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domingo, 21 de enero de 2024

Estado y señores feudales… @dealgunamaneraok...

 Estado y señores feudales…

Iconografía. Dibujo: Pablo Temes

El peronismo le ha hecho mucho daño a la imagen que gran parte de la población tiene de la organización estatal.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 21/01/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El penduleo de la política argentina es la base de su fracaso. Ese penduleo la ha hecho imprevisible y extravagante. La conjunción de estos dos factores, representa un obstáculo muy fuerte para el desarrollo de los proyectos a largo plazo, que requiere cualquier nación para prosperar. Lo imprevisible de la Argentina no necesita de mayores explicaciones. Lo extravagante, tampoco.

En el caso argentino, lo extravagante refiere a la repetida y aburrida polaridad entre mercado y Estado. Esta discusión centrada en que lo uno excluye a lo otro, ya fue saldada en la historia por los hechos.

Una nación, para organizarse como tal, necesita Estado. Es un concepto que consagra la Constitución Nacional y que hace al ordenamiento institucional sobre el que gira la vida de un país. El Presidente es un poder del Estado, al igual que el Congreso y el Poder Judicial. Por lo tanto, Javier Milei es parte del Estado. Sus ministros y secretarios son parte del Estado. Los legisladores –tanto los de Libertad Avanza, como los de las otras fuerzas políticas, son parte del Estado. Y, del mismo modo, lo son los miembros de la Justicia. Asimismo, son el Estado las escuelas y universidades públicas, los hospitales públicos, el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea, la Policía Federal. Las policías provinciales, la Gendarmería, la Prefectura Naval, la Policía de Seguridad Aeronáutica y un largo etcétera de organismos e instituciones de gran importancia para la vida de la comunidad.

Cuando el éxito es un drama

El peronismo le ha hecho un enorme daño a la imagen y el concepto que un porcentaje importante de la sociedad tiene del Estado. Es producto de la concepción que sus dirigentes tienen y aplican en su vida. Para la mayoría de la dirigencia del justicialismo, el Estado no es un instrumento para servir a los otros sino todo lo contrario. El Estado es el modus vivendi de muchos de ellos que se sienten no como administradores de la cosa pública sino como dueños. Esto se exacerba en las provincias con gobernadores que se sienten señores feudales en las que el que tiene el poder maneja todo. Al ejemplo tan consabido de Gildo Insfrán se le puede añadir perfectamente el de La Rioja, cuyo gobernador, Ricardo Quintela –el de la renuncia frustrada– acaba de imponer una cuasimoneda, el Bacade (Bono de Cancelación de Deudas) que ya generó el rechazo de los empleados públicos. En La Rioja funcionan las siguientes empresas estatales: Agroandina; Agroarauco; Aguas Riojanas; Alfa; Agrogenética Riojana; Bodegas y Fincas de Aminga; BR Servicios Financieros; Caudillos Riojanos; Cerámica Riojana; Cerdo de Los Llanos; Colonia Cunícola Riojana; Dripsa; Edelar; Elargas; Energía y Minerales; ERSA; EMSE; Federal Riojana; Fogaplar; Frutos de San Nicolás; Granjas Riojanas; Hortícola Riojana; Internet para Todos; Kayne; La Rioja Telecomunicaciones; La Rioja Vitícola; Ledlar; Parque Eólico Arauco; Puertas Del Sol; Riodeco; Rioja Bus; Rioja Vial; Textil del NOA;Triángulo del Sol; Vallesol; Vidrios Riojanos; Vivero Del Oeste Riojano y Vivero San Gabriel.

Es decir, el gobierno de la provincia maneja toda su economía y eso le da poder sobre todo. Ese Estado, no sirve.

El kirchnerismo ahondó esa concepción de que el poder significa la apropiación del Estado. Néstor Kirchner usaba los dineros públicos para hacer política, o sea, campaña. Cristina Fernández de Kirchner dio otro ejemplo de ello al usar los aviones de YPF para desplazarse ilimitadamente desde Buenos Aires a El Calafate y viceversa.

La apropiación del Estado por parte de los gobernantes lleva a dos consecuencias: la primera es su sobredimensionamiento; la segunda, la corrupción.

