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martes, 22 de noviembre de 2022

Hebe de Bonafini: del coraje con el que enfrentó a la dictadura al desatino y la violencia del final… @dealgunamaneraok...

 Hebe de Bonafini: del coraje con el que enfrentó a la dictadura al desatino y la violencia del final…

Hebe de Bonafini. Fotografías: (NA).

A los 93 años, murió la presidenta de Madres de Plaza de Mayo. Fue una mujer que despertó fervores y rechazos. Le llamaban “La Roca” por su terquedad, su obstinación, su intransigencia, su franqueza, su lenguaje llano y brutal. Con ella muere parte de una época y de un estilo político que marcó en cierto modo la vida del país.

© Escrito por Alberto Amato el domingo 20/11/2022 y publicado por el Diario Digital Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

 

A los 93 años Hebe Pastor de Bonafini, titular de Madres de Plaza de Mayo, el organismo que le plantó cara a la última dictadura militar en pleno terrorismo de Estado, en 1977, y que reveló años más tarde los horrores del “proceso”; la asociación que le dio entidad internacional y valor de lenguaje cotidiano a una nueva y trágica figura del violento mundo político argentino, la del “desaparecido”; el grupo de mujeres que, con un pañuelo blanco en la cabeza, impidió en 1983 una retirada decorosa y sin estridencias del poder militar, que había dictado una ley de autoamnistía para ocultar y alejar de todo proceso judicial a sus miles de asesinatos.

 

Fue una mujer que despertó fervores y rechazos. Le llamaban “La Roca” por su terquedad, su obstinación, su intransigencia, sus desplantes, su franqueza, su lenguaje llano y brutal, sus arranques que la colocaban siempre al borde de la perturbación. Vivió una tragedia personal inmensa, la desaparición de sus dos hijos y la de su nuera, a manos de los centuriones de la dictadura; y convirtió ese dolor privado en un dolor colectivo, le dio a su drama y al del resto de las madres, una dimensión social como nunca antes tuvo un drama en la Argentina. 




La ronda de los jueves de las Madres de Plaza de Mayo (AGN).

 

Bonafini hizo incluso algo más: por propia decisión, y sin muchos más fundamentos que los que le dictaba su tragedia personal, quitó toda autoridad moral a los gobiernos democráticos del país en los últimos treinta años hasta que, seducida por el ex presidente Néstor Kirchner, adhirió a su gobierno con la furia de los conversos, mientras se ponía al frente del programa “Sueños compartidos”, un plan de viviendas que manejó al menos mil doscientos millones de pesos y por el que terminó acusada de corrupción y envuelta en un escándalo cuya investigación y aristas judiciales está aún en manos de la justicia federal.

Fue en estos últimos años en los que su figura perdió prestigio internacional y adhesión popular en el país. Coincidió también con sus exabruptos más violentos por los que llegó a valorizar la tremenda lucha armada de los años 70, a incitar a los adolescentes a “la rebeldía y al combate”, a celebrar el atentado contra las Torres Gemelas que dejó más de tres mil muertos, a ensalzar la guerrilla vasca ETA, la del mexicano Ejército Zapatista y la de las FARC de Colombia, a organizar un juicio popular a la prensa, a calificar de “turros” a los jueces de la Corte y a amenazar con tomar el Palacio de Justicia y a denigrar la elección del cardenal Bergoglio como Papa para luego, en coincidencia con el giro del Gobierno, enviarle una elogiosa carta personal en julio de 2013 y visitarlo para rogar su perdón en mayo de 2016.

 

Jorge y Raúl, los hijos desaparecidos de Hebe de Bonafini.

 

Impulsó, a su modo, la instauración de un estado revolucionario que sabía imposible, que borrara para siempre el sistema y las leyes que le daban cobijo a su prédica, a la organización que presidía y, con el kirchnerismo, a su propia cuota de poder personal. Encarnó también otro imposible: proyectó, proclamó y pretendió representar lo que, pensó, sería hoy la lógica y las ideas de sus hijos asesinados y las del resto de los “desaparecidos”.

