado de la elección es la Plaza Avaroa. Allí, cada tarde-noche desde el domingo, se juntan gran cantidad de manifestantes con un notable predominio de jóvenes. Una nutrida barrera policial les impide llegar a la sede del Tribunal Supremo Electoral. Los que protestan lo hacen con convicción y perseverancia. “No puede ser que el único presidente que he conocido desde que tengo uso de razón haya sido Morales” es una frase que repiten mucho los jóvenes que pasan largas horas en sentadas que se extienden por varias cuadras.

El viernes la ciudad fue un caos. Los bloqueos se extendieron por todos lados. Los que intentaron  atravesarlos, la pasaron mal. A las ambulancias, la revisaban. En uno de esos piquetes, presencio una situación de gran tensión cuando un móvil policial encara para pasar. La gente se agolpa a su alrededor y los detiene: “Ustedes no pasan; únanse a nosotros. No sigan trabajando por sueldos de miseria mientras sus jefes corruptos se llenan los bolsillos con plata que nos roban”, les dice a los atribulados agentes el líder del grupo. 

Finalmente, el auto policial retrocede y la gente comienza a aplaudir. Estos bloqueos constituyeron la primera acción de la resistencia a la que el jueves por la tarde llamó la Coordinadora de la Defensa de la Democracia. “Evo corrupto”; “Evo ladrón”; el Himno Nacional de Bolivia; el tango Cambalache, se escuchan por todos lados. Quienes participan de estos piquetes son personas de clase media. La clase media lo rechaza a Evo.

El objetivo del actual presidente –al igual que el que tuvieron en vida Hugo Chávez y Néstor Kirchner– es quedarse en el poder durante 20 años. Y sabe que si pierde, no vuelve más. Ese es su problema.

La oposición cometió un grosero error al no ir unida. De haberlo hecho pudo no solo alcanzar la segunda vuelta –por la que hoy desespera– sino también ganar la elección.

“Patria, patria es unidad, trabajo, paz” dice el poema “A Bolivia”. Hoy –como ayer– la unidad no existe, el trabajo le falta a muchos y la paz está en jaque.




domingo, 11 de septiembre de 2016

¿Cuándo nos fuimos a la mierda?... @dealgunamanera...

¿Cuándo nos fuimos a la mierda?...

Pedraza. Tuvo que morir Mariano Ferreyra para que un sindicalista fuera preso. Foto: Cedoc

Como el personaje de Vargas Llosa de Conversación en La Catedral que se pregunta: “¿Cuándo se jodió el Perú?”, en el bar de Lima donde se sitúa la novela, o como canta Jaime Roos en Los Olímpicos sobre los uruguayos... “Uruguayos / uruguayos/ dónde fuimos a parar/ Antes éramos campeones / Les íbamos a ganar / Hoy somos los sinvergüenzas / Que caen a picotear”, si el lector de esta columna acepta un café en El Hipopótamo o en el Derby, alrededor del Parque Lezama, en algún momento nos quedaremos en silencio, mirando pasar la tarde en la ventana, pensando lo mismo, quizá en términos más vulgares, más nuestros: “¿Cuándo fue que nos fuimos a la mierda?”.

© Escrito por Carlos Ares el sábado 10/09/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

¿Cuándo y por qué comenzó a importarnos todo un carajo y forzamos los límites de la convivencia hasta reventarlos? No los de la ley que se nos impone, sino los propios, los que nos hacen ser una persona. Esos que desmienten al tango, porque no es lo mismo “ser derecho que traidor”, por ejemplo. ¿En qué momento empezamos a culpar siempre a otro, a negar, a encubrirnos con el discurso de que no podíamos ser “el boludo” que se queda afuera cuando todos “entran”? 

Es probable que haya sido a causa de la última dictadura. Ya, antes, llevábamos varios años quebrando los pactos, los acuerdos, la Constitución, pero ahora hasta los golpes de Estado previos parecen dramas menores frente a lo que sucedió después. Fue en los primeros años de esos trágicos 70 cuando se despreció la vida. Matar pasó a ser un acto de justicia. Y la venganza comenzó a servirse en caliente. Secuestrar, torturar, eliminar, aniquilar, erradicar, reprimir fueron los verbos maestros del poder. Hasta el punto de “desaparecer”, “no estar”, como decía Videla, “ni vivos ni muertos”. Y desaparecimos, miles físicamente y millones como sociedad, como proyecto, como promesa, como cultura. Cultura entendida, según T.S. Eliot, “como todo aquello que hace que la vida merezca la pena ser vivida”.