¿Significa todo esto que el Estado debe dejar de existir? La respuesta es contundente y clara: no. Uno de los errores más grandes que cometió Carlos Menem durante sus gobiernos –en los que la corrupción también se enseñoreó– fue el cierre de los Ferrocarriles.

La Argentina tenía la red ferroviaria más extensa de toda Latinoamérica. Hoy el tren es valorado en todo el mundo como un medio seguro, barato para el transporte. En Europa se construyen nuevas redes por los beneficios económicos, sociales y ambientales que produce el ferrocarril. Al Estado hay que hacerlo eficiente. Y eso es posible. He ahí el ejemplo del Invap, que pone a la Argentina a la vanguardia del desarrollo y las innovaciones científicas y tecnológicas.

Lo que la Argentina necesita es una reformulación de su Estado, no su destrucción. La reducción del fenomenal número de gerencias que tenía Aerolíneas Argentinas es un buen ejemplo de ello.

La ley ómnibus lo enfrenta a Milei con la realidad política del presente. No tiene poder en el Congreso para imponerla como él quisiera. La única manera es la negociación. Y en la negociación, el oficialismo debió conceder modificaciones. Por ello la necesidad de extender las sesiones extraordinarias hasta el 15 de febrero. La privatización de YPF pasó al olvido, como pasó al olvido el cierre del Banco Central y la dolarización.

El objetivo de déficit cero que se propone el Gobierno es inobjetable. Sin ese equilibrio el combate contra los muchos males de la economía argentina no tiene otro destino que el fracaso. El interrogante es cómo lograrlo. Esa es una discusión que deberían promover todas las fuerzas políticas que han fracasado en sus sucesivos gobiernos. Si así lo hicieren demostrarían tener la honestidad intelectual que les ha faltado a la mayoría de ellos a lo largo de estos cuarenta años de democracia.

La negociación por el proyecto de ley encierra un dato que es clave: en uno de sus artículos se promueve la aprobación del DNU. Esto es importantísimo para el Gobierno. Hay que recordar que el DNU necesita ser aprobado sólo por una de las dos Cámaras del Congreso. Para el oficialismo es fundamental alcanzar ese objetivo.

Atropello y obstinación

En el ámbito judicial, el Gobierno viene perdiendo hasta aquí la batalla contra la dirigencia sindical por la reforma laboral. El Procurador del Tesoro, Rodolfo Barra, apostaba a que el reclamo judicial de las organizaciones sindicales fuera tratado por el fuero Contencioso Administrativo, ámbito que conoce muy bien y con el cual tiene contactos fluidos.

Eso no ocurrió y las presentaciones discurrieron por el fuero laboral, que fue colonizado a lo largo de los años por las distintas corrientes del peronismo. Habrá que ver qué ocurre en febrero cuando la Corte Suprema entre en acción. No fue el único revés sufrido por el Gobierno: en el tema de las jubilaciones y de las prepagas hubo situaciones similares.

La economía, mientras tanto, refleja la incertidumbre por la cual atraviesa este presente de la Argentina. La evolución del valor de las diferentes variantes del dólar alternativo es una de sus consecuencias. La cotización bursátil del contado con liquidación (CCL) subió 50% en menos de treinta días, alcanzando un precio récord de $1.300. El  dólar oficial congelado y las tasas de interés negativas generan una ampliación de la brecha cambiaria, que irreversiblemente lleva la inflación hacia arriba. El miércoles la CGT, la CTA y otros paran. No se dan cuenta que a la Argentina le hacen un gran daño y a Milei, un gran favor.



   

jueves, 18 de julio de 2019

Economía Argentina: deuda externa y fuga de capitales… @dealgunamanera...

Economía Argentina: deuda externa y fuga de capitales…
Dólares. Fotografía: Nikolay Frolochkin en Pixabay.

Los capitales argentinos fugados o en cajas fuertes ascienden los 300 mil millones de dólares, aproximadamente el monto que le debe al FMI.