 

Bonafini nació en Ensenada, en el barrio El Dique, el 4 de diciembre de 1928. Hija de un español planchador de sombreros y de una argentina ama de casa, creció en un hogar humilde del que habló siempre con inocultable orgullo. Casi sin educación formal más allá de la primaria, se ganó la vida desde muy joven confeccionando ponchos y otras prendas en unos telares que, solía decir, le hicieron conformar una especie de cooperativa junto a otras mujeres tejedoras. Muy joven también, a los 14 años, se puso de novia con Humberto Bonafini, que tenía 17 y sería su esposo durante treinta y tres años. Se casaron, después de seis años de noviazgo, el 12 de diciembre de 1949 en la iglesia San Francisco de La Plata, tuvieron tres hijos, Jorge, Raúl y Alejandra, y fueron un arquetipo del modelo del primer peronismo: ascenso social y económico de los sectores más humildes, posibilidad de ahorro y de compra de la casa propia, hijos en la universidad, con llegada a un nivel educativo que le había sido negado a sus padres.


Hebe de Bonafini en una marcha contra la Ley de Obediencia Debida del gobierno de Raúl Alfonsín (Télam).
 

Ya convertida en Hebe, la luchadora por los derechos humanos, Bonafini repetía que hubiese sido para siempre “Quica” Pastor, un ama de casa común, de no mediar la desaparición de sus hijos y de su nuera. Jorge Bonafini, un estudiante de física de 26 años, fue secuestrado el 8 de febrero de 1977. Durante semanas, su madre recorrió comisarías y cuarteles con algo de comida y una muda de ropa, sin imaginar la verdad, de la que supo luego en contacto con otras madres. El 30 de abril de 1977, ese todavía pequeño grupo de apenas catorce mujeres, con su fundadora Azucena Villaflor de De Vincenti a la cabeza, hizo su primera ronda en la Plaza de Mayo. Se juntaban porque querían que las recibiera el dictador Jorge Videla y como la policía las obligaba a “circular”, regía el estado de sitio, empezaron a dar vueltas alrededor de la Pirámide. Una semana después, Bonafini se unió a ellas. Marchaban los viernes hasta que una madre sugirió que ese era “día de brujas”. Y eligieron los jueves.

 


Hebe de Bonafini en uno de sus enérgicos discursos. Fotografía: (NA) Daniel Vides.

 

El 6 de diciembre de ese año, fue secuestrado su otro hijo varón, Raúl, estudiante de Ciencias Naturales de 24 años. Dos días después, un comando de la Armada secuestró a un grupo de madres en la Iglesia de la Santa Cruz y a dos religiosas francesas, Alice Domon y Leonie Duquet, y dos días después, en Avellaneda, fue arrebatada Azucena Villaflor: todas fueron asesinadas en la Escuela de Mecánica de la Armada.


Bonafini se convirtió entonces en titular de las Madres, que todavía no tenía entidad de asociación. Su carácter y su decisión la hicieron líder y le imprimieron su impronta a aquel puñado de mujeres desesperadas que, durante el Mundial 78, revelaron a la prensa extranjera parte de los horrores de la dictadura. Un mes antes del torneo, había sido secuestrada María Elena Bugnone, la mujer de su hijo Jorge. Poco a poco, las madres dejaron de ser “viejas locas”, como las había definido el poder militar; el nombre de la agrupación empezó a escribirse con mayúscula; los pañuelos blancos en la cabeza, que primero fueron pañales en una marcha a Luján en 1978, se convirtieron en un símbolo de la resistencia, y la asociación, con fuerte apoyo popular, pasó a ser cuestionadora del poder militar y, de alguna manera, su incómoda y pertinaz conciencia.

 



El expresidente Néstor Kirchner junto a la titular de Madres de Plaza de Mayo Hebe de Bonafini. Al santacruceño lo miraba de reojo al principio de su mandato, pero luego fue una firme aliada (NA).

 

Ya en democracia y bajo la mano férrea de Bonafini, las Madres se opusieron a dar testimonio ante la CONADEP, cuestionaron la política de derechos humanos del gobierno de Raúl Alfonsín y sus leyes de Punto Final y de Obediencia Debida, no aceptaron ninguna reparación económica estipulada por la Ley 24.411, rechazaron la instauración de la figura del “detenido desaparecido” que fijaba otra ley, la 24.231, reclamaron la aparición con vida de quienes sabían asesinados y renunciaron a recobrar sus cuerpos y darles sepultura.

