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domingo, 3 de septiembre de 2017

Desaparecer, verbo argentino... @dealgunamanera...

Desaparecer, verbo argentino...

Macri se había ido a Punta del Este. Foto: Reproduccion Revista Nocias del 13/01/2007. 

Cuando desapareció Jorge Julio López, Mauricio Macri era candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (asumió a fines de 2007) y diputado nacional. La desaparición de López creó una justificada conmoción porque se trataba de un testigo que acababa de declarar contra un ex represor de la dictadura en el contexto de la reapertura de esos juicios emblemáticos. Mientras todas las fuerzas políticas producían declaraciones, se movilizaban y buscaban la mejor forma de transmitir su consternación, el candidato Macri se había ido a descansar a Punta del Este. Eso motivó la tapa de la revista Noticias que ilustra esta columna cuyo título era “El candidato haragán”, y que luego mereció una serie de réplicas y contrarréplicas porque Macri pidió un debate por escrito que duró varias semanas.

Aquel Macri todavía joven y hedónico de hace once años en poco se parece al de hoy, pero la dificultad para comprender la connotación que tiene en la Argentina el verbo “desaparecer” se mantiene. Es una palabra que por sí sola genera electricidad en el cuerpo de la sociedad. Tres años después, cuando el kirchnerismo discutía la Ley de Medios haciendo foco en su ataque al Grupo Clarín, su señal de noticias hizo una campaña publicitaria diciendo que si se aprobaba la ley TN iba a “desaparecer” y se armó un revuelo por el uso del verbo por aquellos que, supuestamente, eran quienes menos tenían derecho a invocarlo.

Ya siendo presidente, otra vez Macri chocó con el mismo problema al responder con desdén en un reportaje a un medio extranjero que no tenía ni idea de cuántos eran los desaparecidos. El entonces secretario de Cultura porteño, Darío Lopérfido, quiso salir en su defensa discutiendo la cantidad de desaparecidos que se menciona que hubo y terminó electrocutado (tuvo que renunciar) por no comprender que ciertas emociones no entienden de razones. 

Lo mismo les sucede al Gobierno y a sus comunicadores más afines hoy con la desaparición de Maldonado cuando tratan de argumentar que no hay pruebas de que se lo haya llevado la Gendarmería. Es como si hubieran hecho falta pruebas de que a Jorge Julio López se lo chupó realmente una organización parapolicial cercana a los ex represores para recién entonces poder creerlo cierto. Es no comprender que en estos casos se invierte la carga de la prueba.

La misma miopía consiste en argumentar a posteriori de una desaparición que los mapuches son violentos o irracionales: es tan contraproducente como salir a explicar que los montoneros también eran asesinos tras la desaparición de Jorge Julio López, como si fuera una justificación autoinculpatoria.

Desaparecer en argentino es morir de la peor manera, a manos de una fuerza de seguridad oficial o relacionada con ellas de alguna manera. Tampoco hace falta que se trate de un plan sistemático para que se califique de “forzada” a la desaparición, como se la pasaron discutiendo según el lenguaje técnico jurídico (otra vez el racionalismo) representantes del Gobierno y comunicadores afines. Si desaparición en el sentido que se usa políticamente es sinónimo de muerte por asesinato, no podría no ser forzada. Son discusiones estériles; además, un solo caso en una fuerza de seguridad alcanza para que la memoria colectiva lo enhebre al connotado significado de la palabra “desaparecido”. Porque desaparecidos con esa connotación simbólica también lo fueron Omar Carrasco, José Luis Cabezas, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, y Mariano Ferreyra además de Jorge Julio López y Santiago Maldonado.


Carrasco obligó en 1994 a Menem a abolir el servicio militar; José Luis Cabezas, en 1997, a Menem a desistir de la re-reelección; Kosteki y Santillán, en 2002, a Duhalde a llamar a elecciones anticipadas; y Mariano Ferreyra –el militante del Partido Obrero asesinado por una patota de un gremio cercano al gobierno– le costó a Néstor Kirchner un disgusto que, según su hijo Máximo, le produjo el infarto por el que falleció siete días después.

Es que desaparecido/asesinado por fuerza de seguridad del Estado o por grupos cercanos al gobierno de turno es traducido en el inconsciente social como gobierno malo. “Macri, basura, vos sos la dictadura” no tiene explicación lógica, pero sí la tiene si se apela al lenguaje de condensación y desplazamiento, que es como los seres humanos procesamos las emociones en el inconsciente. 

Un gobierno como el actual, que ha dado muestras de desinterés por “el curro de los derechos humanos”, como lo definió el propio Macri, y que a la vez precisa que las fuerzas de seguridad tengan un protagonismo mayor en la lucha contra el delito, no debería esconder la cabeza como el ñandú ni tratar de escaparse del tema ignorándolo o mostrando desinterés sino todo lo contrario, sobreactuando ante el menor indicio de exceso de una fuerza de seguridad. Con la misma determinación con que lo hace cuando descubre que un policía de la Bonaerense y ahora de la Metropolitana es corrupto o está en connivencia con el delito.

