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miércoles, 20 de junio de 2018

La disyuntiva del aborto (II) No Soy Neutral...@dealgunamanera...

No soy Neutral…


Mi nombre es Cecilia María Ousset. Soy católica, médica, especialista en Tocoginecología, madre de cuatros hijos. Trabajo actualmente en el Sistema de Salud privado, aunque me formé y trabajé en el Sistema Público en la Ciudad de Mendoza.

© Escrito por Cecilia María Ousset el  miércoles 06/06/2018 y publicado en su muro de la Red Social Facebook, de la Ciudad de Yerba Buena, Provincia de Tucumán, República Argentina.

Nunca estuve y tal vez no estaré de acuerdo con el aborto en sí; es por esa razón que nunca me hice un aborto y tampoco se lo hice a nadie; a pesar de conocer la técnica perfectamente y ser muy buena (perdón por no ser modesta), en la realización de legrados. 

Muchísimas veces tuve que hacer legrados en el Hospital para “terminar” abortos clandestinos. Mi récord personal son dieciocho legrados en una guardia. 
Vi morir mujeres (a veces madres de varios chicos), que pasaron lamentablemente sus últimos minutos lúcidas conmigo y una policía preguntándole “quién le había realizado el aborto porque era un delito”. Sinceramente, nunca jamás escuché a alguna decir el nombre del que o la que había cobrado por sus inexpertos servicios. 

Recuerdo esas guardias donde armábamos las partes fetales en la mesita quirúrgica para asegurarnos de que no le quede nada adentro a la madre. Siempre la parte más difícil de sacar del útero era la cabeza, porque al ser redonda, rodaba cada vez que la quería “atrapar” con la pinza. Estas mujeres se enteraban tarde del embarazo e intentaban el aborto con más de doce semanas de gestación.

Muchas veces esas chicas estaban en mal estado clínico y con el útero o el intestino destrozado.

Esas mujeres que ingresaban mintiendo que “habían levantado un fuentón con la ropa de los chicos” y habían empezado a sangrar, eran para mí y mis compañeros de guardia, el inicio de una jornada violenta, y la suma de esas jornadas deben haber herido mi alma profundamente: Abortos con perejil, con agujas de tejer, con permanganato de potasio, con Oxaprost en cantidades insuficientes.

Todos servicios pagados en la medida de las paupérrimas posibilidades al inexperto o inexperta del barrio. La mayoría eran mujeres jóvenes, pobres, algunas con otros hijos; que llevaron el dolor, la fiebre, el olor a podrido y el secreto del nombre del “abortero” hasta la tumba.

Estoy segura que es la primera vez que me expreso sobre todo esto. Creo que algunas veces lloré en la intimidad de mi casa y en los brazos de mi esposo. Pero no por el dolor de esas chicas, sino por la impresión que me había dejado el hecho de haber terminado esos “trabajos” con la mayor objetividad y pericia posible.

Esas chicas fueron objeto. En todo momento fueron deshumanizadas y juzgadas. Como lo que habían hecho era ilegal, eran repudiadas desde que entraban al hospital hasta que se iban (vivas, muertas o con una causa judicial).

¡Estoy tan arrepentida de no haberlas comprendido, de no haberlas amado, de no haberlas acompañado amorosamente en un momento tan terrible!

¡Estoy tan arrepentida de haber tenido mi cerebro y mi alma tan limitada decidiendo quién tenía más o menos moral y quién merecía más o menos mi respeto!.

¡Estoy tan arrepentida que siento que las palabras para expresarme todavía no se inventaron!.

Después comencé mi práctica privada. Y ahí empecé a ver la otra cara de la moneda. 

Las chicas que me pedían un aborto “porque mi mamá me va a matar”, “porque quiero terminar mis estudios”, “porque se borró mi novio”, “porque me van a correr del trabajo y mi marido se fue de la casa”, “porque soy catequista y esto es inadmisible...”.