Esa postura afectó también a otros organismos de derechos humanos y llevó a la división de Madres: en 1986 nació Madres Línea Fundadora que llegó a cuestionar la “falta de democracia interna y el autoritarismo” de Bonafini en el manejo de la Asociación, que se prolongó durante más de tres décadas.

Con Cristina Fernández de Kirchner en la sede de Madres de Plaza de Mayo (NA).

 

En 2006, la política de derechos humanos de Néstor Kirchner, su decisión de derogar las leyes del perdón dictadas por Alfonsín, la reanudación de los juicios a los represores de los años 70, la instalación del Museo de la Memoria en la ex ESMA y el devenir de antiguos guerrilleros en funcionarios y legisladores, hizo que Bonafini expresara: “Ya no tenemos un enemigo en la Rosada”.

Ese año, Madres y Abuelas dejaron de celebrar la anual “Marcha de la Resistencia”, que nucleaba a miles de personas a lo largo de veinticuatro horas. Las altas torres que Bonafini alzó en 1977 fueron en cierto modo desmanteladas: “Estamos viejas”, dijo a modo de justificación. Su fervor resistente se trasladó a una defensa a ultranza del gobierno de Néstor Kirchner primero y de Cristina Fernández después, fervor del que quedaron como testimonio frases ya célebres con el sello inconfundible de su creadora, los millones de pesos del programa Sueños Compartidos, hasta que el Gobierno decidió quitar a las Madres su manejo en julio de 2011, y el decreto de junio de 2010 firmado por la Presidente que “autoriza la creación” de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, un proyecto que ya tenía diez años de vigencia y del que terminó haciéndose cargo el Estado.


 

Con el presidente Alberto Fernández pasó de un tibio amor a enfrentarlo (@alferdez).

 

En 2012, apoyó en forma abierta el ascenso a teniente general de César Milani, un militar cuestionado por los organismos de derechos humanos por su actuación durante la dictadura, cuando era un joven oficial. Bonafini reporteó a Milani para la revista “Ni un paso atrás”, de las Madres de Plaza de Mayo y desechó las críticas de sus pares, que la cuestionaron, con una frase terrible que hacía referencia al cobro de las indemnizaciones por los desaparecidos: “Ellas vendieron la sangre de sus hijos”. En esa entrevista llegó a sugerir lo impensado en otros tiempos: que el Ejército actuara en las villas miseria de Capital y de Gran Buenos Aires.

 


Sergio Schoklender fue su impensado socio en la Fundación Madres de Plaza de Mayo y en el escándalo de Sueños compartidos (Foto NA).

 

La entrevista, un tanto naif, al luego jefe del Ejército, fue el sello aprobatorio de Bonafini y de su entidad al ascenso de Milani. No fue, como podría haberse pensado, un intento de reconciliación de las Madres con parte de las Fuerzas Armadas, sino un deseo personal de Bonafini de seguir los dictados de la Presidente. Con el punto final al reportaje, el amplio arco moral que Bonafini exhibió a lo largo de su vida, quedó cerrado. Milani terminó por pedir el retiro del Ejército en junio de 2015, cercado por las denuncias por violación a los derechos humanos.



Con Estela de Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo, tuvo fuertes cruces (NA). 

 

Fue también una feroz opositora al gobierno de Mauricio Macri a quien hizo blanco de sus críticas más furiosas e insultantes. Fue la asunción de Macri a la presidencia, en diciembre de 2015, que Bonafini vivió como una derrota personal, la que la despojó de los últimos vestigios de sensatez y de prudencia. En discursos y declaraciones cegados por la furia, llegó al insulto personal, a la afrenta pública, a proponer incluso el derrocamiento de Macri por cualquier medio. En el final de su vida, aquella luchadora contra los golpes de Estado, tornó a impulsarlos.

