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sábado, 26 de diciembre de 2020

Bancate ese defecto… @dealgunamanera...

Bancate ese defecto… 

El rugby estuvo en estos días otra vez en el ojo de la tormenta y no justamente por alguna hazaña deportiva. Un episodio que puso en el centro otra vez cuestiones como el clasismo, la discriminación y la violencia.

© Escrito por Pablo Suárez (*) el 04/12/2020 y publicado por el Periódico Digital La Vanguardia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

 

En el humor, pero no solo allí, es muy común establecer arquetipos o estereotipos acerca de determinadas comunidades. Pueden ser nacionales (españoles, polacos,) regionales (correntinos, andaluces) raciales (negros, indios, judíos), sexuales o de género (los gays, los hombres, las mujeres) o los oficios (bajistas, médicos, abogados, etc.).

 

Los imaginarios sociales sobre los que trabajan esos estigmas se han construido socialmente a lo largo del tiempo, algunos de ellos incluso dieron lugar a legislaciones específicas (prostitutas, mujeres, negros, gays, judíos) que operaban jurídicamente sobre esas caracterizaciones, en lo que fue una sanción por parte de un sistema social racista, patriarcal, machista, antisemita, etc.

 

En general, los estereotipos implican un machacar sobre supuestas conductas defectuosas o fallidas atribuidas a esas comunidades (la vagancia de los santiagueños, la tacañería de los judíos, las exageraciones andaluzas, la ignorancia de los gallegos, la afición de los correntinos por los cuchillos). En muchos de esos casos, esas supuestas conductas son explotadas humorísticamente por la misma comunidad (los judíos son un caso paradigmático en ese sentido), aunque como es de esperar de sociedades con marcadas desigualdades, hay una gran cantidad de chistes sobre comunidades que pueden ser catalogados como racistas, sexistas, supremacistas.

 

Muchas veces los estereotipos son explotados humorísticamente por la misma comunidad (los judíos son un caso paradigmático en ese sentido), aunque como es de esperar de sociedades con marcadas desigualdades, hay una gran cantidad de chistes sobre comunidades que pueden ser catalogados como racistas, sexistas, supremacistas.

 

El humor es el lugar más fácil y popular de construir esas generalizaciones, que por supuesto son construcciones sociales imaginarias llenas de extrapolaciones, cicatrices y remiendos. Obviamente, también es cierto que el humor sobre comunidades en general está escrito desde afuera de ellas y en muchos casos con intenciones denigratorias o estigmatizantes. 

 

Pero si algo habla de hasta qué punto ese humor se construyó sobre las diferenciaciones sociales jerárquicas es que no haya un género de humor sobre chetos, ricos o gente pudiente. Hay humoristas que trabajaron y trabajan sobre ese estereotipo (lo hizo Carlos Perciavalle, lo hace Campa con Dicky del Solar y Verónica Llinás). Hay también algunos clichés sobre los que se hace hincapié: vagos, hijos de primos, racistas, asesinos de countries, en una línea de tiempo que va desde el tango con sus “niño bien pretencioso y engrupido”, hasta la pobre María Pía de Paolo que comía un Flynn Paff con cuchillo y tenedor. Sin embargo no terminó de decantarse un corpus de género humorístico que se haya consolidado para que sepamos lo que viene cuando alguien nos dice “te cuento uno de chetos”, como sí todos sabemos lo que viene cuando nos dicen «te cuento uno de correntinos» «cucháte este de abogados»

Vamos al punto. Las actitudes públicas de algunos rugbiers, ponen en juego todo un imaginario sobre los que practican ese deporte, que está asociado a las clases medias altas o altas ya que eran los que tradicionalmente lo jugaban. Si bien hay clubes que mantienen ese perfil elitista (que será propio de los clubes, no de la disciplina), la práctica del rugby se ha popularizado y -según nos dicen los que saben- el ambiente muestra una creciente diversidad social. Pero el estigma, queda. 

Casualmente, los rugbiers involucrados en casos de repercusión mediática, pertenecen a sectores sociales “acomodados”, por lo cual es inevitable que se refuerce la identificación de ese deporte, con la violencia, el racismo (en el caso de los twits difundidos) y por supuesto, la impunidad, que es otro momento clásico de los delincuentes ricos en la Argentina.

