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miércoles, 5 de septiembre de 2018

El informe de la BBC que revela por qué hay hambre en la Argentina… @dealgunamanera...

El informe de la BBC que revela por qué hay hambre en la Argentina… 

En Argentina, el mayor productor de alimentos per cápita de la región, tiene índices de hambre tan altos como México o Trinidad y Tobago.

¿Por qué hay hambre en Argentina si se produce comida para 440 millones de personas (10 veces su población)?

© Escrito por Daniel Pardo corresponsal de BBC Mundo en Argentina el miércoles 05/09/2018 y publicado en https://www.bbc.com (Copyright © 2018 BBC)

El tercer productor mundial de miel, soja, ajo y limones; el cuarto de pera, maíz y carne; el quinto de manzanas; el séptimo de trigo y aceites; el octavo de maní.

Sí, Argentina produce muchos alimentos.

Y, sin embargo, entre uno y tres millones de argentinos sufren hambre.

Puede verse como una paradoja o como una injusticia o como una apreciación técnicamente fallida que pasa en muchos otros países, como China, el mayor productor mundial de alimentos, o Brasil, el más grande exportador de comida de América Latina.

Pero en ninguna otra nación la brecha parece ser tan grande como en Argentina, donde hoy una nueva crisis económica -hubo diez graves en 70 años-probablemente se traduzca, según el presidente, Mauricio Macri, en un nuevo aumento de la pobreza. 

La indigencia en Argentina, parecido al resto de la región, es común. Con un agravante: las constantes crisis económicas en el país perjudican, sobre todo, a los más pobres.

En un dato oficial que muchos argentinos saben de memoria, Argentina produce alimentos para abastecer a casi 440 millones de personas.

Y su población, según varios estudios, apenas pasa los 44 millones.

Es difícil saber cuántos de los 13 millones de pobres (30%) que se registran en Argentina sufren hambre; las dos variables no van necesariamente de la mano.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de Naciones Unidas reporta poco más de 2 millones de argentinos con déficit alimentario.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) habla de 1,5 millones y el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (ODS-UCA) estima 3 millones.

Se trata de entre un 3% y 4% de la población, muy cerca de la media de la región.

Pero de nuevo: no hay país en este continente que se jacte de ser, o haber sido, "el granero del mundo", como Argentina.

¿Qué es, entonces, lo que pasa? ¿Para dónde va toda esa comida? ¿Por qué no llega al sector más vulnerable? 

Una de las quejas más frecuentes de los pequeños agricultores en Argentina es que la propiedad de la tierra es muy desigual. 

Los grandes problemas

El hambre en Argentina, coincidieron varios expertos en conversación con BBC Mundo, no se debe a escasez de alimentos, sino a falta de ingresos, distribución desigual de la riqueza o ausencia de generosidad.

Aunque hay países más desiguales que Argentina, la economía de este país es una de las más frágiles de la región, azotada por años de políticas de Estado ambivalentes que han resultado en traumáticas etapas de inflación, devaluación y recesión.

Hoy gran parte de la producción, sobre todo de granos, se exporta, pero hay rubros como la carne, el vino y el trigo que en su mayoría se quedan y abastecen el mercado local.

"El problema de Argentina no es que falten alimentos", dice Iván Ordoñez, economista especializado en el campo. "No somos India ni Haití ni Venezuela; nosotros no importamos alimentos, todo lo que comemos es industria local".

"Lo que debería pasar, y no ha pasado, es que el mercado interno compita con el mercado externo, que se exporte más, se genere más riqueza y eso genere más empleo", asegura.

Los analistas coinciden en que la relación entre los gobiernos argentinos y el campo, marcada por el alza y la reducción de impuestos, es una historia de amor y odio que ha impedido la planificación y ha exacerbado la concentración de la propiedad y la producción. 

El boom sojero en Argentina sacó a muchos de la pobreza, pero cuando pasó la bonanza y volvieron los problemas económicos, se vio que no era una solución a largo plazo.

"Los beneficios de la producción —explica Agustín Salvia, director del ODS-UCA— solo llegan al primer segmento de la sociedad, que es un 30% integrado al mundo, desarrollado, con altos estándares de consumo".

"Eso permite un derrame de ingresos al sector medio, que es el 40%, que vive de la prestación de servicios, pero apenas gotea al 30% más pobre, que depende de las asistencias".