En mayo de 2016 visitó al Papa Francisco, contra quien había lanzado también una larga ristra de acusaciones e insultos en 2013, cuando el cardenal Bergoglio fue electo pontífice. El giro de Bonafini hacia la figura del Papa coincidió con la idéntica voltereta del entonces gobierno de Cristina Kirchner y se vistió luego con el traje de la devoción personal. Tras el abrazo en Roma con el Papa, y con la misma laxitud moral con la que cerró el círculo con Milani, Bonafini admitió: “Con Francisco nos equivocamos como nos equivocamos con Néstor”, por Kirchner. Es de suponer que el Papa juzgó conveniente creerle.


Con un muñeco de Mauricio Macri, al que llamó a derrocar cuando era presidente.

 

En marzo de 2017, un día antes del 41 aniversario del golpe de Estado de 1976, Bonafini selló el destino de Madres de Plaza de Mayo y, en gran medida del prestigio internacional del que gozaba la entidad: “Somos –dijo– una organización política y nuestro partido es el kirchnerismo”. Si al kirchnerismo se le critica el uso político de los derechos humanos, no lo es menos el paso a la política partidaria de aquella agrupación emblemática de esos mismos derechos. En ese mismo acto criticó a Estela de Carlotto por firmar un acuerdo con la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, a quien calificó de “asesina”.

 

Ese mismo año, en medio de una polémica entre las autoridades nacionales, provinciales y porteñas encargadas de la seguridad, que debatían el uso de pistolas Taser, propuso que se probara la efectividad de esas armas eléctricas, destinadas a paralizar en forma momentánea a los delincuentes, en la hija del entonces presidente Macri, de seis años, o en los hijos de la gobernadora de Buenos Aires.

 


Su entrevista a César Milani marcó un quiebre: Las Madres de Plaza de Mayo pasaron de ser una organización de Derechos Humanos para convertirse en parte del kirchnerismo, lo que ella admitió.

 

El regreso del peronismo al poder en 2019 volvió a darle alas que resultaron de vuelo muy corto: se decepcionó enseguida del presidente Alberto Fernández, lo vituperó con diferentes tonos y maneras, afirmó que el presidente tenía nada que ver con el kirchnerismo, le criticó ir a “canales de mierda” por alguna de las presentaciones televisivas del Presidente, le exigió: “Hable lo menos posible porque cuando lo hace es una desilusión”, convocó a una pueblada destinada a evitar una eventual condena de Cristina Fernández en alguna de sus causas judiciales, expuso sus deseos de “trompear” al entonces ministro de Economía, Martín Guzmán, insultó a toda la oposición, convocó a una marcha, otra más, contra los jueces de la Corte, “Tenemos que ser muchos, que se note y que les duela que les moleste”, llamó a un paro general contra el gobierno kirchnerista en protesta contra la inflación y mantuvo inquebrantable su adhesión con la vicepresidente Cristina Fernández.

 

Con el Papa Francisco en 2016.

 

Contradictoria, extravagante, polémica, admirada y detestada casi por igual, absurda a veces, osada siempre, con Hebe Bonafini muere parte de una época y de un estilo políticos que marcó en cierto modo la vida del país. Si en los últimos años lo hizo a través del desatino y de la violencia, que fueron siempre su sello distintivo, en aquellos duros años de la dictadura Bonafini enfrentó al terror sin más armas que su ingenuidad y su coraje.

 

Tal vez sea esa la imagen que de ella atesore la historia.



   

sábado, 30 de noviembre de 2019

Caso Ledo: absolvieron al exjefe del Ejército, César Milani... @dealgunamanera...

Caso Ledo: absolvieron al exjefe del Ejército, César Milani, por la desaparición del soldado…

César Milani. Fotografía: Diario Perfil.

Estaba imputado por la desaparición del soldado Alberto Ledo. Esteban Sanguinetti, el oficial superior a Milani en Tucumán en 1976, fue condenado a 14 años de prisión.

© Publicado el viernes 29/11/2019 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


El exjefe del Ejército Argentino, César Milani, fue absuelto este viernes por el Tribunal Oral Federal (TOF) de Tucumán, en el juicio en el que se lo investigaba por la desaparición del soldado Alberto Ledo en 1976.