Es cierto que estamos en medio de una campaña electoral que agita los temas con fines políticos, pero el gobierno de Macri no debería olvidar que también contribuyó a su triunfo electoral en 2015 la justificada agitación política que generó la muerte del fiscal Nisman, sobre quien tampoco se pudo probar que haya sido asesinado, pero esa falta de pruebas contundentes no impidió que la enorme mayoría de la sociedad creyera que fue asesinado por quienes trabajaban o habían trabajado para el kirchnerismo.

El Gobierno necesita cambiar de estrategia incorporando el tema de los derechos humanos a su agenda, como lo hizo al sumar a las organizaciones sociales sin importarle que hayan sido kirchneristas. Negar el sentimiento que produce la lucha contra la dictadura es como si Alfonsín hubiera discontinuado el reclamo por las islas Malvinas aduciendo que habían sido usadas por Galtieri y la dictadura. 



miércoles, 4 de mayo de 2016

La Argentina y los Mensajes Mafiosos… @dealgunamanera...

Mejor no hablar de ciertas cosas…


Sófocles Decía: "Nadie ama al mensajero que trae malas noticias". Parece una costumbre argenta pura, desacreditar al que informando o haciendo una denuncia es perseguido, amenazado y hasta muchas veces en este país, "suicidado".

© Escrito por Iván Rosental el martes 03/05/2016 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Podemos citar tantos ejemplos de nuestra historia: Cabezas, Nisman, Echegoyen, más de una decena testigos muertos del caso Menem Jr, Jorge Julio López, testigos del caso de los 12 apóstoles, el maquinista del caso Once, Lilita Carrio, la esposa de Van der Broele, Capdevila testigo del caso Boudou.

Lourdes Di Natale testigo del caso contrabando de Armas. Cattaneo del caso IBM Banco Nación. Sí, da miedo.

Todos estos mensajes mafiosos calan en la sociedad y alimentan el "no te metas". Ahí también es donde grieta se agranda cuando parece que el argento no quiere escuchar las malas noticias y su egoísmo lo captura.

Las redes sociales han contribuido a que ese mensajero aunque sea anónimo se anime a hablar y vayan saliendo y solucionándose algunas cosas.

En estos días vimos en capital el Caso Uber ¿Cuál es el problema? El sistema de transporte o Uber?

Hay que matar a Uber, no solucionar el problema. Así funcionamos en muchas de las cosas como sociedad. Así nos va...


sábado, 8 de agosto de 2015

Yabrán 2… @dealgunamanera...

Yabrán 2…

LA DENUNCIA DE LANATA cambió la agenda de todos los medios. Foto: Captura de pantalla

La financiación de la política a través de actividades ilegales y otras coincidencias entre el empresario fallecido y la denuncia sobre Aníbal Fernández.

La denuncia sobre Aníbal Fernández tiene muchas  coincidencias con el caso Yabrán. En dos oportunidades durante el reportaje de Lanata, el condenado por el triple crimen menciona la palabra “susto”.  Primero dice: “Quien da la orden del susto de la muerte es Aníbal Fernández”. Más adelante vuelve a decir: “Si bien no titubeó en darle el susto de muerte a estos tres...”. Y “susto” fue lo que iban a producirle a José Luis Cabezas con la misma derivación, según Martín Lanatta, que tuvo el triple crimen.

Asumiendo que el hoy jefe de Gabinete hubiera sido el jefe de la banda que comercializaba efedrina, el triple crimen hizo que se visibilizara la falta de legislación sobre la efedrina “estropeándole el negocio”. Pero ese eventual tiro en los pies abre hoy algo mucho más grave aún: la caja de Pandora de un negocio infinitamente mayor, que es el de cobrar por proteger delitos usando las fuerzas legales para brindar protección a lo ilegal, de todo aquello que fuera rentable hacerlo.

Felipe Solá tendría de cuando fue gobernador pruebas contra Aníbal Fernández esperando el resultado de las PASO

Efedrina sería una de la tantísimas variantes de la financiación de la política. Aníbal Fernández fue ministro de Interior los cuatro años y medio de la presidencia de Néstor Kirchner y dos años después de Cristina Kirchner. Y ya es un mito nacional la versión sobre que al morir Néstor Kirchner se dejaron de llevar a la Casa Rosada las valijas con dinero que recaudarían distintas áreas de fuerzas de seguridad. Desde el chiquitaje de lo juntado por “agilizar” trámites de portación de armas en el Renar, como hacía Martín Lanatta, pasando por el juego, la droga y la compra lisa y llana de comisarías.

Valijas con plata a políticos generadas por la venta de protección a negocios ilegales, entre tantos otros facilitar el ingreso y egreso de mercaderías por la Aduana, eran parte de las actividades más lucrativas de Yabrán.

Aunque la denuncia de Martín Lanatta tenga móviles que lo lleven nuevamente a mentir, como dice haberlo hecho en el juicio, instala un tema con derivaciones similares al caso  Yabrán, que terminaron  extendiéndose a parte del Gobierno en su conjunto.

Martín Lanatta durante el reportaje mostró incongruencias que en un testimonio judicial con partes, contrapartes y fiscales repreguntando lo hubieran puesto aún más incómodo. Cuando el contador de tiempo del programa Periodismo para todos llega a 1:05:12, Lanata le dice: “Pensá que ahí del otro lado de la cámara está Aníbal Fernández, decile lo que quieras”. El responde: “Si va a salir en televisión no lo podría decir, él sabe bien que lo que estoy diciendo es verdad... (y sigue)”. Había dos cámaras profesionales filmándolo más una manual, ¿cómo no sabía que sí iba a salir por televisión? En un tribunal se pondría más nervioso y podría sacársele mucho más.