© Escrito por el Diputado Nacional Eduardo Conesa el jueves 18/07/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Desde fines del decenio de los setentas del siglo XX nuestro país cayó en la trampa de contratar enormes deudas públicas externas que han servido para financiar la fuga de capitales arruinar la mecánica del desarrollo económico argentino. La trampa comienza de la siguiente manera: el gobierno nacional emite bonos en los mercados internacionales de capital con el asesoramiento de diferentes bancos de inversión como Credit Suisse First Boston, JPMorgan, Goldman and Sachs, etc, etc. La selección de estos bancos varía según las preferencias de los ministros de economía. Estos bancos cobran jugosas comisiones para colocar dichos bonos en los mercados internacionales de capital y son seleccionados a dedo, sin licitación pública.

Luego las deudas así contratadas sirven para enjugar déficit fiscales de los distintos gobiernos ineptos que supimos conseguir. Pero el exceso de oferta de dólares artificiales, provenientes de la deuda externa en el mercado local de cambios, sirve también al propósito no querido de sobrevaluar nuestra moneda y abaratar el dólar. En efecto, al ofrecer los dólares en el mercado de cambios para hacerse de pesos y poder así enjugar los déficit fiscales en pesos, nuestros gobiernos, sin querer, rebajan artificialmente el valor del dólar en nuestro mercado de cambios, y de esta manera alientan la compra de dólares por parte del sector privado argentino, que no es tonto, y compra lo que está barato. Estos dólares se envían al exterior, o se guardan en cajas fuertes, o en el colchón. Por eso es que los capitales argentinos fugados al exterior, o en las cajas fuertes del país, alcanzan a más de 300 mil millones de dólares, suma que es aproximadamente equivalente al monto de la deuda externa argentina.


Pero además, el dólar barato desalienta las exportaciones e impulsa las importaciones provocando así fuertes déficit en nuestra balanza de pagos con el exterior. Estos déficits de balanza de pagos requieren, para ser enjugados, más endeudamiento externo todavía y así caemos en la trampa de una deuda externa inmensa e impagable que nos trae toda clase de conflictos, tales como los juicios que incorporaron contra nuestro país los fondos buitres de Nueva York.

Peor aún: para los países en desarrollo, un motor esencial del crecimiento económico necesario para salir de la pobreza es el aumento sostenido de las exportaciones. Pero si éstas se desalientan por el dólar barato, no hay desarrollo económico ni mejoramiento del nivel de vida popular. 

Pero además, cuando el dólar está barato, las tasas de interés en el mercado interno de capitales se tornan altísimas. Se trata de una conocida e inexorable ley de la economía política. Por ejemplo, en estos días las tasas de las Lelics del Banco Central rinden un interés del 59% anual y las PYMES pagan más del 80% de interés por el crédito bancario, todo ello contra una tasa de inflación prevista del 30%. A su vez, las altas tasas de interés reales desalientan la inversión, provocan quiebras de empresas y retroceso de nuestra economía. Consecuentemente, en el primer trimestre del año en curso, el PBI cayó en un 5,8% y la tasa de inversión en nuestro país no llegó al 15%, la más baja de América Latina. Y por ello también la desocupación superó el 10%.


Las enormes y frecuentes variaciones en el tipo de cambio real y en la tasa de interés real han transformado a la economía argentina en un casino. Al respecto es bueno recordar que Keynes afirmaba que lo peor que se puede hacer con la economía de un país es transformarla en un casino. Un casino es la economía argentina desde hace 70 años. Por esta razón no crecemos

Por el contrario, toda buena política de desarrollo económico debe mantener constante el tipo de cambio real a un nivel competitivo mediante la indexación del tipo de cambio con el índice de precios al consumidor. Por otra parte, la tasa de interés debe mantenerse baja en términos reales para alentar la inversión. La recomendación de indexar el tipo de cambio con el índice de precios al consumidor es especialmente válida para la Argentina, si pretendemos integrarla a Europa, a  América y al Asia, como añora el Presidente Macri. La indexación del tipo de cambio fue precisamente la gran recomendación de Bela Balassa para los países en desarrollo que sufrían procesos inflacionarios. Cabe recordar que este economista fue quizá el más importante experto en integración económica de finales del siglo XX.

Algunos temen que la indexación formal del tipo de cambio y de los ahorros que propiciamos acelere la inflación, pero se equivocan pues desde hace ya 70 años, la economía argentina está indexada, pero desordenada e irracionalmente. Milton Friedman, el reconocido premio Nobel, afirmaba que lo peor de la inflación es la distorsión de los precios relativos que ella provoca, pero que una inflación pareja y previsible es inocua. Sostenemos que el ataque a la inflación debe hacerse mediante el superávit fiscal y el aumento del ahorro privado, inducido precisamente por la indexación de los depósitos bancarios a plazo fijo en pesos. Nunca por la vía de retrasar el tipo de cambio.