El Tribunal, en tanto, condenó a 14 años de prisión a Esteban Sanguinetti, el oficial superior a Milani en Tucumán en 1976, cuando ocurrió el hecho. Tras conocerse la sentencia, Milani se retiró el edificio sin realizar declaraciones.

Horas antes, el militar habló ante el tribunal y aseguró que las acusaciones en su contra son “falsas”. "Voy a utilizar mis últimas palabras para expresar mi firme convicción de que tanto aquí como en el juicio realizado en La Rioja, ambos basados en acusaciones falsas, más que hacerme un daño a mí se le ha infligido un castigo al Ejército Argentino, privándolo de la posibilidad de una reconciliación definitiva con el pueblo", afirmó ante los jueces.


Milani sostuvo también que "esta causa es producto de una campaña política, mediática y judicial inédita contra un ex jefe del Ejército".

Milani, ex jefe del Ejército del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, fue acusado de falsear un acta sobre la presunta "deserción" y encubrimiento de la desaparición de Ledo, por lo que tanto las querellas como la fiscalía solicitaron para el imputado la pena de 6 años de prisión, al Tribunal Oral de Tucumán.


En tanto a Sanguinetti se lo acusó directamente por la responsabilidad de la desaparición del soldado. Sanguinetti tenía a cargo el Batallón de Ingenieros de Construcción 141 de La Rioja, donde revistaba el conscripto, mientras que Milani era subteniente de ese cuerpo.

Ledo nació en La Rioja, era estudiante de la carrera de Historia y militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). A los 20 años, el joven ingresó como soldado al Batallón 141 de La Rioja y luego -en el marco del Operativo Independencia contra la guerrilla- fue trasladado a un campamento de la ciudad de Monteros, en Tucumán, donde fue visto por última vez el 17 de junio de 1976.

El soldado había sido asignado para desempeñar tareas civiles, como reparación y construcción de rutas y caminos.

MS/



sábado, 10 de agosto de 2019

Sobre la absolución del represor Milani. Lugares de los que no se vuelven... @dealgunamanera...

Lugares de los que no se vuelven...


Alfredo Astiz apenas si era un muchachito de 23 años cuando se infiltró en las madres y acompañó a los integrantes de derechos humanos a los que luego señalaría para su posterior desaparición. Y a nadie sorprendió que el bien apodado “ángel de la muerte” fuera joven para ser un miembro más del aparato represivo del estado de la última dictadura militar y genocida. Se dieron por válidos los testimonios de los sobrevivientes. La edad del genocida no fue un argumento para invalidarlos.

© Escrito por Estelita Pe el sábado 10/08/2019 y publicado en Facebook Revista Libertá de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En todas las causas de lesa humanidad han sido cruciales los testimonios de los sobrevivientes. Décadas llevó que fueran escuchados, décadas de lucha y denuncias no sólo de las Madres de Plaza de Mayo, sino de cientos de ex presos políticos, familiares y compañeros que VIERON y PADECIERON in situ las torturas y ajusticiamientos, las apropiaciones de los hijos y las desapariciones de personas.

Cada megacausa contó con esos valiosos testimonios con los cuales pudimos reconstruir la barbarie de los centros clandestinos de detención y exterminio, como la ESMA y La Perla, sólo por nombrar algunas de las causas más resonantes.

Cientos de esos testigos fueron y son peronistas -como miles de los 30.000 también lo eran- y cuya memoria y perseverancia en las denuncias fueron imprescindibles para las condenas a los genocidas. Reconocerlo es un acto de grandeza, como reconocer los testimonios de aquéllos que no eran peronistas. Todos sumaron a mantener viva no sólo la memoria, sino vivos a cada compañero y compañera que vieron en las cárceles clandestinas, en las mesas de tortura, en los partos de los niños que serían apropiados, en los centros de detención ocultos a una sociedad primero anestesiada y negadora y luego espantada cuando “descubrió” la barbarie. Gracias a todos ellos hoy hay condenas a los torturadores, desaparecedores, asesinos de lesa humanidad.

