Mostrando las entradas con la etiqueta Jorge Luis Borges. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Jorge Luis Borges. Mostrar todas las entradas

domingo, 10 de enero de 2021

A 10 años de la muerte María Elena Walsh... @dealgunamanera...

 A 10 años de la muerte María Elena Walsh, la inigualable artista argentina…

 

Un día como hoy nos dejaba una de las referentes de la cultura nacional que plasmó en su arte su pasión por la vida, su militancia feminista y su inalterable compromiso social.

© Publicado el domingo 10/010/2021 por Filo News de la Ciudad Autónoma de los Buenos Aires, República de los Argentinos.   

Un día como hoy, hace diez años, fallecía la gran María Elena Walsh, una de las mayores exponentes de la cultura argentina. Se dedicó a las letras en múltiples formas: fue poetisa, escritora, cantautora, dramaturga y compositora. 

Si bien ganó enorme popularidad por ser escritora de cuentos y canciones infantiles que marcaron a varias generaciones y aún viven en la memoria popular -como "El Reino del Revés" o "Cuentopos de Gulubú"- María Elena fue mucho más que eso.

 

Nació el 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires. Estudió en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, en Buenos Aires y desde los catorce años comenzó a publicar sus poemas en el diario La Nación, Los Anales de Buenos Aires, que dirigía Jorge Luis Borges, o Sur, de Victoria Ocampo. 

A sus 17 años publicó su primer libro "Otoño imperdonable" (1947), consagrándose como una de las voces más importantes de su generación. El mismísimo Pablo Neruda estuvo entre sus primeros lectores entusiastas.

 

En la década del 50 emigró a Europa junto a su amiga tucumana, Leda Valladares, también poeta, con la que formaron el dúo vocal "Leda y María". Juntas lograron convertirse en una de las propuestas artísticas más originales de esos años y tocaron música argentina en los clubes más importantes del viejo continente. 

La enorme Mercedes Sosa se encargó de llevar a lo más alto del repertorio nacional las letras de María Elena que, interpretadas por la voz de "La Negra", se convirtieron en símbolos de la cultura argentina. "Serenata para la tierra de uno" y "Como la cigarra" son piezas de folclore que lograron conjugar a dos de las más grandes artistas nacionales. 

Mercedes Sosa. Serenata para la tierra de uno.

También se dedicó al teatro y escribió grandiosas obras en las que plasmó su militancia feminista y su protesta contra la injusticia social. En 1978, en plena dictadura cívico militar, harta de la censura y la persecución decidió dejar definitivamente el teatro. Pero su compromiso con el cambio social no iba a terminar allí. 

Refugiada en el periodismo gráfico, durante los años más oscuros de la reciente historia de nuestro país, escribió artículos como "Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes" (1979) en el que, a pesar de la nula libertad de expresión, comparaba al régimen dictatorial de Argentina con un jardín de infantes.

 

En 1981 enfermó de cáncer, por lo que tuvo que enfrentar un largo tratamiento que duró hasta 1983, justo cuando la democracia retornaba en nuestro país. Fue una nueva etapa para la Argentina y también para María Elena que se comprometió, a través de su arte, a restaurar la democracia en los ámbitos más diversos. 

Durante la década del 90 siguió publicando muchas obras como "Novios de antaño" (1991), una novela autobiográfica sobre la niñez en época de la década infame. Entre 1997 y 2004 presenta los libros infantiles: "Manuelita, ¿dónde vas?"; "Hotel Pioho’s Palace" y "¡Cuánto cuento!" y en 2008 publica su último libro: "Fantasmas en el parque".

 

Recibió innumerables reconocimientos nacionales e internacionales: Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, Premio Konex de Platino y de Honor en Letras; Highly Commended del Premio Hans Christian Andersen de la IBBY (Dinamarca), el Premio Honor del FNA; Doctor Honoris Causa de la Universidad de Córdoba, entre otros. 

Falleció el 10 de enero de 2011 en Buenos Aires, dejando un legado inabarcable de obras, poemas, libros y canciones que ya son parte definitiva de la memoria colectiva y constituyen un tesoro invaluable para la cultura nacional.





domingo, 3 de junio de 2018

Julio César, el populista… @dealgunamanera...