Por ejemplo Felipe Solá, competidor electoral de Aníbal Fernández, no aceptó un
reportaje profundo sobre el jefe de Gabinete y se especula que tiene una carpeta con acusaciones para sumar si tras las PASO quedara como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires del Frente para la Victoria.

Cristina Kirchner, tras querer prescindir de Aníbal Fernández, quizás por la falta de colaboradores con sus capacidades operativas, volvió a convocarlo varias veces después de que dejara su puesto de ministro: primero  para secretario general de la Presidencia, luego para jefe de Gabinete y ahora como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires.

Una investigación judicial sobre Aníbal Fernández será un proceso a los doce años de kirchnerismo. Y ése es el gran valor de la denuncia de Lanata, más allá de las discusiones sobre la operación política que la haya promovido. El momento en que se producen los testimonios contra Aníbal Fernández hace evidente la intencionalidad electoral por lo menos en algunos de los partícipes necesarios. Pero hay operaciones políticas con falsedades y otras con hechos verdaderos. Mínimamente es verdad que el condenado por el triple crimen acusa a Aníbal Fernández.

También es cierto que Lanata dio por cierta la acusación al abrir su programa diciendo: “Esta noche te vamos a contar que el autor ideológico de esas muertes fue el jefe de Gabinete”. Y no consideró necesario tomarse el trabajo de dar testimonio de quienes pusieran en duda lo dicho por el condenado, como su abogado o su esposa y madre de sus hijos, como hicieron luego en otros medios.

No sin algunos celos por el éxito de Lanata, colegas en redacciones, asociaciones de corresponsales extranjeros, la Academia y facultades de periodismo se preguntan si lo que hace Lanata en PPT es periodismo de investigación u otro género.

La perplejidad surge del hiperprotagonismo recurrente de Lanata y la inexistencia de otro ejemplo en el mundo donde un periodista ocupe tanta centralidad de la escena nacional. Con su denuncia sobre Aníbal Fernández, otra vez obligó a cambiar la agenda de todos los medios y no se habló de otra cosa la semana previa a las elecciones primarias nacionales.

Algunas críticas que recibe también reflejan envidia por las habilidades comunicativas de Lanata, en especial su histrionismo y desparpajo: llamar varias veces “imbécil” al jefe de Gabinete es algo que en el periodismo televisivo de la mayoría de los países resulta inimaginable y probablemente en la Argentina actual sea parte de las claves de su éxito.

Valijas con dinero por permitir negocios ilegales no podrían limitarse sólo al tráfico de Efedrina

En su monólogo, Lanata anticipó las críticas: “No estoy pensando cuándo carajo hay PASO, me importan un pomo las PASO... ¡Qué verso de las PASO! Si se las pasan por las pelotas el tema de los candidatos y la mitad de los partidos ya tienen elegidos sus candidatos”. Pero justo el caso del candidato a gobernador bonaerense es el mayor cargo en disputa de estas PASO.

También una semana antes de las elecciones presidenciales que perdió Duhalde, la revista Noticias publicó una tapa con una denuncia en su contra por el crimen de Cabezas. 

La diferencia está en los modos de Lanata, quien no necesita mostrar ecuanimidad ni atenerse a formas clásicas de los manuales para ser creíble ante la mayor audiencia que haya concitado nunca un periodista argentino.

Su estilo y su éxito también son una señal de una época hiperbólica.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 08/08/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 25 de enero de 2015

La excusa institucional... De Alguna Manera...

La excusa institucional...


Cuatro años pasaron desde que Pepe Eliaschev denunció el pacto con Irán para que el fiscal sólo atinara a reaccionar cuando imaginó que podría dejar de ser fiscal.

Enójese, lector, con quienes le faltan el respeto a su capacidad de discernimiento y otra vez apelan a la vieja excusa institucional para explicar por qué se hace después lo que se debió hacer antes. Simulan que lo hicieron así defendiendo altos intereses altruistas cuando simplemente sólo corrieron riesgos a partir de que sus intereses fueron atacados o podrían serlo.

Comportamiento que le cabe por igual a parte de la Justicia y de los medios, que siempre son oficialistas los primeros años de cada gobierno “apoyando la institucionalidad”, hasta que se produce un ataque a los intereses de esos medios (no a los otros), o si estuviera por ser removido si se trata de un fiscal. Ahí la institucionalidad deja de ser prioritaria.

Hoy se cumplen 18 años del asesinato de José Luis Cabezas, un déjá vu con la muerte de Nisman.

Cuando ya sus allegados aceptan que el fiscal Nisman presentó de apuro su acusación porque los cambios producidos a fin de año tanto en la ex Side como en la Procuraduría le hicieron sospechar que en febrero podrían removerlo (y no como dijo torpemente porque “recién la había terminado”), ahora lo justifican con el pretexto de que no quería presentar la denuncia hasta que hubiera un nuevo gobierno para no resultar golpista.

