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sábado, 30 de mayo de 2015

Entrevista a Enrique Medina, escritor y ensayista... @dealgunamanera...

“Nos están deseducando groseramente y nadie dice nada”…


Enrique Medina nació en Buenos Aires en 1937. Su primera novela Las Tumbas marcó un antes y un después en la literatura argentina. Su obra fue censurada por distintos gobiernos. Su pluma sigue vigente y su lengua no calla sus verdades. 

- Las Tumbas fue exorcizar su infancia, contar su historia y sus vivencias en el reformatorio ¿qué cree que le impactó al lector de su obra?

- Luego de que uno intentó expresarse en la pintura, después en el teatro, el cine y la televisión, y no logró hacerlo, ya llegando a los 30 años, comienza a desesperarse por el paso del tiempo y la urgencia por hacer una obra. Así que recurrí a la amante a la que durante toda la vida le había sido algo infiel pero nunca había dejado: la literatura. La ventaja que tiene es que sólo hay que tener algo que decir, y decirlo. En las disciplinas previas se necesitaba trabajar en equipo y eso dificulta pronunciarse libremente.

 Contaba con una gran ventaja. Había leído mucho. Toda la literatura argentina y lo fundamental de la extranjera. Subía al ring conociendo las reglas. Juvenilia, de Cané (muchachos pupilos en un centro estudiantil), El sendero de los nidos de araña (visión de la guerra a través de los ojos de un niño) de Calvino y  un librito de Alvaro Yunque: Barcos de papel (historias de chicos de barrio),  me dejaron en claro que podía hacer lo mismo, contar historias, muy diferentes, de chicos, narradas por chicos marginales en ambientes hasta entonces ignorados o descartados. Desde esa instancia nació Las Tumbas, que al mismo tiempo, fue, de alguna manera, exorcizar mi bella infancia.

En cuanto al impacto debo decir que tuve en claro que debía hacer mi obra con los desechos del lenguaje que la academia había colocado en el índex. Me venían al pelo para  la historia. El lenguaje, el desparpajo narrativo, y fundamentalmente, el decorado, original hasta entonces (y le diría que hasta hoy) hicieron que la novela no pasara desapercibida.

- En ese tiempo sufrió diversas  censuras con obras como Solo ángeles, El Duke, Las muecas del miedo. ¿Qué recuerda de ese momento?

- Recuerdo pequeñas anécdotas jocosas. Cuando concurrí a la central de policía para averiguar el porqué de la prohibición de Sólo Ángeles, me encontré a los abrazos con amigos de las tumbas, que se habían hecho policías. Me presentaron al director de moralidad. Me trató con suma caballerosidad hasta que llegamos al punto de interés, donde él golpeó el librito sobre la mesa y me dijo: ¡Medina, sabemos de qué estamos hablando!, y ahí sentí que se me arrugaban los huesos, porque el buen señor tenía sus razones. Pero salí gallardamente del paso. El juicio se ganó, pero  la novelita siguieron secuestrándola de los kioscos porque la policía, que la secuestraba, argumentaba que quien había sido  absuelto era el escritor, pero no la novela.

El Duke fue una novela que intentó ser la primera de una nueva editorial (Eskol) de Manuel Quiñoy. Era el año 76. Publiqué 3 libros al mismo tiempo, El Duke, Strip-Tease, y Pelusa rumbo al sol,  una obrita de teatro infantil que los libreros devolvían porque argumentaban que estaba prohibido el escritor, y cualquier librito del susodicho era pasible de una multa peligrosa. Así desaparecí del mercado del libro.

Strip-Tease era mi novela más enferma, más loca y más delirante. Le cabía la guillotina bien aceitada. Se prohibió sin contratiempos. Pese a que Bioy Casares, quien había firmando una circular en mi defensa cuando se prohibió Sólo Ángeles, me ofreció hacer trámites en el gobierno para averiguar motivaciones y ver si de alguna manera yo podía zafar sin quedar muy lesionado. Preferí no rebajarme ante el poder. El tiempo, Dios que todo lo puede, siempre pone las cosas en su lugar. La novela anticipaba lo que se venía, mis personajes que vivían en sótanos de los aciagos teatritos, cuando salían a las calles caminaban sobre cadáveres.

