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lunes, 22 de noviembre de 2021

León Gieco: setenta años, dos fiestas y un millón de amigos... @dealgunamaneraok...

 León Gieco: setenta años, dos fiestas y un millón de amigos… 


León Gieco festejó con Taty Almeida, Estela de Carlotto y Delia Giovanola.

Después de festejar el sábado en el Centro Cultural Kirchner, el autor de "Sólo le pido a Dios" volvió a reunirse con artistas que interpretaron su obra, y con un público que mostró su fervor.

© Escrito por Karina Micheletto y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos. 

León en Tecnópolis. Siete décadas para toda la vida. Con esta invitación a celebrar el cumpleaños redondo de uno de los artistas más admirados y queridos de la Argentina, ayer León Gieco volvió a festejar sus setenta, esta vez en el predio de Villa Martelli. Y como ya había ocurrido en el Centro Cultural Kirchner el sábado, lo hizo rodeado de amigos y amigas, músicos y músicas que festejaron la belleza de sus canciones. Y también de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, de hijos e hijas, que lo abrazaron, le agradecieron, le desearon cumplir muchos más con esta misma fuerza creativa con la que sigue haciendo discos, y compartieron el escenario con él en el tramo final. Fue cuando sonaron, entonados por todos y todas, los himnos "La memoria" y "Sólo le pido a Dios", el cierre de una fiesta que siguió en la noche excepcionalmente cálida por las calles de Tecnópolis, con una multitud que seguía cantando y recordando lo vivido mientras emprendía el camino de regreso. 

Liliana Herrero, Luis Gurevich, Hilda Lizarazu, Claudia Puyó, Miss Bolivia, Nahuel Pennisi, la armoniquista Sandra Vázquez, Julia Zenco, Leo García, Manu Sija, Javier Calamaro, Emme, Juan Subirá, Dani Suárez y Cóndor Sbarbati de La Bersuit, formaron parte de esta segunda --pero no menos intensa-- parte del festejo de los 70 León. La dirección musical estuvo, nuevamente, a cargo de Lito Vitale. 

Y estuvieron también presentes en el estadio Taty Almeida, Estela de Carlotto y Delia Giovanola, además de representantes de H.I.J.O.S. y de otros organismos de derechos humanos. "Madres de la Plaza, el pueblo las abraza", fue el canto colectivo que resonó en Tecnópolis, junto a las canciones de León.  

La fiesta tuvo mucho de reencuentro: con León, con sus canciones, con las y los artistas que las interpretaron, con la experiencia de un evento en un lugar masivo como el microestadio de Tecnópolis, ya superada la etapa de mayores restricciones de la pandemia. Pero sobre todo, por la fiesta que se vivió, algo que trajo a la memoria de los cuerpos los momentos de los grandes conciertos pre pandemia, con ese clima de energía compartida alrededor de una obra que se admira y se disfruta.

 

Con el corazón en la voz 

Así se vivieron temas como "El fantasma de Canterville", en la potente voz blusera de Claudia Puyó, o el siempre vigente "De igual a igual", que hicieron los integrantes de La Bersuit. Fueron momentos festivos, de reencuentro catártico con la experiencia de recital, en un público que entró al estadio ya coreando el nombre de León.   

En el otro extremo de las emociones, el momento en que Liliana Herrero interpretó, con el corazón en la voz, "Todos los días un poco", fue de alta intensidad. "Claro que celebramos, con el corazón de León en alto, y con la música de este país en alto", agradeció la cantante antes de recibir un largo aplauso del público. 

 


"Los salieris de Charly". "La cultura es la sonrisa", "Pensar en nada", "Cinco siglos igual", "El país de la libertad", "El desembarco", "Carito", fueron parte de un repertorio que comenzó, transcurrió y terminó con grandes himnos de la música argentina. Canciones que a todos y todas las presentes los interpelaban desde un lugar emotivo cercano e intenso, muy propio. Como ocurre con las canciones con las crecimos, las de León despiertan recuerdos, remiten a momentos, sensaciones, etapas. Pero también siguen cantando con gran potencia en tiempo presente. 

