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domingo, 19 de marzo de 2023

Un salto de calidad… @dealgunamaneraok...

 Un salto de calidad… 


Mano derecha con fondo amarillo. Pablo Temes.

La Argentina debe ser capaz de salir del ambiente tóxico que generan los personalismos opuestos.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 28/03/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


Con una inflación del 6% no se puede pensar en ganar una elección”, dijo el diputado ultra kirchnerista Rodolfo Tailhade en un reportaje que le hicieron en Radio Nacional el miércoles último. En verdad, el drama es otro: con un 6% de inflación mensual no se puede vivir. La pérdida de noción respecto del valor de las cosas se pierde totalmente. Nadie sabe cuál es el precio justo de un producto o un servicio, y ya es cosa de todos los días ver a los repositores de los supermercados y autoservicios haciendo tareas de remarcación de uno u otro producto.

 

En el kirchnerismo, el 6,6% cayó como una bomba. Increíblemente, algunos conspicuos referentes de ese espacio se sorprendieron por el número, lo cual representa una demostración más de lo absolutamente disociados que están de la realidad. Viven en un mundo gaseoso que, de alguna manera, es tóxico. Si se tomaran la molestia de hablar con el verdulero, el carnicero, el panadero del barrio en donde viven cada uno de los integrantes del oficialismo, se enterarían de lo desastroso de este presente incierto y angustiante para la mayoría de la población.

 

Las promesas de Sergio Massa se han hecho añicos, a pesar de lo cual el ministro y sus adláteres siguen expresándose y actuando como si nada pasara y toda su gestión hubiese sido un éxito. El plan K para intentar ocultar la realidad hace a su esencia que, como bien se sabe, es la mentira. Tal como era previsible, todos estos mamarrachos de Precios Cuidados y Precios Justos fracasó. La épica de la militancia K recorriendo supermercados y sancionando a los que no respetaran esos “acuerdos” duró lo que dura la nada misma.

Las culpas por esta inflación imparable vienen recayendo sobre el exministro de Economía, Martín Guzmán, el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, y el secretario de Comercio, Matías Tombolini y, por supuesto, el Fondo Monetario Internacional y Mauricio Macri.

 

Mientras esto ocurre, en los gremios ya se encendió la alarma. El objetivo de Massa de hacer que en las negociaciones paritarias no se supere el 60% de aumento anual va quedando desfasado por las proyecciones inflacionarias para este año. El otrora superministro tuvo que rendirse ante una realidad que es evidente para todos. Sus planes presidenciales deberán esperar.

 

Es cierto que siempre dijo que este no era su momento, pero anidan allí dos especulaciones ocultas: la primera tiene que ver con sus propios deseos de poder y la fantasía de que una buena gestión al frente del Ministerio de Economía lo catapultaría al sillón de Rivadavia apuntalado por un operativo clamor. La segunda, que con un dólar e inflación controlados tendría el peso suficiente para elegir el cuándo y el cómo materializar su llegada a la Rosada. Todo esto quedó pulverizado y archivado al menos por un buen tiempo.

 

Asimismo, asistimos por estos días a una especie de película de ciencia ficción donde los personajes que son parte de los problemas centrales de la Argentina, se desligan de los mismos y critican la gestión buscando responsables. No es casual que el multifacético Aníbal Fernández haya salido a negar la proscripción de CFK –en primer lugar– y luego se haya tomado el tiempo de ocuparse públicamente de su hijo Máximo, alegando que nunca supo de qué trabajaba y poniendo de manifiesto que no tiene la talla ni la experiencia para tomar decisiones electorales. Casi a la par, el ex todopoderoso Guillermo Moreno cuyo fracaso como secretario de Comercio Interior quedará en algún libro de anécdotas del Far West, aseguró que “Cristina Fernández no es más la jefa del peronismo”.

 

Hay un claro intento de dar vuelta la página y despegarse de CFK y y los acólitos de La Cámpora. A no confundirse, ni Moreno ni Aníbal Fernández son aliados o simpatizantes del Presidente. Son la voz del peronismo más clásico encarnado en un nutrido grupo de intendentes y ex barones del Conurbano como Fernando Gray (Esteban Echeverría), Julio Pereyra (actual diputado nacional y ex jefe comunal de Florencio Varela), Juan José Mussi (Berazategui), Julio Zamora (Tigre), Fernando Espinoza (La Matanza) entre otros; y de un puñado de gobernadores con peso territorial como Sergio Uñac (San Juan) y Juan Schiaretti (Córdoba).