- Las Hienas es uno de los primeros libros que habla de forma directa de la situación que vivió el país en época de dictadura. ¿En algún momento pensó que podrían chuparlo por el contenido? ¿Cómo fue el proceso de escritura?

- En ningún momento pensé eso. Era un escritor, lo soy, comprometido con la literatura y conmigo mismo. Siempre fui independiente y nunca estuve en ninguna secta secreta. Y menos contra mi país.

Se publicó en el 75 y es el primero en narrar sobre la represión. Se anticipa. Habla de la antesala del infierno y prefigura lo que se avecinaba. Es un libro que quiero mucho. Había publicado Transparente en  Sudamericana, y Enrique Pezzoni, el director de publicaciones, me pidió algo porque se vendía muy bien. Debíamos reunirnos por la tarde. Recogí cuentos que tenía hechos y publicados en revistas y armé un volumen sin título. Vi que faltaba un relato que hiciera de caballo cadenero, un relato de peso, el corpus del libro. Me senté y en el tiempo que se usa para leerlo escribí Las Hienas. Llegué a tiempo a la cita. El clima político estaba espeso, creí que la editorial pondría peros al relato y pediría que lo quitara o lo suavizara. No fue así y se publicó con éxito. 

El diario La Opinión, en la crítica habló maravillas del libro diciendo que el protagonista era un parapolicial oficial, es decir del gobierno. Y me fui a pasear al  interior por unos meses porque levantar el tubo del teléfono y escuchar cosas feas me ponía mal. Se consideró venta restringida y exhibición limitada, pero en lo práctico y real se prohibió luego de algunas ediciones.

- La novela Con el trapo en la boca es una mirada de la juventud  con todas sus dudas, conflictos y miedos. ¿Cree que cambio algo de aquella adolescencia al día de hoy?

- Escrita bajo el período militar, es un retrato de los jóvenes de ese tiempo. A través de la protagonista, clase media acomodada y rebelde, intenté un testimonio que pasados los años me deja satisfecho. Fue el comienzo de la descomposición social que vive la juventud hoy. Acompañada por todo un mundo envilecido hasta el caracú. En aquel tiempo había esperanzas, hoy ya no lo creo. La ventaja de escribir para uno conlleva la satisfacción de que uno lee su libro-diario y computa aciertos y errores, aprende. La juventud había empezado a deslizarse por el tobogán de la humillación y la ignominia. Recién estaba subiendo la escalera del tobogán. Hoy está cayendo en picada cual kamikazes. La bohemia descontrolada, el afán por el alcohol y la promiscuidad sexual, era un pasatiempo, un copiar a los rebeldes de otros países.

Se intensificaba la locura esperando que llegara la detención del mundo y todo volviera a empezar, un pasatiempo casi necesario para no perecer y mantenerse vivo con la idea de reflotar el espíritu de país una vez que sonara la campana avisando que el recreo había terminado. Hoy, todo eso más los tatuajes, los aritos, la estupidez como característica, el bobaje galopante, la mafia fútbolera, la infamia política, la salvación por el juego, la obsesión bobina por esos aparatitos que nos ayudan a cruzar la calle sin que nos pise un auto porque Dios existe aunque haya dejado de ser argentino, la delincuencia piraña, los barrios tomados, el incremento de las villas miserias, y la droga que maneja todo gracias a la falta de ejército y de no cuidar las fronteras y permitir el lavado de dinero mal habido, hacen que la caída sea sin regreso.


- Según entiendo ¿estamos peor como país?

