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domingo, 26 de agosto de 2018

Rumores de cambio… @dealgunamanera...

Rumores de cambio…


Sin resultados y con elecciones a la vista, prevén retoques y hasta hablan de Lavagna.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 26/08/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Enojo. Furia. Esas son las palabras que reflejan lo que se vio y escuchó a lo largo de la exposición –con sus tonos y sus caras– de Cristina Fernández de Kirchner el miércoles pasado en el Congreso. Fue un crescendo –vehemente y desordenado– que hizo recordar sus Aló Presidenta por la cadena nacional de radio y televisión. Habló, como lo hacía –y hace– siempre: exponiendo su “verdad” que siempre es extremadamente parcial. En esa “verdad” suya todo lo que ella hace es perfecto y los errores son siempre –absolutamente siempre– de los otros. Veamos.

El decreto del año 2010, por el que el empresario Romero dijo haber pagado 600 mil dólares, fue firmado por ella luego de pasar por todos los pasos que requieren los procedimientos de la administración pública. Tuvo que ser el senador Miguel Ángel Pichetto quien le recordara que, durante el kirchnerato, los proyectos de ley que enviaba el Poder Ejecutivo se debían aprobar a libro cerrado. Su discurso de fuerte tono político fue producto de su debilidad frente a la investigación judicial. “¿Creen que los arrepentidos dicen la verdad?”, se preguntó para responderse a sí misma que no.

¿Qué lógica tendría que quienes son inocentes se declararan culpables de delitos que les acarrearán penas y deshonra que se proyectarán a su descendencia?

Confesión muda.

Presa del desenfreno, no advirtió que terminó aceptando que las coimas en la obra pública ocurrieron en su gobierno. “¿Creen que la patria contratista empezó en 2003 y se produjo esa reunión, como cuenta un empresario que lo llamó un ministro para decirle lo que tenía que hacer? ¿En serio lo creen? Estamos en la República Argentina que preside Mauricio Macri, el hijo de Franco, el primo hermano de Ángelo Calcaterra, el hermano del alma de Nicky Caputo”, dijo CFK. No dijo que la patria contratista terminó en su gobierno. No dijo que Calcaterra se había asociado con Báez y que era invitado a sus Aló Presidenta. Y tampoco dijo que Franco Macri fue el empresario que, con su anuencia, manejó durante su gobierno la relación comercial con China.

En ningún momento CFK mencionó a José Francisco López ni a Claudio Uberti, ex funcionarios que confesaron su participación y culpabilidad en la trama de corrupción que la compromete.

Tampoco habló de la valija de Antonini Wilson. Dijo no tener nada de que arrepentirse por las cosas sucedidas durante sus dos gobiernos. Se ve que no se arrepiente de las 52 muertes de la tragedia de Once –producto de la corrupción–, la persecución implementada desde la AFIP contra todo aquel que osara criticarla, la descalificación de quienes no pensaran como ella a través de la cadena nacional o de los medios oficialistas, la bochornosa designación del teniente general César Milani –por citar algunos hechos de su gobierno– actualmente procesado por delitos de lesa humanidad.

Pero hubo más en la verborrea irrefrenable de CFK. “Cuando hablaban de fundamentaciones jurídicas importantes me hacían recordar que estábamos, no en Buenos Aires, sino en Oslo, Noruega”. En verdad, la ex presidenta debería agradecer que, lamentablemente, la Argentina no sea Noruega. De serlo, seguramente estaría ya tras las rejas.  

“Pedí que se hiciera una auditoría de la obra pública”, sermoneó con el dedo índice elevado ante la mirada de muchos de los allí presentes que se preguntaban por qué no la ordenó a lo largo de los ocho años de permanencia en el poder. Y, en el colmo del narcisismo, se definió como una persona “inédita”. Le faltó decir “Después de mí, el diluvio”, frase atribuida a Luis XV.

Eso sí: avisó que va a ser candidata a la Presidencia en 2019 y les advirtió a Macri y a sus funcionarios que se preparen para visitar los tribunales de Comodoro Py cuando dejen el poder.