"No solo hay que tener mejores programas sociales, sino una economía menos informal y más participativa, con pequeños centros de producción, de reciclaje y de cuidado", concluye el especialista en pobreza.

Como en casi toda América Latina, la tasa de informalidad en Argentina roza el 50% del empleo, una problemática que golpea a los más vulnerables, sobre todo en momentos de inflación y recesión.

Francisco Yofre, director de la FAO Argentina, atribuye una parte del problema a la falta de educación.

"Argentina es uno de los países que más desperdicia alimentos y uno de los de mayor consumo de azúcar y bebidas azucaradas", advierte.

Según números de la FAO, el 12% de la producción de alimentos en Argentina es desperdiciada y el 45% de eso es frutas y hortalizas, el rubro más caro y nutritivo.

"Estamos trabajando con el actual gobierno para concientizar a los hogares en estos aspectos, pero esto solo se soluciona con una política de Estado de corto, mediano y largo plazo", asegura. 

Argentina es uno de los mayores productores del mundo de aceites vegetales.

Vocación de generosidad

Juan Carr es un porteño de ojos azules, bajito y risueño que a sus 56 años ha sido siete veces postulado al Nobel de la Paz.

A través de su Red Solidaria, un "hecho cultural" que organiza gente en 23 países para ayudar a poblaciones vulnerables, Carr es probablemente el argentino que más tiempo le ha dedicado a luchar y pensar el fenómeno del hambre.

Sentado en su oficina de Red/acción, un recién lanzado medio de comunicación enfocado en lo social, Carr le dice a BBC Mundo que hay dos razones para ser optimista.

Una, que el hambre ha bajado: "A finales de los años 90 morían 25 niños por día por desnutrición y hacia 2010 esa cifra, que hoy debe estar por ahí, era de 4 al día".

"Es un logro tremendo, que, en mi intuición, se logró gracias a una alianza entre el Estado, (la fundación católica) Cáritas y el campo", asegura.

En segundo lugar, Carr celebra que el hambre ya no solo es una preocupación de las organizaciones sociales o la izquierda: "Es un éxito cultural que los sectores conservadores también se preocupen por esto".

Las ollas populares son todo un símbolo en Argentina. Muchos, sobre todo en el interior, dependen de ellas. Pero los expertos dicen que eso no es suficiente ni soluciona el problema de fondo.

Ahora: ¿por qué sigue habiendo hambre en el país de la abundancia? Carr tiene una mirada distinta a los especialistas.

"Puede ser una razón económica o puede ser una razón técnica, pero desde mi intuición de no especialista creo que esto pasa, primero, por una cuestión cultural".

El problema con el hambre, explica, es que parece invisible: la gente que la padece es marginal dentro de la marginalidad.

"El hambre no necesariamente habla de la pobreza, sino de la invisibilidad, de la dispersión, de la marginación".

"Lo que se necesita —concluye— es levantar la mirada de los 43 millones (de argentinos) que sí comen (…) para comprender, entender y abrazar a una de esas personas que está entre el millón de gente con hambre".

"El argentino es muy reactivo, muy solidario. Pero solo voltea a mirar cuando el problema está ante sus ojos. Y en el hambre falta una maquinaria de visibilización".

Carr, graduado en veterinaria, se preocupa por no sonar prepotente, por no jugar de especialista, por no criticar a 43 millones de argentinos que no sufren hambre.

Pero lanza una pincelada: "Yo no sé por qué no le llega comida a ese millón, pero creo que tiene que ver con una falta de vocación por la generosidad".

Cuando los agricultores protestan en Argentina, regalan comida, un reflejo de que el problema no es que falten alimentos, sino que la retribución por su venta no da para vivir.


viernes, 16 de octubre de 2015

Objetivo Global 2: Eliminar el hambre... @dealgunamanera...

Objetivo Global 2: Eliminar el hambre…


En la investigación de hoy, el concepto de hambre está relacionado a la desnutrición pero es necesario distinguir ambas las cosas.

El hambre es la sensación que indica la necesidad de alimento. Es lo que sentimos algunas horas después de la última comida. La desnutrición es un estado patológico que se debe a una falta de ingesta de alimentos, exceso de gasto calórico o consecuencia de una enfermedad.

La desnutrición afecta principalmente a los niños y compromete su salud y su vida. La principal causa es la pobreza.