- Este país se terminó, así de simple. Aparentemente Colombia pudo recuperarse, eso parece. En cambio México va camino del desastre. Y  nosotros vamos detrás muy contentos, cantando que crecemos y tenemos patria, cuando en verdad pareciera que volvemos a la época de las cavernas. Si me permito utilizar el concepto básico de Baudelaire: la patria es la infancia, creo que este país dejó de ser mi patria. Este despropósito que vivimos hacia el apocalípsis es lo que cuento en mis últimos libros a partir de El Fiera, y muy especialmente en Los Hámsteres, que se está distribuyendo en librerías en estos momentos. En el capítulo El Presidento-Trava, el periodista y los jubilados, aprovecho a hacerle un homenaje a mi Strip-Tease, casi como una despedida a un tiempo que fue de oro, y a mí, los malos consejos, me hicieron creer de chatarra.

- Retomo su frase la descomposición social que vive la juventud y le pregunto ¿Qué opinión le merecen programas como Gran Hermano? ¿Por qué cree que el público los consume?

- No puedo opinar sobre algo que desconozco. Sé algo de oído. No me interesa. Es más de nuestra decadencia. Recontradrogado de imbecilismo el público consume lo que le den. La mayoría de la gente no tiene mucha conciencia de las cosas, quizás poco y nada, salvo fútbol, distracciones parecidas, y mucho alcohol. Estamos viviendo el pan y circo de los antiguos romanos. El genocidio con los jubilados y con la niñez envuelta en dosis de paco a nadie le importa. No hay metas.

Deambulamos sin rumbo, dominados por la corrupción desmedida, traficantes de drogas, la trata de blancas, negras y travestis y todas las porquerías que se inventen. Nos están deseducando groseramente y nadie dice nada. Es pavoroso el bajo nivel dirigencial de lo que en otro tiempo se denominaba las fuerzas vivas. La mediocridad promedio del argentino es alarmante y empeora.

Se entiende: los vivos hacen su negocio; lo calamitoso es que hay gente, mucha, que aplaude.


- Desde su rol de periodista ¿Cuál es su visión sobre los negocios de poder donde se ven involucrados los comunicadores? ¿Cómo ve hoy en día el periodismo?

- Es afrentoso ver periodistas que de un día para el otro cambian su discurso con una facilidad y caradurez que asombra. Creo que son infiltrados de los poderes foráneos que trabajan para destruirnos y enarbolar otra bandera en lugar de la celeste y blanca del general Belgrano. Saben que todo se viene abajo. Suman dólares para rajarse cuando sea necesario.

Hay periodistas muy “prestigiosos” que han sugerido regalarles la Patagonia a los chilenos. Bueno, según he escuchado dentro de las cláusulas secretas con los chinos, figura una en la cual la primera tanda de los que vendrán a trabajar a la Patagonia es de veinticinco millones de chinos. Ahora sí, se entiende, el porqué se les permitirá tener sus propias leyes. Luego se les permitirá imprimir sus propios patagones, y por fin su propia bandera

- Volviendo al terreno literario. Si un nuevo lector entrara a una librería buscando una novela suya, ¿Cuál le recomendaría y por qué?

- Hoy estoy fuera del mercado. Los principales medios literarios que manejan este negocio, me ignoran, a sabiendas, o sanamente porque no saben ni jota de mí. Strip-Tease es una novela que nunca quise reeditar, a pesar de que muchas editoriales me lo pedían. Fue Diego Kenis quien me insistió para volverla a publicar luego de haberla descubierto en la antigua biblioteca de su tío. En agradecimiento le pedí un prólogo. Lo mismo ocurrió con Marcelo Ibarra Farías que casi por obligación tuvo que leer La Yegua sin saber quién la había escrito. A pesar de toda la contra con la que uno lucha hasta el final de sus días, de tanto en tanto me siento gratificado, casi como si recibiera un título universitario, que siempre lamenté no tener.

Estos jóvenes, periodistas y escritores ambos, creo que manifiestan la vigencia de mi literatura que yo no podría concentrar señalando un libro. Mis 30 libros, novelas, ensayos, relatos, teatro infantil, poesía, son mi columna vertebral, estarán unidos hasta cuando me acueste en el cajón. No hay uno que prefiera más que otro. Puede que sí, ciertas páginas. En todos estoy, o mirando por la ventana o arreglando una filtración en el techo, cuestionando y erigiendo mi torrecita de Babel. Quizás hoy, me animaría a recomendar mi libro de poesía Ocre Urbano. O Los Hámsteres. O El Jardín de Anías, novela de terror que me gusta mucho y creo que está bien escrita.