 

Me gusta pensar que lo que se condensa en estas coyunturas en las que muchos salen a golpear a los defectos de los ricos a través de uno de sus arquetipos sociales más populares que son los rugbiers (no viene al caso si hoy hay pobres o indígenas que lo jueguen) es que lo que no se ha exorcizado por el lado del humor, emerge por el lado de la “crítica social”. Es la ventana por la cual gran parte de la sociedad se permite ajustar cuentas con ese personaje, bajarlo del pedestal al que cierta comunicación mediática y social lo ha subido. 


Y atención: no me refiero específicamente a Los Pumas o a los “valores del rugby”, sino también a un discurso meritocrático que ha instalado a la riqueza como única medida del éxito y al mérito como única manera de alcanzarla, aunque muchos de los referentes de la riqueza argentina sean fundamentalmente herederos y no me refiero a sus exponentes más grotescos como Esmeralda Mitre, Ricardo Fort o Mauricio Macri.

 

De alguna manera, y aunque sea injusto, al rugby le toca la ingrata labor de pagar las cuentas de los defectos históricos de las clases altas con las que históricamente está identificado, como ocurre (en menor medida, por cierto) con el polo, los countries y Punta del Este, por poner ejemplos sencillos. Cuando toma trascendencia un acto sancionable cometido con esos sectores sociales, que están sobrerrepresentados positivamente en muchos medios, las críticas arrecian no sólo por todo lo que no se dice públicamente sobre ellos durante el año, sino que también emergen para señalar que su lugar de preeminencia social, depende más de su poder económico que de una ética o moral intachables. 

 

La comunidad rugbier tendrá que trabajar arduamente para redibujar su presencia en el imaginario social, sabiendo que va a tomar tiempo y que no depende solamente de cuántos pobres, gays, presos o indígenas practiquen el deporte.

 

Nota: Este articulista no ignora la presencia de machismo, xenofobia, homofobia y violencia en otros deportes, como el fútbol. Pero tampoco ha encontrado tanto escrito sobre los “valores del fútbol”. Por lo demás hay ciertos deportes (fútbol, boxeo, por ejemplo) están tan asociados a la pobreza que se esgrime como principal valor que “sacan a los pibes de la calle.

 

Será injusto que eso ocurra en estos años en que -según nos dicen- la población de quienes lo practican está variando y rompiendo la burbuja de clase en la que vivió muchos años. Pero bueno, amigos, el deporte que mejor practican los ricos argentinos es socializar las culpas y deudas propias, ya deberían saberlo.

 

La comunidad rugbier tendrá que trabajar arduamente para redibujar su presencia en el imaginario social, sabiendo que va a tomar tiempo y que no depende solamente de cuántos pobres, gays, presos o indígenas practiquen el deporte. La imagen de los gallegos no cambiará con mil gallegos universitarios, así como ni Sting ni Pedro Aznar cambiaron los chistes sobre bajistas.

 

Abrirse a la sociedad no es sólo sumar “diversidad social”, sino también conocer los imaginarios que circulan por ella y revisar si las propias prácticas contribuyen a sostenerlos o a modificarlos. Es lo que hacemos todos, cada día, por ejemplo los historiadores, para que la gente no se dé cuenta de que somos tan aburridos. 



(*) Licenciado en Historia (Universidad Nacional de Rosario), ha sido docente en EEMPA y en Bachilleratos Populares, publica ocasionalmente en los medios gráficos de la Ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe. Ha publicado dos libros en solitario, uno de crónicas, “Rosario ciudad ocupada” (Baltasara Editor, 2017) y otro de fútbol “Central de la A a la Zof”
  


   

lunes, 28 de marzo de 2016

El mix VISA: cercanía, familiaridad y tecnología… @dealgunamanera...

El mix VISA: cercanía, familiaridad y tecnología…


Prestaciones de amplio rango para un público diverso y comunicación ligada a los auspicios deportivos, dos puntos clave en los que se apoya la marca. La perspectiva de su gerente de Marketing, Alejandro Lezcano, sobre el trabajo local.

© Publicado el lunes 28/03/2016 por Brands & Marketing de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Nacida en 1958 y con headquarters en San Francisco (USA), VISA es uno de los instrumentos de pago más difundidos del mundo: a nivel global más de 21.000 instituciones financieras ofrecen sus productos. Con un enfoque de producto masivo y multitarget, su estrategia de marketing apunta a ganar cercanía a sus múltiples perfiles de cliente.