Siempre intenté con la palabra y el respeto de que sigan con su embarazo, buscando alguna salida. Porque muchísimas veces después de un aborto, hay arrepentimiento y dolor. Pero claro, cada uno tiene sus momentos de desesperación y sencillamente se iban (y se siguen yendo), a cualquier otro médico que les practique un aborto seguro en una clínica que les permite después seguir vivas para llorar, confesarse, y tener más hijos con una pareja continente o en una mejor situación emocional o económica. 

Lo sé porque a esos partos yo misma los asisto. Lo sé porque vuelven conmigo a los controles porque aprendí a no juzgar sino a acompañar.

Por todo eso, por dieciocho años en la práctica ginecológica, por mujer, por católica, por trabajar permanentemente mi interior para lograr la coherencia y abandonar en la mayor medida posible la hipocresía, digo: QUIERO ABORTO LEGAL, SEGURO Y GRATUITO para todas las mujeres que se encuentren en una situación desesperante e íntima. 

Me repugna un país donde después de un aborto las ricas se confiesen y las pobres se mueran, donde las ricas sigan estudiando y las pobres queden con una bolsa de colostomía, donde las ricas hayan tapado la vergüenza de su embarazo en una clínica y las pobres queden expuestas en un prontuario policial.

La discusión no es aborto sí o aborto no. Eso lo dejemos para las discusiones de los creyentes y para tomar nuestras decisiones personales.

La discusión en el Congreso de la Nación es si esta sociedad desea que entre las mujeres que indefectiblemente se van a practicar un aborto, se pueden lograr las mismas seguridades clínicas para hacerlo. Para que las pobres no sean mujeres de segunda o tercera categoría. Para que las pobres también sigan vivas para arrepentirse, confesarse, tener un hijo con una pareja continente o en una mejor situación económica o emocional. Para que la sociedad sea menos hipócrita y haya en la realidad de la muerte, un poco más de amor. 

Reportaje del Programa Perros de la Calle:







domingo, 31 de diciembre de 2017

Grandes hipocresías nacionales… @dealgunamanera...

Grandes hipocresías nacionales… 

Conductas. Sampaoli humillando, Nahuel olvidado y Sturzenegger mostrando una autarquía irreal. Fotografía: TELAM

Nadie dice que con la suma de nuestras hipocresías hayamos construido un país trucho. Pero sí que seguimos trabajando duro para lograrlo.

© Escrito por Gustavo González el domingo 31/12/2017 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Pregúntense esto: ¿qué cosas no estarían tan mal… si nadie se enterara de que las hicimos? Hoy, la diferencia esencial entre ser y parecer se encuentra con un terrible escollo, no filosófico sino tecnológico: el celular.

La imagen viralizada del DT de la Selección humillando a policías por hacer bien su trabajo, deja al desnudo no lo que Jorge Sampaoli dice que es, sino lo que es. O al menos lo que es cuando algo lo saca de su eje.

El “Boludo, ganás 100 pesos por mes, gil!” que le echó en cara a un agente que paró el auto en el que viajaban ocho pasajeros, se contrapone con sus habituales frases políticamente correctas, como ésta: “Cuando uno logra que en esta sociedad individualista haya compromiso a algo intangible, con humildad, permite que todos se junten. Da lo mismo el origen social o cultural”. En privado se reveló distinto: “¿Qué mirás gato, vigilante?”, le dijo a otro agente. Y cuando la policía detuvo a su preparador físico, que circulaba detrás de ellos, porque el control de alcoholemia le había dado positivo, agregó un rasgo autoritario: “¡Vos le devolvés ya el registro! Acá no le hacen más alcoholemia a nadie, son todos una porquería, basuras, gatos de mierda.”

El Sampaoli oficial no habla así y muestra un pasado de lucha contra el autoritarismo militar: “Yo era parte de un movimiento revolucionario, la Juventud Peronista, que fuimos perseguidos por exigir el fin de la dictadura”.

¿Cuántos miembros  o herederos de esa “juventud maravillosa” ratificaron su altruismo cuando llegaron al poder y tuvieron que optar entre robar o no? Las cárceles están pobladas de ex funcionarios que daban su vida por los más humildes y hoy nadie pone las manos en el fuego por su honestidad. Ni siquiera Cristina Kirchner.