- ¿Cómo ve hoy en día el desarrollo literario en nuestro país? ¿Qué autores recomienda?

- Muy bueno. Hay una gran cantidad de escritores que  no se dejan atropellar por la desorganización del país y contra viento y marea hacen lo suyo con seriedad y brillantez. Lo mismo en otros espacios y disciplinas. A pesar de mi pesimismo reconozco que hay luchadores admirables que hacen lo imposible para que todos recuperemos nuestra dignidad. Hay de todo, bueno, mejor y excelente. Algunos consiguen editoriales y viajan en trasatlánticos y otros deben navegar en canoa y sin remos ni editores, o pagarse ellos la edición. Son lo mejor que le queda al país para soñar un recupero. Si algo puede salvarnos, o al menos redimirnos, será nuestro arte.

De entre muchos puedo mencionar a Alejandra Tenaglia (curiosamente el argumento de su novela a publicar si convence al editor, habla de una mujer que vuelve a su pueblo a vengarse de quien la violó en la infancia, algo que en estos días la crónica cuenta sobre varios casos), Diego y Marcelo, ya están mencionados; Alfredo Vento vive en Europa pero piensa en argentino y reunió su poesía de años en un tomo lúcido; Carlos Crosa, sigue escribiendo y publicando con la decisión de un santo a pesar de que el mercado se muestra esquivo; Ignacio Camdessus publicó su muy buena primera novela Circunualación; Facundo Soto, Federico Racca con su novela Chango, en la que se cuestiona a un intocable de nuestro folclore; Ramón Minieri, representando nuestro sur; Lucas Gómez Cano, con una excelente novela policial La mirada del Hampón; Javier Ragau con El ataque de los moscovitas; Susana Aguirre y sus libros sobre el tango; Leandro Alva y su libro de poesía Tundra. Y así podría seguir enumerando.

- ¿Qué autor contemporáneo puede recomendar? ¿Por qué?

- Louis-Ferdinand Céline. Además de ser contemporáneo como nadie, cambió la novelística del siglo XX y lo sigue haciendo en nuestros días: publicó Viaje al Fin de la Noche en 1932. Toda la generación beat norteamericana y la novelística europea le deben a él haber descubierto un nuevo rumbo a la narrativa cuando ésta caminaba sobre un oxidado alambre de púas. Escritores como Miller, Kerouac, y hasta Bukowski lo han reconocido como el number one. Leerlo significó descubrir mi camino. Céline es como Gardel, cada día escribe mejor. Todo cierra, como este reportaje. Muchas gracias

Producción periodística: Néstor Genta.

© Escrito por Gabriel Bianco el miércoles 27/05/2015 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

  

miércoles, 2 de abril de 2014

Octavio Paz: nació hace cien años y sigue dando que hablar... De Alguna Manera...


Octavio Paz: nació hace cien años y sigue dando que hablar...

Mirada. Octavio Paz buscó el ser nacional mexicano, se vinculó con los surrealistas y abrazó el liberalismo. Foto: AFP 

Quería que lo recordaran como poeta. Fue un ensayista y un pensador que pasó fronteras.

En 1986, cuando Octavio Paz visitó por segunda vez la Argentina para presentar la edición latinoamericana de la revista Vuelta, le preguntaron cómo quería ser recordado. Paz, que en aquel entonces ya había sido traducido a una decena de idiomas, ganado el Premio Cervantes, era un candidato permanente para el Nobel y durante décadas un actor omnipresente a la hora de pensar la política mexicana, contestó con humildad abrumadora: Como poeta”. Es lo más difícil y lo más fácil al mismo tiempo. La poesía es la creación suprema, implica condensación. Es lo único que me interesa”.