Cambiará mucho la Argentina el día que los fiscales y jueces dejen de hacer política y hagan justicia, y el día que los medios y los periodistas dejen de hacer política y hagan periodismo (entendiendo por política esa visión calculista a lo Maquiavelo de la acción política). O sea, cuando la ética profesional guíe sus acciones y como buenos artesanos hagan lo que tienen que hacer.

A pesar de que con esos comportamientos lo único que se logró fue destruir la institucionalidad, en 2016 se volverá a escuchar  –hipócritamente– desde parte de la Justicia y de los medios que se apoya al nuevo gobierno “defendiendo la institucionalidad”.

Cuando lo que la institucionalidad precisaba era que las denuncias fueran razonablemente contemporáneas con los hechos para enmendarlos a tiempo, para evitarlos o para evitar su repetición. Cuatro años pasaron desde que Pepe Eliaschev denunció el pacto con Irán para que el fiscal sólo atinara a reaccionar cuando imaginó que podría dejar de ser fiscal. Ese cajonear las causas (o las notas en los medios), más que una motivación institucional parece estar orientado a tener un arma siempre lista para que no se metan con uno o negociar.

Escuchaba a la hermana de José Luis Cabezas (hoy, 25 de enero, se cumplen 18 años del asesinato de su hermano) decir que ella sentía un déjà vu entre la muerte del fiscal Nisman y la del fotógrafo de la revista Noticias. Me detuve en esa frase porque siento lo mismo. ¿Por qué será que las causas que generaron ambos crímenes políticos fueron notas que salieron en medios de Editorial Perfil: Yabrán en el caso de Cabezas, y la denuncia de Eliaschev sobre Irán en el caso de Nisman?  

Simplemente porque frente a los temas muy complicados, son muchos los que prefieren abstenerse para sumarse cuando la relación costo-beneficio personal sea productiva. El principio de igualdad ante la ley es totalmente contradictorio con el de “oportunidad frente a la ley”.

Sería un consuelo social si la desgraciada muerte del fiscal Nisman pudiera iluminar el problema del oportunismo judicial y mediático, y que la audiencia aumente su conciencia sobre estos manejos, porque al hacerse evidentes irán perdiendo efecto, que es la mejor forma de reducirlos. El conocimiento es lo que realmente nos hace libres.

No solo los argumentos que justificaron posponer la denuncia son insostenibles. Tampoco resulta lógico, desde la perspectiva del interés público (y no del de mantener un empleo) presentar la denuncia ante el riesgo de ser removido. El propio fiscal Nisman sostuvo en sus reportajes en radios y televisión que lo importante eran las pruebas acumuladas. Por lo que si hubiera sido removido, se podría haber hecho igual la denuncia sin ser fiscal; dijo Nisman en TN: “Esté Nisman o no esté Nisman, las pruebas están”. Y explicando por qué las presentó en medio de la feria judicial, había dicho: “Si tengo una prueba mi obligación es presentarla ante un juez”, desgraciadamente el periodista de TN no le preguntó, entonces, por qué no las presentó años atrás, desde que tiene esas pruebas.

El déjà vu Nisman-Cabezas atraviesa el inconsciente colectivo y el lenguaje político: el kirchnerismo dice “nos tiraron un muerto”, frase idéntica a la de Duhalde en 1997. Otra frase resonante es la que le atribuyen a Antonio Stiuso (alias “Jaime”): “Me quisieron matar a uno y me mataron a dos (por el asesinato de su mano derecha, el Lauchón Viale en 2013 y Nisman), no me van a matar ninguno más”.

Que el propio Stiuso haya elegido para dar su primer reportaje público la revista Noticias (la entrevista realizada por Rodis Recalt en diciembre que llevó a la Presidenta cambiar la cúpula de la Secretaría de Inteligencia) es otro síntoma. Los espías que conocen la cocina de todas las redacciones saben que en las de Editorial Perfil aquello que es nota se publica, sin especular si hacerlo beneficia a un sector u otro, o esperar el momento “oportuno” para publicarlo.

La igualdad ante la ley se contradice con la existencia de la "oportunidad frente a la ley".

Guardar una información de interés público, siendo fiscal o periodista, más allá del tiempo lógico que requiera su confirmación y correcta elaboración, se parece en mucho a apropiarse de un bien que no le pertenece y debería ser público. Ninguna libertad ni derecho es absoluto y existen casos extraordinarios donde se aplica una censura o autocensura lícita excepcionalmente. Pero la mayoría de las veces, tras la justificación de la responsabilidad (institucional, social, patriótica, etc.) se esconde con impostada pompa la conveniencia personal o la simple comodidad.

La muerte del fiscal Nisman debería dejarnos como legado de su investigación la exigencia social a la Justicia y los medios de prontitud en sus denuncias.


© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 25/01/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

No nos olvidemos de José Luis Cabezas... De Alguna Manera...

Día Nacional del Reportero Gráfico…


En una cava, cerca de la ruta entre Pinamar y Madariaga, es hallado, esposado, con 2 tiros en la nuca y dentro de un auto incendiado, el cuerpo sin vida del fotógrafo José L. Cabezas, quien cubría la temporada veraniega para la revista Noticias.