El gerente de Marketing y Publicidad de VISA Argentina, Alejandro Lezcano, respondió las preguntas de Brands sobre el trabajo que realizan localmente.

-¿Cómo define los diferenciales de producto y servicio de su marca?

VISA es la marca de mayor aceptación en el país, con presencia en más de 400.000 comercios en la Argentina y en millones de todo el mundo. Es práctica, funcional y con los más altos estándares de calidad. Desde la marca, trabajamos para ofrecer a los socios los mejores productos y servicios de acuerdo a sus necesidades y que una marca líder debe brindar en un mercado hiperdemandante. Tenemos un amplio  compromiso en la evolución y en el desarrollo de nuevas soluciones tecnológicas que permitan simplificar la forma de pagar y ampliar cada día más la aceptación tanto en el mundo físico como el digital.
-¿Cuál es el target principal de su marca, y cuáles los secundarios? 
VISA es una marca multitarget. Cuenta con un amplio abanico de soluciones de pago  –tarjetas de crédito, débito y prepagas–  no sólo para el segmento individuos sino también para grandes empresas y PyMES, con la mejor oferta de planes ajustados a cada negocio.
-¿De qué forma se comunica con esos targets? 
Trabajamos en forma consistente para brindar el mejor servicio y lograr cercanía y familiaridad con nuestros socios, acercándoles propuestas novedosas con beneficios y descuentos convenientes. En cuanto a la imagen de la marca, Visa continúa con los patrocinios de las distintas selecciones nacionales que acompañamos desde antes del 2000 y la participación en los principales eventos deportivos. Los Pumas, las Leonas, el Seleccionado Argentino de Básquet, el Visa Open de Argentina y el Rally Mundial,  entre otros. A nivel  internacional los Juegos Olímpicos y la FIFA.

“Trabajamos en conjunto con las áreas comerciales y de producto para aportar a una mirada 360° “.
Esta estrategia posiciona a Visa como una marca cotidiana, joven, dinámica y a su vez capitaliza los mejores valores de estos deportes y sus deportistas. Valores que son consistentes con nuestro posicionamiento de líderes del mercado. Para una marca multitarget como VISA es importante el aspecto vinculante y afectivo de los seleccionados con la gente sin distinción de edad y lejos de cualquier rivalidad que puede presentar.
-¿Cómo está organizado operativamente el marketing en su compañía?  
Hoy contamos con un equipo conformado por especialistas en marcas, medios, prensa, promociones, patrocinios y social media, trabajando en conjunto con las áreas comerciales y de producto; aportando la mirada 360° que necesita la empresa para sobrevivir en mercados hipercompetitivos. Con soporte externo en agencias de publicidad, comunicación digital y medios.


domingo, 30 de septiembre de 2012

All Blacks, los mejores del mundo... De Alguna Manera...


All Blacks, los mejores del mundo...


No vinieron a ver el Museo Dardo Rocha. No descubro nada diciendo que muchas de nuestras costumbres y convicciones tienen tanto más que ver con lo que mamamos de chiquitos que con cómo nos va condicionando el paso del tiempo. Desde ese lugar, sólo concibo ir a ver a Los Pumas, como un ritual entrañable lleno de emociones que no siempre tienen que ver con el partido en sí, y mucho menos con un resultado.

Antes de este presente tan federal como politizado, Los Pumas pasaron por emblemáticos escenarios futboleros. Si bien hay registros de partidos entre argentinos y sudafricanos en una cancha de Ferro tan vieja que ni siquiera salían las torres de Morixe en la foto –por los años 30–, la primera auténtica “casa Puma” fue la famosa cancha de Gimnasia y Esgrima sección Maldonado, muy ligada al atletismo y nada al fútbol.

Para las profundidades de mi recuerdo, Ferro es “el” lugar. Acepto a los que claman por Vélez, algunos más jóvenes hablarán de River y hoy no faltará quien diga que el Ciudad de La Plata le da más brillo a estos tiempos de por si brillantes de nuestro rugby.

Pero mi bondi vuelve siempre a Caballito.