Ayer se realizaron actos para celebrar el centenario del nacimiento del poeta, ensayista y escritor mexicano más importante del siglo XX en varios países. México, por supuesto, fue el eje y el centro de los homenajes. Pero –en contra del deseo de Paz– la evocación de su figura la mayoría de las veces trascendió la poesía. “Era un revolucionario. No solamente era un poeta, era un hombre de acción y un servidor público ”, lo describió su amigo, el primer Nobel africano Wole Soyinka, uno de los invitados a los actos en los que también participaron Jean Marie Gustave Le Clezio (otro Nobel), Juan Goytisolo y la ganadora del Cervantes Elena Poniatowska, entre otros.

La trayectoria de Paz justifica tantos homenajes. Nacido en 1914, a los 17 años colaboraba en revistas culturales como Cuadernos del Valle de México y Barandal; a los 19 publicó su primer libro Luna silvestre, a los 23 quiso sumarse a las filas republicanas durante la Guerra Civil Española. No lo dejaron. A su regreso, fundó la revista Taller y fue miembro fundador de El Hijo Pródigo. Vivió en Estados Unidos e ingresó al servicio exterior mexicano. 

Cumplió funciones en París, se acercó al movimiento surrealista y conoció a André Breton. 

Su poesía tenía poco que ver con la escritura automática. Se interesó en Japón, en la herencia hispánica y en los antepasados aztecas y primeros pobladores de México. Todos confluyen en su poesía, también el misticismo de la India, donde fue embajador. Se obsesionó con el ser nacional mexicano. De eso trata su primer y más celebrado ensayo: El laberinto de la soledad, en el que se inspiró Google para dedicarle ayer su popular doodle, el emblema del buscador. También fue un traductor encomiable, tradujo a Fernando Pessoa y a E.E. Cummings, entre otros. “No soy un erudito.

En Buenos Aires. Sabato, Paz, su esposa y Bioy Casares, en 1986. Foto: Archivo.

El erudito sólo almacena información. Yo soy un pensador " , solía decir.

Le interesaba Sor Juana Inés de la Cruz y escribió Las trampas de la fe, un ensayo histórico sociológico, que es también una biografía, un estudio literario y –en definitiva– una excelente novela sobre la gran poeta mística.

Se casó dos veces y tuvo una única hija, Helena, quien murió el sábado a los 74 años. Tuvieron una relación complicada. “He aprendido a perdonarlo”, dijo en su última entrevista.

Abandonó más temprano que tarde las ideas revolucionarias de izquierda, “un pecado” que –en sus palabras– “nos ha manchado y ha manchado también, nuestros escritos”. Lo atormentaba la burocracia, en especial, la mexicana, una cuestión que abordó en El ogro filantrópico. Repudió el stalinismo, se mantuvo lejos de la Revolución Cubana, pero en palabras de Enrique Krauze– su compañero en la revista Vuelta (donde publicaban a disidentes soviéticos) nunca dejó de creer en la Revolución, para la que estaba predestinado; después de todo su padre era el emisario de Emiliano Zapata ante los Estados Unidos.

Desde Vuelta, considerada una de las mejores revistas latinoamericanas de cultura del siglo XX, denunció las dictaduras militares de los años 70 y la violencia de la guerrilla. La dictadura argentina la prohibió. En 1986, Paz fundó una edición sudamericana de la revista con sede en Buenos Aires. Danubio Torres Fierro y Enrique Pezzoni dirigieron el experimento en plena primavera democrática. Duró hasta 1989.

Paz era liberal, pero sus pronunciamientos y su enemistad con figuras como García Márquez hizo que en 1984 quemaran una imagen suya frente a la embajada de los EE.UU. en México.

Criticó por décadas al PRI, el partido que gobernó México 70 años, pero una izquierda agotada y el entusiasmo por una nueva generación de políticos lo llevaron a apoyar a Carlos Salinas de Gortari, fuertemente sospechado por corrupción y violencia política: un error que pocos le perdonan. En 1990 ganó el Nobel, algo que tampoco se olvida. Trabajó activamente hasta 1998, cuando un cáncer se lo llevó. Tenía 84 años.

Como escribió en el inicio de El arco y la lira: “La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono”. Todo eso es Octavio Paz.

© Publicado el Martes 1º/04/20147 por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.