Estuvo también representado Mundo Alas, ese gran y único proyecto inclusivo que comandó León, que se transformó en una gira por el país (incluido un concierto en el Luna Park para la celebración de los 20 años de este diario), en una serie y en un documental muy premiado. En este concierto sumó su arte la artista plástica Antonela Semán, que pinta con los pies y a lo largo del show hizo un cuadro en vivo, y estuvo como invitado Pancho Chévez, el armoniquista y compositor que, según León, "fue el responsable de que toda esa locura comenzara". 

Potencia presente

Están las canciones de siempre de León. Y están las nuevas, que también sonaron con potencia en el festejo de cumpleaños. Entre los temas del disco que el cantautor ya fue presentando por estos días, sonó desde la pantalla "La amistad", que Gieco grabó con su amigo de siempre Gustavo Santaolalla, y en el que también recuerda a otros amigos: Mercedes Sosa, Sixto Palavecino y Elpidio Herrera. 

Miss Bolivia fue la encargada de versionar otro de los temas del nuevo disco --que León hizo con Luis Gurevich y presentará completo el año que viene--: el "rap trap alimenticio" "Alimentación.com". Al estilo de "Ojo con los Orozco", allí Gieco va jugando con palabras, pero esta vez son las sustancias que tienen los alimentos que comemos, esas que aparecen en la letra chica de los envases. Linduras como "ácido clorhidrato, mononitrato de tiamina, alfatocoferol acetato, ascorbato de sodio". 

"Gracias Miss Bolivia por cantarla por mí, porque yo no sé cómo voy a hacer para cantarla en vivo", bromeó el homenajeado sobre la dificultad de pronunciar --y rapeándolas-- esas sustancias tremebundas. "Para grabar fue más fácil porque tenemos yeites, cortamos por frases, engrupimos mucho", siguió en tono jocoso. 

Un millón de amigos 

Al igual que el sábado en el Centro Cultural Kirchner, la previa del concierto fue con saludos que le enviaron a León sus amigos y amigas alrededor del mundo. Silvio Rodríguez, Rubén Rada y Pablo Milanés en un jocoso video compartido, Susana Rinaldi, el jurista Baltasar Garzón, los expresidentes Pepe Mujica y Rafael Correa, Víctor Hugo Morales, Graciela Borges, Ana Belén, Joan Manuel Serrat, Litto Nebbia, Taty Almeida, Estela de Carlotto, entre muchos y muchas, le hicieron llegar su cariño al homenajeado. 

Diego Capusotto saludó a "Juan Domingo León". Kevin Johansen recordó que "del dicho al hecho, hay mucho Gieco". Hugo Soriani, director periodístico de Página/12, apuntó que "los títulos de las canciones de León, muchas veces han sido títulos del diario". Y esta vez se sumó el saludo de Zamba --el personaje de PakaPaka-- por los 70. "Me encantó, y seguro que le encanta a mi nieto Oliver", agradeció León.  

León es, según se escuchó entre esos saludos, "el artista más querido de la Argentina". El tipo que siempre estuvo parado en un lugar coherente entre obra, palabra y acción, el que defendió siempre las causas justas. El que regaló canciones que quedarán para siempre. El que supo cosechar un millón de amigos, el que hoy le canta a la amistad. Algo así le fueron a decir, y por eso le fueron a agradecer, todos los artistas y el público presente. Y por eso en los 70 de León se multiplican los festejos, y se seguirá celebrando. 

El empujón a los nuevos artistas 

La previa del concierto de León Gieco fue con una inauguración: se relanzó el CIAM, Centro de Investigación Aplicada a la Música, con tecnología de grabación y sonido de punta, pensado para servir como espacio de experimentación y grabación para los músicos y músicas emergentes. León fue nombrado padrino de la sala que se bautizó con el nombre de "Mercedes Sosa", y la invitada especial a la inauguración fue Taty Almeida. 

"Yo grabé en muchos estudios del mundo y puedo asegurar que este está a la altura de los mejores, no se puede creer lo que encontré", halagó León el equipamiento técnico de una calidad única en Latinoamérica. "Estoy contentísimo de ser el padrino artístico de un lugar que estará abierto y a disposición de todos los músicos, sobre todo de los que están empezando. Es el empujón que todos los artistas, cuando hemos empezado, hemos necesitado", expresó. 