 

Algo similar se vive dentro del sindicalismo peronista. Saben que con el cuento de la proscripción no alcanza y no se resignan a tener a Axel Kicillof, Máximo Kirchner y a La Cámpora respirándoles en la nuca. “No hay forma de convencer a Sergio –por Massa– y no nos vamos a resignar a la idea de que no tenemos candidato para competir. Nosotros nos jugamos nuestro distrito y no nos vamos a suicidar con ellos”, sentenció una poderosa voz del Conurbano.

 

El único plan del Gobierno es seguir emitiendo para pagar las cuentas y ganar tiempo a riesgo de caer en una híper. Octubre es todavía una fecha muy lejana. “Alberto no está tranquilo, pero disfruta de los pocos placeres domésticos que le dan las internas políticas. Desde hace un tiempo él agita la idea de un peronismo sin Cristina y que ahora ese boceto esté empezando a tomar forma no es poca cosa. Además, sabe que la señora no tolera pensar que su elegido, a quien siempre destrató y humilló, se esté atribuyendo los planes para  intentar sepultarla políticamente”, dice una voz que conoce el pulso que se vive en ambos lados de la coalición de gobierno.

 

En el equipo amarillo están muy lejos del destete táctico y político del expresidente Mauricio Macri. Su regreso de Europa es esperado por propios y ajenos. Todavía creen que su definición acerca de una posible candidatura servirá para terminar de ordenar la interna. Un mal síntoma si lo que desean demostrar es la templanza y capacidad de mando para conducir un país. Macri hace su juego y condiciona su decisión a la esfera “personal”, el único aspecto lo suficientemente blindado que no permite cálculos ni aproximaciones.

 

La Argentina debe ser capaz de salir de una vez por todas del ambiente tóxico que generan los personalismos opuestos. Para eso, muchos dirigentes deben animarse a dar un salto de calidad, capaz de despertar el interés de una sociedad angustiada y adormecida por su propia incapacidad de mando.




   

domingo, 12 de enero de 2020

Kicillof se escribe con K... @dealgunamanera...

 El chiquito y la cintura política…

Jaquecas, Axel Kicillof. Dibujo: Pablo Temes

La provincia de Buenos Aires, su gobernabilidad y sus dificultades financieras, son un problema que también afecta a Alberto Fernández.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 12/01/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El recorte del porcentaje de coparticipación que le corresponde a la Capital Federal había sido planteado durante la campaña por Alberto Fernández quien luego, al ser consultado por el tema, prácticamente lo descartó. Pero, en el acto de asunción de Fernando Espinoza como intendente de La Matanza, a los pocos días de comenzado el Gobierno, Cristina Fernández de Kirchner lo impulsó con vehemencia. Lo que hizo, claramente, fue marcarle la cancha al Presidente quien, a menos de un mes, adoptó la iniciativa sin ningún tipo de negociación previa con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. ¿No era que existiría diálogo antes de tomar medidas? ¿Es así como AF quiere dar una imagen de no dependencia de su vicepresidenta?

Quienes han hablado con el Dr. Fernández lo han escuchado quejarse de esta conjetura. “Resulta que antes de integrar la fórmula con Cristina, yo era una persona de carácter y pensamiento propio y a partir de ese momento me convertí en su monigote”, les manifestó a algunos de los periodistas a los que les hizo conocer su fastidio por esa apreciación. Le guste o no, será ése un karma con el que deberá cargar a lo largo de su mandato. Y de su independencia de la vicepresidenta dependerá la posibilidad de éxito de su gobierno, que está atravesado por contradicciones. Una de las evidencias de esas contradicciones se ve en algunas de las designaciones que se han producido hasta aquí. 