Para atrás.

La gestión de Mauricio Macri atraviesa no ya una tormenta sino una crisis de credibilidad que no cesa. Es una situación curiosa: a este gobierno –que es el gobierno más pro mercado de los últimos 17 años y recipiendario del apoyo total del Fondo Monetario Internacional y de los líderes de los países del G20– el mercado no le cree.

Suponen que para diciembre Macri debería tener otro ministro político u otro plan económico

Eso es lo que significa la disparada del dólar que no cesa. Hace unos diez días hubo un viaje de Mario Quintana a Nueva York cuyo resultado fue sumamente insatisfactorio. Hubo un mensaje muy claro para el Presidente: si se dejan los mismos gerentes que llevaron a este colapso –hablaban no solo de Quintana sino también de Marcos Peña y de Gustavo Lopetegui, “los ojos de Macri”– es difícil que el mundo financiero internacional crea que algo va a mejorar en la Argentina. “Qué suerte que lo mandaron a Quintana porque así Mauricio se termina de convencer de que el mundo le está pidiendo un cambio de figuras”, afirma un consultor al que se escucha con atención en varios despachos gubernamentales.

El Presidente insiste en sostener a Peña porque está convencido de que es quien lo llevó a ganar sus dos últimas elecciones. Por eso no aceptaría que lo propongan como canciller.

Esta realidad no hace más que recalentar la lucha interna dentro del Gobierno. Uno de los ejes del debate pasa por la necesidad de elaborar un plan B ante un recrudecimiento de la crisis. Son varios los funcionarios que hablan de lo imperioso de poner al frente del Ministerio de Economía a una personalidad de prestigio y de envergadura política. Los nombres que más suenan son dos: Roberto Lavagna y Mario Blejer. Fuentes seguras señalan que el Presidente habló con Lavagna, quien viene manteniendo un pertinaz silencio de radio. Hay algunos –que no son los que deciden– dentro del PRO que suponen que para diciembre, después de que se vaya el G20, Macri tiene que poner a un ministro de Economía con peso político o aplicar un nuevo plan económico. Dentro del PRO, los que opinan que una de las medidas podría ser la incorporación de Lavagna como producto de algún acuerdo que incluyera al Frente Renovador y a otros sectores del peronismo no K están en minoría.

El argumento de que la crisis económica de la Argentina tiene como causa principal la compleja situación de la economía mundial –al que en estas horas volvió a referirse el Presidente– es poco sostenible. En verdad, son los problemas estructurales de la economía vernácula los que están en el origen de esta “tormenta” que no tiene fin a la vista.

Ante la adversidad, los que planifican cómo enfrentar el año electoral que se viene están trabajando a full. Y en esas conversaciones sobrevuela una idea: el adelantamiento de las elecciones. En principio, esto sería para la provincia de Buenos Aires. Pero a caballo de esas circunstancias están también los que están pensando en hacer lo mismo con la elección presidencial. Una advertencia: esto es lo mismo que hizo Néstor Kirchner en las elecciones de 2009. Por si alguien lo olvidó: perdió.

Producción periodística: Lucía Di Carlo.



(Fuente: www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com

domingo, 10 de julio de 2016

La Morsa y la Fuga… @dealgunamanera...

Corradi y Aníbal: anticipo del libro que reveló…


Lo dije varias veces, y lo repetiré una más: los hermanos Lanatta, Cristian y Martín, pueden abrir las puertas para que Cristina Kirchner termine en prisión.

© Escrito por Christian Sanz el viernes 26/02/2016 y publicado por Tribuna de Periodistas de las Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Es que ambos conocen los detalles de cómo se lavó dinero en la campaña del Frente para la Victoria en el año 2007.
Allí, media docena de jóvenes empresarios, "dueños" de pequeños laboratorios medicinales, pusieron dinero para que Cristina Kirchner lograra zanjar el camino para llegar a la presidencia.