Ferro es el templo de mis emociones rugbísticas. Ansiedades que en este momento soy capaz de sentir. La de conseguir estacionamiento. La de cerciorarme de tener esa entrada que mi viejo escondía casi hasta el momento de mostrársela al control del acceso sobre Avellaneda. La de esperar que Diego se cruzara con la menor cantidad de conocidos posibles –sus previas duraban tanto como el partido en sí aunque no tanto como el post– porque sólo llegar al asiento relajaba mis nervios. Si hasta creo haberme salteado varias veces el increíble flan mixto que ofrecían de postre en el bodegón a tres cuadras de la cancha, uno de esos en los que la baranda a estofado duraba en la bufanda hasta el miércoles.

Eran tiempos en los que las únicas camisetas que se veían en las tribunas eran las de los pibes de los clubes que venían en colectivo con sus entrenadores, se instalaban en la popular y exhibían su orgullo de ser jugadores de las inferiores de Lomas y de San José, de Matreros y de Los Tilos, de Sitas y de Mariano Moreno. Algo de esto aún sobrevive en estos tiempos de entradas caras y costumbres diferentes. Tal vez no en el Cuatro Naciones, pero aún es posible detectar estas nubecitas de ilusión rugbística en test matches de convocatoria menos impactante.

No recuerdo que en aquellos tiempos uno pudiese comprar la camiseta de Los Pumas en las casas de deporte. Sospecho que, en realidad, cuando yo era chico la celeste y blanca no era una pieza comercial sino que, como también me decía Diego, para tener una de esas había que ganársela. Está claro que, si para tener una había que ser Puma, jamás llené ese hueco en mi ropero.

Lo autorreferencial –tan poco aconsejable como inevitable para mí en estos días de reblandecimiento– y la nostalgia ocupan en esta columna el espacio reservado para la crónica de un partido en el que, finalmente, los All Blacks le explicaron a los Pumas que, sin ignorar todo lo bueno que hicieron desde aquel debut en Ciudad del Cabo, lo que sucedió en La Plata fue lo que muchos imaginábamos que ocurriría desde el mismísimo debut.

La Argentina perdió todos sus partidos ante los All Blacks menos uno, que se empató a centímetros de poder ganarlo. Perdió casi siempre de manera justificada, varias veces por paliza y hasta estuvieron cerca de recibir 100 puntos en contra. Los neozelandeses, además de ser los campeones del mundo y de este primer Cuatro Naciones, suelen jugar al rugby sustancialmente mejor en estos torneos que en el Mundial mismo.

Y después de haberse visto sorprendidos y desordenados por Los Pumas en sus dos últimos choques –cuartos de final del Mundial y el 21-5 de hace un mes en Wellington– decidieron que era tiempo de mostrarse en plenitud.

La traducción de enfrentar a los All Blacks en plenitud sería algo así: sabés que vas a perder y, si no cometés errores, te irás a las duchas frustrado con una derrota razonablemente categórica. Eso corre, hoy por hoy, para Los Pumas tanto como para Australia, Sudáfrica, Inglaterra o Francia.

La tarde noche platense empezó para fiesta pero pronto quedó claro que los All Blacks no vinieron hasta aquí para visitar el Museo de Dardo Rocha sino para, cuando no les bastara con el mérito propio, cobrarse cada error que cometiese el rival. Nueva Zelanda le dio una cátedra a la Argentina y a puro try se impuso 54-15 en La Plata y se coronó campeón del Rugby Championship.

Fueron cuarenta minutos lapidarios a los que sólo el enorme corazón Puma evitó que se cayera en el desánimo. Aún así, en un segundo tiempo más terrenal de los visitantes, tuvieron respuestas contundentes ante cada acierto argentino. Y un poco más también.

Los Pumas crecieron de manera descomunal en este mes y medio de competencia. Y al de anoche no se lo debe considerár como un retroceso en un camino que debería llevar, dentro de pocos días, al primer triunfo en este torneo.

De todos modos, en honor a la imponencia del rival y a la dureza de la derrota, prefiero replegarme nuevamente en los recuerdos. Ya que no pude llorar un triunfo abrazado a mi Fermín de cuatro meses, me voy a la cama abrazado al recuerdo de aquel llanto compartido con Diego, cuando Los Pumas le ganaron a los franceses por primera vez. En Ferro, claro. Hace casi treinta años.

© Escrito por Gonzalo Bonadeo y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 30 de Septiembre de 2012.