Por el contrario, en nuestro país se puso de moda la falsa teoría que sostiene que el dólar barato mejora el nivel de vida de la población y permite ganar las elecciones. Esta trampa puede llevarse a cabo en el muy corto plazo con grandes riesgos y a costa de la fuga de capitales y del verdadero crecimiento de largo plazo. Desde 2007 a 2015 la ex Presidenta Cristina Kirchner ensayó esta falsa teoría con falsos índices, controles de cambio y cepos, y el casino fracasó.

Lamentablemente, el actual ministro de economía, Nicolás Dujovne, adoptó la misma falsa teoría como estrategia nacional, pero por la vía del endeudamiento externo, sin cepos. Su predilección por el endeudamiento puede apreciarse leyendo sus artículos periodísticos publicados en el diario La Nación, en 2016.

Lamentablemente, Dujovne embaucó al Presidente Macri con su falsa teoría. Al ponerla en práctica, el ministro, terminó agotando la capacidad de endeudamiento del país hacia abril de 2018. Luego consiguió el salvavidas del Fondo Monetario Internacional, prestamista de última instancia, con cuya ayuda logró sobrevaluar y estabilizar momentáneamente el tipo de cambio a 43 pesos por dólar, con tasas de interés por las nubes y más casino. La dificultad vendrá después, cuando haya que repagar toda esa deuda externa inútil e innecesaria


jueves, 10 de mayo de 2018

¿Qué dice la Constitución Nacional sobre deuda externa?... @dealgunamanera...

¿Qué dice la Constitución Nacional sobre deuda externa?

Congreso de la Nación Argentina. Fotografía: Cedoc

Nuestra ley fundamental le ha conferido al Congreso de la Nación la competencia necesaria para contraer y arreglar las cuestiones vinculadas a la deuda pública.

© Escrito por Guido Risso el jueves 10/05/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En primer lugar corresponde la siguiente aclaración, estas líneas pretenden un breve análisis del proceso de deuda externa estrictamente desde el punto de vista de la regulación del derecho constitucional. Es decir, veremos que dice la letra de la Constitución Nacional sobre deuda externa, a quien le asigna la competencia para contraerla y a quien le compete llevar adelante los respectivos arreglos y restructuraciones. 

La cuestión entonces, tal como ha sido planteada, presenta un aspecto fundamental y se refiere a detectar si existe o no en el texto constitucional un poder del Estado a quien se le haya asignado expresamente las facultades y competencias que estamos analizando. La respuesta es sí. La Constitución Nacional lo prevé desde el año 1853.  

Efectivamente, nuestra ley fundamental le ha conferido -y de forma expresa- al Congreso de la Nación la competencia necesaria para contraer y arreglar las cuestiones vinculadas a la deuda pública

Con esta primera conclusión, debemos introducirnos en la cuestión mediante el estudio del artículo 75, norma constitucional que establece y enumera una por una las distintas responsabilidades y funciones del Congreso de la Nación.  Por consiguiente, en su inciso 4º dispone que corresponde al  Congreso: “contraer empréstitos sobre el crédito de la Nación” y casi inmediatamente (específicamente en el inciso 7° del mismo artículo) agrega -para que no quede ninguna duda- que: corresponde al Congreso... “Arreglar el pago de la deuda interior y exterior de la Nación”. 

Ahora bien, esto no significa que los legisladores en grupo deban salir a gestionar los empréstitos sobre el crédito de la Nación, por tal razón es que debemos diferenciar el proceso administrativo de “gestionar” que le compete al Presidente de la Nación quien es: “el responsable político de la administración general del país” (art. 99 inc. 1° de la CN), de la atribución legislativa de “aprobar” la decisión de contraer ese crédito bajo las condiciones gestionadas. Esta intervención final del Congreso cierra el circuito constitucional.