El lugar retomará las funciones que había dejado de tener durante la gestión anterior: será un centro de investigación, formación y capacitación para estudiantes y profesionales vinculados al mundo del sonido, la música, el cine y los videojuegos. El estudio A cuenta con una sala equipada con un piano acústico y amplificadores de instrumentos, lo que permite grabar sesiones simultáneas y hacer mezclas Estéreo, Dolby Surround 5.1, 7.1 y Dolby Atmos. El estudio B también es de avanzada: permite mezclas Estéreo e Inmersivas al estar está equipado con sistema Ambisonics.


 

viernes, 11 de diciembre de 2015

Chango Spasiuk. Chamamé, tradición.... @dealgunamanera...

“Es un lenguaje sonoro donde convergen años de historia”...

“Estéticamente la polca paraguaya siguió por su lado y el chamamé se definió por otro, pero quedó una lengua compartida.”
Imagen: Sandra Cartasso.

Para el Chango, el género que lo hizo célebre abarca mucho más que los sonidos del acordeón. Para este concierto unirá esfuerzos con Las Hermanas Vera de Corrientes, Los Hermanos Núñez de Misiones y Emiliano López, un pequeño virtuoso del instrumento. 

© Escrito por Karina Micheletto el viernes 11/12/2015 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Chamamé, tradición. El nombre, concreto y certero, define el nuevo gesto que Chango Spasiuk ha dado en una prolífica, brillante carrera, que lo ha llevado a expandirse hasta abarcar los más disímiles públicos y escenarios del mundo. Siempre con un punto de partida, que es este al cual ahora regresa: aquel en el que todo empezó, la raíz de este sonido que tiene nombres fundadores como los de Tránsito Cocomarola, Ernesto Montiel, Tarragó Ros, Isaco Abitbol, entre otros. Para apuntar a ese Chamamé, tradición, el acordeonista y compositor se rodeó de los sonidos y colores que admira dentro de esa raíz primera, puestos a sonar hoy: Las Hermanas Vera de Corrientes, Los Hermanos Núñez de Misiones, el pequeño Emiliano López de Buenos Aires pero de herencia provinciana. Y junto a su septeto –un seleccionado de talentosos en el que forman Marcos Villalba en cajón, percusión, guitarra y voz, Diego Arolfo y Sebastián Villalba en guitarra y voz, Pablo Farhat en violín, Alfredo Bogarín en guitarra, Heleng de Jong en cello y Juan Pablo Navarro en contrabajo– mostrará este Chamamé y esta Tradición hoy a las 21.30 en el teatro Opera (Corrientes 860).

“El chamamé no es solamente una música folclórica que se toca y baila en el nordeste de la Argentina, es un lenguaje sonoro donde convergen trescientos años de historia”, advierte Spasiuk en la presentación. “Un mundo sonoro sumamente complejo y misterioso en donde se funden muchos elementos, desde el encuentro de los jesuitas con el pueblo originario de los guaraníes, región de mestizos, criollos, afros, inmigrantes de Europa y su acordeón”, define. Este es, dice, “el lenguaje sobre el cual estamos parados, que amamos, respetamos, nos expresamos a través de él y nos expresa. Lenguaje de infinitos rostros que tiene una vigencia contundente y una inagotable transmisión oral, generación tras generación”.

Este gesto de Spasiuk parece a priori el opuesto a aquel que quedó registrado en un disco y DVD en vivo grabado en el Colón, explorando los bordes entre lo popular y lo académico, junto a su sexteto, Rafael Gíntoli, Popi Spatocco y el Ensamble Estación Buenos Aires. Fue precisamente ahí, dice ahora Spasiuk, en el final de esa exploración, donde surgió este retorno hacia el inicio: “Cuando termina el DVD del Colón yo digo: ¿por dónde tendría que seguir con todo esto? ¿Qué podría hacer yo después de esto? Como una reflexión en voz alta. Y casi premonitoriamente estaba diciéndome: bueno, tal vez debería volver al principio, al inicio, al ABC”, evoca ahora el músico.

Así que, cuando fue invitado a dar un concierto en la Ballena Azul, la sala más importante del Centro Cultural Kirchner –una presentación que se concretó en septiembre pasado– lo primero que apareció fue aquello que sonó como una premonición. “Entonces uní un montón de piezas sueltas, acontecimientos que había vivido a lo largo de estos últimos tres años: que me había cruzado con las Hermanas Vera en el Festival del Chamamé, con Emilianito López en la fiesta del Taninero, en Puerto Tirol, Chaco, que de vez en cuando me venía encontrando con los Hermanos Núñez y hacíamos un toque, porque habíamos trabajado mucho juntos cuando hice Tarefero de mis pagos”, enumera el misionero.

