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domingo, 12 de abril de 2015

Alfredo Leuco... Carta Abierta al Papa Francisco… @dealgunamanera...

Carta Abierta al Papa Francisco…


Admirado Papa Francisco:

Soy un insignificante periodista argentino llamado Alfredo Leuco. No soy quien para darle consejos a nadie y mucho menos a usted a quien considero el argentino más importante y valioso de todos los tiempos. Alguna vez escribí una columna diciendo que usted tenía lo mejor de cada uno de los mejores argentinos. No soy creyente pero admiro a los creyentes. Y creo en usted y en los valores que predica. En su austeridad franciscana, en su defensa de los más débiles y los más pobres, en vivir como se piensa, en su apuesta a construir la paz en el mundo y el ecumenismo fraternal de las religiones.

Permítame Papa Francisco que le cuente lo que pienso de usted para que sepa desde que lugar me atrevo a expresarle una disidencia, con todo respeto.  Creo que nadie hizo tanto por abrir la iglesia a la vida cotidiana, por condenar a los corruptos y perdonar a los pecadores, por aplicar eso de a Dios rogando y con el mazo dando a los curas violadores y a los colaboradores de las dictaduras. Me gustó llamarlo el Papa celeste y blanco. El Papa nuestro que está en el Vaticano, como rezando una plegaria laica.

Usted confiesa que es un pecador.  Reconoce que no es Dios y por lo tanto no es perfecto. Eso me da coraje como para expresarle mi humilde disidencia con la decisión de recibir por quinta vez a Cristina Fernández de Kirchner. Soy periodista, busco la verdad aunque nunca la encuentre del todo y mi misión en la vida es contar lo que pasa o lo que creo que pasa y lo que pienso de las cosas. Sabrá usted disculpar semejante atrevimiento. Pero aquí abajo, en el fin del mundo y con los pies sobre la tierra, le cuento que una gran porción de los argentinos está molesta, disgustada o desilusionada con la nueva cita que le dio a Cristina para el 7 de junio. 

Insisto, usted tiene todo el derecho a hacer lo que considere correcto y dialogar con quien le plazca. Otra vez, yo no soy nadie. Pero mi trabajo tiene siempre la obligación de la mirada crítica, de ser abogado del hombre común y fiscal del poder. Creo, como dice el Talmud, que nuestra tarea es acomodar a los incómodos e incomodar a los cómodos. Usted es un gran combatiente contra la hipocresía y yo no quiero ser hipócrita y menos con usted. 

Mucha gente, tal vez una mayoría de compatriotas, piensa que usted está por cometer un error. Que está devaluando su propia palabra que vale oro. Usted dijo que no iba a recibir a ningún político más hasta después de las elecciones y que se había sentido usado por la política argentina. Algunos amigos que lo han visitado me contaron que en confianza, usted hizo clara referencia a dos momentos. Cuando Martin Insaurralde y El Cuervo Larroque abusaron de su confianza y lo utilizaron para hacer propaganda electoral. Uno directamente hizo su afiche de campaña con la foto y el otro puso en sus manos una camiseta de La Cámpora, una de las organizaciones más dogmáticas y agresivas del cristinismo y no del cristianismo.  Por eso no se entiende el motivo que usted tiene para faltar a su palabra y abrirle las puertas de su casa por quinta vez a la candidata Cristina. Ella será candidata a gobernadora o a diputada y si no es así, será la que lleve de la mano por todo el país a los candidatos de su partido. Ella es una mujer poderosa desde todo punto de vista y mostrarse a su lado es una ayuda muy grande que se suma a la utilización del aparato del estado en beneficio propio que hacen los Kirchner. 

Permítame que le diga admirado Papa Francisco: Usted reclama manos limpias, uñas cortas y ética para la función pública y este gobierno es el más corrupto de la historia argentina. Usted habla de ayudar a los pobres y este gobierno dejó de medir la pobreza. Usted fomenta el camino del encuentro y el diálogo y este gobierno instaló el odio. Usted nos reclama abrir nuestros corazones y este gobierno es el que lo espió a usted a través de Antonio Stiuso, según contó su amigo Gustavo Vera. Ni que hablar de la calificación de” montaje de Hollywood” que hizo Cristina del Estado Islámico que está cometiendo un genocidio en cuotas con el pueblo cristiano.