Por último, es importante destacar que parte de la doctrina sostiene que la Constitución Nacional al regular estas competencias lo hace de tal forma que habilita su carácter compartido entre los diferentes poderes políticos, sin embargo -incluso admitiendo esta posición que de ningún modo debemos descartar pues su formulación y defensa es de máximo nivel académico- sería cuestionable excluir totalmente al Congreso de la Nación de aquellos temas vinculados a la deuda externa, pues como vimos, es el propio texto de la Constitución Nacional quien determina específicamente que es el Congreso el órgano a quien le incumbe contraer (inc 4°) y arreglar el pago (inc. 7°) de la deuda interior y exterior de la Nación.



miércoles, 19 de octubre de 2016

Estúpida y sensual xenophobia… @dealgunamanera...

Estúpida y sensual xenophobia…

Argentinos nacidos en Europa descansan de a quinientos por metro cuadrado en un palacio de arquitectura neorrenacentista previo a salir a trabajar la tierra de San Telmo.

Samuel nació en Caracas hace 28 años. Llegó a la Argentina por primera vez de vacaciones y se enamoró de Buenos Aires. Años después, harto de la situación de su país y viendo que estaba al borde de la pobreza teniendo un trabajo que en cualquier otro país le permitiría llevar una vida holgada, vendió lo último que le quedaba –su “carro”– que, por esas cosas de las diferentes cotizaciones del dólar, le alcanzó para pagarse dos pasajes. Llegó a Buenos Aires con su esposa de manera legal, por el aeropuerto de Ezeiza y con los papeles en la mano.

Tanto él como su esposa tienen dos títulos universitarios cada uno. Ella trabaja de mesera en un bar de Palermo por unos pocos pesos más la propina. Él atiende un kiosco de siete de la tarde a siete de la mañana del día siguiente. La semana pasada fui testigo del primer comentario despectivo que recibió cuando un señor muy bien vestido le recriminó que le quitara el trabajo a los argentinos. Como si algún argentino con dos títulos universitarios aceptara atender un kiosco doce horas por noche seis días a la semana. Como si hubieran echado a un ingeniero para darle el puesto.


La primera vez que me llamó la atención la inmigración fue a mediados de los años noventa, cuando a Buenos Aires empezaron a llegar oleadas de bolivianos. El motivo principal por el que les presté atención obedece al más sencillo principio del asombro: no cumplían con el parámetro de porteño medio. De rasgos aborígenes, vestidos con ropas de colores insoportablemente estridentes y las mujeres con sombreros. No hubieran pasado desapercibidos ni con niebla.

Hoy, en tiempos en los que muchos se preocupan humanitariamente por el conflicto sirio o porque nadie llora por los muertos del huracán de Haití –que con la guita que recibe después de cada desastre ya debería tener la infraestructura de Dubai– nos hacemos bien los boludos con la inmigración silenciosa del hambre venezolano. Rostros europeizados en su mayoría, salvo que se pongan a hablar, ni nos enteramos de que no son de acá. Pero si alguno se pone a charlar con ellos –y no para pedirles que se vuelvan a su país– puede encontrarse con una realidad tristísima: el éxodo de gente que vende lo poco que le queda para poder irse del país al que aman. No es un detalle menor, ya que esos que pueden irse son los afortunados.


Natalín usa un ambo verde en la guardia de una clínica privada céntrica. Sí, es médica. Charlando con ella uno puede sacarse todos los prejuicios de encima –si hay algo que nunca sobra en ningún país son médicos– y anoticiarse que no vino al país para estudiar, sólamente, sino que vino a cumplir con los años de residencia que necesita para poder ejercer la medicina en su país, Colombia. Le pagan en blanco, tributa ganancias, paga el 21% de IVA en cada compra, usa el transporte público, alquila. En Colombia tendría que pagar para ejercer la medicina hasta sumar los años necesarios en un sistema perverso. Aquí trabaja.


Lo de la xenofobia argentina debería ser un tema para tratar en terapia. A veces solapada por la culpa, otras oculta tras la corrección política, otras tantas a flor de piel cuando necesitamos culpar a alguien por lo que otro nos sacó, el desprecio selectivo a quien no es de acá, es un asunto que se cuela alguna vez en todas las familias. En todas. Entre mis ocho bisabuelos sumo tres nacionalidades distintas y ninguna es inca o querandí. Ni siquiera tengo una gota de sangre española como para reclamar derechos naturales y coloniales. Y a excepción del puñado de 100 apellidos patricios y los pocos aborígenes no mestizados que quedan en el territorio, el resto de los argentinos llegó o nació de los que llegaron tiempo después. Mucho tiempo después.

