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domingo, 24 de julio de 2016

Mariano Albornoz. Viajero del Mundo con una Yamaha XTZ 125 c.c. @dealgunamanera...

El cartero de Vicente López que recorrió el mundo en moto…

De vuelta en casa: Mariano Albornoz en la playa de Vicente López, con su Yamaha. Recorrió 115 mil kilómetros a través de 42 países en su moto.

Visitó 42 países. Mariano Albornoz hizo 115 mil kilómetros en una Yamaha que no supera los 80  por hora.

© Escrito por Jorge Sánchez el domingo 24/07/2016 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Explorar nuevos horizontes y conocer los imponentes paisajes que ofrece el mundo es un sueño que puede ser común a cualquier alma aventurera. Mariano Albornoz (31), cartero y vecino de Vicente López, lo pudo hacer realidad: con su moto, “La Prima” –en honor a su perro–, recorrió más de 40 países de tres continentes diferentes en poco menos de tres años.

El club de sus amores, Platense, fue el escenario que lo vio partir, en agosto de 2013: “Viajar es una adicción que no tiene remedio. Y las motos son mi otra pasión, por lo tanto si unís las dos, se forma un cóctel explosivo”, explica.

Y reconoce al elemento fundamental para hacer posible su sueño: “Mi fiel e inseparable compañera de hierro, la que no me defraudó en todo el tiempo que duró esta travesía, fue mi Yamaha XTZ 125cc, la cual no supera los 80 kilómetros por hora. Se la bancó estupendamente, aunque obviamente más de una vez le tuve que tener paciencia”, cuenta entre risas.

La lista de países que vieron pasar a Mariano y su moto es extensa: son 42, en un total de 115.000 kilómetros de recorrido. Desde algunos de los más turísticos como Alemania, Holanda, Francia o Japón, hasta otros que al escuchar su nombre cuesta dilucidar en qué continente se encuentran, como Moldova y Uzbekistán.

“Rusia fue uno de los países más interesantes por descubrir, no sólo por ser el más grande del mundo, sino por su gente, tan particular. Nunca me voy a olvidar cuando Oleg, presidente de un motoclub que me recibió en Rusia, me mostró un mapa gigante explicándome las distancias y caminos que llevaban de San Petersburgo o Moscú al interior del ex país comunista. Y otra enseñanza que me dejó es que nunca hay que negarle un vodka a un ruso”, indica entre risas.

“Otro lugar que me marcó fue Mongolia. Allí, muchas de las cosas que tenía en la cabeza se me dieron vuelta. Me sentía como si hubiese retrocedido cien años en el tiempo, no sé cómo explicarlo. Me di cuenta que para vivir no hace falta tener esos supuestos lujos de occidente. Y si nos dejamos llevar por la obsesión del consumo estaríamos transitando el camino equivocado”, recuerda reflexivo.

Muchos aprendizajes y sobre todo una visión que no pueden tener todos acerca del mundo: “Conocí personas fabulosas a lo largo del camino, transité desiertos, selvas, lagos. crucé montañas, mares y océanos pero por sobre todo he visto gran parte del planeta en el que vivimos, y eso es lo más bello de todo esta movida que hice”, asegura.

Y señala: “Mucha gente me preguntó si era rico, si tenía empresas o si mi familia era adinerada. Pero yo les dije que nada de eso. Todo depende de uno, el sol, las rutas y los ríos son los mismos para todos. La única diferencia está en como lo ves vos”.

Un pilar importantísimo a la hora de incursionar en sociedades y culturas diferentes fueron los cientos de personas que comparten su misma pasión por el motociclismo y lo ayudaron a lo largo de todo el trayecto: “A medida que iba avanzando la gente era cada vez más hospitalaria. Era difícil comunicarme ellos pero me esperaban en las rotondas de cada ciudad para que no me pierda. Cosas así marcaron la diferencia”, cuenta.

El punto final de su viaje fue en Japón. Tras problemas por papeles tuvo que emprender la vuelta: “Voy a estar un tiempo acá, para después ver cómo continuar con lo que me faltó recorrer, desde Turquía hacia el sudeste de Asia cruzando Medio Oriente e India. Mientras tanto estaré aquí como uno más del montón paseando desapercibido por el barrio, pero al ver una moto llena de calcomanías sabrán que es la mía”, avisa.






viernes, 27 de febrero de 2015

Racismo en el fútbol… De Alguna Manera…


Hinchas holandeses discriminaron a Gervinho…


Los simpatizantes del Feyenoord le arrojaron una banana gigante al jugador marfileño. La semana pasada habían provocado incidentes en el partido de ida en Roma.