Me gustaría que sepa, Papa Francisco, que la mayoría de los argentinos según todas las encuestas, creen que el ciclo de Cristina tiene fecha de vencimiento y tal como dice la Constitución, debe terminar su mandato en orden y en paz. La foto que ella exhibirá con usted no ayuda a los que quieren alternancia democrática y más república. No respalda a los que denuncian como usted mismo lo hizo, que aquí en este país se fabrica droga y el gobierno mira para otro lado o no hace lo necesario para extirpar ese cáncer social.

Me gustó mucho la columna y la idea rectora de Mariano Obarrio. Hubiera sido una genialidad de su parte invitar a Cristina y a todos los candidatos a presidente. Sería una señal de convivencia pacífica que ayude a los argentinos que queremos cerrar las heridas que el kirchnerismo abrió en nuestra comunidad. ¿Se imagina esa foto? Cristina, Macri o Sanz, Scioli o Randazzo, Sergio Massa, Margarita Stolbizer, entre otros y usted como un mensaje de que se puede pensar distinto pero tirar todos para el mismo lado de la patria. Es una oportunidad perdida que esto no se haga. Es una piedra en el camino de la reconciliación que usted la reciba una vez más a ella sola y por quinta vez. ¿No es suficiente? 

Otra vez le pido mil disculpas por mi atrevimiento. Le juro que lo hago con la mejor de las intenciones. Quiero preservar su figura que alumbra una sociedad mejor. Nosotros rezamos por usted y cuidamos a Cristina, pero usted también rece por nosotros y cuide un poco a todos los ciudadanos de este país que tanto lo aman.

Papa Francisco, se lo digo de todo corazón. Le mando el mejor de los abrazos y mis mejores deseos. Usted siempre apostó a la sana rebeldía y no al silencio cómplice ni obsecuente. Usted nos pidió que hiciéramos lío y en eso estoy. Haciendo lío que para un periodista es decir la verdad y nada más que la verdad. Si juro.

© Escrito por Alfredo Leuco el viernes 10/04/2015 y publicado por  http://alfredoleuco.com.ar de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

  

domingo, 12 de octubre de 2014

Garche… De Alguna Manera...


Garche…


La escena transcurre en el centro comunitario evangélico del barrio 17 de Octubre, en las afueras de Salta capital. Un cura barbado y casi cincuentón les pide a sus vulnerables oyentes: “Cuando oren, acuérdense de Cristina”.

El relato forma parte de una de esas crónicas periodísticas imperdibles, que firma Gabriel Sued en La Nación del domingo 5 de octubre (“Juan Carlos Molina: con la fe kirchnerista y la palabra de Dios”). Le dicen “cura”, “Juan Carlos”, “secretario”, “Molina”, “padre” o un porteño “Juanca”. A Molina lo hizo funcionario la presidenta Cristina Kirchner nombrándolo jefe de la Sedronar, la burocracia teóricamente antidrogas, hace diez meses. No se angustia por el mix de funcionarios, roles y sentido de pertenencia, columpiándose entre su condición sacerdotal y su crudo alineamiento político.

Aunque no puede celebrar sacramentos en público, sigue siendo un clérigo de la Iglesia, formalmente al margen de las prácticas religiosas convencionales, mientras se entrega de cuerpo y alma a su militancia en el Estado, para lo cual digiere sin tribulaciones un encuadramiento explícito: él trabaja con los (ex) “chicos” de La Cámpora.

Pero éstos no son los hallazgos más asombrosos de Sued, quien califica a Molina de “un bicho raro, de 47 años, que camina sin pausa el territorio, llevando la palabra de Dios y las políticas de Cristina”. El perfil muestra en acción a un hombre en cuya práctica personal se encarna la a menudo denunciada “crisis de valores”. El resume el cambio de paradigmas, esa nueva música que suena en el país, simbolizada en la partitura supuestamente transgresora cuyas notas toca con fidelidad este cura/funcionario/activista.

¿Provocador incontinente? ¿Inventor de ruidos reñidos con los cambios reales? La Iglesia ha tenido en la Argentina pastores colosales, que jamás confundieron lo epidérmico con lo sustancial. Pienso en obispos como Angelelli, Novak, Hesayne, Laguna, para citar a algunos inolvidables. Este Molina pertenece a otra raigambre, y por eso Sued lo delinea bien como “bocón, políticamente incorrecto y enemigo de la solemnidad”.