Esa misma madrugada, al regresar de una fiesta en casa del empresario Andreani había sido secuestrado en la puerta de su casa por un grupo de hombres. Llevado hasta la cava, fue golpeado brutalmente y luego ejecutado.

Un grupo de asesinos, que habían sido contratados por elementos de la policía local para robar en las residencias veraniegas, fueron encontrados culpables del crimen y condenados a prisión, así como el ex suboficial Gregorio Ríos, jefe de la custodia del empresario Alfredo Yabrán, y los policías Sergio Camaratta, Aníbal Luna y Gustavo Prellezo.

Alfredo Yabrán, sindicado como autor intelectual del asesinato, se suicidaría tiempo después en una estancia de Entre Ríos. En la actualidad, la mayoría de los condenados se encuentra en libertad. En su homenaje, se conmemora el Día Nacional del Reportero Gráfico.

©  Publicado el domingo 25/01/2015 por Agencia Telam dela Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


martes, 20 de enero de 2015

Cabezas y Nisman… De Alguna Manera...

Cabezas y Nisman…

La muerte de Nisman impregnará el recuerdo de la presidencia de Cristina Kirchner como el asesinato de Cabezas marcó al menemismo para siempre. Foto: Cedoc

Estoy en San Pablo. A las dos de la mañana (aquí es una hora más) me despertó un llamado que decía: “a Nisman lo suicidaron”. Viajé a Brasil el sábado a la noche después del cierre del diario Perfil y ya estoy volviendo a Buenos Aires. Escribo estas líneas desde un avión camino a Ezeiza sin haber podido tomar contacto con lo que se viene diciendo en Argentina: mi agenda de todo el día de hoy fue por las publicaciones de Perfil en Brasil y aquí el tema Nisman ocupó apenas un minuto en los medios audiovisuales, en los gráficos, por la hora de cierre, aún no se editó nada.

El sábado, Perfil publicó una columna donde yo decía que me molestaba el oportunismo de Nisman por denunciar recién ahora lo mismo que Pepe Eliaschev había escrito en Perfil a comienzos de 2011. Propuse a lector no creerle a los jueces y fiscales que ahora le imputan o procesan a los kirchneristas de todo junto. No creerles a ellos pero si creer lo que ellos denuncian. Que lo que dicen es verdad aunque ellos sean poco creíbles.

Al día siguiente de la denuncia de Eliaschev, Perfil entrevistó a Nisman, quien no sólo se mostró incrédulo o prudente respecto de la denuncia de Pepe sino que se expresó tan extrovertido como en sentido contrario la semana pasada en coincidencia tardía con él. Dijo Nisman en 2011 sobre el acuerdo de Argentina con Irán, intercambiando comercio por impunidad:

—El hecho y la nota (de Pepe en Perfil) me parecen absolutamente descabellados, absurdos y, además, de imposible cumplimiento. Hacía tiempo que no leía algo tan disparatado. Todo surge de un cable de la Cancillería iraní y tengo leído y conozco sus respuestas en la causa, tanto que por sus posturas no resultan creíbles en nada de lo que hacen y mucho menos en lo que dicen. Es todo muy poco serio.

—¿Por qué?

—Realmente, me parece algo que no tiene ni ton ni son porque estoy convencido de que el gobierno argentino no piensa nada de eso. Es absolutamente falso que está detrás de esto, porque me consta y por todo lo que ha hecho. Es de locos, no tiene ningún tipo de lógica.

—Pero eso dicen los cables secretos de la Cancillería iraní.

—Puede existir ese documento, porque piensan que todo eso forma parte de una negociación política, varias veces me lo sugirieron, incluso con otros gobiernos argentinos: si el presidente de Irán da una orden y el nuestro otra. Me lo han dicho públicamente en las reuniones de Interpol y se lo han expresado al secretario general, y así les ha ido, desastrosamente, en los planteos que han tenido. Creen que todo se maneja como lo hace su gobierno teocrático, donde el líder espiritual dice algo y todo el mundo obedece.

Hoy, tras su muerte, que sea cierto lo que denuncia Nisman aunque él mismo resultara poco creíble, pasa a ser secundario para muchos. Tras el asesinato de Cabezas, el suicidio de Yabrán resultó inverosímil para muchos. Aún hoy hay personas que descreen de la muerte misma de Yabrán, a quien imaginan disfrutan en un isla alejada.

Sea cual fuere la causa de la muerte de Nisman no cambia el grado de gravedad institucional que tiene. Porque aunque finalmente se comprobara que se trató de un suicidio, terminará siendo fuera un “suicidio inducido” o un asesinato. En cualquiera de los casos, se tratará siempre de una muerte política, porque tiene consecuencias políticas e impregnará el recuerdo de la presidencia de Cristina Kirchner como el asesinato de Cabezas marcó al menemismo para siempre.

Y también dejará otra estela negativa sobre la imagen argentina que se suma a décadas de anormalidades en tantos planos.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el lunes 19/01/2015 y publicado por el Diaro Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

sábado, 5 de octubre de 2013

El periodismo desde la recuperación democrática... De Alguna Manera...


Una profesión indispensable para una sociedad democrática...