“De golpe sentí que se había cerrado una etapa y que tenía que proponer otra cosa. ¿Qué otra cosa? La tradición. Y junté a todos estos exponentes que tienen que ver con lo que a mí me gusta de la tradición”, recuerda. Esa misma juntada que con tanto entusiasmo se celebró en el CCK, volverá a suceder ahora en el escenario del Opera. Como en una fiesta de patio de provincia, los sonidos y los clásicos chamameceros sonarán, esta vez a cargo de grandes intérpretes.

–Dice que está tocando con artistas que representan diferentes expresiones de la tradición. ¿Cuáles, en cada caso?
–Los Núñez tienen esa fuerza de bandoneón y guitarra, que representa una parte importante de la tradición del chamamé. Las Vera son la voz de chamamé, y además tienen algo muy particular, cantan en los dos idiomas, en guaraní y castellano. Y Emiliano, la transmisión ininterrumpida de la tradición oral del chamamé. Él es hijo de provincianos, pero nacido en el conurbano, y de alguna manera ha recibido todo ese conocimiento familiar, como si hubiese nacido allá. Tiene que ver con el futuro del chamamé, que está en esos hijos de provincianos que han nacido en Buenos Aires y que reciben una tradición, la tienen totalmente incorporada, pero tienen una visión y una búsqueda de conocimiento que hace al futuro, ese rol estético del chamamé. Me parece importante que en el rompecabezas de mi mirada de la tradición del chamamé, estén todos estos elementos. Igual no alcanzo a mostrar todos, ¡necesitás un concierto interminable para pasar por toda la tradición del chamamé! Es como hacer una comida con los ingredientes que más te gustan.

–Que parecen muy pensados. ¿Es también una manera de sentar postura sobre esa tradición?
–Nada es al azar, todo está absolutamente pensado. Primero porque son piezas que a mí me parecen importantes, y por sobre todas las cosas, me gustan. Hay un montón de mujeres cantando, un montón de dúos, un montón de bandoneonistas, bueno, a mí me gustan estos colores particularmente. Este es mi concepto, es mi manera de entender la tradición. No es la única, por supuesto, y la suma de todos esos conceptos posiblemente llegue a una visión más objetiva. Esta es mi elección estética y mi elección de repertorio. Me encanta cómo Emiliano toca el acordeón verdulera, entonces le pedí: toquemos chamamés como “La colonia”, compuestos en acordeón verdulera diatónica. Inclusive arranco yo tocando con ese acordeón de ocho bajos, porque es el inicio de las primeras composiciones de chamamé tradicional. No es mi instrumento más fluido, pero así arranco, después sigue Emiliano y yo me paso a mi acordeón. Todo está muy pensado y apunta a destacar la parte de la tradición que a mí me moviliza.

–Sorprende la capacidad técnica de Emiliano López, siendo tan pequeño. ¿Cómo lo conoció?
–Hace mucho, en Puerto Tirol. Uno está acostumbrado a ver en YouTube la niña china que toca el violín, ¡pareciera que solamente están en China los niños virtuosos! Y de golpe, en cualquier festival, ves un niño que te llena la cara de notas y que toca cosas sumamente complejas, con mucha naturalidad. Eso me pasó con Emilianito, y he visto a muchos chicos que me sorprendieron con el acordeón, en particular los alumnos de Tilo Escobar.

–Se mueve con naturalidad desde la tradición hasta expandirse a otros colores y sonidos. ¿Es algo buscado?
–Quien busca un desarrollo estético de algo es alguien que está profundamente enamorado de la tradición. No es algo antagónico: quien quiere ser contemporáneo y desarrollar su propia estética no va nunca contra la tradición. Al contrario, está parado sobre esa tradición, tiene un profundo respeto, está totalmente enamorado, pero no puede evitar dar su propia voz dentro de esa tradición. Por eso en cualquier concierto no me genera ningún conflicto volver a Cocomarola o Isaco Abitbol, no es que digo “ahora tengo que desprogramar mi cabeza y volver a programarme para tocar lo tradicional”. Porque lo contemporáneo que estoy haciendo, está parado sobre la tradición. Por eso el pasaje es espontáneo y sin conflictos. Sólo que hay proyectos, momentos, espacios y en cada uno tratás de elegir lo que creés que tenés ganas de hacer o sentís que hay que decir.