Feyenoord fans show Gervinho a bannana ballon during Feyenoord vs AS Roma


La Roma se clasificó para los octavos de final de la Europa League al vencer por 2-1 en Rotterdam al Feyenoord, en la vuelta de los dieciseisavos de final, pero la noticia que recorre el mundo no tiene que ver con lo futbolístico.

Este duelo llegaba en un momento tenso, después de los incidentes violentos protagonizados por hinchas del club holandés la pasada semana en la capital italiana. Lamentablemente, los desmanes otra vez dijeron presentes.

El árbitro francés Clement Turpin debió parar el partido en dos ocasiones. Antes del descanso había decretado una primera interrupción, durante unos instantes, después del lanzamiento de una banana inflable en dirección a Gervais Yao Kouassi, Gervinho, jugador marfileño de la Roma.

Luego, la expulsión de Mitchell Te Vrede, por una fuerte entrada, provocó el enfado de varios aficionados holandeses, que tiraron objetos al terreno de juego. En este caso, el juez decidió enviar al vestuario a los jugadores. Tras 15 minutos se reanudó el partido que terminaría con la victoria y la clasificación de la Roma.

Los incidentes hacen esperar que el Feyenoord reciba nuevas sanciones.



© Publicado el viernes 26/02/2015 en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fuente: AFP.





domingo, 6 de julio de 2014

Este chico promete limpiar de plástico los océanos… De Alguna Manera...


Este chico promete limpiar de plástico los océanos…

Boyan Slat.

Boyan Slat tiene 19 años y una técnica para eliminar la mitad del plástico de nuestros océanos, millones de toneladas, en 10 años, dice. Tras construir y probar el primer prototipo, asegura que funciona, y John Kerry, secretario de Estado de Estados Unidos, y el primer ministro de Holanda ya se han reunido con él. Parece una idea loable, pero de bombero: limpiar de plástico todos los océanos de la tierra. Más aún si quien lo firma es un chaval de 19 años que pretende utilizar, para más inri, un aparato de propia creación. Pero se diría que no lo es, a juzgar por los apoyos que ha recabado -se ha reunido con John Kerry-, los foros en los que ha participado -la prestigiosa conferencia TED de Estados Unidos-, y la financiación que ha logrado -un millón de dólares en 25 días-

 
Boyan Slat, estudiante holandés, en su estudio con los primeros planos del sistema. Ana González Rueda. 

The Ocean Cleanup es un proyecto liderado por Boyan Slat, holandés nacido en Delft en 1995, que consiste en limpiar los océanos mediante una serie de barreras flotantes, ancladas al fondo marino, en las que el plástico se acumularía gracias a las corrientes marinas. Una plataforma alimentada al 95% con energía solar lo extraería después, y finalmente se llevaría a tierra para ser reciclado. El sistema, asegura Slat, podría eliminar en 10 años la mitad de esa basura sin perjudicar a la fauna marina. Costaría además 33 veces menos que los métodos convencionales, los cuales tardarían siglos en hacer el mismo trabajo.

Actualmente existen cinco sopas de plástico en el mundo, atrapadas en las cinco corrientes oceánicas: el Pacífico Norte y Sur, el Atlántico Norte y Sur, y el Índico. Se estima que la del Pacífico Norte mide 1.400.000 km2, y expertos de las universidades de Delft y Hawaii han calculado que en 2020 habrá 7,25 millones de toneladas de dicho material (hoy 6,4 toneladas) flotando en los océanos, el equivalente a 1.000 torres Eiffel. El informe lo han hecho a petición de Slat, y es que a tesón no le gana nadie. «No me han llamado tanto loco, como me han dicho que la idea no tenía fundamento. Pero lo que hice fue comprobar si realmente lo tenía o no. Y hemos demostrado que sí». Un fenómeno viral.

Crónica contacta con Boyan Slat tras solicitar entrevista a través de su jefa de prensa. Ella es uno de los 100 trabajadores de la fundación The Ocean CleanUp, creada por Slat, de los cuales 10 son fijos, y entre los que se cuentan ingenieros, científicos, abogados o economistas.