"Volvimos para ser mejores”, fue una de las frases que repitió desde la noche del 28 de octubre, el día de la victoria electoral. Sin embargo, hubo nombramientos que contradicen esa promesa. ¿Es “ser mejores” proponerlo al juez federal Daniel Rafecas –quien debió haber sido sometido a juicio político por su bochornoso papel en el caso Boudou, a uno de cuyos abogados aconsejó mientras estaba a cargo de la causa– como procurador general de la Nación? ¿Es “ser mejores” designarlo al ex gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri –un hombre muy cuestionado en esa provincia– como embajador de la Argentina ante el gobierno de Israel? ¿Es “ser mejores” haberlo nombrado a Carlos Zannini como procurador del Tesoro?

Volver. En las segundas líneas de varias áreas del Gobierno han sido designados dirigentes de La Cámpora que habían estado en la gestión de CFK, quienes no han tenido empacho en expresar a viva voz su avidez de revancha. ¿Eso es “ser mejores”?

La Argentina necesita inversiones de un volumen monumental, si es que la erradicación de la pobreza se erige en un objetivo auténticamente prioritario del Gobierno. Y para atraer ese nivel de inversiones, la gestión de AF debe ser necesariamente mejor que las dos de CFK y la de Mauricio Macri.  

En las expresiones del Presidente y de varios de sus funcionarios se evidencia un equivocado concepto de lo que es la clase media. Sobrevuela ahí la idea de que es una clase llena de privilegios y ausente en el sacrificio. Es un grosero error de concepto. Es el mismo error de concepto que supo expresar –y aún hoy expresa– la vicepresidenta. Todos recordamos sus peroratas durante sus Aló Presidenta por cadena nacional en las que no dejaba pasar oportunidad para fustigar a la clase media. Por si hace falta recordarlo, la clase media la pasó mal con CFK, la pasó mal con Macri y la sigue pasando mal con Alberto Fernández.    

El mal momento de la economía persiste y hasta que no sea superado no habrá mejoras ni soluciones. Roberto Lavagna hizo conocer su preocupación sobre esto en la reunión que mantuvo en Pinamar con varios de sus dirigentes.

Allí expresó su aprobación al bono para los jubilados y su crítica a la doble indemnización y la falta de coordinación de las medidas tributarias implementadas a nivel nacional, provincial y municipal. Como ejemplo puso a la provincia de Buenos Aires.

La ley de reforma impositiva aprobada por la Legislatura bonaerense dejó al descubierto las falencias y desprolijidades políticas del gobierno de Axel Kicillof. “A Axel –“este chiquito va a ser un gran gobernador” dijo AF– le falta mucha cintura política”, señaló –contundente– un legislador provincial oficialista. Por eso fue necesario el involucramiento de Sergio Massa.

Hubo una férrea voluntad de diputados y senadores oficialistas y opositores de ser ellos quienes lleven adelante la negociación final. Es como si hubieran rememorado la famosa frase de Obdulio Varela en el Maracanazo: “Los de afuera son de palo”. Verónica Magario también estuvo activa cerrando por su cuenta acuerdos con legisladores que no se sabía si tenían el visto bueno del gobernador. Desde algún sector del oficialismo le atribuían algunas demandas a Massa, quien se apresuró a desmentir.

El frente interno de Kicillof es complejo. Son varios los intendentes del PJ que no lo quieren.

Elogios. Las cosas con el Fondo Monetario Internacional marchan bien. Los elogios de algunos de sus funcionarios a las medidas del Gobierno sorprendieron a más de uno.    

De todos modos hay aún un largo camino por recorrer. Esto genera algunas discrepancias en el equipo designado por el Presidente. Por eso Daniel Marx, cuya propuesta no fue tenida en cuenta, decidió alejarse.

Venezuela es una piedra en el zapato para el Gobierno. Hay un punto muy importante que tanto el Presidente como el canciller, Felipe Solá, deberían tener muy en cuenta: Nicolás Maduro no tiene la más mínima intención de abandonar el poder y, por lo tanto, cualquier negociación con él tiene destino de Titanic. Allí la democracia está liquidada. No existe más. La fuente de poder de Maduro son las Fuerzas Armadas. Todo lo que hacen es dilatar las cosas para que todo siga igual. Quienes confiaron en Maduro salieron mal parados. Le pasó al mismísimo papa Francisco. Esa es la triste realidad de Venezuela que el gobierno argentino parece no conocer.