Julio César, el populista…

Ulises…

Durante el nazismo se montó muchas veces El mercader de Venecia, porque era una obra antisemita; también fue recitado miles de veces por los antifascistas el soneto 66 de Shakespeare. Es que Shakespeare era todo el género humano, inventó la personalidad humana.

© Escrito por Raúl del Pozo el jueves 05/04/2018 y publicado por el Diario EL Mundo de la Ciudad de Madrid, España.

Ésa fue la conclusión de Harold Bloom en El canon occidental. El crítico que escandalizó al mundo no sabe si Dios creó a Shakespeare, pero está seguro de que Shakespeare nos creó a nosotros. Después de mamarse 38 obras, Bloom quedó hipnotizado por el Bardo. Considera a Falstaff el monarca absoluto del lenguaje y a Julio César, la tragedia perfecta. La leyó en la escuela secundaria y, cuanto más la leía, más prendado y agarrado quedaba; y eso que Julio apenas dice 150 versos en tres escenas, pero da nombre a la obra. "Es la figura más grandiosa que Shakespeare ha representado nunca".

Voltaire cree que el Cisne de Avon es un arlequín, un bufón, lleno de soberbia asiática, que no sabía latín ni griego y entró a saco en Plutarco para plagiarlo. Shakespeare estaba enamorado de la Roma antigua, donde se desarrollan varias tragedias. Y también de la Italia posterior: con Romeo y Julieta, en Verona; y Otelo, El Mercader, en Venecia.


El discurso más demagógico en Julio César es el de Marco Antonio: "Mirad aquí: aquí está él mismo, despedazado como veis por los traidores", exclama. El personaje menos populista es el de Coroliano. Ahora, cuando el huracán populista, nacionalista, xenófobo, ha barrido la bota, han caído en la cuenta de que lo que les ha pasado no es nuevo: tiene más de 2.000 años. Lo inventó Julio César. 

Como antes los Graco, el emperador se puso al frente de la manifestación del pueblo, distribuyó trigo gratis entre los plebeyos, grabó su imagen en las monedas. El poder se le subió a la cabeza y quiso gobernar por encima del Senado. Bruto, su hijo secreto, exclama: «Nuestros antepasados nos han enseñado que no se debe soportar a un tirano, aunque sea nuestro padre».


Se ha estrenado Julio César una vez más en América y la función se representará en todo el mundo: en China, en Europa... La gira es del británico TNT Theatre Britain. El director de la compañía ha declarado que Julio César es el mejor thriller político que jamás se haya escrito. O sea, que Shakespeare y César, por inventar, han inventado hasta el populismo, esa nueva casta política antieuropea, antisistema, a la que le huelen mal los emigrantes y hasta los napolitanos.


Ya advirtió Borges: "Que la Historia hubiera copiado a la Historia ya era suficientemente pasmoso; que la Historia copie a la Literatura es inconcebible". En este instante, la política está copiando a la Historia y a la Literatura.




domingo, 6 de marzo de 2016

Diario Tiempo Argentino… @dealgunamanera...

Diario Tiempo Argentino…


A los lectores:

En las primeras páginas de Anatomía de un instante, libro del español Javier Cercas, el escritor cita a Jorge Luis Borges: “Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un momento: el momento en el que el hombre sabe para siempre quien es”.

© Escrito por Gustavo Cirelli el lunes 29/02/2016 y publicado por el Diario tiempo Argentino de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En las primeras páginas de Anatomía de un instante, libro del español Javier Cercas, el escritor cita a Jorge Luis Borges: “Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un momento: el momento en el que el hombre sabe para siempre quien es”.

Por estas horas, que fueron semanas y ya suman meses, los trabajadores de Tiempo Argentino marcaron con su pulso, compromiso y profesionalismo, quiénes son, de qué madera genuina y solidaria están hechos y cuál es el destino colectivo que no dudaron en escribir cuando la mentira y la desidia arrinconaron a los laburantes y a sus familias contra el abismo de la angustia, la incertidumbre que impone la estafa no sólo moral de no cobrar los salarios desde diciembre -con el medio aguinaldo incluido-, la falta de certezas sobre el futuro laboral y por ende también, como consecuencia directa, el silenciamiento de voces necesarias en estos tiempos para narrar desde un punto de vista singular al conjunto de la sociedad qué es lo que está ocurriendo en esta nueva etapa que se abrió en el país y que ha nublado la esperanza de muchos, para alegría algunos. Falta la voz de Tiempo. 