El holandés nos atiende solícito desde Grecia, a pesar de estar disfrutando -o intentándolo- de su segundo día de vacaciones en seis meses. «Creo que el último fue el 2 de enero», explica Boyan en un perfecto inglés. «Todo empezó durante otras vacaciones, precisamente en Grecia, con mis padres. Estaba buceando, y el mar estaba lleno de plástico... ¡Había más bolsas que peces! De regreso a Holanda una idea me obsesionaba. Me di cuenta de que la gente nunca dejaría de tirar plástico a los mares, y que por esta razón la educación y prevención solas no valían. El plástico del mar tenía que poder limpiarse de alguna manera».

Con motivo de un trabajo en el instituto, Slat comenzó a investigar. «Me di cuenta de que podía haber una alternativa. En vez de ir a por el plástico, podíamos esperar a que viniera a nosotros gracias a las corrientes marinas. Barreras flotantes lo atraparían y concentrarían, y una plataforma lo extraería. La vida marina pasaría por debajo, porque es un sistema sin redes», explica.

Público selecto

Las 80 horas programadas para elaborar el proyecto escolar «se convirtieron en 800», añade. Y acabó presentándolo en la conferencia TED el 2 de junio de 2012. El mismo tipo de acto en el que han participado Bill Gates, Obama, Bill Clinton o Larry Page, uno de los fundadores de Google, y al que se accede tras un proceso de selección. En el vídeo de YouTube que inmortaliza el evento, y que tiene ya 1,6 millones de visitas, se escucha a un Slat con voz temblorosa, y 19 años de edad.

A pesar de la buena acogida «al presentarlo, me di cuenta de que no tenía nada más que eso, la idea», reconoce. Lejos de amilanarse, de vuelta a Holanda envió una lista de 50 preguntas a ingenieros y profesores para saber si el proyecto era viable, y comenzó a buscar patrocinio. De las 300 empresas a las que llamó, sólo una contestó, y no llegaron a nada. Para entonces ya había dejado sus estudios de primer año de ingeniería aeronáutica y había creado la fundación. «No tenía vida social», reconoce. Pero el 26 de marzo de 2013 cambió el curso de los acontecimientos. «El teléfono comenzó a sonar y no paraba. Las redes sociales explotaron, recibí 1.500 mails diarios. La historia se había hecho viral. Ya no estaba solo».

Con ayuda del equipo de voluntarios recién creado iniciaron una campaña de crowdfunding con la que consiguieron 18.000 dólares en 15 días. Y llegaron también las primeras críticas. «Nunca hemos encontrado oposición al proyecto, pero sí mucha gente que no creía en él por diversas razones. Fue entonces cuando decidí comprobar si podían refutarse o no. Ahora ya teníamos el dinero y la gente para hacer el estudio de viabilidad».

Un año más tarde y con la ayuda de diversos colaboradores, entre los que se cuentan varias ingenierías holandesas, el documento está impreso y encuadernado con tapas de plástico reciclado, tal y como se puede ver en el vídeo YouTube de su segunda conferencia TED. «Nos llevó un año, pero ya lo tenemos. Punto por punto hemos rebatido todas las razones por las que nos decían que no se podía hacer». Son las que arguyen personas como Stiv Wilson, director de campañas de la ONG 5Gyres (gyre, en inglés, corriente circular), y que se resumen en cuatro puntos: que el plástico no está en la superficie sino a tres metros de ella, que el océano es demasiado profundo para cualquier sistema de anclaje, que el sistema de Slat daña el ecosistema al succionar el agua, y que el plástico recogido no se puede reciclar.

«Pero nosotros hemos demostrado que las tormentas lo sacan a la superficie, e hicimos una barrera que puede aguantar el 95% de las condiciones», explica el muchacho. «También que se puede usar el mismo sistema de anclaje con el que se ponen las amarras en los puertos, pues la posición no requiere gran precisión. Y si el plancton se quedara o se dañara, restaurar la biomasa costaría menos de siete segundos en un año. Además, hemos hecho aceite a partir de media tonelada de plástico del mar».

Dos Millones

The Ocean CleanUp hizo público el estudio el pasado día 2 de junio, y con él han iniciado la segunda fase del proyecto: construir un prototipo a escala real. Para ello necesitan dos millones de euros que pretenden recaudar a través de una campaña de crowdfunding en 100 días. Transcurrida la cuarta parte, ya han conseguido un millón. La prueba con el primer prototipo, con barreras flotantes de unos 40 kilómetros, tuvo lugar en las Azores y, según Slat, confirmó los resultados. ¿Quién ha dicho que las ideas de bombero no funcionan?

© Escrito por Eva Dallo el Domingo 06/07/2014 y publicado en el Diario El Mundo de la Ciudad de Madrid, España.