Carlos Ares reflexiona sobre el rol del periodismo desde la recuperación democrática. Desde los primeros resquicios, abiertos en plena dictadura por la revista Humor, pasando por el valor de publicaciones como el Buenos Aires Herald de Robert Cox hasta la irrupción del tema de la corrupción, de la mano de Página/12. El crimen de Cabezas, el recuerdo de los más de cien periodistas desaparecidos y la actualidad de la “militancia periodística”.

Prólogo necesario. Treinta años de periodismo suponen unos 16 millones de minutos, de noticias, de títulos, nombres, fotografías, programas de radio o de TV, portales, análisis y comentarios confeccionados y retransmitidos por miles de profesionales. Revisarlos en un texto breve impone una selección brutal, casi salvaje. Pero, aún así, el sobrevuelo resulta útil. Revisar es recordar, recordar es traer al presente las miradas sobre nosotros, sobre lo que pasó, sobre lo que hicimos, todos.

‘Humor’, fin y principio

El ciclo de la dictadura militar que se inició en 1976 se da formalmente por concluido el domingo 30 de octubre de 1983, día de las elecciones que consagraron a Raúl Alfonsín como presidente de la Nación.

Los historiadores advierten que, en realidad, el fin de la dictadura comenzó a gestarse en junio de 1982, cuando la derrota en la guerra de las islas Malvinas acabó con el último y desesperado intento de los militares para mantenerse en el poder.

Pero desde el periodismo podría también situarse ese final en la entonces imperceptible raja, luego grieta, más tarde fisura y por último en el inmenso boquete que abrió en la represa de la censura militar la revista Humor en 1978, antes de que se disputara el Mundial de Fútbol.

Mensual al comienzo, quincenal después, en el número ocho de la revista ya estaba en la tapa, dibujado ante el tiburón insaciable de la inflación, el ministro de Economía de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz.

Y en el número 15 se atrevieron con la caricatura de Videla.

La revista fue obligada en principio a una “exhibición limitada”, luego prohibieron una edición, pero ya no podían con ella ni con la creciente demanda y, en adelante, ya no podrían con nada.

En ese contexto, en el de los años previos a la recuperación democrática, junto a Andrés Cascioli, Tomás Sanz y toda la tira de dibujantes y redactores de Humor, debe también releerse a la inolvidable María Elena Walsh y su estremecedor País jardín de infantes, artículo escrito en 1979 para la sección Opinión del diario Clarín.

También es un deber rendir tributo al coraje de Robert Cox, el director del Buenos Aires Herald, a quienes las Madres de Plaza de Mayo dedicaron años después una solicitada pagada por ellas mismas con el título: A Roberto Cox, el periodista digno, el hombre íntegro.

El filo de Humor, que se presentaba como “la revista que supera apenas la mediocridad general”, cortaba el silencio mortal, desintegraba el autoritarismo, la soberbia y la locura militar, disolvía su poder, los desnudaba de uniformes y máscaras y los revelaba ladrones e inútiles.

El efecto del humor fue siempre demoledor para todo tipo de poder que se inviste absoluto e impune.

Ahora mismo, aunque en una escala mucho menor de riesgo, el sarcasmo de las columnas que escribe cada domingo Alejandro Borensztein en Clarín y las ironías con que se responde a los dichos del poder en el programa Periodismo para todos de Jorge Lanata son, en lo inmediato, políticamente más devastadoras que las denuncias documentadas de corrupción o mala gestión, causas siempre demoradas en procesos judiciales interminables.

La imagen de la represa que se resquebraja y se parte, es quizá la más indicada para representar simbólicamente lo que ocurrió.

La sociedad tenía sed de saber todo lo que encubrió la dictadura y que pasaba en el día a día.

Había que sacudirse el gris, el cuerpo, la lengua y, casi, aprender de nuevo el oficio.

La censura militar que reprimía el flujo y dejaba gotear sólo su versión de los hechos se pudrió en su propio embalse.

Hasta el final de la década del 80, el periodismo se desbordó en publicaciones, programas de radio y televisión.

En esos programas había de todo: cómplices de la dictadura, militantes de los partidos políticos en recuperación y profesionales que habían sobrevivido en la clandestinidad o que regresaban del exilio.

Medios y política

En el río revuelto se formaban sociedades como la que reunió a la feudal familia Saadi de Catamarca con ex Montoneros para sostener el diario La Voz, de la llamada “izquierda” peronista. A su vez, ex jefes de la organización guerrillera ERP, aportaban fondos acumulados en robos o secuestros extorsivos para bancar la salida y los pasivos económicos iniciales del diario Página/12, nacido entonces para “contrainformar” y revelar lo que el poder quería ocultar y subsidiado ahora con fondos públicos. El Partido Comunista edita Sur y fracasa. La Junta Coordinadora del radicalismo, que lideraba Enrique “Coti” Nosiglia, intenta también tener su propio diario para apoyar al gobierno de Raúl Alfonsín, electo en octubre de 1983, y desarrolló, con publicidad oficial y fondos públicos, la última etapa de Tiempo Argentino. Poco antes, en febrero de 1982, el llamado “desarrollismo” rompía su histórica alianza política y financiera con Clarín y sus representantes, entre ellos, Rogelio y Octavio Frigerio, Oscar Camilión y Antonio Salonia, años más tarde aliados al peronismo como ministros del gobierno de Carlos Menem. Clarín quedó entonces en manos de la viuda de Roberto Noble, su fundador, y de un gerente y militante que había llegado con el desarrollismo, Héctor Magnetto.