La última edición del diario fue hace una eternidad, el viernes 5 de febrero. Desde entonces por imposición ajena a los periodistas, fotógrafos, diagramados, correctores, retocadores de fotos, infógrafos, asistentes, columnistas, y todos y cada uno de los que hicieron el diario estos casi seis años, Tiempo se vio forzado a quebrar el contrato con sus lectores, un vínculo que, en verdad se enriqueció por el afecto solidario expresado en plazas y en el multitudinario festival en apoyo a los trabajadores del Grupo 23 en el Parque Centenario, y en sus visitas a la redacción; redacción que en horas de domingo volvió a latir al ritmo del periodismo, cómo indica la lógica. Un bálsamo.

Lo ilógico ha sido cada instante vivido desde el incumplimiento de la responsabilidad empresarial de pagar sueldos y respetar las condiciones laborales de la redacción de Tiempo, situación que también sufren los trabajadores de Radio América y sus familias. Las falsas promesas, la ofensiva dilación de pagos ante la urgencia que es por demás evidente; la insoportable levedad de los días envueltos en la mentira, e incluso, la indiferencia de algunos que deberían actuar de oficio -ni hablar por convicciones- (ya habrá tiempo para acordarse de ellos) en defensa de los derechos de los trabajadores encuentra su contracara, en ese abrazo cotidiano, ejemplar, de quienes permanecen hace semanas en las instalaciones del edificio del diario para preservar la fuente laboral, también las herramientas de este oficio terrestre tan vapuleado por ciertos empresarios; sin olvidar a algún que otro ex colega genuflexo -que son infinitamente pocos, por cierto- que se relamen en su onanismo ante el infortunio de aquellos que fueron pares: nunca nadie desde las páginas de Tiempo deseó que un trabajador quedará en la calle. Ahí radica la verdadera grieta de la que se ufanaron tantos: canallas o no canallas. No hay grieta entre quienes piensan distinto, eso se llama libertad de expresión.

En esta columna deberían estar mencionados, uno a uno, los compañeros trabajadores de prensa de Tiempo que se pusieron de pie (“cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento”) para que no le roben ni le impongan su destino.

Quien esto escribe tuvo la oportunidad de estar en el lugar indicado en el momento justo, y fundar un diario junto a Roberto Caballero y decenas de entrañables colegas (algo inusual en la vida profesional); diario que narró una época intensa, y con el nervio intacto para seguir: estas páginas lo acreditan.

Pero antes, durante y después de esta experiencia inigualable, quien esto escribe, es un trabajador de prensa que en los últimos años asumió la responsabilidad de la dirección periodística, y como tal, se apartó de la participación colectiva expresada en asambleas, pero sin desconocer nunca que el cuerpo y el alma de un medio de prensa está junto a los que mantienen vivo el oficio. Esta edición en la que se expresa mucho más que la calidad periodística de Tiempo durante más de 2000 días, surgió por iniciativa de los trabajadores que votaron romper el cerco de silencio con los lectores y demostrar, como ya se mencionó, que el nervio profesional no se negocia. A continuación el comunicado completo que fue aprobado en la asamblea de trabajadores, el viernes 26 de febrero:

“Los trabajadores del diario Tiempo Argentino decidimos desafiar el lock out patronal que impide la salida del matutino en su formato papel desde hace 24 días y resolvimos publicar una edición completa a la que podrá accederse el lunes en formato digital en las páginas:



Ante la sostenida negativa de la empresa a imprimir el producto de nuestra labor profesional.

Esta medida busca visibilizar un conflicto que se inició a mediados de diciembre, cuando la empresa dejó de abonar el medio aguinaldo de 2015, y se agravó en los últimos tres meses con la falta de pago de los salarios de diciembre, enero y febrero de 200 trabajadores. Además, pretende demostrar que el matutino sigue vivo y que sus trabajadores de prensa estamos en condiciones de ofrecer contenidos profesionales como lo hicimos en los últimos seis años.

Hace tres semanas el presunto comprador del diario Mariano Martínez Rojas decidió dejar de imprimir el matutino, una situación que profundizó la crisis con los trabajadores debido a la extendida deuda salarial. En respuesta la asamblea de trabajadores decidió iniciar una permanencia ininterrumpida en defensa de las fuentes de trabajo, medida que ya fue denunciada ante el Ministerio de Trabajo.