Graciela Calvo de Laborde dedicó su vida entera, hasta su último suspiro, a llevar a cabo su promesa de denunciar, señalar y luchar en pos de revelar cada detalle de lo que padeció y vivió, de que cada desaparecido cobrara vida con nombre y apellido y se supiera, a través de su boca, el triste destino de cada uno. Julio López conservó durante años sus apuntes para denunciar a Etchecolaz y su banda de asesinos y le costó la vida, una segunda desaparición que todavía no ha sido esclarecida, sucedida en plena “democracia”. Como ellos, aún hay sobrevivientes que caminan los pasillos de diferentes tribunales, aportando datos y testimonios, haciendo gala de una memoria inclaudicable que ha servido para condenar a unos cuántos genocidas. También los ex presos políticos testimoniaron en causas contra los responsables de tortura y desapariciones en las cárceles federales, como la de la U9 de La Plata, donde asesinaron a Dardo Cabo, Rufino Pirles, Angel Giorgadis y Horacio Rapaport, y también desaparecieron a Gonzalo Carranza, Jorge Petiggiani, Guillermo Segali y decenas de familiares que los visitaban en las cárceles. Todo ha sido reconstruido gracias a esos testimonios de los sobrevivientes de las prisiones de la dictadura.

Aducir que Milani era joven para ser parte de la maquinaria de muerte es, como mínimo, una falacia, y como máximo, una canallada sin nombre, indigna de quienes reproducen tamaña mentira. Decir que un tenientito de INTELIGENCIA “no sabía nada” de lo que sucedía en cada lugar donde estuvo es otra falacia basada en la ignorancia de cuál era el papel que cada integrante cumplía en “inteligencia”, cocina donde se hervían a fuego lento las listas de los señalados para asesinar y cuyos cadáveres pueblan decenas de fosas comunes y tumbas desconocidas donde yacen sus restos esperando que alguna vez llegue la “justicia”.

Como resultado de la absolución del genocida Milani decenas de sátrapas pretenden tapar el sol con un dedo. Son los que piensan que la proximidad del domingo electoral hace imprescindible continuar con el mismo ocultamiento que llevó a cabo la dictadura. Eso los iguala con los genocidas. Ya no existe la anestesia de los años de plomo, ya nadie puede aducir que no sabía. Ninguno puede sostener de manera creíble que un asesino es un “compañero” para salvar las papas de las elecciones. Y, lo más sorprendente es que, lejos de salvarlas, las queman a fuego fuerte, tan sólo en unas horas en que sin el menor empacho pueden señalar a una mujer impecable como es Nora Cortiña, la madre que está, como el sol, en cada lucha popular, la que no confunde amigos con enemigos, la que no se saca fotos con genocidas ni se presta para ningún ocultamiento posible, la que nunca entró en la corrupción con el dinero del estado, la que no se dejó cooptar por ningún gobierno.

Es otra barbaridad justificar un fallo canalla dejando en soledad a la familia Olivera, darle la espalda, prácticamente decir que se joda porque no tiene pruebas e inaugurar que, por primera vez, los testimonios de los sobrevivientes se transformen en NADA. Romper con la práctica de validar los testimonios de las víctimas es uno de los pasos imprescindibles para una “reconciliación” arrancada con fórceps a una sociedad que no perdona ni perdonará jamás el genocidio. Sostener la invalidez de su testimonio no sólo deja sola a esa familia y abre la puerta para la reconciliación, sino que deja abierta la posibilidad de que todos los futuros testimonios de causas en curso sean invalidados con el mismo argumento.

Pretender que ocultando la responsabilidad de Milani detrás de un fallo amañado y parcial lo redime y lava la sangre de nuestros compañeros con las que empapó sus manos es otra estupidez que espanta, inclusive, a muchos que este domingo pensaban votarlos. Vivar la absolución como un logro político en manos de jueces “compañeros” los deja desnudos y quemados al rojo vivo. Los que apañaron a Milani solitos se metieron en un callejón sin salida: si lo condenaban, perderían votos; si lo absolvían, también, porque siembran la desconfianza y el desencanto en una sociedad ya desconfiada y desencantada, aplastada por la crisis económica y por cada medida de este gobierno avalada en las cámaras por muchos miembros de la oposición que hoy se postulan como supuesta alternativa. Varios de los que levantaron las manos y votaron a favor cada pisotón oficial sobre nuestras vidas hoy se postulan como una opción diferente, creyendo que todos adquirimos una amnesia repentina.