El martes, luego de almorzar, el Presidente se sintió mal. Por eso fue a consultar a su médico, el Dr. Federico Walter Saavedra, un prestigioso clínico. Le diagnosticó una virosis gastrointestinal que fue tratada a base de dieta, líquido y algo de reposo. Por eso el miércoles, atendió en su despacho desde Olivos. El jueves ya se sintió bien. Alberto Fernández es una persona de buen comer, no exento de cierta glotonería, que está con sobrepeso. Le vendría muy bien atender ese “detalle”.




domingo, 17 de marzo de 2019

¿Sale CFK... Entra AK?... @dealgunamanera...

Kicillof, el sustituto…

Kicillof... ¿correo de la zarina? Axel Kicillof. Dibujo: Pablo Temes

Después de CFK, aparece como ireemplazable del kirchnerismo, pero pone incómodo a Máximo.

© Escrito por Daniel Bilotta el domingo 17/03/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Eduardo Valdés hizo público algo que el kirchnerismo ya no podía mantener en secreto. Si es conveniente que Cristina Fernández de Kirchner sea candidata presidencial en octubre. Las circunstancias en las que confirmó ese debate podrían configurar un caso de traición en el círculo de incondicionales que rodea a la ex presidenta: lo hizo con ella en Cuba, donde su hija Florencia se trata de un linfedema. Y en apariencia, bajo un delicado estado emocional.

No deja de ser curioso que esa sea la razón invocada por el ex embajador en el Vaticano para hablar del asunto.

Tal vez  de manera injusta, se asocia  la actitud de Valdés con Alberto Fernández. Junto a Felipe Solá, los más convencidos de que “sin Cristina no se puede pero con ella sola no alcanza” para ganarle a Mauricio Macri. Traducido: la alianza con otros afines no mejora el caudal electoral. El ex jefe del Gabinete reclama una autocrítica “para ser mejores de lo que fuimos.” El éxito no acompaña por ahora la infatigable presencia que ocupa en el Instituto Patria.

Es probable que eso despierte viejos recelos en La Cámpora para endilgarle también el lanzamiento de Daniel Scioli. Su candidatura presidencial podría serle útil a Fernando Espinoza si deseara canalizar la disconformidad con un sector del kirchnerismo  que insiste en que suceda a Verónica Magario. Un destino sin encanto y muy por debajo de su expectativa que incluye, si fuese preciso, competir en una primaria por la candidatura a gobernador.  


No sería la primera vez  que combina esfuerzos con Scioli para  oponerse a la voluntad de Cristina, cuyo liderazgo electoral se asienta en el segundo y tercer cordón de ese distrito. En 2015,  Scioli amenazó con competir por fuera del Frente para la Victoria si no se lo consagraba candidato presidencial. Con Julián Domínguez y el respaldo del entonces gobernador forzó una PASO para desplazar a Aníbal Fernández y Martín Sabbatella: la fórmula oficial en la Provincia. Resultó un intento fallido.

Lo que tiene en común aquel episodio con los más recientes es el desafío a la autoridad de Cristina como síntoma de una incertidumbre electoral. Pero acicateada en este presente por otra inquietud indisimulable. La influencia de Axel Kicillof en el círculo más íntimo de la ex presidenta.

Dificultad. ¿Entorpecería el ex ministro de Economía la primaria  entre Solá y Agustín Rossi que imagina Fernández si ella declina su candidatura? 

Nadie lo sabe con certeza. Tampoco Kicillof, el único al que identifican con Cristina quienes aseguran que la elegirían. Es decir: a quien podrían votar en su lugar. Más que la sofisticación para la conjura que le atribuyen sus detractores, el ex jefe del Gabinete se destaca por una racionalidad de apariencia incompatible con la del kirchnerismo. Entre otras cosas, por aplicarla a la lectura de encuestas. Igual que a Solá, no le sorprendió la derrota de Ramón Rioseco en Neuquén.


También  la puso al servicio de aceptar antes que otros el lugar de Kicilloff con Cristina. Quizás por eso este verano apeló a un lenguaje alambicado para describirlo: “Un fenómeno de la política a tener en cuenta.” Tal vez refleje la perplejidad  por alguien de trayectoria en el universo académico que irrumpió de forma casi inesperada en la política: un viaje sin escalas de la línea gerencial en Aerolíneas al Ministerio de Economía.

Acaso en  tributo a Tontos pero no Tanto (TNT),  la agrupación fundada en la UBA con Mariano Recalde, su mentor en la empresa de bandera estatal. 