¿Políticamente incorrecto? No lo creo; su aparente incorrección es un rictus forzado de otredad. Hacerse el diferente no es lo mismo que serlo. Molina, por de pronto, es muy moderno: se tatúa la piel. Bajo su antebrazo derecho se inscribió en latín Tibi dabo ab imo pectore (“Te doy desde lo más profundo del corazón”). En la espalda, debajo del cuello, se hizo perforar con tinta “En el nombre de Jesús”.

Gestos tinellescos y esencialmente sospechosos de frivolidad; ¿se tatuó para no olvidarse de su juramento sacerdotal? Extraño. Es cierto que Cristina le colgó una pesada mochila a Molina, porque la Sedronar de la era kirchnerista tuvo como jefe entre 2004 y 2011 a José Granero, finalmente procesado por tráfico de efedrina, con la que se confeccionan las drogas sintéticas. A Molina le toca reescribir la historia, por eso es tan efectista y adicto a las puestas en escena coloridas. 

Lo hizo cuando se declaró a favor de una descriminalización a libro cerrado del consumo de drogas. En pocas horas salieron a cruzarlo todos los curas que batallan contra el paco en la zona metropolitana. “¿Cómo decodifican los chicos de nuestros barrios la afirmación de que es legal la tenencia y el consumo personal? Nos parece que, al no haber una política de educación y prevención de adicciones intensa, reiterativa y operativa, se aumenta la posibilidad de inducir al consumo de sustancias que dañan a las personas. (…) Desde nuestra mirada, las drogas no dan libertad sino que esclavizan.

La despenalización, a nuestro parecer, influiría hoy en el imaginario social instalando la idea de que las drogas no hacen tanto daño”. Firmaban la desautorización 19 curas: Lorenzo de Vedia, Carlos Olivero, Juan Isasmendi, Guillermo Torre, Martín Carrozza, Eduardo Drabble, Gustavo Carrara, Hernán Morelli, Nicolás Angellotti, Pedro Bayá Casal, Gastón Colombres, Franco Punturo, Sebastián Risso, Sebastián Sury, Damián Reynoso, José María “Pepe” Di Paola, Basilicio Brites, Jorge García Cuerva y Juan Manuel Ortiz de Rozas. ¿La respuesta del militante cristinista a los curas de práctica diaria? “Me sacaron de contexto”.

“Me siento Susana Giménez”, les confiesa a sus diez funcionarios, que lo siguen como comitiva, todos menores de 35 años. La mayoría viene del ministerio de Alicia Kirchner, de quien Molina fue asesor. “No tengo filtro, me desgasta tener filtro”, se ufana, pero este cura Molina es un hombre de extrema confianza de la Presidenta. “Hablamos mucho”, dice él. Nació en Chillar, en la provincia de Buenos Aires, desde donde sus padres emigraron (justamente) a Río Gallegos. ¿Y por qué quiso ser cura?, le pregunta Sued. “Me enamoré profundamente de Jesús. Me di cuenta de que no era un touch and go, un garche”.

Molina cuestionaba a Jorge Bergoglio cuando era obispo de Buenos Aires y cabeza del Episcopado. Hasta que el jesuita se convirtió en el papa Francisco. Lo citó en febrero en Santa Marta y todo cambió; desde ese día todo fue Francisco Conducción. Más señales de seudoimpostura arrabalera: “Yo había escuchado los rumores de que (Cristina) me quería para la Sedronar y le iba a contestar que no, pero me cagó (sic). Tiene esa capacidad de descolocarte”. Al igual que sus camaradas de ruta, no oculta su objetivo y lo proclama en público: “Tenemos que elegir a un buen custodio del proyecto y en 2019 tiene que volver Cristina”.

Tatuado, desconfiado de los “garches” y convencido de que ella lo cagó, el lenguaje y los dispositivos del funcionario son una radiografía de alta definición del curso de los acontecimientos en una Argentina que sigue “ampliando garantías” y perorando sobre la mayor inclusión de “todos y todas”. No es un garche, es algo mucho más sombrío, que nada tiene de agradable.