En realidad, no pusieron nada, solo fingieron hacerlo: me lo confesaron varios de los involucrados en la trama, dos de ellos de gran relevancia, uno fue el propio Sebastián Forza —fui el único que pudo entrevistarlo—; el otro, Gabriel Brito, dueño de la firma Global Pharmacy Service S.A.

En buen romance: uno y otro aparecen en la nómina de aportantes pero no pusieron un solo peso.

Ergo, ¿quién puso el dinero? ¿Por qué se fingió que alguien más lo aportó? ¿Tan impresentables son los verdaderos benefactores del FpV?

Según fuentes de la embajada de Estados Unidos, en la campaña de 2007 el kirchnerismo tuvo aportes genuinos, pero mayormente dinero del chavismo venezolano —valija de Antonini Wilson mediante— y el narcotráfico mexicano.

Es plata que aterrizó en el país merced a la gestión de un viejo amigo y socio de Aníbal Fernández: Ibar Esteban Pérez Corradi, a la sazón uno de los mayores protegidos por Néstor y Cristina a través de Ricardo Echegaray y Héctor Timerman.

La trama es tan pero tan obvia, que los peritos de la Corte Suprema de la Nación emitieron un dictamen hace unos meses confirmando por escrito que efectivamente se blanqueó dinero en la campaña de marras.

Los detalles finos, la trama política, la conocen unos pocos: los hermanos Lanatta, Pérez Corradi y el propio Aníbal. Todos ellos, a su vez, involucrados —no casualmente— en el tráfico de efedrina.

Por eso, cobra suma relevancia la fuga que estos protagonizaron a fines de 2015, sobre todo en el marco del pedido de ampliación de indagatoria que había refrendado en secreto María Romilda Servini de Cubría a fines de 2015, a la sazón la misma jueza que decidió en febrero de 2016 “aglutinar” el expediente del triple crimen de General Rodríguez.

Si a esto se suma que los Lanatta purgaban prisión por ser los autores materiales del triple crimen de General Rodríguez, justamente a pedido de Aníbal y Pérez Corradi, todo empieza a cobrar sentido.


No se trata solo de ese hecho, ocurrido en 2008, o de los aportes de campaña, sino de algo más profundo, de una matriz de corrupción y crimen que perduró durante 12 años, bajo la fachada de una supuesta "revolución política".

Forza lo tenía claro y terminó acribillado a balazos. Eso sí, luego de haber aportado —supuestamente— a la campaña de Cristina Kirchner. “Sé que Aníbal Fernández me va a matar”, me dijo en mayo de 2008, meses antes de caer bajo un racimo de balas.

Cuando hice pública esa entrevista, el ex jefe de Gabinete me hizo una querella penal, que se sumó a otra que me había hecho en 2005 por decir que estaba vinculado al oscuro negocio del narcotráfico.

En ambos juicios, salí victorioso y Aníbal quedó con la sangre en el ojo.

Su bronca se multiplicó por mil cuando Martín Lanatta le dijo a Jorge Lanata —valga la cacofonía— a mediados de 2015 que mi investigación había sido impecable y que la justicia me tenía que llamar a declarar.

Los jueces nunca quisieron escuchar mi testimonio y ello explica por qué Aníbal jamás ha sido complicado a nivel judicial. Ello a pesar de que en los archivos de la DEA hay información de sobra que vincula al ex jefe de Gabinete con el mundo de las drogas y el crimen organizado.

¿Por qué nadie jamás dio importancia a esos documentos foráneos? ¿Cómo explicar que se hicieran oídos sordos a las alertas que aportó la agencia norteamericana en 2008 respecto del copioso ingreso de efedrina al país?

El kirchnerismo hizo oídos sordos, una y otra vez. Ello, a su vez, permitió que Aníbal gozara de la impunidad suficiente como para amenazar a los Lanatta y Schillaci, provocando su fuga carcelaria.

Por eso, la triple evaporación que estos refrendaron a fines de 2015, es mucho más que ese hecho en sí.