Uno de mis abuelos nació en un conventillo. Está claro que el poder adquisitivo de su padre no podría costear los tributos al Estado que pudieran justificar el uso del pupitre en un establecimiento educativo. Pero tuvo educación primaria, secundaria y terciaria. Su hermana se recibió de abogada en la UBA. Mi otro abuelo no pudo terminar sus estudios, pero la realidad de un país en el que nadie le preguntaba la nacionalidad antes de darle un empleo lo hizo salir adelante y brindarle educación a sus hijos. Nota al margen: ninguno de mis abuelos se salvó del “tano de mierda”.

Ya sé, me van a venir con que la sociedad era distinta porque un europeo encajaba de lo más lindo en este paraíso de mansiones de la calle Alvear. Por eso terminaron todos viviendo en casas levantadas como pudieron en terrenos en Loma del Orto y laburando de albañiles, zapateros, verduleros y otros oficios propios de la nobleza europea y fueron tratados como aristócratas con títulos nobiliarios como Moishe tacaño, Gaita ignorante y Tano bruto.


Un cacho de cultura tributaria. La educación pública en Argentina se financia con presupuesto estatal, en su mayor parte con recursos de libre disponibilidad. Esto quiere decir que se lo banca con impuestos en general, que no hay un producto o tributo específico que diga “mantenimiento educativo”. En una época lo hubo: en 1999 el Estado creó el “impuesto docente” mediante el cual los que tenían auto pagaban un tributo destinado, básicamente, a borrar la carpa blanca de la plaza de los Dos Congresos.

Al no existir un tributo directo, cualquier boludo que compra un alfajor, un champú, un dentífrico o una botella de gaseosa, está dejando poco más de un quinto de su precio en Impuesto al Valor Agregado. Y no es poca cosa: nuestro 21% es el sexto IVA más caro del mundo, sólo superado por los países nórdicos y Uruguay, donde tienen 22 puntos de IVA, pero son tantos los productos exentos que en la canasta mensual tiene menor impacto que el argentino.

La presión impositiva en nuestro país es insoportable. Lo sabemos y lo padecemos. Muchos ponen el grito en el cielo y ratifican su postura al saber que el impuesto inmobiliario también forma parte de la recaudación y eso es algo que se puede utilizar para financiar la educación pública. Relax, estimado lector: el inmigrante no es de residir en una alcantarilla, y, por lo general, el que viene a estudiar es de alquilar. Como todos saben, aunque la ley diga lo contrario, los que alquilan se hacen cargo de pagar los impuestos inmobiliarios y municipales.

A ello hay que sumarle que para poder mantenerse en la Argentina requieren de alguna de estas dos opciones: o reciben remesas de sus padres, que no es otra cosa que dinero contante y sonante que ingresa al país para circular en el comercio y terminar en buena parte recaudado por el Estado en impuestos, o trabajan. Y si laburan y no pagan el impuesto a las ganancias es porque cobran miseria. Para redondear, los que están en blanco pagan aportes patronales para una jubilación que, si se vuelven a sus países una vez finalizados sus estudios, no cobrarán never in the puta life.

Del otro lado de la misma moneda nos encontramos con el debate que algunos quieren dar también amparados en la falta de sentido común: el caso de los que provienen de familias pudientes y van a la universidad pública. Son los que el viernes a la noche estacionan el cero kilómetro en las inmediaciones de la facultad y faltan alguna que otra vez porque se fueron a pasar el fin de semana a Long Beach. Suponer que no se merecen la educación pública es, nuevamente, no entender que, si son los que más tienen, son los que más gastan y, por ende, los que más aportan al tesoro. ¿Por qué impedirles que utilicen una universidad que también financian?

Lo que sí es cierto es que muchos de los que ingresan a la universidad pública provienen de una educación primaria y secundaria privada. Estadísticamente, los que provienen de la educación pública son los menos y esto habla de distintas necesidades: el desastre del nivel educativo y la necesidad de salir a laburar full time picaban en punta hasta hace unos años. Hoy comparten el trono con las ganas de no hacer un choto.