Mala opción vivar la absolución de Milani. Mala opción, poco inteligente y oportunista si se piensa en los votos del domingo electoral.

Afortunadamente no son todos los que optan por posiciones tan reñidas con la búsqueda de verdadera justicia que condene a mentores, torturadores y asesinos de nuestros compañeros. Vaya mi respeto profundo y agradecido hacia ellos.

Los nuestros, todos y sin excepciones, los 30.000 ya no están para dar sus testimonios, no pueden decir “a mí me torturó Fulano, a mí me asesinó Mengano, a mí me señaló Perengano”. No pueden señalar a Milani para que se haga justicia en su nombre. Pero nosotros sí podemos hacerlo, mantener la tradición de creerles a nuestros sobrevivientes, recordar a mujeres como Adriana y hombres como Julio con su coherencia hasta el final, cueste lo que cueste.

Hay otra grieta en esta sociedad: entre los que jamás dejaremos pasar a ningún genocida y los que optan o por el silencio cómplice o por el apoyo expreso a los genocidas. 

Y, de pretender embarrar a una Madre de Plaza de Mayo como Nora Cortiñas, NO SE VUELVE. Ella es una COMPAÑERA. MILANI NO. MILANI ES UN GENOCIDA.

¡Livertá!

domingo, 29 de julio de 2018

Con las botas puestas… @dealgunamanera...

Con las botas puestas… 

Paso redoblado. Dibujo: Pablo Temes.

El Presidente quiere otro rol para las FF.AA. y el piquetero K repite su rol habitual. Timbreo y más.

Escrito por Nelson Castro el domingo 29/07/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El Gobierno ha decidido salir a retomar la iniciativa política, atributo que perdió hace tres meses. La llamada “tormenta” lo ha dejado arrebatado por el viento.

Por si alguien se deja llevar o se enamora del eufemismo meteorológico: la “tormenta” significa devaluación, inflación, caída de la actividad económica, caída de las expectativas positivas y aumento de la pobreza. Tanto el Presidente como su ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, quedaron satisfechos con las muestras de apoyo que lograron de parte de los ministros de Economía de los países del G20 que se reunieron en Buenos Aires el fin de semana pasado. Sin embargo, de la lectura fina de lo que allí pasó y se dijo en relación a la Argentina –que lejos estuvo de ser el centro de las preocupaciones de los asistentes al cónclave– se desprende la demanda de rigurosidad por parte del Gobierno en el cumplimiento de las metas acordadas con el Fondo Monetario Internacional.

Palabra de fondo. Lo dijo Christine Lagarde en la conferencia de prensa que compartió con Dujovne: “La Argentina debe cumplir las metas acordadas con el Fondo”, expresó la directora gerente,  quien sobrelleva una condena por negligencia en el “affaire Tapis”, un caso de corrupción que aún hoy causa impacto en Francia.

Bien leídas, las expresiones de Lagarde pusieron en blanco sobre negro las asignaturas pendientes de la actual gestión: “esperamos que el año que viene mejore la economía”; “esperamos que baje la inflación”; “esperamos que baje el déficit fiscal”.

Es decir, el Gobierno está sometido a un examen cuya aprobación no será fácil. Por lo demás, Macri ha tenido durante la reunión una sobreactuación poco conducente. Es norma que los presidentes no hablen en ninguna de las sesiones porque para ello están las correspondientes a los jefes de Estado. Para los asistentes, escucharlo al Presidente fue un agregado más de una agenda que a muchos los perturbó porque les impidió asistir a la representación de Tristán e Isolda, la ópera de Wagner que con dirección del maestro Daniel Baremboin se representaba esa tarde en el Teatro Colón.

El lunes, Macri sorprendió con el anuncio sobre las nuevas atribuciones que se planean para las Fuerzas Armadas. No resulta claro por qué el Presidente decidió meterse en este berenjenal. No porque el espinoso tema concerniente al quehacer y al qué hacer de las Fuerzas Armadas no lo amerite sino porque, siendo una deuda de la dirigencia política argentina desde 1983 hasta aquí, no parece que lo expuesto en la alocución presidencial sea, si no lo mejor, al menos viable.