Durante la jornada, difundiremos los contenidos del diario bajo el hashtag #VuelveTiempo. Los invitamos a reproducir las notas con total libertad y dialogar, si lo consideran necesario, con nuestros delegados gremiales.

Asamblea de Trabajadores Diario Tiempo Argentino”

Los lectores de Tiempo, a lo largo de estas interminables semanas, se vieron privados de informarse cómo habían decidido hacerlo. No encontraron en sus páginas –ni al diario, por cierto- las investigaciones, informes, entrevistas, fotos, ni a sus columnistas (ninguno dudó en colaborar en esta edición -disculpas para aquellos que en la urgencia no pudieron ser contactados: también hubiesen escrito-). Y en ese silencio ensordecedor, el lector debió esperar hasta hoy para informarse con Tiempo, una vez más. 

Mañana no.

Mañana, como desde hace semanas, los trabajadores del diario deberán colgar el oficio por un rato para reclamar lo que les corresponde: cobrar los salarios adeudados y seguridad laboral para ejercer libremente el periodismo. De eso, ni más ni menos, se trata. Mañana seguirán exigiendo respeto.

Alguien, al pasar, en pleno cierre, lanzó una humorada oportuna: “Luche y vuelve (Tiempo)”.

La sonrisa confirma que el ánimo está intacto.



viernes, 7 de noviembre de 2014

Borges se copia... De Alguna Manera...


Borges se copia...


Primero me pareció de no creer, casi imposible sólo atreverme a imaginarlo, y cerré y guardé el libro de inmediato, avergonzado de mí mismo. Pero fui y busqué el otro. Lo abrí. Era evidente. No podía creerlo.

Después, tan intrigado como para volver a cerciorarme, los fui a buscar de nuevo, juntos. 

Los hojeé. Y allí estaba, imposible negarlo. La frase, las palabras y los signos exactos que componían esa frase están allí, prácticamente idénticos. En ambos libros.

Me quedé confundido. En semejante autor eso no podía ser un ardid ni una minucia, ni mucho menos un simplísimo error. Eso a cualquiera iba a pasarle, pero no a Él.

Presa de cierto pánico, me arrojé desconfiado pero ansioso a las aguas insondables de la memoria digital, para indagar en esos archivos confusos e infinitos alguna prueba, algún testimonio, algún otro. Algún otro que también se hubiera dado cuenta. Pero no, no había nada. Y tuve que aceptar lo ya evidente: una y otra frase son exactamente iguales.

Se me ocurrió buscar en la primera edición de sus obras completas, que conservo con su firma insegura, de ciego. Si había sido un desliz, allí podría haberlo subsanado. No fue así. Todo seguía igual. Y el hecho resultaba, pues, flagrante. Tan flagrante como impenetrable, en su enceguecedora nitidez.

Porque se trataba de Borges, ese escritor que ejerce el adjetivo como el torero su estocada final. Un escritor en cuya entera obra casi no se repite una palabra. Una obra que congenia exquisita modestia con la exigencia más altiva.

Pero aquí están las pruebas. Y tenía que ser en el justamente memorable cuento “El Sur”, que cierra a toda orquesta ese libro, Ficciones, donde empezó a consolidar su nombre. En la segunda parte que subtituló (precisamente) “Artificios” y fechó en 1944, puede leerse lo siguiente: “Los muchos años lo habían reducido y pulido como las aguas a una piedra o las generaciones de los hombres a una sentencia”.

Es bello, es preciso, es justo, es tocante. Pero veamos.

No mucho tiempo después –nada menos que en “El aleph”, libro que como es sabido apareció originalmente en 1949, pero en uno de los cuatro cuentos que le agregó según su Posdata de 1952–, puede leerse en el relato “El hombre en el umbral”, esta otra frase que su personaje Pierre Ménard (¡quien crea el Quijote como por primera vez!) bien pudiera haber reclamado como suya, pero que mi flaca memoria insiste en reiterar del todo semejante a la primera: “Los muchos años lo habían reducido y pulido como las aguas a una piedra o las generaciones de los hombres a una sentencia”.