Sí, es cierto que muchos avivados se aprovechan de las bondades de Argentina, pero no por nuestra legislación generosa que proviene de nuestra Constitución Nacional, sino por la falta de controles en la aplicación de la normativa. El ejemplo de los tours de salud que provienen de países limítrofes para atenderse en hospitales públicos con turnos que les sacan desde agencias de turismo, o los simpaticones que llegan al país, se toman un terrenito, y luego exigen que se los den o, en el mejor de los casos, se los vendan, que lo quieren pagar, como si estuviéramos en un universo paralelo en el que una propiedad se puede pagar en 550 mil cuotas de veinte pesos. Ni que hablar de los que cruzan el Pilcomayo, cobran el plan, votan y se vuelven a Paraguay. Solo un tuerto emocional puede cruzarse con un laburante o un estudiante extranjero y recriminarle la toma de terrenos o las chantadas clientelistas norteñas.

Ahora que está de moda revolearnos estadísticas por la cabeza, también hay que agregar que el 5,7% de todos los presos que tienen el sistema penitenciario argentino es extranjero. Como suena bajito, digámoslo al revés: el 94,3% de los presos de Argentina son argentinos. 94 personas y dos brazos de cada cien. Nueve personas y un torso de cada diez. O sea: en el único rubro en el que existen estadísticas reales para afirmar si nos sacan lugares de privilegio, es en el penitenciario. Y no, ahí les ganamos por paliza y nadie nos quita una celda para dársela a un foráneo.

Puedo entender otro tipo de soluciones que se podrían aplicar para paliar nuestra necesidad de culpar a otros por nuestros problemas, como arancelar la universidad para quien viene de afuera, o enviar el resumen de gastos hospitalarios a las respectivas embajadas de cada ciudadano del mundo, pero nuestra Constitución Nacional lo impide. Lo que sí es remarcable es que, todos aquellos que dicen que no se puede comparar esta inmigración que viene a utilizar nuestras universidades con las de nuestros abuelos, tienen razón: a nuestros abuelos el Estado les dio alojamiento, abrigo y comida, les buscó trabajo y les facilitó los trámites con ese temita del idioma. Ah, además les permitió usar la salud y la educación pública.

Nunca terminaré de entender esa cosa de recordar las raíces europeas de nuestros abuelos –que, si tan aceptados eran en sus países de origen, no tendrían que haberlo abandonado contándose las costillas del hambre–, mencionar nuestro pasaporte italiano/europeo en alguna que otra charla, y ratificarnos ultra nacionalistas para delirar a Brasil en un partido de fútbol o cada vez que aparece un tipo que habla con acento de telenovela y cuyo único pecado cometido es el de haber llegado después que nosotros.

Y todos nos hacemos los boludos con los destrozos de nuestros manifestantes vernáculos, de los robos, estafas y homicidios de nuestros compatrióticos compatriotas. Y mejor ni hablar de los problemas que generaron, generan y generarán nuestros políticos bien argentinos, en nombre de la Patria, ésa que nos ponemos al hombro cada cuatro años, siempre y cuando a la selección le vaya bien, o cuando vemos a una persona que habla el castellano con un acento extraño, sea venezolano, colombiano o correntino. Parte de nuestra idiosincrasia: si no se le entiende nada, lo vemos con otros ojos, aunque sea un mafioso ucraniano. Sólo por dar un ejemplo, desde 2013 ingresaron 25 mil ciudadanos italianos a la Argentina para probar suerte.

A diferencia de nuestros abuelos, vienen instruidos, con título y experiencia. Si no fueran físicamente idénticos al porteño promedio, serían el terror del nacionalista.

Supongo que está inexplicablemente en nuestra cultura. Vienen a quitarnos los trabajos que rechazamos, las camas de los hospitales que no usamos y los pupitres de las universidades de las que egresan sólo el 14% de quienes se inscribieron. Nadie saca cuentas de cuánto le cuesta al Estado cada estudiante crónico, ni mucho menos se hacen eco de la última encuesta universitaria de la UBA en la que el 84% de los alumnos se manifestaron a favor de un examen de ingreso.