Las nuevas tecnologías y la televisión abierta, el llamado “destape” que se produjo durante los primeros años de la recuperada democracia, renovó los textos, los diseños, el lenguaje, se instalaba un “nuevo periodismo” y la libertad se expresaba en los escaparates de los quioscos, donde se exponían y vendían a la vez, en cantidades que hoy resultan increíbles, revistas culturales como Crisis y de contenidos esotéricos, sexuales y diversos como Libre, de actualidad como Gente, Siete Días, PERFIL y políticas como Somos, nacida en los 70 para apoyar a la dictadura.

Dante Caputo, canciller del gobierno de Raúl Alfonsín, financió también un semanario político, El Expreso, con el que esperaba apoyar su postulación como candidato a presidente, pero el proyecto fracasó a los pocos meses. A la vez, Bernardo Neustadt, otro apologista de la dictadura, seguía editando Extra y Jacobo Timerman, que había sido secuestrado y torturado, se hizo cargo de La Razón, tradicional vocero del Ejército, a pedido del gobierno radical.

Al amparo del prestigio social creciente que tenía el periodismo, los conversos se escondían en las redacciones. Informantes, cómplices y ex servicios de inteligencia de los militares y de los Montoneros o del ERP resurgían como “periodistas” y comenzaban ya a reescribir el pasado para instalar un “relato”. El vértigo de aquellos años impedía hacerse las preguntas básicas: ¿qué hiciste, dónde estabas? Se trataba de sumar todas las fuerzas a la investigación de la barbarie militar.

Las crónicas del juicio a las juntas de comandantes de la dictadura fueron trabajos urgentes y ejemplares. Una revista, cada semana, El Periodista de Buenos Aires, financiada por Andrés Cascioli con los beneficios de Humor, y el Diario del Juicio, publicado por la editorial Perfil, son sólo dos de las cumbres éticas alcanzadas por el periodismo en estos treinta años. Durante la dictadura, Perfil sufrió el secuestro de su director editorial, Jorge Fontevecchia, y ocho clausuras de sus productos. En la radio se destacaba Magdalena Ruiz Guiñazú, que había sido integrante de la Conadep.

Los más experimentados profesionales eran requeridos por los más jóvenes, sin importar la procedencia o las ideas políticas. Se formaron parejas emblemáticas. Mónica Gutiérrez era la cara más “alfonsinista” junto al “peronista” Carlos Campolongo en el noticiero central de la TV pública. Jorge Lanata convocó a Horacio Verbitsky, servicio de inteligencia de Montoneros, y al escritor Osvaldo Soriano, para ser columnistas en Página/12. El diario Crónica, dirigido por el mítico Héctor Ricardo García, vendía, con sus tres ediciones diarias, más ejemplares que Clarín. La Nación desplazaba a La Prensa entre los sectores de clase media y alta.

Menem, pizza y champagne

Los alzamientos “carapintadas” de la Semana Santa de 1987, el fracaso del Plan Austral, la hiperinflación y la llamada “renovación” del peronismo, en la que Carlos Menem se impuso a Antonio Cafiero, provocaron el final anticipado del gobierno de Raúl Alfonsín. El periodismo derramado comenzaba a ser negociado. Salían nuevos medios, pero la crisis económica golpeaba a la mayoría. Entre 1987 y 1991 cerró la cuarta parte de las fuentes de trabajo. La investigación del asesinato de la adolescente María Soledad Morales en Catamarca,  que convocó durante meses a los diarios y la televisión hasta el juicio y la condena de los responsables, le dio a los empresarios periodísticos la verdadera dimensión de su influencia. Tenían poder y comenzaron a ejercerlo.

A fines de 1989, Menem elimina el inciso “f” del artículo 45 de la Ley de Radiodifusión que impedía a los dueños de los medios gráficos participar de la propiedad de radios o canales de televisión y desencadena, seguramente sin prever las consecuencias, la formación de “grupos”, de “corpos”, de “holdings” en todo el país. Clarín legitima así la propiedad de radio Mitre y se queda con Canal 13. En el reparto, entre otros, la familia Vigil, dueños de editorial Atlántida, editora de la revista Gente, con el canal 11, ahora en manos de la española Telefónica.

Las sucesivas crisis económicas o financieras, los cambios tecnológicos que ampliaron la red de medios a cables, satélites y sitios virtuales, además de los pactos o acuerdos políticos de turno, determinaron luego pases de manos y de acciones en el control de los canales y emisoras de radio, hasta que a fines de 2007 otro presidente peronista, Néstor Kirchner, aprobó la fusión de Multicanal y Cablevisión y consolidó el monopolio de Clarín, el mayor grupo privado de medios del país.