© Escrito por Pepe Eliaschev el Sábado 11/10/2014 7 publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




jueves, 3 de julio de 2014

Desiderata... De Alguna Manera...

Desiderata...


"Camina plácido entre el ruido y la prisa,
y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio.
En cuanto te sea posible y sin rendirte,
mantén buenas relaciones con todas las personas.

Enuncia tu verdad de una manera serena y clara,
y escucha a los demás,
incluso al torpe e ignorante,
también ellos tienen su propia historia. 

Evita a las personas ruidosas y agresivas,
ya que son un fastidio para el espíritu.
Si te comparas con los demás,
te volverás vano y amargado
pues siempre habrá personas más grandes y más pequeñas que tú.

Disfruta de tus éxitos, lo mismo que de tus planes.

Mantén el interés en tu propia carrera,
por humilde que sea,
ella es un verdadero tesoro en el fortuito cambiar de los tiempos.

Sé cauto en tus negocios,
pues el mundo está lleno de engaños.
Mas no dejes que esto te vuelva ciego para la virtud que existe,
hay muchas personas que se esfuerzan por alcanzar nobles ideales,
la vida está llena de heroísmo.

Sé sincero contigo mismo,
en especial no finjas el afecto,
y no seas cínico en el amor,
pues en medio de todas las arideces y desengaños,
es perenne como la hierba.

Acata dócilmente el consejo de los años,
abandonando con donaire las cosas de la juventud.

Cultiva la firmeza del espíritu para que
te proteja de las adversidades repentinas,
muchos temores nacen de la fatiga y la soledad.

Sobre una sana disciplina,
sé benigno contigo mismo.

Tú eres una criatura del universo,
no menos que los árboles y las estrellas,
tienes derecho a existir,
y sea que te resulte claro o no,
indudablemente el universo marcha como debiera.

Por eso debes estar en paz con Dios,
cualquiera que sea tu idea de Él,
y sean cualesquiera tus trabajos y aspiraciones,
conserva la paz con tu alma en la bulliciosa confusión de la vida.

Aún con todas sus farsas, penalidades y sueños fallidos,
el mundo es todavía hermoso.


Sé cauto, esfuérzate por ser feliz".




domingo, 25 de mayo de 2014

Hipocresía vaticana... De Alguna Manera...


Hipocresía vaticana...

Guillermo Karcher sostiene el micrófono papal. Foto: Cedoc

Si no fuera porque parecería un presuntuoso juego de enredo lingüístico, el título de esta columna sobre la “carta robada al Papa” debería haber sido: “Inconmensurabilidad interparadigmática”. Las abuelas lo llamarían “vivir en dos mundos diferentes”, pero para los epistemólogos relativistas, la insuficiencia de la razón a la hora de razonar es resultado de la inconmensurabilidad interparadigmática.

Es racional que los pensamientos sean determinados por las evidencias. Y que quien fundamenta sus creencias en las evidencias sea una persona racional. Pero los relativistas creen que hay múltiples formas de ser racional y que, cambiando simplemente lo que se considera evidencia, es posible llegar a creencias justificadas contrapuestas. Por ejemplo, para Galileo lo que se percibía al mirar por el telescopio era evidencia de que la Tierra giraba alrededor del Sol. Mientras que el prominente cardenal Belarmino rechazaba la invitación de Galileo a mirar por el telescopio porque él tenía una fuente mucho mejor de evidencia, que era la palabra de Dios expresada en las escrituras sagradas de la Biblia. Ninguno de los dos estaba siendo ilógico: Galileo y Belarmino operaban con sistemas epistémicos fundamentalmente diferentes.

Quizás no sea casual que nuevamente un representante del Vaticano, siempre en contacto con verdades sagradas no expuestas a pruebas de la realidaden este caso el ‘ceremoniero’ pontificio, Guillermo Karcher–, no haya dudado un instante en calificar la carta del Papa como apócrifa.

Para él, la palabra del santo padre debe ser palabra santa (como la Biblia para Belarmino), y al preguntarle a Bergoglio si había escrito alguna carta de salutación a Cristina Kirchner y éste haberle respondido que no, nunca pudo imaginar que el Papa podía estar distraído al darle la respuesta, que se podía haber olvidado o que podía no saber que se había enviado esa carta en su nombre, y arremetió como un cruzado suponiendo que esa carta era “trucha” y un “collage” hecho con “muy mala leche”. El tema no son el lenguaje y las formas de Karcher, quien si hubiera creído que alguien estaba haciéndose pasar por el Papa podría haberse ofuscado (con “buena leche”), sino cómo cada uno cree lo que cree.