Además de los niños, la desnutrición también puede afectar negativamente la vida de las personas en distintas dimensiones como la salud, educación y economía. De este modo, conlleva mayores problemas de inserción laboral e incidencia de pobreza e indigencia en la población, reproduciendo un círculo vicioso.

La desnutrición es el reflejo de los diferentes estados de transición demográfica, epidemiológica y nutricional de cada país, asociada a la situación socioeconómica y vulnerabilidad social de su población.

Más de la mitad de los países que padecen hambre en el mundo están localizados en Asia, América Latina, Caribe y África. Un 75% de las personas desnutridas y de bajos ingresos en los países en desarrollo se ubican en las zonas rurales, aunque hay indicadores que demuestran que la incidencia del hambre en las zonas urbanas está aumentando.

Los últimos datos de la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura, apuntan que una de cada seis personas en el mundo padece de desnutrición. Con la crisis de 2009, se estima que el hambre atingió a 1020 millones de personas.

Estudios realizados por el Instituto de Investigación de Política Alimentaria (IFPRI) contrastan que América Latina y Caribe son los mayores exportadores de alimentos del planeta y producen cuatro veces más alimentos de lo que realmente necesitan. Sin embargo, 53 millones de personas padecen hambre en esa región, lo que representa un 10% de su población mientras un 7% de los niños presentan un cuadro de desnutrición crónica.


Según la Red Global de Banco de Alimentos, 852 millones de personas no tienen una alimentación mínima necesaria. Además, afirman que un niño muere de hambre a cada cinco segundos y que la desnutrición mata más personas que el sida, la malaria y tuberculosis conjuntamente.

Para combatir el hambre es necesario tener herramientas de desarrollo, económicas y políticas, para impulsar la producción agrícola y su productividad.

Actualmente existe una herramienta de gestión ambiental llamada Evaluación Ambiental Estratégica (EAE) que analiza las acciones estratégicas sobre el medio ambiente e introduce criterios medioambientales en los procesos de tomas de decisión.

Algunos aspectos para el desarrollo de la EAE son la participación pública (participación de la población en las acciones propuestas), análisis de los impactos acumulativos y efectos globales (centralización de las acciones en la población afectada y distribución de responsabilidades a otros países y sectores económicos), evaluación de efectos culturales (utilización de instrumentos para promover el desarrollo sostenible en los países más pobres y con fuerte cultura indígena) y por último, procesos de capacitación (participación de personal especializado dentro de la propia administración).

Las últimas perspectivas a largo plazo de la FAO prevén que la demanda de productos agropecuarios continuará creciendo, aunque con lentitud, a una tasa de 1,4% hasta 2030. Asimismo, se espera que el déficit comercial agropecuario de los países en desarrollo aumente, lo que salta a la luz el consumo y las importaciones crecientes además de políticas proteccionistas de los principales productos industriales nacionales.

De mismo modo, se espera que la población y los ingresos generados sigan creciendo y que la nutrición mejore. No obstante, se sabe que la desnutrición disminuirá más lentamente. Se estima que el número de personas desnutridas se reduzca a 440 millones hasta 2030. Si es así, este problema debe hacerse más manejable a través de intervenciones políticas nacionales.

En síntesis, el hambre no será eliminada en el plazo de 15 años, pero hay una fuerte tendencia a reducirse. Los instrumentos y las acciones que vienen siendo aplicadas en favor de su extinción están aportando resultados positivos y relevantes. Quizás tarde más que 15 años, pero no estamos lejos de una realidad en la cual el problema del hambre estará ausente.


Referencias Bibliográficas:

Martínez, R.; Fernández, A. (2007). Impacto social y económico de la desnutrición infantil en Centroamérica y República Dominicana.

Comisión Económica para América Latina y Caribe (CEPAL).

Trueba, I. (2006). El fin del hambre en 2025. Un desafío para nuestra generación. Mundi-Prensa Libros.

Viola, L. (2010). Hambre y desnutrición. Asociación Civil Gota en el Mar.

Páginas Web:



El contenido de esta entrada fue extraído del blog MSD Idiomas Madrid, cuya autora Fernanda Medeiros trabaja como Traductora Freelance además de estar muy involucrada en temas de gestión de proyectos, nuevas tendencias de la economía, relaciones internacionales y social media.

© Escrito por Fernanda Medeiros (España/Brasil) el jueves 27/08/2015 y publicado por MSD Idiomas Madrid de la Ciudad de Madrid, España.