¿Qué hacer frente a eso, frente a una cosa así? ¿Yo, descubrirlo en eso, a Él? Y peor aún: ¿quién iba a creer que Borges se había copiado literalmente a sí mismo, que había repetido en dos cuentos de temas y asuntos diferentes, casi letra por letra, signo por signo, la misma frase similar? ¿Quién podía imaginar que El, nada menos que Borges, no había hecho de esa repetición una trampa para incautos sino que, directamente, o se le había escapado o tanto le gustó que fue a sabiendas?

Por si fuera poco, además de ese autocitarse, ¡repetirse!, en ambos cuentos también son similares, aunque no ya tan idénticas, las frases precedentes. Donde se cambia de situación y de contexto, pero el protagonista sigue siendo básicamente el mismo. Y hasta con idéntica, o casi idéntica función.

Dice en “El Sur”: “En el suelo, apoyado en el mostrador, se acurrucaba inmóvil como una cosa, un hombre muy viejo”. Y dice en “El hombre en el umbral”: “A mis pies, inmóvil como una cosa, se acurrucaba en el umbral un hombre muy viejo”. Sólo que aquí intercala, antes de la frase que vimos reiterada en ambos casos, esto acaso imprescindible: “Diré cómo era, porque es parte esencial de la historia”. Lo cual agrava el hecho. O insisto, me parece, puede ser: también lo embebe de ironía.

Nunca sabremos con exactitud, del todo, a ciencia cierta, qué lo movió a Él a esa jugada. 


Nunca sabremos si no se dio cuenta (cosa impensable, aterradora) o, como todo pareciera indicar, lo hizo adrede, a propósito. ¿Y entonces, Borges, estoy diciendo Borges, no tuvo otro remedio que recurrir a la reiteración porque sintió que era el momento justo para hacerlo, que precisamente esas palabras debían estar de nuevo allí?

¿O acaso fue el justo momento el que le demandó, a Él, que era eso lo que debía insertarse en ese punto? ¿Lo que correspondía, ahí? ¿Se le puede haber escapado, a Él, algo como eso? ¿Lo hizo ex profeso? ¿Quiso demostrarnos que lo de Pierre Ménard seguía siendo, como siempre lo fue, nunca una burla ni una zancadilla sino una demostración, una evidencia?

¡Maten a Borges!, dicen que les gritó Gombrowicz a sus escasos seguidores locales, cuando logró escapar, después de décadas, de su empantanamiento en Buenos Aires, proa a la Europa que iba también a consagrarlo.

¿Maten a Borges? Probablemente una metáfora, una alusión, un símbolo. De cualquier modo, estoy seguro, ni soy yo ni esta leve digresión quien va a lograrlo.

Pero se lee en “El Sur”: “En el suelo, apoyado en el mostrador, se acurrucaba inmóvil como una cosa, un hombre muy viejo. Los muchos años lo habían reducido y pulido como las aguas a una piedra o las generaciones de los hombres a una sentencia”.

Y al leer “El hombre en el umbral” ineludiblemente Él también dice: “A mis pies, inmóvil como una cosa, se acurrucaba en el umbral un hombre muy viejo. Diré cómo era, porque es parte esencial de la historia. Los muchos años lo habían reducido y pulido como las aguas a una piedra o las generaciones de los hombres a una sentencia”.

El mismo caso de que ambos libros sean de escritura consecutiva en pocos años, de 1944 a 1952, primero uno, después el otro, no resuelve el asunto. Es más, lo agrava. Si la reiteración se hizo a propósito, el mismo hecho de ubicarla en su obra inmediata ostenta la honestidad de ofrecernos una pista, demostraría la inocencia con que lo hizo.

Pero también nos deja, al hacerlo, lo nunca imaginado: que Él no llegó a darse cuenta. Que no lo percibió, cosa inaudita. ¿Y no se dio cuenta, si así fue, a lo largo de toda su vida? ¿Y en cada reedición de dichos libros? ¿Y en sus obras completas? ¿Reeditadas una y otra vez? No, si lo hizo, lo hizo a sabiendas. Y si no se dio cuenta, peor aún.

¿Matar a Borges? Díganle a Pierre Ménard.

© Escrito por Rodolfo Alonso, poeta, traductor, ensayista, el viernes 07/11/2014 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.