Es parte de una trama espesa que merece desempolvar viejos expedientes judiciales y antiguos archivos periodísticos, donde se cruzan nombres y fechas, una y otra vez.

Por caso, quien recaudó dinero para la suspicaz campaña de Cristina Kirchner en 2007 fue Héctor Capaccioli, entonces superintendente de Servicios de Salud.

Allí fue puesto por el primer jefe de Gabinete del kirchnerismo, Alberto Fernández, quien a su vez estuvo complicado en una trama por blanqueo de plata años antes: la de Eduardo Duhalde y “Palito” Ortega de 1999, financiada por el cartel de Juárez a través de un personaje llamado Aldo Ducler.

Este último fue quien manejó el errático destino de los evaporados fondos de Santa Cruz, ello a pedido de Néstor Kirchner.

Como puede verse, los nombres se cruzan una y otra vez, en una trama maldita que vincula la explosión del narcotráfico en el país, la tristemente célebre mafia de los remedios y el devenir de puntuales narcotraficantes foráneos. Todo ello coordinado y permitido por poderosos políticos vernáculos.

Por todo lo expuesto… y por mucho más, es necesario este libro. Para unir las piezas de un rompecabezas que hasta ahora nadie juntó. Básicamente, para lograr entender.

Espero que sepan valorarlo, ustedes caros lectores. 



domingo, 29 de marzo de 2015

Socios... De Alguna Manera...

Socios 2…

Nestor Kirchner y Nisman: el ex presidente eligió al fiscal. Foto: Cedoc Perfil

En 2001 Nisman desestimó la denuncia de Eliaschev, hoy la revista Veja habla sobre la relación con Irán con las mismas fuentes que él. 

Cuatro jueces ya desestimaron la denuncia de Nisman: Rafecas, dos de los tres integrantes de la Sala I de la Cámara Federal, Ballesteros y Freiler, y de alguna manera también Servini de Cubría, quien  en enero consideró que no justificaba habilitar la feria judicial por la denuncia de Nisman. Juzgar que una denuncia al presidente y canciller de un país no justifica no esperar a que los jueces vuelvan de vacaciones es implícitamente una opinión sobre la propia denuncia. La decisión de Servini de Cubría se produjo cuando no se hablaba de “tregua” entre la Justicia Federal y el kirchnerismo sino, todo lo contrario, de que “el partido judicial” iba corporativamente en bloque contra el Ejecutivo.

Que Servini de Cubría no le habilitara la feria, que Canicoba Corral, el juez de la causa AMIA, se mostrase escéptico frente a la denuncia de Nisman y que Lijo, el juez a quien le solicitó la indagatoria de la Presidenta y su canciller, siguiera de vacaciones deben haber sido indicios para Nisman de la suerte judicial que podría correr su denuncia. Vale recordar que tras su muerte, el fiscal Pollicita dio curso a la denuncia de su colega pero no solicitó la indagatoria de la Presidenta y su canciller ni aceptó concurrir al Congreso como iba a hacer Nisman.

Si Nisman investigaba en 2001, quizás veía que las fuentes de Veja hoy eran las mismas que las de Eliaschev.

Asumamos por un instante la posibilidad de que la denuncia de Nisman fuera poco fundada, el pedido de indagatoria a la Presidenta y al canciller fuera precipitado, y todo presentado de apuro al ver el fiscal que el Gobierno había echado a Jaime Stiuso, su principal referente en la Secretaría de Inteligencia, concluyendo que su propio puesto estaba en riesgo y tenía que producir un acto mediático de envergadura, más allá de la consistencia jurídica que lo respaldara, para garantizarse la permanencia en su función.