Que tal cosa sea evidencia de otra depende del paradigma en el que se esté, porque cualquier conocimiento debe su estatus a la aprobación que le conceden nuestros valores sociales contingentes.

Lo mismo nos sucedió a los medios que, entre los dichos del Vaticano (representado por Karcher) y el gobierno argentino, no dudamos en creer que quien había cometido un error era el Gobierno. Pocas veces como con la –primero apócrifa y luego real– carta del Papa a Cristina Kirchner quedó en evidencia cómo podemos ser nosotros y no la realidad los responsables de lo que conocemos y que no hay muchas normas de racionalidad libres de contexto o supraculturales. Los miembros de un grupo, al compartir valores sociales y políticos, perdemos conciencia de cómo éstos pueden influenciar la forma en que ellos conducen nuestro trabajo, qué observaciones realizamos y cuán bien evaluamos la evidencia con que contamos. No es inhabitual estar inclinados por los valores a creer cosas para las que hay evidencia insuficiente.

También tú.

Después vino la hipocresía vaticana, que no pidió claramente disculpas por el error de calificar de falsa una carta verdadera del Papa. ¿Creerán su infalibilidad? No reconocer el error para no darle más trascendencia puede ser una estrategia de comunicación, pero éticamente es reprochable en una institución que hace de la moral su razón de ser. En el diálogo aclaratorio de Guillermo Karcher con Nelson Castro por radio Continental al día siguiente, el representante del Vaticano habló con una soberbia y un tono cortante que hacían recordar más a un dictador militar que a un ‘ecumenista’. Salvando obviamente las siderales distancias, vale recordar que a Galileo recién le pidió disculpas Juan Pablo II, 400 años después.

La Iglesia demuestra con estos hechos –no podría ser de otra forma– su condición humana tan llena de fragilidades compartidas con todas las religiones, más allá de su utilidad social. Para ellas, muchas veces los hechos terminan siendo descripción-dependientes. Y el esquema que adopten para describir el mundo dependerá de sus necesidades e intereses. Así, el mundo “es” en relación con la teoría que tengan acerca de él.

Y luego aparece la hipocresía del propio Gobierno que, una vez aclarado el episodio y a través de su embajador en la Santa Sede, en su texto oficial exculpa totalmente de responsabilidad al Vaticano por el papelón al que lo expuso durante un día y se queja de “los que sembraron dudas de la autenticidad de la carta”; en lugar de criticar al ‘ceremoniero’ pontificio, menciona el fastidio del Papa “con algunos medios que quisieron sacar agua de la tierra árida para generar conflicto sin tener el rigor de informar con la verdad a la sociedad”. 

Pero con el Papa no se metieron, haciendo lo opuesto de lo que antes hacían cuando era arzobispo de Buenos Aires.

Es cierto que los medios tratan de “sacar agua de tierra árida”. Y es un gran mérito cuando lo logran de verdad. Desgraciadamente, aquellos que hicieron columnas de opinión explicando por qué la carta del Papa era apócrifa quedaron desnudos revelando cuántas veces hablamos como si supiéramos de cosas que ignoramos (problema inmanente de todos los periodistas). 

Y en el caso del biógrafo “oficial” de Bergoglio, el periodista Sergio Rubin, esa desnudez fue aun más patética porque se lo presuponía un verdadero especialista, pero desde el Vaticano explicó que “cualquier persona conocedora de la Iglesia se hubiera percatado –como dijo Karcher– de que una carta del Papa no podía llevar el membrete de la Nunciatura, sino del Vaticano, salvo que la embajada papal transmitiera un mensaje del Pontífice. Pero el de marras llevaba la firma del Papa. Esto, más allá del tuteo a la Presidenta y los errores ortográficos”.

Pobre Rubin. Para él también la palabra del Vaticano debe ser palabra santa, y cayó en la misma trampa epistémica de considerar evidencia (irrefutable) lo que decía el ‘ceremoniero’ pontificio.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el Domingo 25/05/2’14 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.