En  la misión cumplida para Cristina en el Palacio de Hacienda está la clave de su confianza. Exagerados,  algunos justifican traspiés en su gestión por la ocupación que le demandó cumplir con la principal misión encargada: intervenir todas las áreas de gobierno ligadas a Néstor Kirchner hasta su muerte.

Lo que incluyó tensiones con el Ministerio de Planificación Federal. Y, por supuesto, con Julio De Vido: el más poderoso de todo el  gabinete. Es posible que allí haya adquirido  la experiencia para encarar una más reciente pero no menos complicada. Otra vez, a pedido de Cristina. Recomponer lazos con Fernández, Rossi y Solá. El protagonismo de Axel llega a provocar alguna incomodidad familiar entre los Kirchner. Máximo suele referirse a él como “el candidato de mi vieja”.

Aunque la fiabilidad del kirchnerismo para efectuar proyecciones a partir de sondeos es dudosa, los estudios de campo le dan sentido a tanta susceptibilidad.


Después de la ex presidenta, Kicillof es el otro actor imprescindible para esa corriente. Es lo que habilita a contemplarlo en cualquier escenario electoral. El más probable hasta ahora, el de candidato a gobernador en la provincia de Buenos Aires. Empezando por Martín Insaurralde en Lomas de Zamora, los intendentes ya desistieron de oponérsele.

Relevo. ¿Podría sustituir a  la ex presidenta si no es candidata?  Dependería de otro factor. “Que Felipe se anime” a ir por la gobernación, desliza el entorno del ex ministro. Serviría además para comprobar si Espinoza lo acepta de candidato de consenso, como asegura. Si no lo hiciese, existe un plan para disputarle la intendencia en La Matanza que excluye a Magario: Cristina la quiere en el segundo término de la fórmula.

No es una posibilidad que entusiasme a los asesores de Solá. Tampoco compartir el binomio presidencial con Cristina satisface a Fernando “El Chino” Navarro, Víctor Santa María ni Nicolás Trotta. Como Fernández, preferirían un candidato surgido de las PASO.  Solá desconfía de algunos de ellos. ¿Será el jefe del Movimiento Evita, al que Cristina no recibe?

Mientras tanto, Kicillof desarrolla una agenda en territorio bonaerense con Teresa García y Carlos “Cuto” Moreno, los legisladores de Unidad Ciudadana delegados por Cristina para esa tarea. Facilitada donde los intendentes simpatizan con el ex funcionario. 

Algo más habitual en el interior que en el Gran Buenos Aires, a excepción de Jorge Ferraresi (Avellaneda) y Mario Secco (Ensenada).

En cualquier hipótesis, podría contrariar la voluntad del peronismo no K y de algunos consejeros de Cristina. Decretar la desaparición del cuerpo que los contuvo 12 años para resucitar en otro nuevo.

Axel podría ser un obstáculo fuera de ese cálculo si, finalmente, encarna al sustituto.




martes, 28 de febrero de 2017

Es el peronismo, estúpido…@dealgunamanera...

Malicia Manifiesta, El Golpe Está En Marcha…


La Argentina debe ser el único país en el mundo en el que tanto el oficialismo, como la oposición, permanentemente "trabajan", por decirlo de alguna manera, en función a las próximas elecciones.

© Escrito por Pablo Dócimo el lunes 27/02/2017 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad de Buenos Aires.

Y esto, sistemáticamente, se agudiza durante los años impares, que son los años en los que vamos a las urnas.

Pero... parece que los muchachos de la oposición, esta vez, están más apurados que de costumbre, y están trabajando a destajo para la próxima contienda electoral. Es más, tanto están trabajando para ello que se nota que no quieren esperar hasta octubre y, decididamente, pusieron en marcha un intento de golpe de estado.

En honor a la verdad, la maquinaria golpista del kirchnerismo y del peronismo en general se puso en acción el mismísimo día en que Mauricio Macri ganó las elecciones, en noviembre de 2015.

No falla: así como los militares tuvieron el plan sistemático de desaparición de personas, los peronistas tienen un plan sistemático de desestabilización de gobiernos no peronistas.