Y asumamos también, sólo con fines de ir descartando hipótesis, que a Nisman lo único que le interesara fuera mantener durante todos los años posibles su poco fatigoso y bien remunerado puesto de fiscal especial de una sola causa y casi sin ningún avance, para disponer de recursos con los que llevar adelante una vida hedónica. Que por eso desestimó la denuncia de Eliaschev sobre el pacto con Irán publicada en tapa por Perfil en marzo de 2011, cuando haber ido en contra de un gobierno en pleno apogeo de su poder sí le hubiera impedido mantener su zona de confortabilidad. Y que si Stiuso hubiera continuado en la Secretaría de Inteligencia y Nisman no hubiera sentido temor por correr igual suerte, su denuncia recién se hubiera presentado cuando el kirchnerismo dejara el poder o, dependiendo de las circunstancias, nunca.

Obviamente nada de esto quita validez al fondo de la denuncia porque, si estuviera poco fundada, sería debido a que Nisman no se dedicó como debía a partir de comienzos de 2011, cuando Eliaschev lo denunció en este diario, y tardó cuatro años para presentar un escrito endeble sólo con escuchas de marginales de la política, mientras ahora la revista Veja publica semana tras semana sospechas que hacen más verosímil la existencia de un móvil espurio en el pacto con Irán, conectando la valija de Antonini Wilson y los viajes entre Caracas y Buenos Aires con los viajes entre Caracas y Teherán. Esas fuentes podían ser las mismas de Eliaschev, a quien si Nisman hubiera dado importancia antes, podría haber resultado fundamental para la investigación.

Nada en esta hipótesis salva al Gobierno de responsabilidad, igual que en sus acusaciones contra Stiuso: lo único que hace es autoinculparse y aumentar la gravedad de su accionar. Así como Néstor Kirchner eligió a Stiuso para que se encargara de la investigación sobre el atentado a la AMIA y en ese carácter se lo presentó a Nisman, también Kirchner eligió a Nisman para esa fiscalía especial. Hasta se podría conjeturar que eligió a propósito un fiscal consumista y hedonista para tenerlo agarrado siempre “a tiro de carpetazo”, y el propio Stiuso poder tenerlo dominado gracias a que Nisman no tenía las conductas personales requeridas para un fiscal.

Más allá de la repulsión que produce el uso de la vida personal para desacreditar políticamente a los sujetos, nadie puede ocupar un puesto público de relevancia y tener la ingenuidad de que su vida personal no sea utilizada por sus adversarios.

Mucho menos quien es blanco de los servicios de inteligencia locales e internacionales. 

Muchas situaciones desentonan en la vida personal de Nisman con las expectativas sociales sobre cuáles son las conductas a cumplir para el rol de fiscal. Otro ejemplo –más patético– es el caso de Oyarbide, un juez que ya no sólo es esclavo de los servicios, sino hasta de la propia policía.

Se podría conjeturar que eligió un fiscal con debilidades personales para tenerlo controlado por los servicios.

Toda función debe responder a lo que se espera de ella. En un clásico de sociología: La presentación de la persona en la vida cotidiana, Erving Goffman escribió: “Los individuos se preocupan por mantener la impresión de que actúan de conformidad con las numerosas normas por las cuales son juzgados ellos y sus productos. Debido a que estas normas son tan numerosas y tan profundas, los individuos que desempeñan el papel de actuantes hacen más hincapié del que podríamos imaginar en el mundo moral (...) no están preocupados por el problema moral de cumplir con esas normas sino con el problema amoral de construir la impresión convincente de que satisfacen dichas normas”. “Durante la interacción se espera que el individuo posea ciertos atributos, capacidades e información que, tomados en su conjunto, encajen con un yo que sea a la vez coherentemente unificado y apropiado a la ocasión”.

Nisman, en retrospectiva, no parecía contar con los atributos ni con los comportamientos adecuados para una investigación de la complejidad como la del atentado a la AMIA. Y la responsabilidad política de ese nombramiento es de Néstor Kirchner.

Socios 1…

Kirchner y Stiuso. Dos caras de la misma moneda. Foto: Cedoc

La contratapa del 15 de enero que unía a Kirchner con Stiuso. http://e.perfil.com/socios

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© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 28/03/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.