–Pero no sólo van a verlo los chamameceros. ¿Qué cree que convoca a los que no son seguidores de ese folklore?
–Para los que conocemos el chamamé, es un cóctel poderoso, y para los que no lo conocen, es un buen lugar para entender todas las variables dentro de la tradición. Inclusive las influencias, los límites, porque uno no puede negar que la construcción de lo que llamamos tradición hay muchos elementos, como la hermandad con el Paraguay, y ahí aparecen las Hermanas Vera cantando “Mocoy Guiraí”. Y uno puede ver cómo después del 1900, estéticamente la polca paraguaya siguió por su lado y el chamamé se definió por otro lado, pero quedó una lengua compartida. Cuando hablás de tradición no es que decís: soy esto y me alejo de lo que me rodea. Cuando yo hablo de tradición, al revés, busco todos los vasos comunicantes que hay con las fronteras. Por más que seas chamamecero, cuando escuchás algo como el canto llorado del Paraguay –el “puraheí jaheó”–, de inmediato te toca intensamente.

– ¿Tiene idea entonces de cómo se compone su público, más allá del estrictamente chamamecero?
–Supongo que es muy amplio, hay gente a la que le gusta el chamamé, a otra le gustará el acordeón, a otros el folklore, a otros la música, a otros el jazz y la improvisación que se da dentro de ese tipo de estética... hay de todo. Pero yo no estoy viendo quién es el que viene y el que no viene, ¡no me da la cabeza para estar escaneando todo! (risas). Apenas me da para llevar adelante mis proyectos artesanalmente, y tratar de hacerlos lo mejor posible. El estudio del mercado me excede.

– ¿Cómo evalúa, con el paso del tiempo, el concierto que dio en el Colón?
–De algún modo me parece natural haber llegado al Colón, porque desde Tarefero de mis pagos hasta entonces, mi música se volvió cada vez más camarística. Si me hubiesen invitado en la época de Chamamé crudo, a fines de los 90, principios del 2000, hubiese sido más raro, tocando con batería y todo eléctrico. Pero después yo empecé con un proceso camarístico, las percusiones, el contrabajo, cada vez más acústico, hasta llegar a Pynandí, Los descalzos. Así que cuando llegamos al Colón, no modificamos nada. No necesitamos montar sonido, estábamos acostumbrados a tocar acústico, entonces era natural tocar en ese escenario, no es que tuvimos que adaptarnos a esa sala. La sala era la caja de resonancia perfecta para el momento al cual había llegado.

– ¿Y lo vivió como “haber llegado a”, o como un escenario más en el cual su música y el chamamé pueden expresarse?
–Es que uno no puede negar que hay algo simbólico, por la histórica marginación sobre el género, y esos aspectos están a la hora en que subís a tocar. Entonces sentís ese plus, eso pesa. Decís: qué bello momento, qué lindo que es compartir esta música en este contexto, que venga gente a este teatro por primera vez, a conocer su propia sala. Se dan un montón de cosas que, cuando estás ahí, no estás señalando con el dedo, pero sabés que mientras estás tocando, todo eso está ahí, y lo vuelve más interesante y más intenso. Por suerte pudimos grabar ese disco.

– ¿Y qué encontró cuando escuchó esa grabación en vivo, después de un concierto tan especial?

–Me encanta el sonido, el audio que me devolvió el teatro es increíble. De todos los discos, este es el que más me gusta mi sonido de acordeón. Las reverb que hay en el disco, es la sala del teatro. Cuando grabás tenés los micrófonos que están tomando los instrumentos, y además en el techo, colgados, otro montón de micrófonos, que toman la sala. Y después cuando volcás todo eso en la mesa de audio, decís: vamos a escuchar la sala. Abrís esos micrófonos y ahí están todos esos armónicos, toda esa reverb natural del teatro, es súper linda. Haber vivido ese concierto y haber podido guardar y mostrar esa grabación es una de las cosas lindas que puede hacer en la música.