Pero fue cuando se comenzaron a ventilar en la Justicia los múltiples hechos de corrupción de lo que fue la administración kirchnerista que, con Cristina Fernández a la cabeza se cristalizó la ejecución de un plan consistente en trasmitir la idea de que tanto la ex presidenta y todos los imputados/procesados funcionarios de su gobierno son víctimas de una persecución política primero y que el gobierno de Macri es tan corrupto como el de ellos después; obviamente para que, a los ojos de la sociedad, como dice el tango Cambalache que “el siglo veinte es un despliegue de “maldá” insolente ya no hay quien lo niegue, vivimos revolcaos en un merengue, y en el mismo lodo todos manoseaos.”

Desde que Macri asumió el gobierno, prácticamente todo el rol de la oposición en general y, obviamente, el kirchnerismo en particular, se reduce a tratar de boicotear y meter palos en la rueda a absolutamente todo lo que la administración de Cambiemos pretenda hacer.

El ejemplo más claro y contundente es el de poner en el centro de la agenda política el tratamiento de la "Ley anti despidos".

Luego intentaron imponer una ley de emergencia social, que entre otras cosas proponía crear, de la nada misma, un millón de puestos de trabajo, que finalmente terminó en un acuerdo entre el gobierno y movimientos piketeros que le costará a las arcas del Estado unos 30.000 millones de pesos en el lapso de tres años.

Pero no solamente se ocuparon de presentar proyectos ridículos, que dicho sea de paso hacen que uno se pregunte por qué no los impulsaron cuando fueron gobierno. También se dedicaron, como dijimos, a cuestionar absolutamente todas las medidas tomadas por el oficialismo.

Increíblemente trataron de invalidar hasta el levantamiento del cepo al dólar y el acuerdo con los "fondos buitre".

Incluso, se ocuparon de boicotear la ley de reforma política, que no es otra cosa que cambiar el sistema de votación por el voto electrónico o boleta única.

Evidentemente, cuestionar el encontrar soluciones a problemas que ellos generaron y jamás supieron resolver es boicotear al gobierno, ya sea por inútiles, mala leche, o ambas cosas.

También boicotearon el aumento a las tarifas de luz y gas, algo que como todo el mundo sabe, debía hacerse para tratar de solucionar la crisis energética que también ellos generaron en sus más de 12 años de gobierno. Y hay más. Un clarísimo ejemplo de ello es lo que hicieron con la reforma al impuesto por ganancias.

Pero eso ya responde al pasado, y lo más reciente, se resume al paro de la CGT para el 7 de marzo, más los constantes piketes de las "organizaciones sociales", más el paro programado de los docentes, más el pedido de juicio político a Macri por parte de diputados kirchneristas.

Con Máximo Kirchner en primera fila, el viernes 24 de febrero, el PJ bonaerense intentó dar una muestra de unidad con miras a las elecciones. En dicha cumbre, el ex intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, dijo: “Vamos a parar este proyecto de país de una Argentina tan injusta, y los peronistas, como siempre, vamos a hacer realidad los sueños y las esperanzas de la gente.” Es curioso, muy curioso, que esta gente que gobernó durante más de 12 años pretendan ahora darle a la gente lo que no pudieron, o supieron, mejor dicho, mientras fueron gobierno. ¿Autocrítica? CERO.

Con hechos concretos sobre la mesa, es más que claro que la oposición -especialmente el kirchnerismo y ahora el Frente Renovador- no solo no ayuda, sino que hace todo lo posible para tratar de boicotear casi todas las medidas que quiera tomar el gobierno.

Lo vamos a decir de manera simple, fácil y sencilla. La cuestión de fondo es perjudicar al gobierno, ¿para qué? Para desestabilizar, ¿Para qué? Para voltear al gobierno, ¿por qué? Porque muchos, muchísimos ex funcionarios kirchneristas —y muchos de los actuales— saben que, tarde o temprano terminarán presos, y saben que la única manera de zafar es volteando al gobierno de Macri.



sábado, 12 de diciembre de 2015

Cristimacrimáticas… @dealgunamanera...

Cristimacrimáticas…


El resultado electoral tiene secuelas matemáticas: todos están haciendo números. Números para manejar espacios de poder y números relacionados con los fondos. Hay números para todo. Pero también hay números que van más allá de los parlamentos y los presupuestos. Son los que tienen que ver con un diseño opositor desde el peronismo y el kirchnerismo, y con la vía que elegirá el macrismo para llegar con oxígeno a las legislativas de medio término en dos años.