El periodismo líquido, turbio de dictadura, que se fue aclarando en la transición democrática, se cristalizó en los noventa y se convirtió en el espejo de la sociedad. La política de venta de las empresas del Estado estimuló los negocios y las ambiciones, crecieron en calidad e información los diarios económicos, liderados por Ambito Financiero. El gobierno de Carlos Menem –reelecto en 1995– es, desde el comienzo y durante los dos períodos de su gestión, sospechado, acusado y denunciado por más de 200 hechos de corrupción. El diario Página/12 inaugura, en 1991, la serie con las “coimas” que le piden a la empresa Swift-Armour para aprobar sus proyectos de inversión. En revistas, es Noticias, un semanario de política y actualidad, la publicación que contribuye a revelar la descomposición del sistema. Mucho más modesta, en recursos y en lectores, La Maga, criticó también duramente, desde 1992,  la cultura de “pizza y champán” del menemismo.

Menem confiaba en un pacto, no escrito, según el cual facilitaba a los grandes medios la formación de grupos concentrados a cambio de apoyo a su gobierno. Pero ese supuesto “acuerdo” no alcanzó a las publicaciones más independientes o partidarias. Por su parte, muchos periodistas encuentran en los libros de investigación sus propias fuentes de trabajo, sin intermediarios. Los lectores, ávidos, insatisfechos, demandan la información en contexto y las relaciones empresarias y políticas

La tradición retomada por Rodolfo Walsh en los años sesenta, con Operación masacre y Quién mató a Rosendo, entre otros títulos memorables, recobra fuerza en los años noventa. El crecimiento del género es imparable. Una frase adjudicada al diputado peronista-menemista, José Luis Manzano, “robo para la corona”, dio el título a un libro de Horacio Verbitsky que alcanzó un registro histórico de ventas. La avalancha de libros de ensayo y de investigación firmados por periodistas abarcó a todas las actividades y personajes, desde las “biografías”, autorizadas o no, de artistas populares, hasta los ensayos y análisis sobre acontecimientos que aún estaban bajo investigación, como los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, el contrabando de armas, los saqueos, la caída del gobierno de la Alianza y la crisis terminal del año 2001.

De la “ley mordaza” a la Ley de Medios

El periodismo comienza a verse también en el espejo de la corrupción de los años noventa y en la primera década del nuevo siglo. La expansión de los grupos multimedia en negocios que no tienen que ver con el periodismo, limita la independencia de sus profesionales o los hace participar en las llamadas “operaciones”, a veces sin que ni siquiera se enteren. Por su parte, la necesidad de mejorar su imagen ante el público y de relacionarse en buenos términos con los medios, lleva a las empresas a crear sus propios departamentos de prensa y a contratar agencias “consultoras”.

Los derechos del periodista raso se reducen. Los medios marginales, en ventas de ejemplares o en audiencia, se ven sometidos por las urgencias económicas. El poder político no soporta las críticas ni la investigación. En 1995, cuando es reelecto, Menem declara: “derroté a la oposición y a la prensa”. Trece años más tarde, otro presidente peronista, Néstor Kirchner, le iniciaba la guerra a una supuesta “corpo” de medios opositores liderada por Clarín, con los que había pactado hasta entonces.

En 1995, Rodolfo Barra, ministro de Justicia de Menem, preparó un proyecto de “ley mordaza” para castigar los supuestos “excesos” de la prensa. En 2008, Kirchner encubrió su ataque al grupo Clarín en un proyecto de Ley de medios que debía promover la “pluralidad de voces”, pero terminó en demandas por inconstitucionalidad ante la Corte Suprema de Justicia.

Los periodistas buscaron refugio en las empresas que seguían produciendo periodismo. La reaparición del periódico Perfil resultó un oasis ante lo que parecía convertirse de nuevo en un desierto, esta vez de medios independientes. Desde sus comienzos, la editorial Perfil soportó ataques, extorsiones políticas, judiciales y financieras, y también fracasos económicos. El asesinato de de uno de sus reporteros gráficos, José Luis Cabezas, fue el crimen que marcó la época.

Treinta años después, con el recuerdo de José Luis, sin olvidar los casi cien periodistas desaparecidos durante la dictadura, con otros tantos expulsados al exilio, con miles perseguidos, amenazados, obligados a mendigar pautas publicitarias oficiales para subsistir y pagar espacios de radio y televisión donde hacer escuchar sus voces, el oficio resiste y se ejerce hoy, dignamente, por todos los medios, los tradicionales y los nuevos.

En ellos, en los viejos y en los nuevos periodistas, perduran los valores de una profesión que sigue siendo indispensable para la construcción de una sociedad democrática. También, como se sabe, en los últimos años han aparecido “grupos” de medios que financian mercenarios y militantes con fondos públicos. Pero, para ellos no hay ni habrá memoria, sólo pena y olvido.

© Escrito por Carlos Ares (*) el domingo 29/09/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

(*) Fundó y dirige las escuelas de periodismo TEA y TEA Imagen. Trabajó en El Gráfico, Goles y Humor. En 1981 comenzó a colaborar en Madrid con el diario El País, del que luego fue corresponsal en Buenos Aires durante 23 años. Jefe de sección de El Periodista de Buenos Aires en 1984 y prosecretario general del diario La Razón en 1985. Creó y dirigió las revistas La Maga entre 1991 y 1997 y La García en 1999. Condujo por Canal 7 entre 2000 y 2002 el programa Troesma, nominado al Martín Fierro como “mejor programa cultural”. Actualmente coordina el sistema de medios públicos de la Ciudad de Buenos Aires y conduce el programa La clase en el canal de la Ciudad.