En el discurso se aludió a un accionar de los efectivos para cuyo despliegue hace falta un nivel de equipamiento que no solo hoy no se tiene sino –y esto es lo malo– que no sabe cuándo se tendrá. Por otra parte, la idea de involucrar a las FF.AA. en la lucha contra el narcotráfico debe analizarse con mucho cuidado. En ese sentido, la experiencia de México ha sido nefasta. Paralelamente, la opinión y el sentimiento de los integrantes de cada una de las fuerzas son prácticamente unánime en su rechazo a estas tareas. “Nos preparamos para defender a la Patria contra un agresor externo que ponga en riesgo nuestra soberanía, no para ser auxiliares de fuerzas policiales”, se escucha habitualmente en los ámbitos castrenses.

El mensaje de Macri, además, permitió abrir la puerta de la duda respecto de si las Fuerzas Armadas actuarán o no en tareas que conciernen a la seguridad interior. Y eso bastó para movilizar a la oposición. En ese universo están los que desde siempre han protestado cada vez que algún hecho trajo reminiscencias de la brutal represión desplegada por la última y sangrienta dictadura militar. Conviven ahí los diferentes partidos y las agrupaciones de izquierda, organizaciones sindicales, sociales y de Derechos Humanos. A ellos les asiste la legitimidad de la coherencia.

No es el caso, en cambio, del kirchnerismo siempre dispuesto a subirse a cualquier colectivo que les sea útil para exhibir su oposición al actual Gobierno. Allí aflora en forma diáfana la contradicción K: nadie puede olvidar que Cristina Fernández de Kirchner nombró como jefe del Estado Mayor del Ejército al teniente general César Milani, hoy preso por cargos de secuestro, tortura y desaparición de personas. Eso no es todo. Junto con las sospechas de enriquecimiento ilícito, pesan sobre él las de haber montado un aparato financiado con cientos de millones de pesos destinado a tareas de inteligencia interior. Que el kirchnerismo proteste ahora habiendo hecho lo que hizo con Milani, es una muestra de lo que es su esencia: la contradicción permanente.

Aporte intolerante. Consciente de su caída en las encuestas, María Eugenia Vidal salió este fin de semana a timbrear. “Tenemos que dar la cara”, dijo la gobernadora cada vez más afectada por el impacto negativo que sobre su figura viene produciendo el ajuste económico y las denuncias de aportantes truchos en el financiamiento de su última campaña electoral. El enojo mayor es contra “el fuego amigo”. De la oposición se ha verificado una clara ofensiva de Unidad Ciudadana que es comandada directamente por  CFK. Pero el problema principal lo tiene Vidal adentro. Ella quiere saber quiénes son los que, desde adentro del partido, urdieron esta metodología que representa una clara maniobra de lavado de dinero. Las sospechas de muchos de su entorno llevan a personajes de cercanía con el Presidente. A algunos de ellos ya los denunció, por otras causas, la diputada Elisa Carrió.

Los dichos brutales de Luis D’Elía –“A Macri habría que fusilarlo en la Plaza de Mayo”– no pueden pasarse por alto. Quien dice algo así se autodescalifica. Por lo demás, nadie puede sorprenderse por los dichos de alguien que ha hecho de la violencia un modus operandi de su accionar supuestamente político.

Lo que inquieta, en cambio, es el silencio del kirchnerismo, excepción hecha al momento de escribir esta columna, de Diana Conti. A Macri le corresponderá, en todo caso, el juicio de la Justicia. Y cuando deje la Presidencia, causas hoy dormidas lo tendrán seguramente como concurrente a los Tribunales de Comodoro Py. Esa es la norma en una sociedad democrática. Los fusilamientos son su antítesis de consecuencias nefastas. Y, para corroborarlo, están  los muchos fusilamientos ocurridos a lo largo de la historia política argentina. Todos fueron germen del odio y del revanchismo: fuente de Justicia, en cambio, ninguno.

Producción periodística: Lucía Di Carlo.



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