Nada daría más tranquilidad que convencernos de que la corrupción es solo K. Lo podríamos creer si cerráramos bien los ojos para no ver el pasado ni el presente. Ni a nosotros mismos.

Autoengaño

El principal objetivo del hipócrita no es engañar a otros, sino a sí mismo. El último estudio de opinión pública de Latinobarómetro, el más serio a nivel regional, revela la profundidad del autoengaño.

Una de las preguntas indaga en si se denunciaría un acto de corrupción si se lo presenciara. Los argentinos están a la cabeza de los que responden que sí lo harían (91%). El problema es que las respuestas siguientes revelan que, en verdad, la tolerancia del argentino con la corrupción es muy alta.

El 41% piensa que se puede sobornar a un policía, el 40% a un funcionario y el 36% a un juez. Un alto porcentaje está seguro de que los demás son corruptos: los legisladores (el 46% piensa que lo son), los empleados públicos (28%), la policía (46%) y los empresarios (38%). Un 19% también cree que los líderes religiosos son corruptos. Si esa percepción que los argentinos tienen de otros argentinos fuera cierta, son millones de corruptos, entre policías, jueces, empresarios, legisladores, funcionarios, empleados públicos, religiosos. Además, como en todo acto de corrupción hay dos partes, habría que sumar a otros millones que ante la ley también serían corruptos.

De hecho, cuando se interroga sobre si el propio entrevistado tuvo actitudes corruptas, las respuestas confirman esa sospecha. Por ejemplo, al preguntar si en los últimos doce meses se pagó alguna forma de soborno (dinero, regalos, favores) para obtener un beneficio, el 25% acepta haberlo hecho frente a un policía. Porcentajes similares se repiten entre los que pagaron de alguna forma para facilitar trámites en Tribunales, entidades educativas, de salud o para obtener algún documento.

Más: el 21% está seguro de que sus vecinos compran objetos robados y el 33% dice que le ofrecieron esos objetos. El 34% responde que es “aceptable” algún grado de corrupción (el “roba, pero hacen”). Ese porcentaje representa a 10 millones de argentinos. Los resultados se ajustan a lo que Chomsky define como hipocresía: “La negativa a aplicar en nosotros los mismos valores que aplicamos en otros”.

Maldonado sí, Nahuel no.

La semana pasada se cumplió un mes de la muerte del mapuche Rafael Nahuel. Casi nadie lo recordó. Fue en medio de un supuesto enfrentamiento entre mapuches y Prefectura. Hasta donde avanzó la investigación, los mapuches habrían desoído la orden judicial de desalojar terrenos ocupados arrojando piedras, lanzas, palos. Los prefectos usaron sus armas reglamentarias. Nahuel murió con un balazo proveniente de una de ellas, por la espalda.

Antes de su muerte, el líder qom Félix Díaz le había dicho a Noticias que “si Maldonado fuera indígena, lo ignorarían”. Por su desaparición y la posterior comprobación de su muerte, marcharon cientos de miles de personas en todo el país y los medios cubrieron ampliamente los hechos. Por la de Nahuel, no. En la última edición de la revista, volvieron a entrevistar a Díaz: “Si nosotros convocamos a una marcha, apenas juntamos 500 o  mil personas”.

¿Por qué una persona que resultó ahogada en circunstancias que la Justicia aún debe dilucidar generó una conmoción incomparablemente mayor que la de alguien que está probado que murió con un disparo por la espalda? ¿Será como dice el líder qom? ¿Tenemos un doble estándar moral para diferenciar a un artesano de clase media de un mapuche de origen?

Aristóteles sostenía que no se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto. No podemos indignarnos por una muerte supuestamente injusta y no indignarnos por otra muerte que se supone tanto o más injusta. ¿O sí podemos?