© Escrito el sábado 12/12/2015 por Luis Bruschtein y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El acto masivo, inapelable, del miércoles en la Plaza de Mayo fue más que una despedida a Cristina. Hubo una señal de fuerza al macrismo, un recordatorio de que ganó solamente por algo más de dos puntos de diferencia. También fue reafirmación de un liderazgo ante cualquier cuestionamiento futuro. Fue un acto limpio, con poco aparato y mucha gente que participó sin encuadramiento. El kirchnerismo aprendió de las elecciones: la militancia no tiene que obturar la participación, sino facilitarla. Se vieron pocas banderas de taller y muchos cartelitos caseros, muchas parejas, muchas familias con chicos y muchos grupos de amigos o compañeros de trabajo. Hubo algunos colectivos, pero mucho menos que en otros actos. Y la respuesta de la gente fue impresionante por lo emotiva y por lo masiva.

Cristina Kirchner tenía que reafirmar su liderazgo después de una derrota. Eso es de manual. Los consejeros de Macri quisieron evitarlo. Eso también es de manual: no hay que darle respiro al derrotado, hay que impedir que se levante. Macri primero aceptó seguir el protocolo, pero sus consejeros le dijeron que se echara atrás y aprovechara la inercia de su triunfo para acorralar a Cristina. No le salió bien. Se vio obligado a recurrir a los servicios –quizás demasiado serviciales– de un amplio sector del Poder Judicial que siempre lo ha consentido. Es un poder que conserva características feudales. Macri es un dirigente de la derecha y la mayoría de los jueces son de derecha, son macristas. Entre esos jueces y fiscales y los medios corporativos y sus estrellas periodísticas le hicieron la campaña sucia que le dio el triunfo.

Pero la movida tuvo un costo, le recortó el período de gracia. Fue al choque y usó un golpe bajo cuando, en medio del diálogo, el kirchnerismo se enteró de que el macrismo le había metido una cautelar. Se proclama el rey del diálogo y lo traiciona apenas empieza. No es buen antecedente para ningún otro diálogo. Esa actitud desleal del PRO fue la que provocó la ausencia de los legisladores del FpV en la jura de Macri.

El insólito fallo de la jueza Servini de Cubría obligará a crear un nuevo cargo electivo: el de presidente para las primeras doce horas. Según la jueza, cada vez que hubo recambio presidencial, se produjeron doce horas de acefalía, un hallazgo que pasará a la historia de la vergüenza judicial. Cristina criticó el fallo pero lo acató, lo que no impidió que hiciera su poderoso acto frente a la escuálida concentración ante la que habló Macri al día siguiente desde los balcones de la Casa Rosada, después de asumir.

Tras el recambio, hay incertidumbre en las tribus del Frente para la Victoria. La mala sintonía que hubo al principio de la campaña entre Daniel Scioli y La Cámpora había sido recompuesta en las últimas semanas. Pero quedaron resquemores en otros sectores que no se sintieron cabalmente representados en las listas. Hubo una grieta en el bloque de senadores bonaerenses impulsada por Fernando Espinoza que logró el respaldo de cuatro legisladores regresados del massismo.

Quedaron nueve a nueve, pero es una disputa de entrecasa, por los cargos en el bloque y la Legislatura. No se anunciaron alejamientos del Frente. Con otro resultado, es probable que este tironeo hubiera implicado atomización. No es lo que se avizora por una razón muy sencilla: el grado de incertidumbre es igual a la ventaja que sacó el adversario. Si hubiera sido de diez puntos, por ejemplo, es muy probable que se hubieran producido rupturas y migraciones hacia el massismo y el macrismo. Pero la diferencia fue la mínima, por lo que nada garantiza que un cambio en las alianzas mejore el resultado. Por el contrario, la expectativa mayor es de ganar en la próxima. En este escenario, la incertidumbre puede generar disputas, pero sin ruptura.
Porque la perspectiva de una ruptura es de debilitamiento antes que de fortalecimiento con otras alianzas. 