A más de treinta años, esa explicación, la dictadura como causa y consecuencia, es necesaria pero no suficiente para entender todo lo que sucedió después. Hay una responsabilidad que, en parte, les cabe también a los gobiernos democráticos. Alfonsín, según admitió, no supo o no pudo echar las raíces y desarrollar la construcción de ciudadanía, el debate de ideas, los apoyos mutuos, la alternancia en el poder, la igualdad ante la ley.

Agotados por las resistencias tardías de los carapintadas, desesperados por el fracaso económico, nos saqueamos de paciencia, y en ese desencuentro con la fe democrática regresamos al peronismo, donde el discurso populista de Menem prendió en campo fértil. “La patria morena”, “la revolución productiva”, “el salariazo”. El líder que no iba a defraudar arrasó con lo poco que quedaba de esperanza. Dictó los indultos a Firmenich y Videla, entre otros, y en poco tiempo traicionó todas las palabras dadas y las promesas hechas. El mensaje que bajaba desde el poder era: “Mírenme. Vean cómo miento. Cómo hago lo contrario de lo que digo. Síganme. Todo está permitido”. 

El “favor” pedía “retorno”. 

Los barrios se cerraron. Colocamos rejas, cámaras, alambres de púa. El que no mafia no mama. La policía hizo su negocio. El narco tomó posesión de la tierra de nadie, contrató a sus “soldaditos” y comenzó la guerra. Sálvese quien pueda. El que no es un criminal es cómplice o es víctima.

Desde entonces, la muerte parece ser el único motor de nuestra historia. Tuvo que morir, violada, asesinada, María Soledad en Catamarca para terminar con el régimen feudal de los Saadi. Tuvo que morir, apaleado, el soldado Carrasco para terminar con el servicio militar obligatorio. Tuvieron que morir 52 personas en la masacre de Once para que se ocuparán de los trenes. 
Tuvieron que morir fusilados los pibes Kosteki y Santillán, durante la gobernación de Felipe Solá, para que Duhalde adelantara las elecciones.
 Tuvo que morir Mariano Ferreyra para que finalmente un sindicalista, José Pedraza, fuera preso. Costó muertos terminar con Cavallo. Y sin contar los muertos de hambre, de necesidad, de olvido, de pena, de nada, de tantos que ni siquiera movieron la aguja de la vida.


martes, 18 de noviembre de 2014

Pepe Eliaschev... Q.E.P.D. Pepe Querido... De Alguna Manera...

Murió el periodista Pepe Eliaschev...


Falleció tras un cáncer de páncreas esta madrugada en Buenos Aires, según confirmó la Agencia Judía de Noticias.

Pepe Eliaschev venía luchando contra un cáncer de páncreas hace varios meses, según pudo confirmar la Agencia Judía de Noticias. Hace diez días empeoró su estado de salud por lo que tuvo que ser internado. Falleció en la madrugada de hoy en Buenos Aires a los 69 años.

José Ricardo Eliaschev nació en Buenos Aires el 31 de mayo de 1945, nieto de inmigrantes judíos que llegaron a la Argentina a comienzos del siglo XX, y estuvo muy vinculado a la comunidad judía.

Debutó en el mundo del periodismo en el año 1964, en la revista Todo y siguió en medios gráficos como Gente, Confirmado y Análisis, entre otros. Dio el salto a la radio en 1967, con ¿Y vos quién sos?, por Radio Municipal. En  noviembre de 1974, cuando trabajaba como redactor de la revista El Descamisado, fue amenazado por la organización peronista Alianza Anticomunista Argentina, por lo que partió al exilio en Caracas.

Durante su exilio vivió en Venezuela, Estados Unidos y México. A su regreso a Buenos Aires, tras la recuperación de la democracia, fue columnista y conductor de programas en Radio Continental. Además participó en el ciclo televisivo Badía & Cía., por Canal 13.

Entre los años 1985 y 1986 condujo por ATC su programa Cable a Tierra y entre 1993 y 2008 realizó su ciclo televisivo semanal Pepe Eliaschev por las señales de cable CVN, Plus Satelital y América 24.

Su programa insignia radial Esto que Pasa se mantuvo veinte años al aire sin interrupción hasta su levantamiento en 2005, año en el que Eliaschev recibió el premio Martín Fierro por Mejor Programa Periodístico en Radio. El columnista regresó con el mismo ciclo en marzo de 2012 a Radio Mitre.

A lo largo de su carrera periodística entrevistó a personalidades como Cassius Clay, Ted Kennedy, Jorge Rafael Videla, Raúl Alfonsín, José Mujica, Eduardo Frei, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Ernesto Sábato y Augusto Roa Bastos.


© Publicado el martes 18/11/2014 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.