Cuando el jefe de Gabinete habla en privado sobre el accionar de las fuerzas de seguridad, también habla de la hipocresía social de exigirle a sus miembros cualidades y perfecciones que otros argentinos no tienen. “Si entre los periodistas, los políticos, los empresarios, los médicos hay profesionales que actúan mal, es hipócrita rasgarse las vestiduras porque algunos policías no tienen conductas ideales”. Marcos Peña habla de años de destrato del Estado sobre la formación de esas fuerzas y compara con policías de países desarrollados en donde sus miembros ganan bien y poseen título universitario.

Los argentinos decidimos pagarle 15 mil pesos a un policía para que se quede solo en una esquina a enfrentar el delito, y nos sorprende que pida una pizza gratis.

Sturzenegger, el autárquico

La hipocresía nacional no tiene dueño. El pasado jueves Peña brindó una conferencia junto a los ministros Dujovne y Caputo. Lo raro fue que al lado estuviera Federico Sturzenegger, el presidente de una entidad autárquica como es el Banco Central. No fue presentado así, pero lo que sucedió fue que el Gobierno instruyó al Central a manejarse con los indicadores económicos que fija el poder político. Sturzenegger ya no es tan autárquico, ni independiente. 

El propio Dujovne pregonó que respalda “la necesidad de un Central que debería funcionar totalmente independiente”. Será para más adelante.

Al final, Sturzenegger recomendó que “los argentinos deben pensar en pesos”. Estará por tomar una decisión sobre sus ahorros, ya que posee en dólares en el exterior el equivalente a 13 millones de pesos. Y Dujovne argumentó que “el dólar va a dejar de ser un tema para los argentinos”. El 88% de su patrimonio está afuera del país, incluyendo el equivalente en dólares a 55 millones de pesos. Se cree que la palabra hipocresía provendría del griego y significaría algo así como “responder con máscaras”. Puede ser que esas máscaras faciliten la convivencia con el otro y con nosotros mismos, aunque siempre se trata de una cuestión de grados.

La hipocresía no es un invento argentino, pero su exageración quizás sí. Lo trucho es un argentinismo que la Real Academia aceptó incluir en su diccionario como noción de falso o fraudulento.

Nadie dice que con la suma de nuestras hipocresías hayamos construido un país trucho. Pero sí que seguimos trabajando duro para lograrlo.


viernes, 19 de agosto de 2016

País Cordera… (La Hipocresía De Siempre)... @dealgunamanera...

De violaciones, mujeres y sobreactuación…


"Hay mujeres que necesitan ser violadas para tener sexo", sostuvo Gustavo Cordera en el marco de una charla con estudiantes de periodismo. Ese y otros dichos de similar tenor, fueron dados a conocer por uno de los alumnos que estuvo escuchando al ex vocalista de la Bersuit Vergarabat en la misma clase.

© Escrito por Christian Sanz el miércoles 10/08/2016 y  publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Ello provocó una catarata de repudios a través de las redes sociales, principalmente Twitter y Facebook. Al mismo tiempo, recrudecieron las quejas en los medios de prensa por parte de mujeres que fueron víctimas de abusos de diversa índole.

A su vez, desde el gobierno anticiparon que denunciarán penalmente a Cordera por “apología del delito”.

No es para menos: los imprudentes y desacertados dichos del cantante, se dan en un contexto de creciente violencia hacia las mujeres, la cual no carece, en algunos casos, de connotaciones sexuales.

Lo que ocurre es pertinente y necesario, pero ¿no es hipócrita? ¿Qué hacemos como sociedad para que disminuya la violencia de género aparte de enojarnos con los “Cordera”? ¿Nos interesa que haya mujeres abusadas o violentadas?

Se insiste: lo que hizo Cordera es repudiable 100%, no tiene manera de excusarse. No obstante, amén de calentarse, hay que trabajar para que, no solo se frene la violencia hacia la mujer, sino que también disminuya.

Es una tarea complicada, que debe enfocarse desde diversos lugares. Hoy, salvo la mera proclama del “ni una menos”, no hay mucho más. ¿Por qué no se habla en los colegios? ¿Por qué no se busca trabajar en aquellos cuya mente está aún en formación?

martes, 20 de septiembre de 2011

La Cristina y el Hermes... De Alguna Manera...