Al reafirmar su liderazgo, Cristina dejó en claro que ninguna expresión peronista puede ganar sin el kirchnerismo. Es cierto también al revés: el kirchnerismo solo, sin el resto del peronismo, tampoco podría ganar. Pero es la fuerza que puede articular un triunfo futuro del peronismo, lo cual incluye al massismo, que sería el más beneficiado por una ruptura pero al que aún así no le alcanzaría si tuviera que confrontar con Cristina. En ese escenario, es más factible a la larga una sangría del massismo hacia el PRO y el FpV.

En el caso de los gobernadores y el Senado, las alianzas asumen una lógica diferente. El FpV tiene gobernadores propios, aliados cercanos y otros no tanto. El gobernador tiene una lógica de gestión concreta y depende de los recursos del gobierno nacional. Este factor de gestión influye tanto como el juego político nacional en el momento de decidir los votos de sus senadores. Si acepta esa flexibilidad, que antes no tenía porque estaba en el gobierno, el FPV podrá contener la inquietud que produjo la derrota. De hecho, cuando tomaron la decisión de no asistir a la jura de Macri, el FpV no tuvo problemas en Diputados –aunque unos pocos asistieron– pero en el Senado tuvo que dejar en libertad de acción a los senadores porque algunos gobernadores no estaban de acuerdo con esa medida.

Para el macrismo las matemáticas son diferentes. Le resulta difícil distinguir su voto más fiel. El cálculo optimista estaría en el 34 por ciento de la primera vuelta. Es el voto que se define como macrista puro. En la segunda vuelta recibió 17 puntos más de Sergio Massa, Margarita Stolbizer y Adolfo Rodríguez Saá para llegar al 51,3.

Macri hizo convocatorias a la unidad y al amor, pero en la práctica aplicó una estrategia agresiva contra el kirchnerismo. No le interesó aprovechar la inercia de su triunfo para generar también alguna expectativa entre quienes no lo votaron. Fue al choque y de manera desleal, como si quisiera provocar una reacción destemplada. Pensó que cualquier cosa que hiciera ahora que está embellecido por la victoria, funcionaría a su favor y en contra de Cristina. No quiso nada del 49 de Scioli y buscó reafirmar el 17 que le sumó en segunda vuelta. Calcula que en ese rubro cae bien patotear a Cristina. Su demostración de fuerza estaba en ese maltrato y no en hacer el traspaso en la Casa de Gobierno, lo que no tiene sentido. Si Cristina aceptaba el juego y hubiera asistido, hubiera sido humillada porque toda la estrategia del PRO apuntaba a ese desenlace. La derecha no se va a restringir en el uso del poder y lo hará con la impunidad que le conceden la corporación judicial y la corporación de medios que operaron estos doce años en contra del kirchnerismo.

Pero el escenario tan parejo está muy acotado, incluso para el que recién llega. La pelea no movió el amperímetro. Gran parte del electorado que lo favoreció no es macrista y ya está preocupado por los precios, por su trabajo o jubilación y por sus ahorros. Ni los medios corporativos pudieron ocultar el poco entusiasmo que generó la ceremonia de asunción, poca gente en el Congreso, en la calle y en la Plaza de Mayo, donde apenas se acercaban a la pirámide, sin ocupar las calles adyacentes. El hecho de que toda la atención esté puesta en los precios es un síntoma de debilidad en la ligazón que une ese voto con el macrismo.

Es el punto débil del gobierno derechista. Necesita distraer la atención de los precios y la economía, para colocarla en un enfrentamiento con el cuco del kirchnerismo y operar para tratar de aislarlo y dividirlo. La estrategia de cargar toda la responsabilidad sobre la supuesta herencia catastrófica que les habrían dejado les funcionó en contra porque provocó más inquietud que bronca. A nadie le importa ya reclamarle al que se fue. El que tiene que rendir cuentas es el que está a cargo del mostrador. Son las reglas de juego. Si quiere mejorar su presencia en el Congreso dentro de dos años, Macri deberá administrar con mucha cautela las medidas que siempre ha promovido y de las que los integrantes de su gabinete económico han sido los embanderados. La experiencia demostró que estas medidas fueron desastrosas para la mayor parte de los argentinos.

Pero aun así y a pesar de ellas, Carlos Menem ganó varias elecciones porque el primer efecto del endeudamiento es un espejismo de prosperidad.