Pero en definitiva, son detalles. Después de todo, con nuestra plata hacemos lo que queremos, qué carajos.

Martedì. “Patriotismo es tu convencimiento de que este país es superior a otros sólo porque tú naciste en él”. 

© Escrito por Lucca el martes 18/10/2016 y Publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.



domingo, 3 de enero de 2016

Stolbizer por Stolbizer… @dealgunamanera...

Stolbizer por Stolbizer…


Durante los últimos años y en especial durante la campaña electoral, me separaban de Cambiemos tantas cuestiones como también me habían identificado con ellos. Me separaba una visión del estado sin ideas. Me acercaba la defensa de la institucionalidad y el estado de derecho. Cuando ellos ganaron la elección, esperé ver plasmado en el nuevo gobierno, -compartiendo la esperanza de la mayoría de los argentinos-, una fuerte vocación y apego a la norma, sin riesgo de que se repitieran los atropellos que juntos habíamos denunciado durante el kirchnerismo.

© Escrito por Margarita Stolbizer el jueves 31/12/2015 y publicado en su Página en Facebook en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Con dureza y convicción he denunciado cada acción que violentaba la división e independencia de los poderes, o que implicaba un comportamiento fuera de la norma y de la ética.

Es por eso que, con ánimo de cooperación es que voy a seguir poniendo el mismo énfasis en la observación de los pasos equivocados, como en el aplauso de los que lo merezcan. Porque así se construye el diálogo y la confianza y así se afianza el nuevo gobierno, para no ser rehén de las prácticas extorsivas de los responsables de los desastres que vivimos (como acaba de ocurrir en la Provincia donde La Cámpora le ha puesto un freno a las necesidades presupuestarias de los bonaerenses con la sola intención de complicar la gestión de la Gobernadora Vidal).

Con esa intención manifesté mi crítica a los decretos para designar por comisión dos miembros a la Corte Suprema de Justicia. No fue casual que ninguno de los juristas más prestigiosos (que habían sido impulsores del cambio de gobierno) ni fueran consultados ni avalaran la medida. También dije que más allá de la discusión jurídica, había existido un enorme error político que abroqueló al FPV y les "permitió" decir: "ahora todos somos igualitos".

Acompaño designaciones, medidas, gestos, cambios en serio. Muchas de las decisiones del Presidente Macri me representan. En particular la medida anunciada ayer por el Ministro de Economía para poner fin al blanqueo de capitales, una de las vías más importantes para la instalación local de los carteles internacionales de la droga. Y un buen comienzo para implementar un plan de lucha contra el narcotráfico. 

Pero es necesario advertir que ninguna buena razón o explicación justifica violar la Constitución. No solamente los Decretos de Necesidad y Urgencia deben justificarse exactamente en esas dos pre-condiciones, sino que están absolutamente vedados por el art.99 inc.3 para ser utilizados en materia penal, tributaria, electoral y régimen de los partidos políticos. 

Cuando se habla de materia penal, esto comprende: el derecho penal de fondo, o sea el mismo código penal; la norma de forma, o sea el código procesal; y el aspecto ejecutivo, o sea la norma de ejecución de la pena. O sea, está absolutamente claro, que el DNU relacionado con el código procesal penal queda fuera de las atribuciones constitucionales del Presidente para usar este mecanismo excepcional.

Sería también muy importante que el Congreso discutiera las reformas a la ley reglamentaria de los DNUs, los decretos reglamentarios y los de promulgación parcial, para poner los límites que en conjunto quienes fuimos oposición reclamamos en los últimos 12 años de gobierno.

La gobernabilidad no es dar gestos de autoridad andando por la banquina. Al contrario, es adquirir la fortaleza necesaria con base en el diálogo y la cooperación, en el funcionamiento del sistema constitucional de derecho que nos rige, y en la atención prioritaria como garantía de la democracia, de los derechos humanos en plenitud.

Eso es lo que esperamos los argentinos: la existencia de una Justicia independiente que asegure derechos y marque los límites del poder, la puesta en marcha de la capacidad transformadora del estado para garantizar a todas las personas en condiciones de igualdad, sus posibilidades de desarrollo y felicidad.


Esos son, además, mis deseos para el año que se inicia.

¡
Muchas Gracias! ¡Muchas Felicidades!

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