“No decidimos mirando el color político”...

Cristina Fernández de Kirchner inauguró en Rosario el Instituto de Biología Molecular, repartió créditos y, sin aludir en forma directa a la denuncia de Binner sobre supuestas dádivas, dijo que “la ciudadanía evalúa con el voto”.

Las cortesías que supone el protocolo poco importan cuando la presidenta Cristina Fernández y el gobernador Hermes Binner se sientan a la misma mesa, y más ahora, que ambos disputarán el gobierno en los comicios de octubre. Ayer volvieron a dedicarse chicanas y reprimendas durante el acto de entrega de créditos blandos del Programa del Bicentenario a 54 empresas de diez provincias, en el teatro del Parque de España, luego de haber inaugurado el Instituto de Biología Molecular Rosario, en el Centro Científico y Tecnológico situado en Ocampo y Esmeralda. La visita tuvo el condimento previo del fin de semana, cuando Binner hizo fotografiar camiones cargados con cocinas y colchones frente al predio de Gendarmería y acusó al kirchnerismo de orquestar un “reparto de dádivas” en vísperas de la visita presidencial. La jefa de Estado evitó replicar esa denuncia. “No he venido para eso. Sería un flaco favor para la sociedad instalar debates inapropiados. Luego la ciudadanía evalúa con el voto”, apretó. “No se preocupe, gobernador Binner, que cuando tomamos decisiones no lo hacemos mirando el color político de la provincia”, abundó.

El gobernador –que muestra otro tono discursivo desde que está lanzado en la campaña nacional– había señalado que se la recibía a CFK “como la Presidenta de todas las argentinas y argentinos, no como la jefa de un partido o agrupación política, o como la representante del 50 por ciento de un país”. La cita aludió a las últimas visitas de CFK: el acto del 20 de Junio y la inauguración de una planta de biodiésel en Puerto San Martín, cuando él fue blanco de las hostilidades de los militantes K.

Binner se declaró “satisfecho de que Santa Fe sea la provincia que más creció en su aporte al presupuesto nacional, porque no somos egoístas, porque nuestro federalismo es integrador”. Y pidió “un diálogo abierto y constructivo sobre los principales problemas del país”, para luego “avanzar hacia un país de adversarios respetuosos y no de enemigos irreconciliables”.

El rictus de la Presidenta, mientras tanto, anticipaba que habría réplica. Cuando Binner volvió a su asiento, no hubo saludo de rigor. Ni se miraron.

Los testigos inmediatos de esa tensión fueron los ministros Débora Giorgi y Lino Barañao; el secretario de Comercio, Guillermo Moreno; el candidato a diputado Omar Perotti –quien se pegó a Cristina durante toda la visita–, la diputada provincial electa María Eugenia Bielsa y los diputados nacionales Agustín Rossi y Gustavo Marconato. La otra mitad del palco era socialista: Antonio Bonfatti, Miguel Lifschitz, Mónica Fein, Juan Carlos Zabalza y Elida Rasino, entre otros.

Afuera, numerosos militantes de La Cámpora, Movimiento Evita y varios sindicatos rugían su apoyo a la líder del Frente para la Victoria con la misma vehemencia con la que verbalizaban hostilidad hacia el gobernador y cualquier rostro socialista que reconocieran en el tropel de funcionarios e invitados que colmó el auditorio antes de que la organización cerrara filas y dejara afuera a varios, periodistas incluidos.

La Presidenta le dedicó un dardo directo al candidato del Frente Amplio Progresista cuando abrió números de la promoción de parques industriales en el país. “El 40 por ciento de los 8.916.000 pesos que distribuimos fueron para Santa Fe, es decir, 3.521.000 pesos. Luego sigue Buenos Aires, con 17 por ciento, Córdoba 10 por ciento y Chaco 7 por ciento. No se preocupe, gobernador Binner, que cuando tomamos decisiones no lo hacemos mirando el color político de la provincia”, reconvino. Aplausos de funcionarios K y empresarios, agite de banderas y bombos en la explanada junto al río. Más tarde, Agustín Rossi diría que “la Presidenta habló como presidenta, y el gobernador, como candidato”.

Como de costumbre, Cristina Fernández abundó en cifras de su gestión. Contrastó la Rosario post crisis de 2003 con “esta Argentina pujante”, en la que la inversión del PBI en ciencia y tecnología pasó del 02, al 0,8 del presupuesto, según dijo. Destacó la inversión del 6,47 por ciento en educación y del 5 por ciento en infraestructura productiva para que “estas inversiones privadas, este crecimiento sea posible: nadie invierte si no cree en lo que ve y en lo que vendrá”.

La Presidenta instó a “industrializar la ruralidad” como forma de arraigar la población en sus lugares de origen y evitar el éxodo a las ciudades grandes. Comparó el 2003 –80 parques industriales, con 2245 pymes y 78.000 puestos de trabajo– con el presente: “Hay 280 parques industriales, con 258.800 empleos en 7745 pymes. Nada es casual, ni en política ni en economía”, celebró. Reflejó el repunte del consumo interno y de las exportaciones en varios rubros como la carne aviar (98 y 1065 por ciento, respectivamente), lácteos (22 por ciento y 245 por ciento) y automóviles (349 por ciento y 589 por ciento). “En un mundo que se derrumba y exige mayores ideas, debemos corregir rumbos cuando equivocamos, para seguir el período de crecimiento más importante en 200 años”, propuso (ver página 15).

La mandataria definió este momento como “una oportunidad histórica” con “mayor densidad de instituciones políticas restablecidas” en comparación con la crisis de 2001. “La gente estaba enojada y tenía razón, porque la clase política se dejaba subordinar por los que dictaban las políticas desde afuera. No es la economía, sino la política la que determina el rumbo de un país”, remarcó.

Cristina exhibió la foto de dos niños, Iván e Irina Fernández, hijos de un científico que en la inauguración del IBR se la obsequió. “Estas cosas son las que recompensan, y no las tonterías que una escucha todos los días –volvió a aludir, tácita, al planteo de Binner–. Este científico estaba en Alemania, en Gottingham, ciudad de 45 premios Nobel; pero vino en 2006, porque Néstor Kirchner habilitó los fondos para instalar un centro de resonancia magnética, porque estaba obsesionado con el regreso de los investigadores. Y este científico vino antes de la crisis europea, porque quiso que sus hijos crecieran en Argentina. Esa es la gente que nos hace falta. Gracias a ustedes, investigadores, empresarios, por hacer el país, para que haya muchos Ivanes e Irinas que sigan volviendo.”

Con cantitos nada amigables…

El gobernador Hermes Binner pudo percibir desde el principio el clima hostil que lo rodearía durante la visita de la presidenta Cristina Fernández. Al mediodía, en el aeropuerto internacional Islas Malvinas, sendas columnas de La Cámpora y del Movimiento Evita le prodigaron cánticos e insultos mientras saludaba a la mandataria y su comitiva de ministros y secretarios de Estado.

La breve estadía en la inauguración de la sede del Instituto de Biología Molecular lo tuvo en un discreto segundo plano mientras la jefa de Estado rompía el protocolo y se entregaba al fervoroso saludo del público contra las vallas. Cristina aceptó posar para la foto con un grupo de obreros de la Uocra, y luego con los científicos del IBM frente al edificio inaugurado. Mientras tanto, Binner y el intendente de Rosario, Miguel Lifschitz, esperaron con las manos en los bolsillos junto a las Trafic que los llevarían hasta el Parque de España.

© Publicado por el Diario Página/12 el martes 20 de Septiembre de 2011.

Nota:

Que notoria contradicción de la presidente… Por lado decimos: “No decidimos mirando el color político”… Por otro lado enviamos dádivas 72 horas antes de su visita a la Ciudad de Rosario… Claro, uno podría decir: Pero si estamos en campaña… Claro, si de eso se trata…

Muchas Gracias, de nada.

© De Alguna Manera...